Era un árbol de unos dos metros de altura. Recién cortado; llenaba de olor a pino fresco todo el salón de la mansión X.
Un día completo les tomó a Storm y a la doctora Gray acabar de decorarlo. Azul y plata predominaban en los adornos. Regalos cómo tales no se pusieron en el pie del árbol. Más bien el profesor determinó que cada alumno podía dejar algo significativo para que todos se sintieran en casa.
—¿Qué pondrás? —preguntó Bobby a su amigo. Este continuó mirando el árbol hasta que su boca se tornó en una mueca de fastidio.
—Nada. A mí esta festividad me pone de malas.
Drake lo miró un segundo y respondió bajito
—Pero ya mañana es navidad. Deberías intentar, todos lo hicimos. —Utilizó el tono más cálido que encontró, sabía lo delicado que era John con esos temas.
—La navidad es para los niños bonitos de hielo. No va conmigo. —Y sin dejarle replicar, se fue.
Bobby se pasó toda la tarde y gran parte de la noche intentando encontrar la manera de acercarse a John. Conocía de oídas la triste historia que arrastraba el chico. Era normal que rehuyera a todo eso.
...
—Quizá y deberíamos poner la foto que nos tomamos en aquel partido de baloncesto.
El pirómano bufó frustrado.
—Bobby, es media noche y tú aún estás con eso... Ya te lo dije; no pondré nada, no me interesa. La navidad es frío y yo soy calor. —Guiñó un ojo a Drake, esperando que su humor sarcástico alejara al muchacho.
—Los primeros árboles de navidad no eran así; la tradición no era así. Los germanos en lugar de colgarle cosas de colores lo incendiaban para darse calor en aquellos fríos tan crudos. —Esta vez fue Bobby quien guiñó el ojo.
John lo miró incrédulo...
—Esa tradición me gusta más. Creo que soy un navideño germánico. —afirmó con todo de broma. —Bajo un árbol ardiendo si pondría algo mío.
Bobby se dobló las mangas del suéter.
—No te quedes ahí Pyro, que yo sólo no podré arrastrar ese árbol muy lejos.
El aludido sacudió la cabeza en señal de confusión.
—¿Hablas en serio? —apenas alcanzó a preguntar, pero su amigo ya iba con paso decidido hacia el salón.
A empujones y tirones sacaron el árbol hasta el jardín.
Diez minutos después Pyro ocupaba su don para hacer arder la madera verde en aquel jardín escarchado por la nieve.
—¿Qué pondrás? Date prisa antes de que se consuma —lo animaba Drake. John sólo negó con la cabeza.
—Quiero grabar este momento en mi memoria...
