La bóveda estaba oscura al filo de la noche, era el lugar perfecto para estar a solas, no quería que nadie los molestara. Ren rodeo con sus brazos a Fabia recostándola en la pared, ella temblaba.
— Fabia, te amo, desde que éramos niños. Quizás aún no podamos llegar tan lejos pero…quiero demostrártelo, así que por favor estate quieta.
La mente de Fabia se llenó de imágenes obscenas que la asustaban. Ren le bajo su falda y su ropa interior, acerco su mano a su vagina, sus dedos se movían lentamente.
—…Siento cosquillas— dijo.
— Eso significa que te gusta.
Fabia sentía su mano tocándola desde adentro, cada rincón que con cada roce se humedecía ¿Así es como se sentía o como decía de sentirse? Quiso decir algo pero de su boca salió un gemido.
— ¿Qué tal?— pregunto Ren.
— No lo sé…
— ¿Nunca te habías tocado?
— No.
— Entonces estamos igual. –mintió-
Ren ya sabía lo que era y como se sentía, veía a su madre hacerlo todo el tiempo con desconocidos. Y algunas veces lo forzaba a él a hacerlo.
Acariciaba las zonas húmedas mientras sus dedos masajeaban su clítoris, los ojos verdes de Fabia se movían rápidamente. Iban de un lado a otro, buscando forma de no verlo. Ren no quería eso, ansiaba sostener su mirada esmeralda, observarla. Con sus caricias le gritaba que la amaba, pero ella no parecía oírlo.
Dejo su intimidad y se acercó a su cuello. Fabia sintió una serie de besos húmedos en su piel, cómo su respiración se agitaba mientras sus lamidas se intensificaban. Su cabello blanco le hacía cosquillas en el rostro.
Continúo así pasando por su garganta y su pecho, pero se dio cuenta de que su ropa le estorbaba. Levanto su blusa, revelando un sujetador blanco.
— ¿Qué haces? — Fabia se alarmó.
—Cierra los ojos—. Musitó Ren.
— P-pero…
— Tranquila, confía en mí —dijo mirándola con sus ojos ambarinos.
Pero Fabia no podía confiar en él, algo andaba mal, ese comportamiento no era común en él. Aun con todas sus sospechas no supo por que le hizo caso y cerró los ojos. Le subió el sujetador mostrando unos bellísimos atributos. Era como ver a una diosa, a pesar de la débil luz de la luna podía verla bien. Fabia sentía que un fuego abrazador se prendía por donde su lengua pasaba. Succionaba y besaba al mismo tiempo. Fue bajando velozmente: sus pechos, su estómago, su vientre, hasta que llego a donde había empezado.
De pronto una gota de agua cayó sobre su mejilla, levantó la vista y vio las lágrimas desprenderse de sus ojos. Fabia estaba llorando.
¿Cómo es que algo tan bello podía lastimarla? Se maldijo a sí mismo, por no ser capaz de detenerse. De controlar sus impulsos. Acerco su boca a su sexo y comenzó a lamerlo. Fabia gimió.
Se movió con más fuerza y rapidez que antes, inclinando su cuello para acercarse mejor, su lengua paso por su vulva y su clítoris, con cada sitio que lamia Fabia respiraba con más dificultad. Para reconfortarla, Ren sujetó su mano delicadamente. Con la otra comenzó a frotarse su erecto miembro. Quería conocerla…desde adentro.
Fabia gimoteó y se corrió en su boca, llenándole de su jugo vaginal, Ren eyaculó. Se incorporó rápidamente para mirarla, su rostro estaba cubierto de lágrimas, gotas de sudor se extendían por su cuerpo y terminaban en sus muslos. Sonrió y se tragó el líquido en su boca.
Terminó.
Ren obedeció al impulso de abrazarla, sintió el temblor que recorría su cuerpo.
— ¿Te ha gustado?
Acunó su cabeza en sus hombros. Lo interpretó como un "sí".
— Me alegro… — Sonrió acariciando su cabellera negra, estaba feliz.
