Desperté confundido, la luz me daba directo en los ojos y me molestaba así que me di la vuelta, aún sin abrir los ojos y sentí una figura que se acurrucaba entre mis brazos. El movimiento hizo que mi erección se encajara contra su trasero. Mmm… Casi inconscientemente empecé a frotarme contra ella hasta que la sentí removerse entre sueños, soltando un pequeño gemido, coordinamos nuestros movimientos en un lento balanceo.
Pasé la mano por sus caderas y fui bajándola en un perezoso recorrido hasta el interior de sus muslos, mientras los abría un poco para meter mi erección entre los pliegues de su coño, sin entrar, sólo frotando suavemente, sintiendo como la humedad se esparcía hasta cubrirme cada vez más.
El dulce olor de su cabello me provocaba, me llenaba de imágenes, unas borrosas y otras no tanto; a través de la bruma del placer intentaba de recordar su rostro y lo único que llegaba a mi mente eran unos brillantes ojos verdes; fruncí el ceño ligeramente, pero un brusco movimiento de caderas me sacó de mis cavilaciones… Ella estaba pidiendo por más y yo le voy a dar más.
Alineándome me hundí en su calor, ambos gemimos audiblemente, los movimientos se volvieron erráticos, el placer era casi demasiado, la sentí aprisionarme cada vez más hasta que alcanzar el clímax y poco después la seguí yo.
Aún respirábamos agitadamente, cuando fui consciente de varias cosas: ella me hundía las uñas de una mano en una nalga y con la otra en el cuero cabelludo; en su cuello noté una marca de dientes y lo que pronto se convertiría en un chupete junto a lo que parecía ser un lunar con forma peculiar; pero lo que realmente me sorprendió fue la larga cabellera negra. ¿Qué rayos?
La sentí tensarse ligeramente, probablemente ella también empezó a ser consciente de lo que acababa de pasar. Con un suspiro salí de su cuerpo, la reticencia tirando de mí, una sensación desconocida… ¿Qué rayos?
Empezó a girar la cabeza lentamente y cuando nuestras miradas se encontraron el shock nos recorrió a ambos. Las imágenes de los que pasó ayer llegaban a mi mente, de lo que hicimos, varias veces en la noche… Mmm, definitivamente de las mejores noches. No me había dado cuenta que había cerrado los ojos hasta que la sentí levantarse y aún desnuda entró en lo que parecía ser el baño.
Un poco confundido recorrí la habitación con la mirada que estaba pintada de un tono claro de verde, un enorme -enorme- armario de madera que ocupaba toda la pared frente a la cama y la ventana que estaba a un lado con unas cortinas blancas. Ligeramente incómodo me levanté y empecé a vestirme, sólo me quedaba abrocharme los botones de la camisa cuando noté a Pansy Parkinson mirándome apoyada en el marco de la puerta del baño vestida con una ligera bata púrpura que no hacía nada por evitar que los picos duros de sus pezones se notaran a través de la tela.
—Usa el baño si lo necesitas, Potter, y lárgate. — Y luego salió por la otra puerta de la habitación.
Así que usé el baño, me arreglé un poco el cabello pensado que el sexo con Parkinson había sido genial. Tenía la sensación de que si salía de su apartamento como ella quería, no volveríamos a repetir. Un poco de pánico se instaló en mi pecho, definitivamente quería repetir lo que pasó, muchas veces…
Ella es muy orgullosa, y no va a aceptar salir conmigo con facilidad, de todas formas ¿Cómo se atrapa a una serpiente? Aún no estaba muy seguro, pero ya encontraría la forma… Así que con determinación salí de la habitación y la encontré en la cocina de espaldas a mí. Caminé silenciosamente hasta que la rodeé con mis brazos, la sentí tensarse, pero con lo que parecía una voz calmada me respondió:
— ¿Aún no te has ido? Te dije que te fueras.
Yo sólo hundí mi nariz en su cuello, respirándola, acariciándola… Sonreí lentamente, ya encontraría la manera, suspiré y empecé a alejarme mientras le decía:
— Nos veremos pronto, Parkinson. — Y me desaparecí.
Estaba tomando café en la cocina de Grimmauld Place pensando en mi estrategia. Definitivamente esa serpiente no escaparía. Sonreí. Pansy Parkinson no sabrá que la golpeó.
