Capítulo 1¡Precaución! Juglar Trabajando.

Era una noche muy obscura, extrañamente obscura, apenas iluminada por las ráfagas de luz emitidas por los relámpagos, los cuales se reflejaban en los cristales redondos de las pequeñas gafas de un joven de unos veinte años de edad que recorría las solitarias calles de ese olvidado pueblo, las violentas gotas de agua arrojadas por la tormenta formaban un espeso barro en el cual las botas militares de aquel joven se enterraban y luchaban por mantener una buena tracción ante lo resbaloso del terreno, el viento no era para nada benevolente y ofrecía su cuota con su frialdad e ímpetu a crear aun más si eso era posible un ambiente deprimente y para muchos algo atemorizante, sin embargo, al joven parecía no hacerle mucha mella ese ambiente tan desolado, talvez porque dentro de él mismo la situación no pintaba mejor y sus ojos verde esmeralda eran tan fríos e inexpresivos, llenos de tristeza, soledad, melancolía y por su manera de mirar incluso odio.

Hacia tiempo que la media noche había atravesado la línea del reloj aquella donde las campanas hacen su canto mas largo, se sentía la proximidad del alba, pero con lo agresivo del ambiente era de lo más fácil olvidarlo llegando a pensar que una noche como esa no tenia la intención de terminar jamás. Todo el pueblo parecía estar sumido en un profundo sueño, estar suspendido en el espacio cual fantasma en medio de la nada, todo exceptuando un errático edificio, sucio y ruinoso donde unas tímidas luces alumbraban lo que se suponía era un anuncio, y digo se suponía porque era más fácil leer un mensaje grabado en la arena seca el día anterior durante una fuerte brisa, la vieja madera del anuncio se movía violentamente ante la fuerza del viento, y de no ser porque seguramente la sostenía algún encantamiento no se podía explicar tan siquiera que aquella rustica tabla simplemente estuviera aun colgada.

Fueron esas luces las que llamaron la atención del joven, e hicieron que se encaminara hacia aquel deplorable lugar, su cabello era tan negro como el cielo encima suyo y era largo hasta los hombros, lo traía suelto y tan empapado que le cubrían casi totalmente el rostro, su vestimenta era totalmente negra y algo desgastada con la exposición a largos viajes en caminos rudos y a climas poco amigables, su larga gabardina de piel lo protegía bastante bien de esos malestares al transitar además de cubrirle convenientemente dada la ocasión y lo que esta ameritaba, para él no era desconocido la sensación de dormir bajo el cobijo de las estrellas o sobre la dureza de una banca de algún parque, sus jeans ya tenían algunas rasgaduras señas de anteriores batallas y aventuras, pero bien podría decirse que estaban muy a la moda y que a una que otra chica le habían parecido de lo más "llamativos", sobre su espalda cargaba un bello estuche también en color negro muy brillante de una lira mágica, espléndidamente acabado señal de su fabricación por los duendes, a pesar de eso a la vista de la mayoría de las personas solo era un juglar ambulante que vagaba con su música por los pueblos y caminos.

Después de un rato de luchar contra la tormenta dando pasos vacilantes el juglar logró ponerse delante del edificio, y acomodándose sus redondas gafas y luego de un esfuerzo al mirar el anuncio alcanzo a leer "Taberna el Perro Muerto" y que también tenia una ilustración de un canino que mas que muerto parecía llevar muchos días en estado de la más plena descomposición.

- ¡Aquí es! – dijo el juglar para si mismo, y después de un largo suspiro de resignación y encogiéndose de hombros se dirigió a la puerta del establecimiento, la cual al simple contacto de su mano pareció que su madera se desquebrajaba produciendo un irritante chirrido de sus desgastadas bisagras el cual hizo que cerrara los ojos fuertemente como reflejo a tan espantoso sonido, cuando logró abrirlos después de un instante dio unos pasos firmes hacia el interior del local e inmediatamente un desagradable y penetrante olor llego a su nariz.

-¡Puaaaaaaaj¡Por Merlín! El perro al que hacen referencia en el anuncio seguramente sigue en este lugar – Pensó el juglar a manera de grito al interior de su cerebro, y después de controlar las inmensas ganas de vomitarse ahí mismo, siguió adelante con lo que tenía que hacer.

Permaneció de pie en el umbral de la taberna la recorrió atentamente con la vista, como un águila buscando a su próxima presa, el lugar era mas deprimente adentro de lo que se pudiera imaginar al verlo por fuera, las mesas y las sillas eran de lo mas viejas, desgastadas y muchas estaban precariamente reparadas simplemente para que se mantuvieran en pie, distribuidas descuidadamente por todo el lugar, el piso era de cerámica muy vieja y tenia varias partes completamente rotas y en su mayoría estaba enmohecido, las paredes no habían sido pintadas en años salvo por los recuerdos, firmas, caricaturas algo subidas de tono y pensamientos personales que algunos parroquianos del lugar impulsados por su creatividad interna habían exteriorizado burdamente con graffiti o cualquier marcador permanente hubo llegado a su artística mano.

Además de los murales las paredes tenían unos poco menos estilizados agujeros que mostraban la constitución interna de su construcción, y la barra de la taberna, esa si era digna de mirarse, una autentica obra de arte, si el que la mirara era ni mas ni menos que un integrante de la familia Addams y tuviera algún problema visual, su forma era una media elipse y a primera vista no se le encontraba una puerta de entrada a su interior, salvo saltando sobre ella, la cava que ocupaba la pared justo detrás de la barra, tenía unas cuantas botellas llenas de polvo y donde las arañas mostraban orgullosas su trabajo, y vaya que trabajaban en ese lugar, además de un gran espejo al fondo terriblemente empañado y ennegrecido por la suciedad..

Los presentes en aquel lugar según pudo observar el juglar, parecían estar totalmente de acuerdo con la decoración de la taberna, todos vestían túnicas de colores obscuros que iban de los tonos grises al negro con capuchas e incluso algunos tenían puestas unas mascaras extrañas sobre sus rostros, las pocas partes expuestas de su cuerpo estaban llenas de tatuajes de raras formas y multicolores, cicatrices de todo tipo, perforaciones y una que otra manera de decoración corporal que ya no le dieron muchas ganas de investigar sobre ellas, en total eran ocho de ellos distribuidos en las mesas alrededor un par mas sentados en la barra y el tabernero, este era bastante peculiar, no muy alto pero con un cuerpo bastante fornido, tenia la cabeza rasurada y en el lugar en el que alguna vez debió crecer el cabello tenia tatuado unas flamas que le cubrían todo el cráneo, unos bigotes poblados que difícilmente mostraban sus labios, que cualquier morsa que se precie de serlo envidiaría, pero lo que mas le llamó la atención al juglar de aquel hombre eran sus ojos que eran de un pálido azul que daba la impresión de estar vacíos y sin vida alguna, pero que sin embargo veían, como lo pudo comprobar cuando estos se posaron de manera intimidante sobre su persona, sacándole bruscamente de sus anotaciones mentales.

- ¡Ey tú¡Vete de aquí que ya estamos cerrados! – gritó descortésmente el tabernero. El juglar hizo como que no lo había escuchado y dio un par de pasos firmes hacia la barra mientras todos los presentes lo miraban fijamente de manera retadora.

- ¿Estás sordo o que diantre te pasa? – volvió a gritar ahora mas fuerte el tabernero

- Solo soy un juglar en busca de un trabajo señor – respondió tranquilamente el joven llegando hasta la barra y sentándose en uno de los banquillos desocupados justo al lado de los dos que ya estaban ahí; las risas de los presentes no se hizo esperar provocando que el lugar pareciera vibrar ante esas muestras de burlesca alegría.

- Pues aquí no hay trabajo y menos para un juglar, así que ¡lárgate de aquí chico! – le respondió el tabernero clavando sus vacíos ojos en los del joven una vez terminó de reírse.

- Vamos amable caballero – respondió cortésmente el juglar sin evitar la pesada mirada que tenia ante sus ojos – el clima afuera es insoportable, la verdad no encontré un lugar seco donde poder alojarme esta terrible noche, pronto amanecerá y podré marcharme como ustedes lo desean, además les recompensaría por este favor amigos -

El tabernero ni siquiera realizó un parpadeo y dijo - ¿Cómo podría un miserable juglar ambulante como tú recompensarnos por dejarte pasar la tormenta en este lugar? – con lo que logró sacar otras risitas burlonas de los demás.

- Pues precisamente señor, de esa manera, puedo amenizarles la velada con mi humilde música, no tengo muchos galeones encima, de hecho apenas unos cuantos knuts, con el clima como ha estado este día la gente no ha salido de sus casas y apenas he logrado obtener unas cuantas monedas – dijo el joven mientras en su rostro se dibujaba la tristeza y trataba de ser de lo más convincente.

- ¡Dale una oportunidad hombre! – intervino uno de los presentes que se encontraba en la barra dirigiéndose al tabernero, mostrando una horrible mueca que intentaba parecer una sonrisa - ¿Hace cuanto no tenemos algo de entretenimiento decente en este lugar? – Al mismo tiempo todos los demás presentes asentían apoyando sus palabras – De todas maneras – este continuo hablando como si fuera lo mas normal del mundo – si no nos gusta su música, ya veremos otras maneras en que logre entretenernos- concluyo lanzándole una mirada maléfica al joven juglar.

- ¡Como aquel bufón que vino a contarnos unos chistes hace poco! – agregó un enmascarado que se encontraba en unas de las mesas mas retiradas del local, haciendo que todos los presentes se carcajearan de una manera aun más fuerte que antes – Es una verdadera pena que nuestro "humor" haya sido demasiado para él – haciendo que las risas se alargaran y que alguno tuviera que inclinarse sobre la mesa dando golpecitos sobre esta a causa de tanta gracia que tenia encima.

- Esta bien chico- dijo mas tranquilamente el tabernero – muéstranos lo que sabes hacer y luego ya veremos que pasa – apenas este terminó de decir eso, el joven juglar retiró de su espalda aquel estuche y con el cuidado que se le da a aquellas cosas que son valiosas lo coloco suavemente sobre la burda madera de la barra. Al notar el estuche sobre la barra tanto el tabernero como los dos individuos que se encontraban junto al juglar pusieron una expresión de susto e instintivamente sus cuerpos retrocedieron.

- Es solo mi equipo de trabajo – dijo tratando sonar tranquilizador el juglar al notar tan peculiar reacción de los presentes – en el estuche llevo mi lira mágica con la que mi música fluye, y con lo que me gano la vida – los aludidos parecieron no escuchar y solamente miraban detenidamente el estuche.

- ¡Ábrelo con mucho cuidado chico! – ordeno algo nervioso el tabernero haciendo que los otros ocupantes de la barra sacaran sus varitas apuntando directamente al juglar, los que se encontraban en las mesas se miraban unos a otros y susurraban palabras entre ellos sin perder de vista lo que en la barra ocurría, el juglar simplemente se limitó a que con un suave pase de su mano sobre el estuche se escuchara un suave ¡clic! Mientras los que le apuntaban se pusieron mas tensos, a continuación el joven tranquilamente con ambas manos levantó la tapa del estuche dejando a la vista su contenido.

Aquellos hombres no podían creer lo que tenían delante de sus ojos, y no era para menos, en el estuche se encontraba una lira mágica muy bella, hecha de plata y oro, con detalles en todo tipo de piedras preciosas, de las cuerdas parecían desprenderse destellos caprichosos que daba la impresión de tener vida propia. Y sin dar tiempo para mas el juglar suavemente volvió a cerrar el estuche aun bajo la mirada atenta de los demás. – Les dije caballeros que solo era la lira mágica de un simple juglar ambulante – dijo el joven para terminar con el incomodo silencio que rodeaba todo el lugar haciendo que los que tenían sus varitas apuntándole las quitaran y guardaran.

- Ninguna precaución es poca con el mal nacido de Harry Potter rondando por ahí – dijo aun nervioso el tabernero.

– ¡Si! tienes razón, el muy desgraciado se ha encargado de eliminar a muchos de nuestros colegas – agrego uno de los de la barra.

- ¿Eliminar? Ese Potter los ha exterminado¡literalmente los ha hecho pedazos! – continuó el otro de la barra sorbiendo un poco de su cerveza de mantequilla dando la impresión de que recuerdos mortales atacaban su mente.

- Yo he escuchado de él en los caminos – dijo tranquilamente el joven juglar mientras pasaba sus verdes ojos alrededor del lugar, logrando tener la atención de todos los presentes con sus palabras – pero a mi me parece que solo es una simple leyenda o una tonta exageración de la gente de los pueblos por donde he viajado, absurdos cuentos para asustar a los niños – agregó de la manera mas pausada y tranquila que se pudiera ver.

- No dirías que son exageraciones si hubieras visto la cantidad de cadáveres que ese Potter ha dejado detrás de si, muchacho tonto – replico el tabernero visiblemente molesto ante el comentario del juglar.

- ¿Y como es ese Harry Potter¿Alguien lo conoce acaso? – pregunto el juglar con una cara de lo mas divertida y al mismo tiempo sin dejar de pasar su mirada por todo su alrededor, capturando cada detalle que podía.

- Nadie que lo haya enfrentado ha vivido para contar su apariencia – dijo solemnemente el tabernero secándose la frente con un sucio pañuelo.

– Se dice que es un sujeto que mide más de dos metros de altura y pesa más de 150 kilos – afirmo uno de los sujetos de la barra con lo cual el juglar se miro de pies a cabeza e hizo un gesto de medirse a lo alto y a lo ancho.

– Yo creo que debe ser un hombre lobo o algo así para explicar su fiereza – dijo asustado uno de los q se encontraban en una de las mesas, con lo que el juglar empezó a oler su ropa – ¡Uff! Admito que huelo a perro pero en este pueblo hay que ver lo difícil que es encontrar una ducha – comento como un susurro el juglar pero nadie lo escuchó.

- A todo esto chico… – comento el tabernero otra vez fijando su vacía mirada sobre la del juglar - ¿Cómo es que llegaste a este lugar? – termino la pregunta endureciendo la mirada.

- Una persona muy amable me recomendó este pueblo y en especial esta taberna para venir a trabajar – contesto el juglar mostrando una sonrisa perfecta, haciendo que el tabernero pusiera una cara de no entender muy bien lo que el joven le había dicho – Pero señor… ¿Acaso ese Potter no tiene alguna seña particular para poder reconocerlo? – pregunto sonriente trayendo al tabernero del lugar a donde sus pensamientos lo habían llevado.

- ¡Oh si! – le contestó después de una leve meditación – El infeliz tiene una cicatriz en forma de rayo en la frente… ¡Maldito hij…¡argh! – no alcanzó a terminar el tabernero, porque justo cuando daba la descripción el juglar alegremente con una mano retiro el largo cabello que cubría su frente mostrando su cicatriz en forma de rayo, y antes de que pudiera el tipo reaccionar Harry de sus mangas sacó una varita en cada una de sus manos y lanzó un hechizo que pegó de lleno en el pecho del tabernero haciéndolo salir disparado hacia atrás destrozando con su pesado cuerpo la rustica cava, al mismo tiempo con la otra varita lanzo otro hechizo hacia el sujeto que se encontraba junto a él en la barra dejándolo completamente fuera de combate.

Después de eso el lugar se volvió un caos, todos los que quedaban de una sola pieza en la taberna sacaron sus varitas y con gritos de rabia empezaron a lanzar maldiciones sobre Harry, este con gran velocidad de un salto logró pasarse a la parte de atrás de la barra en lo que rayos de color verde cruzaban sobre él destrozando las paredes de la cava, aun no lograba incorporarse de la caída cuando sintió que alguien lo sujetaba de la ropa, rápidamente alzo la vista para ver de que se trataba y reconoció al hombre que hace unos instantes ocupaba el otro lugar en la barra y que ahora estaba sobre ella tratando de someterlo para golpearlo, Harry solo atinó a sujetarlo también y lo jaló hacia donde se encontraba él haciéndolo caer detrás de la barra, y por unos instantes los que se habían quedado detrás de la barra solo podían escuchar ruidos, golpes, gritos, ver luces de hechizos, sin alcanzar a mover un dedo por la expectación, hasta que de repente su compañero salió volando hacia ellos golpeando fuertemente con su cuerpo ya sin vida la muy destartalada pared, haciéndolos reaccionar y lanzar maldiciones mas intensamente que antes hacia la barra que protegía al juglar.

Harry estaba sintiendo como la barra recibía todos los impactos de las maldiciones, las vibraciones que esta producía ante el ataque se mezclaban con los frenéticos latidos de su corazón y sabia que esta no tardaría en ceder por lo que urgentemente tenia que hacer algo para salir de ahí o se convertiría en un blanco fácil.

- ¡Harry eres un idiota! – pensó en voz alta a manera de regaño personal – a ver si ya para la próxima haces un plan antes de meterte en estos problemas – se decía encogiéndose de hombros, pero un rayo verde le paso muy cerca de la cabeza haciéndolo reaccionar.

- ¡El estuche¡Claro! si para eso lo traje ahora que recuerdo – gateando y al mismo tiempo esquivando maldiciones y pedazos de taberna que se le venían encima logró llegar hasta donde había dejado el estuche sobre la barra, tomo aire y con un rápido movimiento de su brazo logro hacer que el estuche cayera hasta donde se encontraba, justo cuando por el impacto de una maldición sobre la cava hizo que una botella cayera directamente encima de la cabeza de Harry - ¡Ouch! Eso dolió – fue lo que alcanzó a decir al mismo tiempo que se frotaba su adolorido cráneo, pero recordó que no tenia tiempo para eso, así que pasó suavemente una mano sobre el estuche y seguidamente la otra haciendo el mismo movimiento, se escucho dos ¡clic! Seguidos, al abrir el estuche no se encontró con la hermosa lira mágica sino con una gran cantidad de objetos raros que tenían apariencia peligrosa, más teniendo presente que sobre ellos venían impresa la leyenda "Sortilegios Weasley".

– Mmm veamos… ¿para qué dijeron Fred y George que servían estas cosas? – dijo tomando un par de esferas transparentes que tenían un letrerito rojo diciendo "Muy pero muy peligroso… ¡créanos lo es!, después no diga que no se lo advertimos".

– De seguro es otra de las bromas que me gastan esos dos – pensaba Harry hasta que una gran explosión le hizo ver que una parte de la barra había sido destrozada dejándole el camino abierto a sus oponentes, ya no podía perder el tiempo así que resignado tomó las esferas y las lanzo al otro lado de la barra, instintivamente cerro fuertemente los ojos y se cubrió lo mejor que pudo.

Transcurrió un segundo, nada sucedió, paso otro segundo y aun nada, abrió un ojo extrañado y cuando ya empezaba a abrir el otro para dedicarle unas cuantas malas palabras a los gemelos se escuchó una fuerte explosión que dejo momentáneamente sordo a Harry una poderosa onda expansiva cubrió todo el lugar de polvo y escombros, después de toser por un buen rato, recuperar el sentido del oído y de limpiarse el exceso de polvo en la cara y anteojos, tomo valor para salir de la barra a averiguar la razón de tanta tranquilidad alrededor, cuando salió de un salto fuera de la barra quedó tremendamente sorprendido al ver que a la taberna ya le faltaban prácticamente dos paredes, de todo el mobiliario solo se veían pedazos muy maltrechos, retorcidos y quemados, y de sus adversarios no quedaba algún rastro plenamente reconocible.

- ¡Orale! Si que esas cosas eran peligrosas – dijo para el mismo y se dirigió detrás de la barra hasta encontrarse con el cuerpo del tabernero que aun estaba vivo pero inconciente, se agachó justo a un lado del cuerpo.

- ¡Aguamenti! – conjuró con una de sus varitas haciendo que un chorro de agua le cayera directamente en el rostro del tabernero, este se despertó y al ver el rostro de Harry enfrente al suyo intento aterrorizado incorporarse, pero Harry lo sujeto con una mano de la camisa y con la otra apunto su varita hacia su cara.

- ¡Déjame ir! No, no me mates… ha… haré lo que qui… quieras – apenas lograba balbucear el tabernero.

- ¿Dónde están los Malfoy? – Preguntó Harry con una voz y una mirada que congelarían el Sahara – Dije… ¡¿Dónde demonios están los Malfoy?! – gritó exasperado y apretando su puño contra la camisa del tabernero haciéndole daño al ver que el hombre solo lo miraba con terror y no producía palabra alguna.

- Ellos me matarán si digo algo – apenas logró contestarle en un susurro aguantando el dolor.

- ¡De todas maneras yo te mataré primero así que habla pedazo de escoria! – le gritaba Harry ya perdiendo los estribos y poniéndole la varita entre ceja y ceja amenazadoramente.

- Te… te… lo diré si no me matas – las palabras apenas le salían al tabernero tratando de negociar con su vida.

– Si me lo dices… en lo que a mi respecta respetaré tu vida – le contestó Harry con total seguridad en su voz.

- Los Malfoy tienen una finca a las afueras del Valle de Godric, desde ahí manejan todas sus operaciones ilegales, es una fortaleza que ni siquiera tú puedes penetrar – al decir esto el tabernero alcanzo en dibujar una sonrisa en su maltrecho rostro - ¿Porqué has venido hasta aquí Potter¿Por qué nos has atacado?

- Te he dicho antes que me han recomendado este pueblo y esta taberna especialmente – decía Harry soltando al tabernero y poniéndose de pie como si nada hubiese ocurrido – Un buen señor llamado Amos Diggory me pidió que viniera hasta aquí a darles un saludo de parte de su hijo… Cedric…. Cedric Diggory… ¿lo recuerdas? Aunque no tenia tan buen "humor" como ustedes ¿verdad? – y al decirle todo eso Harry sacó de entre su gabardina una foto de un chico bien parecido y de una gran sonrisa y se la lanzó al tabernero a la cara, este tomó con sus manos temblorosas la foto y al reconocer al chico de la foto se puso aun más pálido llegando a confundirse con un cadáver y su pulso se disparó a niveles críticos haciendo que empezara a tener problemas para respirar – Ustedes torturaron hasta la muerte a ese pobre chico, y me han mandado a cobrarles esa factura – al terminar de decir esa frase Harry volteó a ver directamente a los ojos del tabernero tirado en el desbaratado piso, y le volvió a apuntar ahora con sus dos varitas al mismo tiempo.

- ¡Nooooooo! Dijiste que respetarías mi vida si te daba información Potter ¿Qué me vas a hacer¡ Nooooo! – el tabernero gritaba histérico mientras unas lagrimas de miedo rodaban desde sus vacíos ojos y trataba en vano de mover su cuerpo hacia atrás como queriendo atravesar la pared en la que estaba apoyado.

- Por mi tu vida esta perdonada, pero hay un pequeño inconveniente, tu muerte esta pactada en mi contrato y esto ya no es personal sino negocios, pero créeme que agradezco tu información y confía en que haré buen uso de ella – y al terminar de decir eso dos luces de color verde salieron de sus varitas impactando en el cuerpo del tabernero dejándolo carente de vida, si es que alguna vez la tuvo.

Harry Potter recuperó después de todo lo que ocurrió esa tormentosa madrugada en el "Perro muerto" esa mirada fría y triste que a últimos años lo habían caracterizado, su pulso y adrenalina lentamente volvían a la normalidad, simplemente guardo sus varitas dentro de su gabardina, recogió y limpio cuidadosamente su estuche colocándoselo de nueva cuenta en su espalda, acomodó su largo cabello en una coleta y se dispuso a salir de lo que quedaba de ese asqueroso lugar.

Casi al llegar a la puerta se encontró parado a un pequeño viejo mago con un uniforme de personal de mantenimiento que sostenía un equipo de limpieza muggle, en su camisa una pequeña placa reluciente mostraba "Igor", tenia la cara completamente desencajada por la sorpresa e impresión de ver los restos de los acontecimientos previamente ocurridos, tratando de entender que es lo que había pasado en esa taberna, Harry simplemente se le acerco como si nada, le coloco un galeón en el bolsillo de su camisa y le dijo al oído con una amigable sonrisa… - Asegúrate que quede todo el lugar bien limpio ehh – el viejo mago se quedo atónito mirando los destrozos y uno que otro resto humano esparcido mientras Harry desaparecía a sus espaldas, teniendo los ojos abiertos como platos sin saber si reír como un loco o de plano llorar desconsoladamente.

La tormenta había cesado por fin y en el horizonte un brillante sol daba comienzo a un nuevo día.