Advertencia: La historia no está orientada en el mundo mágico y hay una gran cantidad de personajes originales que cuentan con bastante relevancia en el fic.

Importante: La historia trata tanto de los merodeadores como de Harry y los demás. No sólo de estos últimos.

Dedicado a todos aquellos que me apoyaron en mi fic "Jóvenes Rebeldes" ya que sin ellos no habría segunda parte.

1. La Siguiente Generación.

Era finales del junio y el sol brillaba con todo sus esplendor. El calor había llegado, pero para cualquier estudiante de instituto, el verano comenzaba con el inicio de las vacaciones. Muchas cosas habían cambiado en los últimos veinte años, pero otras seguían siendo como siempre.

-…tres…dos… uno… ¡Por fin!

La sirena que anunciaba el final de las clases y el inicio de las vacaciones sonó en el instituto Griffindor para alivio de todos, pero especialmente para aquellos que llevaban haciendo la cuenta atrás desde que había dado comienzo la última clase del curso.

-Por fin-murmuró la profesora, soltando un suspiro de alivio- Señores, señoritas... espero que lo pasen muy bien, y que estudien. Sobre todo aquellos que tengan que presentarse a septiembre.

Algunos alumnos asintieron por compromiso mientras la mayoría, entre risas y silbidos, les contaban a los compañeros sus planes para ese verano.

-Ligar, ligar y ligar-Anunció uno de sus amigos, guiñándole un ojo a una de sus compañeras de curso- ¿Y que mejor que empezar esta noche?

-No, olvídalo- Sentenció Harry Potter, guardando sus libros en la mochila- Te recuerdo que no hace ni tres semanas que he roto con Cho, ¿Cómo quieres que me presente en su casa por mucha fiesta que sea?

Era un joven de mediana estatura, no muy atlético, cabello rebelde y de un color azabache que contrastaba con sus bonitos ojos verdes ocultos tras unas gafas redondas. A sus casi diecisiete años de edad, Harry Potter era un chico normal. Un estudiante normal que por nada del mundo iría a la fiesta de la chica que acababa de dejarle. Comprensible ¿no?

-¡Y eso que importa!-Exclamó el mismo chico de antes, Velkan, pasando uno de sus brazos por los hombros de su amigo-¡Vamos a ligar! Además, ¿No te gustaría demostrarle a esa Chang lo que se ha perdido?-Sonrió- Tan solo tienes que buscar a algún monumento y liarte con ella en sus narices.

-Para ti es muy fácil- Se mofó, sarcástico- Son ellas las que te buscan y no eres tú el que hace el ridículo cuando te dicen que no.

-Tonterías.

El joven Black hizo un gesto evasivo con la mano antes de sonreír a otra de sus compañeras.

Y era cierto. Velkan Black era lo que cualquier chico de diecisiete años querría ser. Guapo, atractivo y el culpable de la mayoría de los suspiros de las alumnas del centro. Alto, atlético, de cabello oscuro que siempre llevaba de punta y pícaros ojos marrones, además de una sugerente perilla que le hacía mucho más atractivo.

-Vale, Harry, ahí tienes razón- Admitió su mejor amigo, que se encontraba tras él, apoyado en la ventana- Pero es una fiesta y estará llena de chicas en bañador ¡¿Cómo podríamos faltar?!

El aludido se giró encontrándose con el pecoso rostro de su mejor amigo. Ronald Weasley, más conocido como Ron, era un joven alto y bien formado, de cabello rojizo y bonitos ojos azules que en esos instantes le observaban con evidente emoción. Se conocían desde el primer curso de instituto y desde entonces eran grandes amigos.

- Además, tengo que pegarme una buena fiesta antes de que lleguen las notas a casa-Añadió Ron haciendo una mueca- A mi madre no le van a gustar.

-¡Venga Harry!-Insistió Velkan, a quien el tema de las notas ya había dejado de preocuparle- Hazlo por nosotros.

Los dos chicos, que se habían interpuesto en su camino para evitar que huyese, juntaron sus manos en forma de súplica consiguiendo que Harry suspirase.

-Esta bien-Accedió, resignado. En el fondo a él también le apetecía ir- ¿Y Julius qué? ¿Viene?

-El primero-Aseguró Velkan pese a que aun no se lo había consultado al chico- El necesita relacionarse más que ninguno de nosotros. Desde que lo dejó con mi hermana no ha vuelto a ser el mismo.-Suspiró- Yo me meto con Kim diciéndole que besa tan mal que le ha traumatizado, pero no creo que sea por eso.

-Yo tampoco- Corroboró Ron, recordando a la guapa hermana del chico. Velkan frunció el entrecejo y el pelirrojo sonrió.- Por cierto, ¿Dónde está?

oOoOoOo

Se apuntó en una hoja el número que daban en el anuncio que estaba en el tablón y guardó la libreta en la mochila. Un poco frustrada porque le hubiesen negado el último empleo que había solicitado debido a su falta de experiencia, se colocó un mechón de su pelo castaño tras la oreja y suspiró deseando tener más suerte esa vez.

-¿Y bien?-Insistió la morena, una vez habían reiniciado la marcha- ¿Te vienes a la fiesta de Chang?

-Sabes que no- Negó la castaña rodando los ojos con exasperación- ¡Odio ese tipo de reuniones! Solo hay chicos desesperados y litros de alcohol.

-¿Y cual es el problema?- Cuestionó la joven Black, mirando a sus amigas sin comprender- Si alguno intenta meterte mano, sacas el desodorante y le das en los ojos. Os aseguro que funciona- Se encogió de hombros- O al menos eso me dijo Drake después de utilizarlo con él el año pasado en su fiesta de graduación.

Sus amigas rieron, e incluso la misma castaña no pudo evitar sonreír. En realidad, no es que no le apeteciese ir a divertirse con sus amigas, pero estaba deseando terminarse el última libro que había comprado y prefería mil veces perderse una fiesta llena de chicos en plena revolución hormonal, que soportar la incertidumbre durante un par de horas más. Además, después del desafortunado incidente en el que ella se había visto completamente implicada en la última fiesta, las ganas de volver a correr ese riesgo eran mínimas.

-Vamos, si hasta Ginny va a venir- Apoyó Nel mirando a la mencionada, quien asintió con la cabeza- Y eso que todos sabemos que no soporta a Chang.

-¡Eso no es verdad!-Protestó la susodicha haciendo que sus amigas fruncieran el entrecejo- Bueno, si ¡Pero tengo mis motivos!

Las cuatro chicas restantes se miraron entre ellas con complicidad y sonrieron. Todas sabían porque Ginny Weasley no soportaba a Cho Chang.

Ginny era una chica de dieciséis años realmente muy guapa. De estatura media, pelirroja y de bonitos ojos marrones que eran incapaces de ocultar la perspicacia de la chica. La más pequeña de siete hermanos, tenía una gran facilidad para tratar con los chicos y junto a la joven Black, era la más lanzada del grupo. Algo normal teniendo en cuenta que todos sus hermanos eran chicos.

-Esta bien- Accedió, resignada- Si así consigo que me dejéis en paz, vale, iré. Pero nos volvemos pronto ¿Eh?

La castaña suspiró y reanudo la marcha ignorando las muecas que sus amigas hacían tras ella.

Su nombre era Hermione Granger y a sus casi diecisiete años podía ser considerada como una de las mejores alumnas que había pasado por el instituto desde que éste había sido construido. No muy alta, delgada, de cabello castaño ligeramente enmarañado tenía unos ojos color miel que la mayor parte del tiempo se mostraban severos y reprobadores. Inteligente y aplicada, se había ganado el apodo de sabelotodo en su primer año de instituto, algo que aunque a veces la molestaba, solía llevarlo con bastante orgullo.

-Por supuesto- Asintió la joven Black guiñándole el ojo con complicidad a la pelirroja que tenía al lado- Después de todo, las chicas buenas como nosotras deben estar en la cama antes de las doce ¿no?

-Siempre lo hacemos- Sonrió Nel, inocentemente.

Eleanor Potter, más conocida como Nel, era una joven no demasiado alta, delgada y de cabello rojizo intenso que le llegaba por los hombros. Poseedora de unos llamativos ojos verdes no tan intensos como los de su hermano, a sus dieciséis años se podía considerar una auténtica devota del Moto Cross y una fan incondicional del joven piloto Anthony Hammond. Divertida y alocada, era la mejor amiga de los hermanos Black además de una de las integrantes, junto a Ginny y la propia Kimberly, del grupo de animadoras de su instituto.

Nel miró a su derecha y estalló en sonoras carcajadas al cruzarse con la mirada de su mejor amiga.

Kim Black, o Kimberly cuando su madre se enfadaba con ella, era una de las chicas más atractivas del instituto. Por lo que, si a ese hecho le añadimos que había heredado el carisma de su madre, era comprensible que tuviese tanto éxito entre los chicos. Aunque eran mellizos, Velkan y ella podían pasar perfectamente por hermanos gemelos. Alta, esbelta, de largo cabello oscuro normalmente ondulado y penetrantes ojos marrones que, junto a su pícara sonrisa, solían conquistar a casi cualquier chicos. Capitana del grupo de animadoras era deseada por gran parte del sector masculino y envidiada por el femenino, aunque no fuese precisamente por su físico. Si, Kim era guapa y atractiva, pero las chicas solían envidiarla precisamente por ser hermana de quien era y por tener la ocasión de ver a Velkan Black en paños menores. Divertida y descarada, solía caerle bien a casi todo el mundo y, aparentemente, en ese casi no se encontraba su hermano con el que se pasaba la vida discutiendo.

La última joven del grupo miró a sus amigas y negó con resignación. Era Evelyn Grant, la primogénita de Kevin y Ruth Grant. Una joven de la misma edad que Hermione y Kim, muy estudiosa y bastante más callada que sus amigas. Era alta, no tal delgada como sus amigas, de piel bronceada que resaltaba el dorado castaño de su cabello y sus bonitos ojos azules. Tímida y reservada con la gente que no conocía, era dulce y leal a sus amigos y no por nada se podía considerar como una pieza clave del grupo.

Pero unos pasos apresurados y una voz conocida obligaron a Eve a detenerse. Detrás de ellas y disminuyendo el paso ahora que había captado la atención de una de las chicas, se encontraba un chico alto, no excesivamente atlético, cabello castaño claro y ojos de un color verde almendrado muy bonitos, que le hizo un gesto con la mano en señal de agradecimiento. Su nombre era Julius Lupin. Amigo desde pequeño de Velkan y Harry, Julius era bastante sereno la mayoría del tiempo, pero había una minoría en la que incluso podía llegar a ser el más impulsivo de sus amigos.

-Kim, creo que te buscan- Le avisó la joven Grant, señalando con el pulgar al chico.

La aludida se giró y sonrió al recién llegado quien también le regalo una sonrisa. Las otras tres amigas, que habían dejado la conversación para más tarde, se giraron también y observaron al chico con curiosidad.

-Hola- saludó el joven Lupin sintiéndose un poco intimidado por tal atención- Oye, Kim, ¿Puedo hablar un momento contigo?

-Claro- Asintió la morena sonriendo a sus amigas- Luego nos vemos chicas.

Y cogida del brazo del castaño, la pareja se alejó del lugar recorriendo los fríos pasillos del instituto.

-Nadie diría que lo han dejado-Comentó Hermione reemprendiendo de nuevo la marcha- No me sorprendería que acabasen volviendo.

-Si- Corroboró Eve con una ligera sonrisa- Además, parece que Julius sigue enamorado de ella.

-Y Kim también- Opinó Ginny- ¿No os parece?

-No, no lo creo- Negó Nel con bastante convicción. Pero una sonrisa no tardó en iluminar su rostro- Además, creo que ya tiene a alguien en mente.

-¿De verdad?-Inquirió la joven Weasley divertida- ¿Te ha dicho algo?

-Con Kim no es necesario- Rió la pelirroja- ¿Por qué sino creéis que tiene tanto interés en ir a la fiesta?

oOoOoOo

Se pasó una mano por su ya de por si alborotado cabello, e hizo a un lado el informe que estaba leyendo soltando un suspiro.

James Potter, renombrado abogado e hijo del dueño del bufete para el que trabajaba, era un hombre que rondaba los cuarenta años, alto, aun atlético, de cabello azabache sumamente desordenado y poseedor de unos bonitos ojos marrones ocultos tras unas gafas redondas.

Cansado tras una mañana sumamente agotadora, miró el reloj dorado que había sobre la repisa de una de sus tantas estanterías antes de reincorporarse para ponerse la chaqueta de forma apresurada. Lily iba a matarlo. De nuevo se le había echo tarde.

Tras despedirse de su secretaria y asegurarle que no faltaría la reunión de esa tarde, salió del bonito edificio y se metió en su BMW para ponerse en marcha hacia el centro privado en el que su mujer trabajaba y que lamentablemente se encontraba a las afueras de la ciudad. Normalmente la distancia no solía ser un problema ya que ambos tenían coche propio, pero desde hacia tres días el coche de su mujer estaba en el mecánico y hasta la semana siguiente no lo tendría.

Entre atascos y numerosos atajos que se había visto obligado a tomar, se detuvo frente a un semáforo y una vez que éste estuvo en verde, giró hacia la derecha quedando frente al gran edificio en el que Lily Potter trabajaba.

Aparcó en la plaza del parking que habitualmente utilizaba su mujer y tomó el ascensor que lo dejó en la sala de información.

-Buenas tardes, Mary-Saludó a la recepcionista con una sonrisa- ¿Sabes si ya ha acabado Lily?

-No lo sé- Contestó la aludid cogiendo el teléfono- ¿Quieres que lo compruebe?

-No, no te preocupes- Se negó, despidiéndose de ella con la mano- Voy a buscarla.

Normalmente e independientemente de que fuera un amigo o un familiar, nadie ajeno a la institución tenía derecho a pasearse por esos fríos pasillos al menos que estuviese sobre una camilla. Sin embargo a James, que gozaba de la simpatía de la mayoría del personal y que no era muy dado a cumplir las normas desde joven, eso no le importaba.

El edificio estaba constituido por nueve inmensas plantas, cada una de ellas especializada en un problema en particular. Lily, que después de acabar la carrera de medicina había adquirido un gran dominio sobre todos los factores que podían llevarte al coma, trabajaba en la última planta.

Arrepintiéndose de haber escogido las escaleras en vez del ascensor, subió los últimos escalones y giró hacia la izquierda, como indicaba el pequeño cartel azul con letras blancas que había colgado en una pared.

Los sollozos de una mujer y la voz pausada y tranquilizadora de su esposa, le dio a entender que había llegado en el momento más inoportuno. A Lily su trabajo la apasionaba. Era duro ver como la vida de la gente se iba a su alrededor, pero ese sentimiento se veía opacado cuando alguno de sus pacientes abría los ojos para reencontrarse con su familia. Sin embargo, lo peor de todo era el tener que darle malas noticias a los seres queridos.

-No… no… no… mi hija no, por favor- La mujer sollozaba en los brazos de Lily mientras ésta le acariciaba la espalada- Si no sobrevive yo no podré…

-No piense en eso, Amy-Pidió la señora Potter intentando darle fuerzas- Todavía no han pasado ni cuarenta y ocho horas y las posibilidades de que despierte son bastante altas. –Animó- Tienes que ser fuerte. El doctor Marston es uno de los mejores especialistas que hay. Creeame que está en buenas manos.

-¿Y usted? ¿Usted no se va a quedar?-La miró, suplicante.

-Me encantaría- Aseguró Lily, entristecida- Pero no está permitido alargar los turnos más de dieciocho horas y yo estoy aquí desde ayer. Si mi jefe se entera posiblemente me mataría.

Amy soltó una pequeña risita y la señora Potter sonrió satisfecha al verla un poco más animada. Desde que la hija adolescente de la mujer la habían trasladado desde el hospital hacía ya veinticuatro horas, Lily no se había movido. Sabía lo difícil que era esa situación, y mucho más si estabas divorciada y el marido no quería hacerse cargo de su hija.

-Pero no se preocupe-Añadió, mirándola con dulzura- Esta tarde intentaré pasarme para ver como sigue ¿Qué le parece?- La mujer asintió- Ahora vaya con su hija, que la necesita más que nunca.

Amy la abrazó una vez más y tras reincorporarse de la silla en la que estaba sentada, se alejó por el pasillo con los hombros encorvados y arrastrando los pies.

Lily la siguió con la mirada y suspiró. Por muchas veces que pasase esa situación, nunca llegaba a acostumbrarse. A veces pensaba que se había equivocado de especialidad y que los viejos recuerdos no hacían más que abrirle las heridas, sin embargo quería ayudar a esas familias y no se le había ocurrido mejor forma que esa.

-Pobre mujer-Comentó una voz a su lado- No se como soportas esto.

Lily alzó la mirada y sonrió a su marido. Era una mujer muy guapa, no demasiado alta y de agraciada figura. Tenía el cabello rojizo que le llegaba por debajo de los hombros y unos ojos color verde esmeralda que resaltaban debido a la palidez de su piel. Era cariñosa, dulce y comprensiva. Esas, además de sus muchas otras cualidades, habían conseguido que James Potter se enamorase perdidamente de ella.

-¿Cómo estás, mi vida?-Preguntó el hombre, estrechándola entre sus brazos- Te he echado de menos esta noche.

-Nunca se te ha dado bien dormir solo- Sonrió, besando sus labios- ¿Y Harry y Nel?

-Supongo que estarán en casa.

Lily asintió y cerró los ojos permitiendo que la fragancia y el calor que transmitía el pecho de su marido, dominase todos sus sentidos. Siempre se había sentido tan protegida estando entre sus brazos…

-¿Vamos a casa?

La pelirroja volvió a asentir, y tras coger sus cosas, se alejaron también por los pasillos, cogidos de la mano.

oOoOoOo

Las puertas del ascensor se abrieron en la última planta del moderno edificio mostrando la amplia sala y el extenso pasillo que tantas veces había recorrido. La decoración era exquisita y dio gracias por no haber permitido que su marido se encargase de esa parte del trabajo. Tenía que admitir que ese no era su fuerte, al igual que ella no se podía considerar lo que en la actualidad se conocía como una manitas. Pero precisamente por eso hacían tan buen equipo. Se complementaban a la perfección. Y eso es algo que suele pasar cuando te casas con uno de tus amigos de la infancia.

-Vamos Jake-Apremió la mujer, entrelazando sus dedos con los pequeños de su hijo.

Recorrieron el suelo recubierto de una bonita moqueta y se detuvieron frente a la mesa de oficina tras la cual se encontraba sentada una joven muy guapa y atractiva de largo cabello rojizo y bonitos ojos verdes.

-Buenos días, ¿Está Sirius ocupado?

-Lo siento, pero al menos que tenga una cita, el señor Black no puede atenderla-Contestó la secretaria sin ni si quiera mirarles- ¿Es por algo importante?

-En realidad no, tan solo pasábamos por aquí-Contestó la aludida censurando a su hijo con la mirada, cuando éste extendió la mano para coger un llamativo bolígrafo que había sobre la mesa-De todas formas no creo que nosotros necesitemos una cita.

La mujer sonrió y la secretaria alzó la mirada con el entrecejo ligeramente fruncido.

El tintineo del ascensor que confirmaba que alguien acababa de llegar a la última planta volvió a sonar, antes de abrir sus puertas que no tardaron en ser atravesadas por un hombre de unos treinta años, no muy alto, regordete, de cabello castaño y ojos azules.

-¡Así que estaba aquí!-Exclamó Matt Wilkins acercándose a ellos con paso apresurado para besar la mano de la recién llegada- Siempre tan hermosa, señora. Es un gusto tenerla por aquí.

Los labios de la aludida se curvaron en una sonrisa forzada a la par que el entrecejo de la secretaria se fruncía un poco más.

-¡Oh! ¿Y como está el pequeño príncipe?-Preguntó el hombre con una voz chillona colocándose de cuclillas frente al niño-Es tan adorable…

-¡Y tú un idiota!-Exclamó Jake, pegándole un buen pisotón en el pie derecho-¡Me caes mal!

-¡Jake!-Regañó su madre intentando contener las ganas que tenía de reír- Eso no se dice. Discúlpate con el señor Wilkins ahora mismo.

Pero el niño, que se había cruzado de brazos en un gesto de protesta, negó con la cabeza sin la menor intención de retractarse. Después de todo, su hermano lo decía cada dos por tres.

-No importa, no importa-Aseguró Wilkins, frotándose el pie adolorido antes de dirigirse hacia la secretaria- Jena, ¿Ya has avisado al señor Black de que su esposa y su… hijo están aquí?

-¿Su esposa? –Repitió la aludida sorprendida- No sabía que estuviera casado.

-Pues lo está desde hace más de trece años-Contestó la mujer extendiéndole la mano- Katrina Black, un placer.

La secretaria correspondió al saludo estrechando su mano pero sin dejar de recorrer a la aludida con la mirada.

Debía de admitir que era una mujer muy guapa. Alta, esbelta, de cabello oscuro que llevaba ligeramente ondulado y bonitos ojos marrones que en esos instantes la observaban con perspicacia. Elegante y sofisticada, solo había que verla para saberlo. Llevaba un traje de falda y chaqueta en color veis que resaltaban las flores marrones del estampado, además de bolso y zapatos a juego y del mismo color. No le extrañaba que su jefe la hubiese escogido como esposa. Estaba claro que era una mujer que estaba a su altura.

-Jena Murdoch, la nueva secretaria –Se presentó- Siento el mal entendido. Acabo de empezar y todavía no estoy muy familiarizada con la gente.

La señora Black hizo un gesto evasivo con la mano restándole importancia antes de dirigirse hacia su hijo para obligarle a sentarse en una silla cuando éste hizo el ademán de pegarle un pisotón en el otro pie al señor Wilkins.

Lo cierto es que debía de haber adivinado que ese niño travieso era hijo de Sirius Black. No tenía que tener más de cinco años, pero pese a su temprana edad ya era bastante alto. De cabello oscuro y ojos azules, era una copia exacta a su jefe pero en pequeño. Estaba claro que el niño debía de traer de cabeza a sus padres. Tenía las rodillas y los codos llenos de raspaduras y cuando se giró, pudo ver sujeto en su bolsillo trasero un tirachinas casero.

La puerta del despacho del presidente de la compañía se abrió de nuevo esa mañana, mostrando el sonriente rostro de uno hombre de unos sesenta y pocos años seguido de otro mucho más joven y atractivo. Alfred Cavendish, un cliente de la empresa, y Sirius Black, el dueño y presidente de la misma.

-Pues ya te llamo y concretamos-Sonrió Sirius estrechando la mano del hombre.

-¡Papá! ¡Papá!

Jake, que se había levantado de la silla al ver a su padre, corrió hasta él, que lo recibió lanzándolo al aire antes de cogerlo en sus brazos.

-¡Eh, campeón!-Saludó, sacando uno de los caramelos que siempre llevaba en el bolsillo para contentar al más pequeño de sus hijos- Toma, pero que no te vea tu madre.

-Sirius que luego no come- Reprendió la aludida negando con la cabeza- Señor Alfred, cuanto tiempo. ¿Cómo está su mujer?

-Mucho más arrugada que ayer pero menos que mañana-Bromeó, dándole un beso a Katrina en la mejilla- Tú por el contrario estás cada día más guapa. Sirius, tienes una joya en casa creeme.

-Estoy de acuerdo- Corroboró el aludido guiñándole un ojo a su mujer.

Katrina negó con la cabeza un poco abrumada por tanto halago y entró al despecho de su marido después de que el señor Cavendish se despidiese de ellos.

-¿Por qué no te quedas con la señorita Murdoch y el señor Wilkins mientras tu madre y yo hablamos?-Propuso Sirius dejando a su hijo en el suelo y sobornándole con otro caramelo que sacó del bolsillo- Que tu madre no lo sepa.

-Está bien-Accedió Jake, resignado.

-No se preocupe señor Black, yo me encargo de él- Se apresuró a añadir Matt, que no pensaba desaprovechar esa ocasión para hacerle la pelota al jefe- Ya veras que amiguitos que nos vamos a hacer Jake.

Pero el niño, que no parecía estar muy de acuerdo, aprovechó que su madre no estaba cerca para morderle uno de los dedos de la mano que él pretendía que le cogiera.

-Yo no soy tu amigo-Le aclaró con los ojos entrecerrados pegándole otro pisotón en el pie izquierdo.

Afortunadamente para él, Sirius ya había cerrado la puerta del despacho, así que ese día no seria castigado por agredir al pobre hombre que trabajaba para su padre.

-¿Dónde está Jake?-Preguntó Katrina cuando vio entrar a su marido y cerrar la puerta tras de si.

-Lo he dejado con Wilkins y la nueva secretaria.

-Es muy atractiva-Comentó la morena, sentada en el sillón de oficina al otro lado de la mesa- Y no parece que le haya hecho mucha gracia que estés casado.

Sirius sonrió divertido, y sin dejar de hacerlo rodeó la mesa para masajear los hombros de su mujer.

-Me encanta que te pongas celosa-Le susurró al inclinarse sobre ella.

-¡No estoy celosa!-Aseguró reincorporándose para encarar a su marido- Tan solo digo que podías haber escogido a otra con un poco más de experiencia.

-¿Con más arrugas y faja en vez de fino encaje?

-Por ejemplo.

El matrimonio mantuvo el contacto visual durante unos segundos antes de estallar en sonoras carcajadas. Era como volver a sus años de estudiantes, cuando los celos y los malos entendidos estaban a la orden del día.

-¿Qué te parece si le pido a Wilkins que se encargue de Jake y nos tomamos unos minutos de descanso?-Propuso Sirius con picardía, desabrochándole la fina chaqueta- Estas muy sexy con este traje.

-Y tú al parecer no valoras demasiado la integridad física de tus empleados-Bromeó, rodeando con sus brazos el cuello de su marido- No podría asegurarte que al salir encontrásemos a Wilkins de una sola pieza. Jake no le tiene en muy alta estima.

-Sí, está claro que ha sacado tu carácter.

Sirius río y la mujer frunció el entrecejo. Era cierto que en muchos aspectos su hijo se parecía a ella, pero en la mayoría tanto Velkan como Jake habían salido a su padre. Orgullosos, egocéntricos y con una más que evidente predilección por el sexo opuesto.

"Sólo hay que ver como se desnucan cuando ven pasar a una chica guapa por su lado" Pensó, sarcástica.

Aunque ahora que lo pensaba bien, podría decirse que en la mayoría de los aspectos Kim se parecía a su padre más que su hermano. En el fondo Velkan era más reflexivo que la joven Black. Y es que la joven Black podía llegar a ser muy impulsiva.

-Claro que no le culpo-Añadió, chasqueando la lengua- Odio que bese el suelo que piso con tal de hacerte la pelota.

-Soy el jefe ¿Qué quieres que haga?-Sonrió alzando a su mujer en peso para obligarla a sentarse sobre el escritorio- Ahora, ¿Por qué no dejamos de hablar de Wilkins y sus subordinaciones y recompensas mi trabajo como sólo tú sabes hacerlo?

Katrina sonrió divertida y acercando su rostro al del hombre le besó suavemente. Primero fue un simple roce de labios, pero no tardó en adquirir esa pasión a la que ambos estaban acostumbrados. Dejándose llevar por el momento e insensatamente, olvidándose de donde se encontraban, Sirius le quitó la chaqueta y comenzó a subirle la falda en el preciso instante en el que alguien abrió la puerta.

-¿Ya estáis haciendo bebés otra vez?-Preguntó la graciosa voz del más pequeño de sus hijos- ¡Si ya os he dicho que no quiero más hermanitos!

El matrimonio, que se había separado rápidamente después de la intrusión, se miraron y sonrieron un poco abochornados. Se suponía que eran adultos, pero a veces les resultaba difícil comportarse como tales.

-Lo siento señor, se me ha escapado-Intervino Matt, que acaba de entrar al despacho cojeando ligeramente y frotándose la cabeza adolorido- Se suponía que yo tenía que correr y él tenía que darme con el tirachinas, pero cuando me he descuidado…

-Jake, ¿Tienes algo que decir a eso?-Preguntó su madre con severidad.

-Chivato- Acusó por lo bajo sin dejar de fulminar al hombre con la mirada.

Katrina negó con la cabeza, y percatándose por primera vez de la curiosa mirada de Wilkins, se apresuró a ponerse la chaqueta y a adecentarse un poco antes de salir del despacho.

-Bueno, será mejor que nos vayamos-Suspiró la mujer besando la mejilla de su marido y cogiendo la mano de su hijo- Y ya hablaremos en casa de esto, Jake. Lo siento mucho señor Wilkins –Se disculpó al pasar por su lado-Le aseguro que no volverá a repetirse.

-¡Oh! Si no importa, no pasa nada –Aseguró, restándole importancia con una sonrisa- ¡Si yo adoro a los niños!

Pero pese a esa supuesta adoración hacia los más pequeños, Matt Wilkins no se privó de suspirar aliviado cuando el tercer hijo de los Black se metió en el ascensor. Y es que Jake Black, era mucho Jake Black.

oOoOoOo

Sin dejar de acariciarse la barbilla, miraba con recelo el sobre de color salmón que descansaba sobre la mesa. Sabía lo que era, sabía lo que significaba, pero abrirlo era como verse obligado a asumir la realidad. Una realidad que le preocupaba principalmente por su hijo Julius.

Se pasó una mano por su cabello ya un poco canoso y alargó el brazo para coger el sobre de una vez por todas. Con aspereza y un disgusto más que evidente, lo abrió y sacó la pequeña invitación en el mismo tono salmón que el sobre.

Dafne Brown y Roger Caterham

Os invitamos a nuestra boda que se celebrará el día 18 de Agosto en la finca de la familia Caterham.

Después tendrá lugar un banquete al que estáis todos invitados para celebrar nuestro enlace con familiares y amigos.

Sería un orgullo para nosotros que nos acompañéis en este día tan especial.

Se ruega confirmación.

Confirmación… si hubiese sido por él habría rechazado la invitación en el mismo instante en el que se la habían dado. No es que no se alegrase de que su ex mujer hubiese encontrado a alguien maravilloso y quisiese rehacer de nuevo su vida, sino que no soportaba que le mirasen con pena por no haber podido hacer él lo mismo. Y era eso lo que harían los invitados de la pareja en cuanto supieran que el ex marido de la novia había acudido a la celebración sólo y sin pareja a la vista.

Sí, si fuese por él no iría, estaba claro. Pero estaba su hijo. Julius, que vivía con él desde que se habían divorciado hacía siete años, lo había pasado muy mal pese a que la relación entre sus padres era excelente. No, no es que hubiese llorado, se hubiese encerrado en su habitación, o se hubiese negado a hablar hasta que sus padres volviesen a estar juntos, sino que con tan solo diez años habían sonreído y lo había aceptado como si de un adulto se tratase. Había preferido guardarse el dolor para sí y así no hacerles las cosas más difíciles a sus padres.

-Julius-Murmuró.

Pero aunque se había hecho el valiente, la herida aun no había terminado de cicatrizar y él sabía mejor que nadie, que necesitaría a alguien que le apoyase cuando su madre dijera 'si quiero' a otro hombre que no era su padre.

Soltando otro suspiro, metió de nuevo la invitación en el sobre y la guardó entre las páginas de uno de sus libros cuando los alumnos comenzaron a entrar en la amplia aula. Ahora debía de dejar sus problemas personales al margen y dar lo mejor de si a todos esos jóvenes. Y es que ser profesor de universidad podía ser bastante duro.

Recorrió el aula con sus ojos dorados y se pasó una mano por su cabello castaño claro cada vez más canoso, antes de reincorporarse. Remus Lupin era un hombre alto, ahora menos atlético que en su juventud pero que, pese a su rostro cansado, seguía resultando bastante atractivo. O al menos eso era lo que opinaba el numeroso grupo de alumnas que siempre se sentaban en primera fila. Alumnas que seguramente estarían encantadas de tener aunque fuera una aventura pasajera con él. Pero Remus-que pensaba que eso no eran más que tonterías de Katrina y Lily- tenía claro que nunca pasaría. Si alguna vez se decidiese a rehacer su vida, sería con una mujer de su edad no con una chiquilla quince años más joven que acababa de empezar a vivir.

Miró de reojo el reloj y abrió la página de uno de sus tantos libros antes de dirigirse a la pizarra. Hasta dentro de una hora y medía, para él sólo debían existir los números. Los números y nada más.

OoOoOoO

-Te lo aseguro, has salido ganando- Opinó Nel, abriendo la puerta de su casa- Mira, Cho será guapa y todo lo que tú quieras, pero a caprichosa no la gana nadie. De verdad, no pegabais ni con cola.

-Vaya, no sabía que pensaras eso- Comentó sorprendido, dejando la mochila en el recibidor- ¿Por qué no me lo has dicho antes?

-Nunca me lo has preguntado- La pelirroja se encogió de hombros y se recogió el pelo en un moño improvisado- En serio, de verías fijarte en chicas que si valen la pena y no sólo que sean guapas.

El joven Potter se dejó caer sobre el sofá y encendió la televisión con una ligera sonrisa en el rostro.

-A ver, según tú, ¿Con que chica crees que debería salir?-Preguntó Harry, divertido.

-Con Ginny, por ejemplo-Contestó Nel con simpleza- Es inteligente, divertida y guapa.

Harry, que se había girado a mirar a su hermana con una expresión de evidente sorpresa en el rostro, repitió el nombre de la joven Weasley y se echó a reír.

-Debes estar bromeando- Determinó, volviendo a centrar su atención en el televisor- ¿Ginny? ¿Tanto deseas que Ron me mate?

-Pues no sé porque- Bufó la joven, sentándose en el sillón que había al lado de su hermano- ¿O es que acaso las chicas que tenemos hermanos mayores no podemos salir con nadie?

-No me refería a eso- Rió, mirando a su hermana por el rabillo del ojo- Pero sí, al menos en tu caso, en cuanto te gradúes pienso internarte en un convento.

-¡Harry!

El aludido volvió a reír y Nel rodó los ojos con desesperación. Sabía que Harry no hablaba en serio, pero a veces si que podía llegar a ser un poco protector.

"Claro que no tanto como Ron con Ginny ¡Gracias a Dios!" Pensó, aliviada.

Y es que el joven Weasley era algo más que sobre protector con su hermana pequeña. Se había encargado de arruinarle varias citas y si no fuera porque Ginny era una chica con carácter, posiblemente llevaría uno de esos rastreadores de la tele colgando del cuello.

-¡Ya estamos en casa!-Avisó James en tono jovial desde el recibidor- ¿Es que nadie viene a saludarnos?

-¡Mamá!-Exclamó Nel corriendo hasta la entrada para abrazar a su madre.

La pelirroja recibió a sus hijos entre sus brazos y besó sus cabellos en un gesto de afecto al que les tenía acostumbrados desde pequeños.

El señor Potter observó la escena enternecido, pero no tardó en mostrar en su rostro un falso mohín de disgusto que hizo reír a su esposa.

-¡Oye, que estoy aquí!-Protestó James, intentando hacerse notar.

-Hola papá-Saludaron los dos jóvenes al unísono, haciendo un gesto de cabeza o dándole pequeñas palmaditas en el brazo- ¿Y como está la chica? ¿Ha mejorado?

La señora Potter suspiró ante la pregunta de su hijo y pasándole un brazo por los hombros le guió hasta el salón, seguidos de James y Nel.

-La verdad es que no-Contestó sentándose en el sofá, en medio de sus dos hijos- Y la madre está destrozada.

-Pobrecita-Murmuró Nel, bajando la mirada- Tiene que ser horrible que una persona a la que quieres tanto esté en esa situación y tú no puedas hacer nada. No puedo… ni imaginármelo.

Las miradas de los señores Potter se cruzaron durante unas milésimas de segundo. Un breve periodo de tiempo que fue suficiente para recordar que un tiempo atrás ellos estuvieron en una situación bastante similar e igual de frustrante.

-¿Vas a salir también esta tarde?-Preguntó Harry, mirando a su madre- Supongo que irás a verla.

-Eso había pensado-Admitió Lily, mirando a sus hijos con cierta culpabilidad en sus ojos- Pero quizás sea mejor que me quede. Ahora que habéis comenzado las vacaciones podríamos pasar más tiempo juntos,-Suspiró- A veces pienso que no paso el tiempo suficiente con vosotros.

-¡Qué va! ¡No te preocupes!-Nel sonrió, buscando el apoyo de su hermano con la mirada- Todos sabemos lo importante que es para ti tu trabajo y te admiramos por ello. ¿Verdad Harry?

-Claro-Apoyó el chico, abrazando a la mujer- Además, tenemos todo un verano por delante. Tiempo de sobra para que estés con nosotros.

Lily miró a sus hijos con cariño y volvió a abrazarlos ante el desconcierto de los dos jóvenes, que no tardaron en sonreír. Su madre siempre había pecado precisamente de ser muy cariñosa, aunque cuando se enfadaba era lo más parecido a un huracán en pleno apogeo.

-Así que soy como los pañuelos, de usar y tirar- Comentó James, mirando a su familia con cierto recelo- En cuanto pones los espermatozoides si te he visto no me acuerdo. Menudos desagradecidos.

Su mujer y sus hijos rieron por el comentario pero el señor Potter, que parecía haberlo dicho muy en serio, frunció un poco más el ceño.

-Eso, eso, vosotros reíos- Farfulló, picado- Pero ya veremos la gracia que te hace a ti, Harry, cuando te toque.

-No sé que decirte-Contestó el chico reincorporándose- Estoy planteándome muy seriamente meterme a monje. ¿Qué hay de comer?

Y con los brazos tras la cabeza, salió del comedor y se dirigió a la cocina ignorando la expresión de horror en el rostro de su padre.

-¿Monje?-Repitió James, mirando a su mujer sin comprender- ¿Se va a meter en un monasterio?

-Eso parece- Asintió Nel con una ligera sonrisa- De todas formas no le hagáis mucho caso. Ya verás como se le pasa en cuanto conozca a alguna chica mona.

-Crucemos los dedos-Pidió James, mirando la puerta por la que había salido su hijo- No me gustaría quedarme sin nietos.

-¡Eh! Que todavía estoy yo- Advirtió la joven Potter mirando a su padre de forma evidente.

-Ya, pero es que a ti si que te vamos a meter en un convento.

E ignorando la evidente indignación que reflejaba el rostro de su hija, el señor Potter abandonó la habitación tarareando una de esas canciones de cuando él era joven y que ya estaban más que pasadas de moda.

-Es la segunda persona que me lo dice esta mañana –Declaró, mirando a su madre con el ceño fruncido- No os lo estaréis planteando en serio ¿Verdad?

Lily estalló en sonoras carcajadas que no tardaron en contagiar a su hija, quien también se echó a reír.

Esa era su familia. James, Harry, Nel y ella. ¿Quién le hubiera dicho que iba a ser tan feliz? Aun más, ¿Quién le hubiera dicho que la principal causa de su felicidad, iba a ser ese niño de pelo alborotado que le había cedido su bocadillo después de tirarle el suyo en el cajón de arena de la guardería?

Las cosas cambian. Nunca salen como se habían planeado. Pero es que, a veces, las cosas imprevistas son las mejores.

oOoOoOo

Con las bolsas de la compra entre los brazos, el bolso apunto de caérsele y mirando a su hijo por el rabillo del ojo, la mujer cogió las cartas del buzón y se dirigió por el gracioso camino de piedra hacia la entrada de la casa.

-¡Yo… soy… tu padre!-Exclamó el pequeño Black, recordando una de las frases de su película favorita-¡Nooo!

-Jake, deja de jugar con el pan –Le ordenó al niño, quien utilizaba las barras de pan como si de espadas láser se tratase-Nuca debí dejarte ver Star Was.

Su hijo la ignoró y Katrina suspiró resignada. Ayudándose de la pared, buscó las llaves en el bolso e introdujo la correcta en la cerradura. Al menos después de una ajetreada mañana ya estaba en casa. Por fin.

-Hogar, tranquilo y dulce hogar- Murmuró empujando la puerta con una ligera sonrisa.

Pero lo primero que vio al abrir la puerta le hizo replantearse seriamente la posibilidad de encontrar más tranquilidad en el centro de la ciudad que en su propia casa.

Una en ropa de baño y el otro sólo con los pantalones puestos, Velkan y Kim corrían por el salón como si de un campo de batalla se tratase. Ella le lanzaba todo lo que pillaba a mano y él, que nunca borraba la sonrisa burlona de su rostro, esquivaba los objetos sin demasiada dificultad. Después de todo, el joven Black era francamente bueno en los deportes y su hermana un completo desastre.

-¡Espera que te coja!-Amenazó, recorriendo la habitación con la mirada- ¡Voy a borrarte esa estúpida sonrisa de la cara!

-¿Quieres que me eche a temblar?- Bromeó Velkan, esquivando otro cojín.

-¡Kimberly!-Avisó cuando la joven dio muestras de coger el jarrón más cercano para tirárselo a su hermano- ¿Es qué no podéis estar cinco minutos en la misma habitación sin mataros? Os advierto que con ojos o sin ellos mañana nadie se libra de limpiar la casa.

Los mellizos, que parecieron reparar por primera vez en la presencia de su madre, se giraron para mirarla y, tras unos segundos en silencio, comenzaron a excusarse sin dejar de señalar, insultar y acusar al otro como el único y verdadero culpable de lo ocurrido.

Katrina, ya acostumbrada a la actitud infantil de sus dos hijos mayores, se dirigió a la cocina ignorando las protestas de los dos Black.

-¡¿Pero nos estás escuchando?!-Preguntaron los dos, al unísono.

-¿Eh? ¿Decíais algo?

-¡Mamá!

La señora Black siguió guardando la comprar y se permitió sonreír cuando estuvo segura de que sus hijos no podían verla. Y es que, les recordaba tanto a ellos… A James, a Lily, a Remus, a Sirius y a ella misma. A veces, cuando les miraba, era como volver durante unos instantes a su juventud.

"Juventud…"Suspiró "Difícil juventud"

-Bueno, ¿Qué? ¿Tengo o no tengo razón?-Preguntó Velkan, colocando el paquete de azúcar en la alacena.

-¡Claro que no!- Exclamó la joven Black, pegando a su hermano en la cara con el apio- Y ya me estás devolviendo el móvil si no quieres que… ¡Ahhhhhh!

Un grito desgarrador sobresaltó a Katrina obligándola a girarse. Frente a ella y con más ímpetu del necesario, Kimberly intentaba ahogar a su hermano con un paño de cocina mientras Jake, que siempre se unía a un bombardeo, le pegaba con la barra de pan.

-¡Mamá, salva a tu pobre hijo desvalido! –Suplicó Velkan con una sonrisa, extendiendo la mano hacia su madre.

-¡Desvalido te voy a dejar yo!-Amenazó Kim, apretando el paño un poco más alrededor del cuello de su hermano.

-¡Y yo! ¡Y yo!-Apoyo Jake.

La señora Black se acarició la sien y suspiró. Como siempre al final le tocaba intervenir. ¿Cuándo llegaría el día en el que hablasen sus diferencias como adultos? Les miró una vez más, y negó con la cabeza.

"Paciencia" Se animó "Aún falta mucho"

-¡Bueno, ya es suficiente!-Exclamó, cerrando la puerta de uno de los armarios dando un portazo- Kim, deja de intentar ahogar a tu hermano. Jake, ya te he dicho que no juegues con el pan. Y Velkan…

Su hijo la miró con una sonrisa inocente y Katrina suspiró. Se le podían decir tantas cosas al mayor de sus hijos que ya no valía la pena ni repetirlas.

-A ver, ¿Qué ha pasado?- Preguntó, sentándose en una de las sillas. Sus hijos entreabrieron la boca a la par, pero su madre les detuvo haciéndoles un gesto con la mano- De uno en uno.

-Yo primero-Pidió Kim, fulminando al chico con la mirada- ¡Me ha quitado el móvil y estaba leyendo los mensajes cuando he entrado a su habitación! ¡Esto es un atentado contra mi intimidad! ¡¿Es que acaso yo le quito sus cosas?! –La mujer y sus dos hermanos fruncieron el entrecejo y Kim suspiró, aun indignada- ¡Bueno, pero no cotilleo sobre su vida privada! Si a eso que tiene se le puede llamar vida privada, claro está.

-Para que lo sepas, microbio, me sobra vida privada y chicas que quieren compartirla conmigo –Alardeó, guiñándole un ojo-Y te aclararé que tus mensajes me importan menos que la posibilidad de que el hobby oculto de Snape sea bailar valet. Lo hago por trabajo.

Katrina rodó los ojos y siguió comiéndose la manzana con resignación. Aunque tanto Lily como ella habían intentado por todos los medios no inculcarles a sus hijos rencor contra Malfoy y Snape- Rivales en la infancia de sus maridos y el amigo de estos- lo cierto es que parecía ser algo innato. Los padres les detestaban y los hijos, por supuesto, no podían ser menos.

-¡¿Trabajo?!-Repitió Kim, exaltada- ¡¿Qué quieres decir con eso?!

-Ya sabes-Contestó, apoyado en la encimera y moviendo la mano de un lado para otro- Yo me entero si estás saliendo con alguien, yo se lo digo a papá. Papá, James y Remus le castran y a mi me deja ir a la exhibición de Moto Cross el mes que viene.

-¡¿Qué?! ¡¿Tú padre te está sobornando con eso?!-Exclamó Katrina, indignada- ¡Creía haberle dicho que estabas castigado!

-Debe haberlo olvidado- Contestó Velkan, un poco apurado por haberse ido de la lengua.

La mujer le dio un fuerte bocado a la manzana y siguió masticando con los ojos entrecerrados. Con razón ella quedaba siempre como la mala frente a sus hijos. ¡Sirius Black era el amo del soborno! Pero se iba a enterar. ¡Oh si!

-¡Quieto ahí Velkan Black!-Exclamó Kimberly, interponiéndose entre la puerta y él- ¿Cómo que papá te paga para espiarme? ¡Pensaba que eso ya lo habíais dejado!

-Es un negocio muy rentable y un estudiante tiene muchos gastos-Se excusó su hermano.

-¡¿Mamá, no le estás oyendo?!-Preguntó la chica, buscando el apoyo de su progenitora- ¡Papá ya vuelve a meterse en mis cosas! ¡¿Es que no hay intimidad en esta casa?!

La joven Black miró a su madre con los ojos muy abiertos, como si ésta estuviese en la obligación de contestar a una pregunta tan vital. ¿Intimidad en esa casa? Ninguna. Y mucho menos si se trataba sobre la vida amorosa de su única hija. Sirius Black podía llegar a ser un poco sobre protector.

-¿Tengo que responderte a eso? Ya conoces a tu padre-Cuestionó con una pequeña sonrisa. Kim enarcó una ceja- Está bien, hablaré con él. Y sobre el móvil…-Añadió, recorriendo la cocina con la mirada- ¿Dónde está?

-Ahí-Señalaron Jake y Kim, uno con una sonrisa de diversión mientras que la otra con auténtica repulsión.

Katrina siguió las indicaciones de sus hijos con la mirada, pero lo que había desagradado tanto a la hija no sorprendió tanto a la madre.

-Como si tuvieras cinco años- Comentó, negando con la cabeza- ¿Es qué no podías guardarlo en otro sitio?

-El único donde Kim no metería la mano-Sonrió, mirando sus pantalones cortos con satisfacción. Pero en sus ojos no tardó en aparecer una fingida preocupación-Creo.

-¡Claro que no!-Exclamó la morena, mientras un escalofrío recorría su cuerpo- Sólo de pensarlo me pongo mala.

Velkan sonrió burlón, no muy dispuesto a devolverle el teléfono móvil por propia voluntad al menos. Estaba deseando ir a esa carrera y su padre le había prometido que le compraría la entrada si averiguaba quien era el chico con el que no dejaba de mandarse mensajes. Y es que, esa era la parte negativa de que tu padre te pagase las facturas del móvil.

-En ese caso, creo que no me queda más remedio que tomar medidas- Dijo Katrina, acercándose a su hijo con resignación- Tendré que quitártelo yo misma.

-¡¿Qué?!-Exclamó Velkan, despavorido. Después de todo su madre era capaz de eso y más.

El joven Black, que desde un principio se había sentido dueño de la situación, se hizo hacia atrás con una expresión de horror que hizo estallar en sonoras carcajadas a sus dos hermanos.

-¡No hablarás en serio!

-¡Oh, vamos! - Contestó con naturalidad- Soy tu madre, anda que no te la he visto pocas veces.

-¡Pero eso era cuando tenía cinco años!-Señaló Velkan, intentando hacerla entrar en razón- Te aseguro que ha cambiado bastante.

-De eso yo no estoy tan segura- Intervino Kim, con una sonrisa maliciosa.

El joven Black, que parecía estar pasando el peor momento de su vida, le hizo un gesto muy grosero con el dedo y siguió rodeando la mesa, huyendo de su madre.

-Venga, dejémonos ya de tonterías- Sentenció Katrina, enfadada- O le das el móvil a tu hermana inmediatamente, o te bajo los pantalones ahora mismo.

El chico, que se debatía entre la emoción de ir a la carrera y la necesidad de escapar de esa habitación con un poco de orgullo, miró a su madre y suspiró.

-Está bien-Accedió a regañadientes, lanzándole el móvil a su hermana- ¿Contenta?

-¡Qué asco! –Exclamó Kim, apartando el objeto lo máximo de ella- Ahora tendré que desinfectarlo.

El joven Black chasqueó la lengua y tras el permiso de su madre salió de la cocina.

-Velkan-Llamó, antes de que cruzase la puerta- Y que no te vuelva a ver hacerle ese gesto a tu hermana.

El chico bufó, y dando grandes zancadas se dirigió hacia las escaleras que daban a las habitaciones. Francamente, adoraba a su madre. Era la mujer más increíble que conocía, pero a veces le sacaba de quicio. Y es que, como decía su padre, era una mujer de armas tomar.

oOoOoOo

Cerró el buzón dando un golpe y se acercó a la entrada de la casa mientras leía los remitentes de las cartas. Era la monotonía de siempre. Cogía las cartas del buzón, entraba a la casa, dejaba la mochila en el salón y se dirigía a la cocina para calentar la comida que su padre le había preparado antes irse a trabajar. La verdad es que a veces extrañaba el llegar a su casa y no encontrar la calurosa bienvenida de su madre, pero con el paso del tiempo había llegado a acostumbrarse. Habían pasado muchos años y además, como tantas veces le había dicho Velkan, vivir sólo con su padre tenía sus ventajas.

"Es una casa de hombres" Sonrió, sacando la olla de la nevera y poniéndola a calentar "No hay normas, sólo desorden y juergas hasta el amanecer"

Pero lo cierto es que ellos dos no podían ir más en contrae del tópico. Mirase donde mirase, en su casa reinaba la limpieza y el orden. ¿Pero que podían hacer? Ellos eran así.

-Del banco, del banco…-Murmuró, dejando caer las cartas sobre la mesa. Pero dos entre todas ellas llamaron su atención- ¿Julie Sheppard?

Soltando una ligera carcajada, dejó caer las dos últimas cartas sobre la mesa y, tras regular el fuego, se dirigió hacia su habitación.

Julie Sheppard… Sólo el oír mencionar su nombre le hacía sonreír. Julie era una excéntrica mujer de treinta y tantos años que había estado enamorada de su padre en su juventud.

"Claro que el término obsesionada quizás sería más adecuado" Se corrigió, recordando lo que le habían dicho sobre ella los dos mejores amigos de su padre.

Y es que, no fue hasta que se rindió en ese interminable maratón que pasaron a ser grandes amigos. Y ahora, veinte años después, aun seguían siéndolo. Era raro que no les escribiera cada dos semanas como máximo y cada tres días si tenía alguna novedad. Y decía les escribía porque la mujer se había quedado prendada de Julius al verlo por primera vez. Decía que le recordaba tanto a su padre de joven que le daban ganas de apretujarlo. Recordaba que cuando era pequeño la efusividad de Julie le aterrorizaba, pero a sus diecisiete años sólo podía hacerlo reír.

Alguna vez había llegado a preguntarse-sobre todo cuando era pequeño y sus padres acababan de divorciarse- como hubiese sido su vida si su madre hubiese sido Julie y no Dafne Brown. ¿Se habrían divorciado? Pero ahora comprendía que ni si quiera podía barajar esa posibilidad. Su padre y Julie eran muy distintos. Podían ser grandes amigos, pero no estaban predestinados a estar juntos.

"Al igual que Kim y yo"Pensó, cogiendo una de las tantas fotos que habían sobre la estantería de su habitación.

Salían ellos dos y sus rostros ocupaban toda la foto. Ambos llevaban dos gorros de lana que les tapaban las orejas y que, si no recordaba mal, combinaban con las bufandas que rodeaban sus cuellos. Se habían hecho esa foto ese mismo invierno, un día que había nevado y en el que todavía estaban juntos.

Dejó la foto junto a las demás y se tumbó sobre la cama. Habían estado saliendo durante tres meses, tres meses que habían sido maravillosos. Habían ido a muchísimos sitios y habían compartido tantos momentos juntos que no los olvidaría jamás. Sí, habían sido tres meses maravillosos y quizás por eso aun no lograba explicarse porque le había dejado. Era consciente que Kim no le quería ni la mitad de lo que él la quería a ella, pero aun recordaba la expresión de su rostro al terminar con él. Algo le había pasado. ¿Pero qué?

Julius suspiró y se quitó los zapatos. Fuese lo que fuese ya no importaba. Al día siguiente de romper todo volvió a la normalidad. Siguieron siendo los mejores amigos del mundo y esos tres meses solo quedaron como un vano recuerdo.

-Quizás ha sido lo mejor- Admitió, después de cuatro meses sin dejar de darle vueltas al asunto- Ella sólo me ve como a su mejor amigo.

Y sabía que era verdad. Kim no estaba enamorada de él. Si habían aceptado salir con el joven Lupin fue porque creyó que podría funcionar. Se sentían a gusto estando juntos y se conocían desde pequeños ¿Qué podían perder?

Afortunadamente habían podido conservar su amistad, pero para Julius no era suficiente. Aun la quería y, aunque Velkan no lo entendiese, no le interesaba salir con ninguna otra chica. Y es que los Black tenían algo, algo que atraía y que era difícil olvidar.

El ruido del motor del coche de su padre le hizo reincorporarse. Miró por la ventana y comprobó con alegría que Remus acababa de llegar. Normalmente comía sólo, pero su padre siempre intentaba salir cuanto antes de la universidad para hacerlo con él. Sí, echaba de menos a su madre, pero se alegraba de haber decidido quedarse a vivir con él. Para Julius, sin duda, era el mejor padre del mundo.

oOoOoOo

-¿Y por qué dices que no puedo ir?-Preguntó Ginny bastante alterada, entrando a su casa.

-Muy fácil-Contestó Ron entrando tras su hermana- ¡Por qué está llena de salidos que se aprovechan de chicas inocentes como a la testaruda que quiero hacer entrar en razón!

-¿Te refieres a salidos como tú?-Respondió la pelirroja frunciendo el entrecejo.

El joven Weasley la fulminó con la mirada y la chica le ignoró. Estaba harta de la sobreprotección del más pequeño de sus seis hermanos. Los demás, aunque también se preocupaban por su bienestar, no eran ni mucho menos tan pesados. Además, no se metían tanto en su vida y tampoco intentaban arruinarle las citas.

Al acordarse de el desastre en el que se había convertida su cita con Dean Thomas por culpa de su hermano, la ira que había sentido en ese momento volvió a emanar. Aunque fuera solamente para llevarle la contraria, iría a esa fiesta.

-Pues espera que hable con mamá- Dijo Ron, sacando a la luz su último recurso- En cuanto le diga de que va la fiesta no te dejará ir.

Después de tal declaración, el joven Weasley se cruzó de brazos, orgulloso de si mismo. Pero Ginny, a la que al parecer no le había intimidado nada su amenaza, le sonrió con descaro antes de acercarse a él de forma peligrosa.

-¿No se te olvida un pequeño detalle?-Preguntó de forma casual. Su hermano la miró sin entender- Si le dices en que consiste la fiesta no seré yo la única que no vaya. Además… -Añadió, amenazante- Como abras esa bocaza, le contaré a mamá que te ha quedado química y matemáticas para septiembre y creeme que así seguro que tú no vas a ningún sitio.

El chico la miró con rencor y ella, tras dedicarle una sonrisa, se dirigió hacia las escaleras y subió a su habitación.

-Clavadita a mi madre-Murmuró haciendo una mueca de desagrado.

-¿Decías algo Ronald?-Preguntó una voz tras ella.

El chico se giró sobresaltado encontrándose con una mujer bajita y regordeta, de cabello rojizo bastante descuidado y pequeños ojos marrones. Era Molly Weasley, el pilar de esa gran familia en la que él formaba parte.

-No, nada- Negó, rascándose la cabeza por inercia- Oye mamá, hay una fiesta esta noche en casa de una amiga ¿Podemos ir no?

-¿Ginny también?

-Sí, supongo- Afirmó, no demasiado complacido-

-¿Van a ir Harry y los demás?-Ron asintió, tragando salido- Esta bien, pero os quiero aquí antes de la una.

-Dos.

-Una y media, y es mi última palabra- Le advirtió, limpiando el feo jarrón de una tía abuela suya con el plumero- Y más te vale no llegar tarde.

El joven Weasley bufó, pero sabiendo que no sacaría nada más de la mujer se dirigió también hacia su cuarto. Ahora debía encontrar algún bañador mínimamente decente con el que presentarse a la fiesta

"Y ese es otro problema"

-Por cierto Ron-Llamó su madre, cuando sólo había subido unas cuantas escaleras- Dile a tu hermana que baje a poner la mesa, la comida ya está lista.

El chico volvió a asentir y siguió subiendo las escaleras. Odiaba pertenecer a una familia tan numerosa, y especialmente ser el más pequeño de todos ellos –sin contar a Ginny- porque nunca le tomaban en serio. Pero algún día las cosas cambiarían y les daría una lección a todos. Claro que si.

oOoOoOo

-¡Intimidad, Sirius! ¡Intimidad!- Insistió, mirando esporádicamente a su marido mientras cortaba el pan- ¿Te suena esa palabra?

-No la he oído en mi vida- Se encogió de hombros el aludido, cogiendo una cerveza de la nevera- Cariño, si sólo me preocupo por el bienestar de nuestra pequeña.

-Ya no es una niña, Sirius-Le recordó, soltando un suspiro- Y es muy normal que quiera tener novio.

-Pero es que es muy joven para eso-Protestó, dejándose caer en la silla con pesadez- Y los chicos van a lo que van.

Katrina negó con la cabeza y se giró para seguidamente apoyarse sobre la mesa de la cocina y mirar a su marido con el entrecejo fruncido.

-Y según tú, ¿A qué es lo que van exactamente?

-Pues… ya sabes- Contestó, moviendo la botella de cerveza que tenía en una mano de un lado para otro- Buscan lugares oscuros donde meterles mano a chicas inocentes como nuestra Kim.

-¿Cómo despensas, por ejemplo?-Preguntó la señora Black, recodando la afición que tenía su marido por besarla entra las latas de melocotón y pimientos rojos. El hombre sonrió inocentemente- No harán nada que no hayamos hecho nosotros antes.

-Y eso me preocupa-Masculló, haciendo una mueca de disconformidad.

Katrina metió la tortilla en el pan y dejó el bocadillo en cima de la mesa antes de asomarse unos segundos a la puerta de la cocina para llamar al más pequeño de sus hijos.

-¿Y qué pasa con Julius?-Inquirió la mujer, recogiendo lo que había puesto en la encimera- No parecías muy disgustado cuando estaba saliendo con él.

-Es el hijo de Remus-Contestó el señor Black con aire evidente- Además, me gusta como yerno. Sí, deberían volver.

Su mujer negó con la cabeza y volvió a llamar al pequeño Black, quien parecía estar demasiado ocupado jugando con los videojuegos para acordarse de que era la hora de la cena.

-Lo que quiero decirte es que respetes la intimidad de tu hija- Resumió Katrina, soltando un suspiro- ¡Jake, ven de una vez! ¡No me hagas ir a buscarte!

-¡Ya voy!- Contestó la graciosa voz del niño desde el salón.

-Kim sabe muy bien lo que hace-Le aseguró- Y te aseguro que si sale con un alguien no será porque la estén obligando. Sabe lo que quiere.

-Como todos los Black-Sonrió Sirius, guiñándole un ojo con complicidad. Katrina frunció el entrecejo y él suspiro- Está bien, no me inmiscuiré demasiado en la vida privada de Kim- Su mujer frunció un poco más el entrecejo y a Sirius no le quedó más remedio que desistir- No me inmiscuiré nada en la vida de nuestra hija. ¿Contenta?

La señora Black le sonrió y Sirius negó con la cabeza. Era como luchar contracorriente. Al final acababas perdiendo.

-¡Joh, mamá!-Protestó Jake, entrando a la cocina y subiéndose a una de las sillas con relativa dificultad- ¿Por qué no puedo comer en el salón? ¡Estoy a punto de pasarme el juego!

-Pues porque lo pones todo lleno de migajas y luego soy yo quien tiene que recogerlo-Contestó Katrina con simpleza, acercándose a la nevera- ¿Qué te apetece de postre?

El niño se encogió de hombros y Sirius le revolvió el cabello mirándolo con orgullo. Aun no podía creerse que tuviese esa familia tan maravillosa. Teniendo en cuenta la relación que tenía con sus padres y su hermano pequeño, era comprensible que no hubiese creído tener la oportunidad de aspirar a algo mejor. Pero fue cruzarse Katrina Turner en su corazón, que todo en lo que había creído hasta entonces se deshizo con rapidez. Ella le demostró que lo que importaba realmente era uno mismo y no tus orígenes. Que valía la pena luchar por lo que uno quería. Y él había luchado por un futuro mejor de lo que había sido su infancia. Un futuro en el que ella estuviese a su lado. Ella y ahora sus tres hijos. Su familia.

-… y ya sabes, tú por tu lado y yo por el mío-Le recordó el joven Black, entrando a la cocina detrás de su hermana- Prefiero que no sepan que estoy emparentado con un microbio como tú.

-¡Oh, claro! Como no nos parecemos… -Se mofó Kim, sarcástica, girándose hacia su hermano- Pero en algo estoy de acuerdo. Como me molestes… ¡Plash!-Exclamó, dando un golpe a la mesa y sobresaltando a Jake- Te aplastaré.

-Siempre oyendo palabras cariñosas. ¡Qué dulzura de hogar!

Los dos mellizos miraron a su madre con el entrecejo fruncido, quien les ignoró dejando sobre la encimera un plato envuelto con un papel metálico.

-Llevadle esto a James cuando vayáis a por Harry y los demás ¿Vale?

La joven Black le hizo un gesto a su hermano dándole a entender que tendría que llevarlo él, mientras Velkan negaba con la cabeza, reacio a tener que hacer de mensajero de nadie.

-Un momento, ¿Es que os vais a algún sitio?-Preguntó Sirius repentinamente, alzando la cabeza con atención.

-A una fiesta en casa de Chang-Contestó el mayor de sus hijos, dándole un mordisco al bocadillo de su hermano. Jake le fulminó con la mirada y le pegó un pellizco en el brazo haciendo que en el rostro de Velkan apareciese una mueca de dolor- ¡Enano!

-Por favor mamá, hasta las tres-Pidió Kim, con las manos juntas y mirada suplicante-Te prometo que no más tarde de esa hora.

-Venga, mamá-Apoyó Velkan, guiñándole un ojo con complicidad.

-Venga, Katy-Animó Sirius, con una mirada maliciosa-Deja a los chicos que se diviertan.

La aludida, que pasaba la mirada de unos a otros intentando encontrar un poco de apoyo, se detuvo en su marido quien le dedicó una de esas sonrisas que ella conocía tan bien y que sólo quería decir una cosa: Que en sus palabras había una doble intención. Y ella sabía muy bien cual era.

-Esta bien-Se resignó, viéndose rodeada de un momento a otro por los brazos de sus hijos- Pero como no estéis aquí a las tres, pienso ataros a la pata de la cama hasta Navidad ¿Queda claro?

-Completamente.

Katrina negó con la cabeza resignada antes de agarrar a su hija del brazo cuando Velkan se alejó un poco más de ella, al ser llamado por su padre.

-Échale un vistazo a tu hermano de vez en cuando ¿Vale?

-Vigila a tu hermana ¿Eh?-Le ordenó Sirius, tras obligar al joven Black a inclinarse ligeramente-Que no se le acerque ningún moscardón.

Ambos jóvenes asintieron, pero tenían claro que cuando cruzasen esa puerta pensaban olvidarse de que tenían hermanos. Después de todo ese era el pacto a la hora de ir a una fiesta. Si uno no decía nada a sus padres, el otro tampoco hablaría.

-Bueno, nos vamos- Se despidió Kim, abrazando a su padre por la espalda y dándole un beso en la mejilla- Que hemos quedado a las nueve y media y ya se nos hace tarde.

-¡Chicos!-Llamó su madre con una sonrisa inocente cuando los mellizos estaban a punto de cruzar el umbral-Se os olvida el flan.

La joven Black le sacó la lengua a su hermano y antes de que éste pudiese protestar, Kim abandonó la casa ante la mirada incrédula.

-¡Será…!

-Lo siento, cielo- Sonrió Katrina, pasándole el plato envuelto en papel plateado- ¡Pasadlo bien!

El joven Black gruñó y cerró la puerta dando un pequeño portazo. Su madre amplió la sonrisa y con las manos en las caderas rió.

"Como me gusta meterme con ellos" Pensó, divertida "Si es que se parecen tanto a su padre…"

Pero cuando se giró, la escena que se encontró frente a ella la hizo fruncir el entrecejo. Su marido, quien se había colocado de cuclillas frente a la silla de Jake, le daba un poco de ensalada alterando con un mordisco del bocadillo de tortilla casi acabado. Cualquier persona pensaría que no era más que instinto paternal, pero si conocía a Sirius Black sabía que ése no era el motivo esa noche.

-Venga, otro bocado-Apremió el hombre, emocionado- Más grande.

-Sirius, ¿Se puede saber que estás haciendo?-Preguntó, con las manos aun en las caderas.

-Nada, que al niño le ha entrado mucho sueño y quiere irse a la cama.

-No, si no tengo…

Pero cuando Jake abrió la boca su padre le metió el último trozo de bocadillo que quedaba, antes de cogerlo como un saco de patatas y sacarlo de la cocina.

-¡No te preocupes, cariño!-Exclamó, subiendo las escaleras a toda prisa-¡Qué yo le ayudo a acostarse!

Cinco minutos después el niño estaba en la cama con el pijama puesto, los dientes lavados, la vejiga vacía y el libro leído.

-Papá, pero si te has ido al final directamente-Le avisó Jake, señalando el libro con desconcierto- No me he enterado de nada.

-Es que el final es la parte más interesante-Se excusó Sirius, dándole un beso en la cabeza- ¡Venga, buenas noches!

Pero el niño no tenía ningunas ganas de dormir, y cuando su padre se giró para dejar el libro en su sitio, Jake hizo las sábanas a un lado y se reincorporó.

-No tengo ganas de dormir-Comentó, dirigiéndose hacia la puerta- Me voy con mamá.

-¡No!-Exclamó Sirius, sacando un puñado de caramelos de uno de los bolsillos de la chaqueta-Se un niño bueno y acuéstate ya que es muy tarde.

-Vale, pero mañana me llevas a ver la exposición de serpientes africanas.

"Si, posiblemente ahí encontremos a Snape entre una de ellas" Pensó, sarcástico. Frunció el entrecejo y miró la mano que su hijo le ofrecía con desconfianza. Para tener cinco años era demasiado astuto. Sería un peligro para la competencia el día de mañana.

-Trato hecho-Acordó-Pero no te muevas de aquí.

Pero una voz a sus espaldas claramente enfadada, le hizo tensarse a la par que un sudor frío recorría toda su espina dorsal.

-Creo que es hora de que hablemos acerca de ese segundo punto que te había comentado-Comentó Katrina en un tono de voz en absoluto casual. Sirius se giró y la miró con una sonrisa culpable- Exactamente, rey del soborno.

El señor Black miró a su hijo quien, al ver entrar a su madre, se había tapado con las sábanas para hacerse el dormido. Y es que, al igual que el pequeño Black, Sirius sabía que le venía una buena.

oOoOoOo

Queridos Remus y Julius:

Acabo de tirar las maletas de Ian desde el balcón del hotel. ¡Estoy indignada! ¿Os lo podéis creer? En nuestro aniversario de cinco años de casados no se le ocurre otra cosa que coquetear con una pelandrusca en cuanto me he dado la vuelta.¡ Si lo sé, me quedo en Gales y no me voy a ninguna parte! Ahora mismo está aporreando la puerta de nuestra habitación. ¡Pero que le zurzan! No pienso dejarle entrar.

Con amor, siempre vuestra…

Julie

Pd. Hawai es precioso. Tendríais que venir.

Remus soltó una carcajada y Julius sonrió después de que su padre le leyese la carta de la señora Sheppard. Sólo a ella se le ocurriría enviar una carta desde Hawai cuando sería mucho más sencillo llamarles por teléfono o enviarles uno de esos modernos correos electrónicos. Pero mientras que para unas cosas Julie era de lo más modernas, para otras era excesivamente tradicional y poco práctica, además de excéntrica.

-Pobre Ian-Comentó el joven Lupin, negando con la cabeza- Supongo que ahora estará pensando por qué se casó con alguien como ella.

-O más bien estará pensando que hacer para que Julie le perdone-Opinó Remus, dejando la carta sobre la mesa- La verdad es que su compromiso nos sorprendió a todos. Pero está claro que "El Tigre" cayó finalmente ante los encantos de Julie.

-O ante la presión-Corrigió el chico, recordando lo persistente e insistente que podía ser la ahora señora Sheppard-Porque que yo recuerde la idea de la boda no le motivaba mucho al pobre hombre.

-Tienes razón-Asintió Remus, dedicándole una sonrisa-En fin, supongo que tuvo algo que ver el hecho de que le amenazase con dejarle y enseñar no se que fotos algo comprometedoras.

-Si, un encanto de mujer-Comentó Julius, sarcástico.

El señor Lupin negó con el cabeza, divertido, y alargó el brazo para coger la otra carta que su vieja amiga de la juventud le había enviado. Sentado sobre una de las sillas de la cocina mientras su hijo recogía los últimos platos de la cena, Remus abrió la otra carta y volvió a sonreír esa noche.

-Aquí tenemos la continuación.

Adorados Remus y Julius:

Espero que ésta carta llegue antes de que hayáis cogido un avión para Hawai. No es necesario que vengáis para castrar a Ian, para eso me basto sola. De todas formas la misión ha sido abortada. Todo ha sido un mal entendido. Ian no estaba ligando con la turista esa, sino que ella estaba ligando con él. Según me ha dicho, fue esa mujerzuela la que se le acercó para preguntarle la hora. Pero no os preocupéis, que en cuanto la pille pienso pegarle un pisotón con mis zapatos de tacón de aguja.

Con amor, la todavía no viuda…

Julie Sheppard

Pd. Supongo que os preguntaréis porque llevo zapatos de tacón de aguja en estas playas paradisíacas, pero es que una siempre tiene que ir con estilo.

Pd2: Nuestra reconciliación ha sido fabulosa. Hemos estado encerrados en la habitación todo el día.

-Podía haber omitido ese último detalle-Farfulló Julius, haciendo una mueca de desagrado-Sólo pensarlo se me pone la piel de gallina.

-Ambas cartas son del mismo día, así que no debieron de estar mucho tiempo enfadados-Señaló Remus, recogiendo las cartas y guardándolas en un cajón- Bueno hijo, me voy a corregir un par de exámenes. ¿Vas a volver muy tarde?

-No, no lo creo.

El señor Lupin asintió y tras darle una palmadita en la espalda a su único hijo, salió de la cocina.

-Es lo bueno de no estar casado…-Se mofó, divertido-… que no tienes con quien discutir.

El joven Lupin hizo una mueca de disconformidad y terminó de guardar los platos limpios en su sitio antes de despedirse de su padre y abandonar la casa.

Por mucho que su padre quisiese aparentar que era feliz siendo soltero, Julius sabía que extrañaba esas discusiones matrimoniales y la dulce compañía de una mujer que envejecería a su lado. Y es que, aunque el joven Lupin le había insistido que a él no le importaba que saliese con otra mujer, Remus parecía reacio a la idea. Así que tan sólo le quedaba confiar en el destino para que, de nuevo, su padre volviese a enamorarse.

oOoOoOo

La señora Potter miró a su marido y a sus hijos y negó con la cabeza con resignación, pero sus labios se habían curvado en una tierna sonrisa.

El timbre de la casa volvió a sonar y Lily se apresuró a abrir la puerta encontrándose frente a los dos rostros malhumorados de los hijos mayores de su mejor amiga.

-¿Otra vez discutiendo?-Inquirió, divertida- Anda, pasad.

-Toma, de parte de mi madre-Dijo el joven Black como saludo, pasándole el enorme plato que llevaba entre las manos- ¿Y Harry y Nel?

-En el salón, viendo los deportes.

Pero Velkan no necesitó nada más para dejar solas a su hermana y a su madrina y dirigirse al salón, deseoso de ver el resumen de los últimos partidos de fútbol de esa temporada y, por supuesto, el resumen de las últimas exhibiciones de Moto Cross.

-¿Y a éste que le pasa?-Preguntó Lily, caminando hacia la cocina.

-¡Bah! Es un idiota.

El joven Black entró al salón y, tras saludar escuetamente a su padrino y a sus dos hijos, se dejó caer sobre uno de los sillones como si estuviese en su casa. Y es que, tanto para Velkan como para Kim, la casa Potter era como su segundo hogar, al igual que la casa Black para Harry y Nel. Después de todo pasaban casi el mismo tiempo en una que en otra.

-… acelera y ¡Salta!-Narró el interlocutor, soltando una exclamación de emoción-¡Una doble pirueta mortal! Este chico si es temerario.

En la pantalla apareció el rostro de un chico de unos veinte años de edad, de bonitos ojos azules y cabello castaño que saludaba a la cámara con una sonrisa de profunda satisfacción.

-Oye, pues no está nada mal ese Hammond-Comentó Kim tras ellos, apoyada en el sofá- No tienes mal gusto, Nel.

-¡Oh vamos!-Exclamó Velkan, antes de que la pelirroja pudiese contestar- Nel no es como tú. A ella le gusta lo que hace, no si es guapo o menos guapo.

-Bueno, creo que una cosa no quita la otra-Opinó Nel, encogiéndose de hombros- El chico no está nada mal y viene bien de vez en cuando alegrarse un poco la vista ¿No?

La joven Potter levantó la cabeza encontrándose con tres miradas masculinas que la observaban con reproche. ¿Cómo osaba decir eso cuando se pasaba la vida con ellos tres? ¿No era eso suficiente para alegrarse la vista y más?

-Eso me ha dolido-Aseguró Harry, haciéndose el ofendido.

Su hermana le ignoró y se reincorporó para saludar a los recién llegados. Como siempre, Ron y Hermione venían discutiendo y cuando le preguntaron a Julius y a Ginny sobre que había pasado, ellos se limitaron a encogerse de hombros de forma desinteresada.

-¿Y hasta que hora os ha dejado Katrina?-Preguntó Lily, saludando a los recién llegados.

-Hasta las tres-Contestó Kim, quien estaba abrazada a la joven Potter.

-¿Las tres?-Repitió James con una sonrisa burlona- Menuda alegría se habrá llevado Sirius.

-Eso me ha parecido-Musitó Velkan, haciendo una mueca de desagrado.

El señor Potter soltó una ligera carcajada y miró a su mujer con complicidad, quien negó con la cabeza al leer en los ojos de su marido cuales eran sus intenciones.

-Bueno, ¿Nos vamos?-Preguntó Ron, mirando el reloj-La fiesta ya habrá empezado y como nos descuidemos nos quedamos sin bebidas.

-Bebidas sin alcohol supongo-Intervino James, mirando al pelirrojo con perspicacia.

-¡Oh claro! Desde luego.

El señor Potter volvió a reír y Harry le dedicó una sonrisa a su mejor amigo antes de darle un beso a su madre en la mejilla.

-Te está tomando el pelo, Ron-Le aclaró el moreno, dándole unas palmaditas en el brazo a James-Adiós, papá.

-Pasadlo bien-Sonrió Lily, dándole un beso a Nel-Y a las tres os quiero aquí ¿Entendido?

Los nueve jóvenes se despidieron del matrimonio y entre risas y alguna que otra palabra mal sonante, se alejaron de la casa dispuestos a divertirse una noche más.

-Y pensar que hace nada nosotros éramos como ellos-Sonrió Lily, quien se había acercado a la ventana para verlos marchar-Siempre pensando en divertirnos.

-Bueno, eso aun podemos hacerlo.

James, que se había reincorporado cuando la calle volvió a su habitual silencio, se acercó a su mujer y la estrechó entre sus brazos.

-¡James!-Exclamó entre carcajadas, cuando su marido le puso una mano en el trasero- Estás loco.

-Siempre lo he estado-Le aseguró el hombre, cogiéndola en brazos ante la sorpresa de Lily-¿Y bien? ¿Quieres saber cómo nos divertimos los cuarentones?

oOoOoOo

Incluso antes de que llegasen a la casa, la música de la fiesta resonaba en sus oídos. La casa de los Chang era de tamaño medio, paredes blancas y con una decoración que era una combinación entre oriental y occidental.

Esquivando al resto de los invitados y un par de invitaciones poco honrosas por parte de los chicos y chicas que a las diez y media de la noche ya estaban bebidos, los nueve jóvenes llegaron al jardín trasero, lugar donde realmente estaba la fiesta.

-¿A quien ha invitado?-Cuestionó Ginny, sarcástica- ¿A todo Londres?

La parcela estaba llena de jóvenes que iban y venían de un lugar a otro con vasos en las manos mientras la otra mitad, en ropa de baño, se remojaba en la bonita piscina de la familia.

-No lo sé-Admitió Harry, encogiéndose de hombros- Lo único que puedo decirte, Ginny, es que disfrutes, porque con ésta fiesta empieza realmente el verano.

Mucho más motivados y con una amplia sonrisa en el rostro, el pequeño grupo se disperso dispuestos a hacer lo que mejor se les daba: Divertirse.

Continuará…

Después de poco más de un año de finalizar "Jóvenes Rebeldes" aquí os traigo la segunda parte de esta disparatada historia. Supongo que para algunos habrá sido una sorpresa y que para otros no tanto porque ya les había adelantado la noticia jejeje, pero espero de verdad que la idea de una segunda parte os ilusione tanto como a mí y que os guste al menos tanto como JR.

Como habréis comprobado, éste es más bien un capítulo de presentación de los nuevos personajes y una pequeña explicación de que ha sido de los antiguos. Como veis, nuestros pequeños rebeldes se han casado, han tenido hijos y gozan de una estable vida familiar ¿Pero por cuánto tiempo? Eso no se sabe, especialmente si estoy yo involucrada jejeje.

Así que con la esperanza de que os haya gustado el primer capítulo para que me pidáis un segundo, me despido advirtiéndoos que en este nuevo fic, aunque sigue los pasos del anterior, va a tener muchas más emociones, más acción y que va a ser mucho más picante jejeje.

Un besito y espero recibir vuestros reviews con vuestra opinión ya que, como siempre digo, sin vuestro apoyo esto no sería posible. Por cierto, voy a reeditar los primeros capítulos de JR pero no habrá ningún cambio lo suficientemente importante para que sea necesario leerlos de nuevo. Más que nada es para corregir faltas de ortografía jeje.

Chao y gracias por leer!