LA DECISIÓN DE SAORI
Disclaimer: Saint Seiya no me pertenece; todos los derechos están reservados por Masami Kurumada y la TOEI.
Narración en primera persona. Pensamientos en cursiva.
Capítulo 1: Su Partida
El día se sentía tan agradable que me ponía de buen humor, el sol estaba en su máximo esplendor y el aire fresco corría entre los árboles. Hyoga, Shiryu, Shun y yo, regresábamos de un paseo matutino que dimos al bosque localizado en las afueras de la mansión Kido. Nos gustaba ir a caminar y observar toda la clase de especies que habitaban ahí como ardillas, venados y caballos salvajes.
Me sentía muy alegre no por alguna razón en especial, simplemente el día estaba precioso y me moría de ganas por ver a Saori.
Cuando llegamos cerca de la verja, apoyé mis manos en está y me impulsé dando una pirueta en el aire que no terminó con un buen aterrizaje.
— ¡Hola Saori! —saludé alegre a pesar de que caí de pompas.
Una alarma interna se disparó y mi expresión cambió en un segundo al ver que Saori estaba rodeada por 4 tipos extraños; 3 de ellos llevaban armaduras y yacían hincados al pie de las escaleras, así que supuse que eran caballeros sin embargo el otro sujeto de cabello y ojos azules no lo parecía.
— ¡Seiya! —gritó Saori parándose de su asiento.
— ¿Quiénes son esos tipos? —atiné a preguntar ya que la escena era más que extraña y me daba mala espina.
— Peleaste maravillosamente, en la batalla de las doce casas —me dijo uno de los caballeros, el de armadura azul.
— De hoy en adelante, nosotros seremos los únicos que protegeremos a Athena bajo las órdenes de nuestro señor Abel —rugió el rubio de cabello corto.
Los 3 caballeros se presentaron como Altas, Jao y Berenguer.
Para nuestra sorpresa vimos que los caballeros dorados se encontraban a un costado de nosotros, hincados ante la presencia del tal Abel, que obviamente era el sujeto que bebía té con Saori.
Nuestra reacción fue de asombro total puesto que, ahí estaban los santos dorados que habíamos vencido en las 12 casas ¿Cómo era posible que estuvieran vivos?
— Esto debe ser una equivocación… —dijo Shiryu desconcertado.
— Mi maestro Camus —oí decir a Hyoga detrás de mí.
— Es imposible, son los caballeros dorados que murieron en la batalla de las doce casas —comentó Shun observándolos.
— Resucitaron por la gracia y el gran poder de nuestro gran Dios Abel —explicó Berenguer.
Mis ojos se posaron en los del Dios, sin miedo ni reservas. Sus azules ojos me devolvían la mirada, indiferentes pero altivos, y eso no me agradaba en absoluto.
— Con que un Dios… —pensé. ¿Entonces que rayos estaba haciendo en la tierra y con Saori?—. Abel ¿Cómo te atreviste?
— Athena —se volvió a Saori con una sonrisa que me fastidió—. Sólo es cuestión de tiempo para que esta tierra perezca… Debes venir a mi templo —dijo Abel ofreciéndole una mano a Saori.
— Maldito ¿Cómo se atreve a proponerle algo así a Saori? —pensé mientras mis puños se cerraban a causa del enojo. Algo iba mal, porque ella sonrió y tomó su mano.
— Si —contestó Saori.
Mis ojos se abrieron de par en par y una sensación extraña aprisionó mi pecho. ¿Era una broma? Tenía que ser mentira, Saori no podía irse con él. Los miré con detenimiento a los dos y me sentí desesperado; los ojos de Abel brillaban con sólo encontrar los de Saori.
— ¡Espera! ¡Saori! —gritó Shiryu cuando nos echamos a correr hacia la escalera.
— ¡No vayas con él! —exclamé sin que me importara que aquello hubiese sonado como una orden un tanto desesperada.
Los caballeros de Abel nos cerraron el paso, previendo nuestras intenciones.
— Hyoga ¿Acaso has olvidado las palabras de Atlas? Nosotros protegeremos a Athena —sentenció Camus.
Enfurecí. Podía sentir las chispas en mi piel, encendidas del coraje y frustración. ¿Por qué actuaban así? ¿Cómo era posible que los dorados estuviesen del lado de Abel?
— ¡Nosotros no podemos permitir esa arbitrariedad! Te voy a…
— ¡Seiya! ¡Espera! —me detuvo la voz de Saori —. Como dijo Camus, ya no hay necesidad que ustedes valerosos caballeros me protejan, porque el día de hoy me iré a vivir con mi hermano Abel.
Imposible, me negaba ante sus palabras ¿Por qué? ¿Por qué con él que a pesar de ser su hermano no la miraba como tal? Vivir con él…
— Ah pero… Saori…
— Tranquilízate Seiya, esto significa que ya no los necesitaremos —intervino Afrodita, aunque no le presté atención—. Si insistes en pelear entenderemos que ustedes son rebeldes y están en contra de Athena.
— No somos rebeldes, no estamos en contra de Athena... —dije sin apartar la vista de Abel y Saori. Sentía mis ojos vidriosos debido a las lágrimas que no podía derramar frente a todos. Era imposible ¿Por qué se iba con él? —- ¡Saori! —mi cuerpo avanzó por voluntad propia y Atlas apareció frente a mí para intentar atacarme pero esquivé su puño.
— Seiya —me dijo Saori lanzándome una mirada reprobatoria por comportamiento.
— No te vayas —le supliqué. No iba a soportarlo, si se iba ya no quedaba nada.
Entonces sentí el brazo de Atlas que me sujetó por la cabeza y su ataque fue directo a mi estómago, lo que me hizo ascender de golpe; a punto de caer recibí un segundo golpe por parte del caballero de Quillá que me envió a las escaleras de madera haciéndolas añicos.
— ¡Seiya! —oí gritar a Hyoga y Shiryu al unísono.
— ¡No peleen más! —ordenó Saori autoritaria. Nunca la había escuchado dirigirse de esa forma a alguno de nosotros, ella jamás nos hablaba así.
— ¡Saori! —exclamó Shiryu con asombro ante el mandado de nuestra Diosa.
— Alto Shiryu, no puedo permitir que ustedes intervengan en los planes que tienen los Dioses —advirtió Saori con frialdad.
Por fin pude moverme, tras el ataque de Atlas, me sentía desesperado, desolado por lo último que Saori había dicho. Claro que no podíamos intervenir contra los deseos de los Dioses, sabíamos de sobra nuestro lugar como simples humanos, pero no éramos sólo eso ya que habíamos nacido para proteger a Athena.
— Esto debe ser una equivocación ¡Saori! ¡Athena! —renegué una vez más mientras comencé a incorporarme y miré a Saori a los ojos— ¿Cómo puede Saori abandonarnos? ¡Saori! ¡Hay! —Atlas me aplastó los dedos de la mano con su pie.
— ¿Aún no has entendido? —se burlaba mientras me hundía en lo que quedaba de las escaleras—. Pegaso, ¿Qué acaso no entiendes lo que estás haciendo? El revelarte en contra de Athena y Abel es lo mismo que levantar el puño contra los Dioses.
Las palabras de Atlas eran vanas para mí, ni siquiera le prestaba atención simplemente quería que todas mis súplicas surtieran algún efecto y que Saori se quedara.
— E-Espera Saori…—traté de alzar mi rostro de nuevo pero Atlas seguía hundiendo mi cabeza a patadas.
— ¡Discúlpate con Abel en este momento! ¡Baja tu cabeza al suelo y suplica el perdón del señor! ¡Hazlo!
— No te vayas Saori —pronuncié y descubrí que me estaba mirando; observaba pasivamente la escena mientras yo suplicaba y era golpeado, su mirada era fría. No pude reconocer en sus ojos ese brillo que tanto me gustaba.
— ¡Discúlpate Seiya! —exigió nuevamente Atlas pateándome hasta el fondo de la madera.
— ¡Saori! —grité buscando su mirada. Pero de pronto Abel intervino:
— ¡Ya basta Atlas! No quiero echar a perder mi reunión con mi pequeña hermana teniendo un derramamiento innecesario de sangre.
Vi sonreír a Saori ante las palabras de Abel, en los ojos azulinos del Dios pude ver que estaba embelesado con Saori, no cabía duda se había prendado de ella. No era muy difícil adivinar porqué resultaba tan natural ese hecho ya que los Dioses de la mitología griega acostumbraban unirse con los de su propia sangre.
Con pesar observé como los dos se adentraban en la mansión, tomados de la mano, sin apartar la vista el uno del otro. Saori ni siquiera volteó a vernos.
Los caballeros del sol fueron detrás de ellos y yo me dejé caer al suelo sin más. No opuse resistencia alguna cuando mis amigos me llevaron a rastras a mi departamento y no hable durante el camino, no había necesidad de ello, además de que tenía la sensación de haber perdido la voz. El choque de sentimientos se debatía en mi interior.
Al llegar al departamento, Shun comenzó a curarme y colocó vendajes en mi cabeza. Ninguno hablaba, y deseaba que nadie lo hiciera.
— ¿Te sientes bien Seiya? —me preguntó el caballero de Andrómeda aunque sabía que no iba a responder así que prosiguió—. ¿Qué estará haciendo Abel en la tierra?
— Igual que Saori es la reencarnación de Athena, el tal Abel en el pasado era uno de los Dioses que reinaba en esta tierra —comenzó Shiryu—. Si Abel ha renacido nuevamente en el presente entonces ellos dos son hermanos, son los hijos de Zeus.
— Por eso sentí algo sagrado entre los dos, algo en lo que no pude penetrar, algo misterioso y divino —narró Shun.
— ¿Acaso eso significa que no podemos hacer nada al respecto? —intervine impotente —. No puedo creer que esto sea nuestro fin —dije con pesar agachando la cabeza.
— Es como Afrodita dijo ya no somos necesarios —dijo tranquilamente Hyoga.
— ¡No digas eso Hyoga! —le contesté lanzándome de coraje hacia donde se encontraba mi amigo.
— ¡Seiya! —exclamó Shun tratando de detenerme, pero yo ya había agarrado a Hyoga por el cuello de su playera. Jadeé del enojo que sentía pero Hyoga no se inmutó ante mi reacción, simplemente me tomó por las muñecas y siguió hablando con su tono tranquilo pero visiblemente triste.
— Sólo digo la verdad, tú también lo escuchaste Seiya la misma Saori dijo que no nos necesitaba. La Saori que hoy te vio humillado con la cabeza en el piso no es la Saori que nosotros conocemos ni por la que hemos luchado durante todo este tiempo —tenía razón, esa no era la Saori que conocíamos—. Como Shun dijo ella al igual que Abel son personas diferentes ya no son iguales a nosotros. Son Dioses pertenecen a un mundo diferente al nuestro. —Hyoga bajó mis puños con suavidad y me soltó.
— No lo entiendo… no lo entiendo… —exploté mientras sentía como las lágrimas comenzaban a correr por mis mejillas—. ¡No lo entiendo! ¿Entonces para que o por qué hemos estado peleando hasta ahora? —lancé la pregunta, desesperado, esperando a que alguno de ellos pudiera explicármelo pero ninguno contestó porque nadie tenía la respuesta — ¿Por quién peleaba? —dije para mí, me limpié las lágrimas y salí corriendo del departamento.
Mientras me alejaba escuché la voz de Shun llamándome, pero no iba a regresar, en esos momentos lo único que quería era estar sólo, llevar mi pena que en cierto modo era diferente a la de ellos en solitario.
Corrí y corrí por el muelle hasta que no aguanté más y detrás de unas bodegas en donde los barcos guardan su mercancía, me desmoroné en llanto.
Me negaba a aceptar que Saori se hubiera ido, que ya no nos necesitara. No podía estar sin ella, sin Athena por la que había jurado dar mi vida si fuese necesario, pero sobretodo sin Saori.
— ¿Qué voy a hacer ahora? Sin ella… —pensé sin molestarme si quiera en limpiarme las lágrimas. Mi vida pertenecía a Saori, estaba seguro de ello y ahora que nos había dejado, todo mi mundo carecía de sentido.
Permanecí un buen rato ahí hasta que pude tranquilizarme y decidí volver a casa. Comencé a correr de nuevo para poder alcanzar a mis amigos cuando un escalofrío recorrió mi cuerpo.
Lo supe enseguida y se me erizó la piel; el cosmo de Saori me decía adiós con dulzura.
— ¡Saori! —grité ante tal sensación. Tropecé con una cuerda que sostenía una lancha del muelle, caí sentado y así me quedé. El cosmo de Saori había desaparecido por completo después de decirme adiós. Las lágrimas aparecieron nuevamente—. ¡Saori! —. Grité al cielo mientras por dentro una parte de mí moría con ella.
Notas de la Autora: Este fic tiene 2 propósitos. El primero es que, Suki y yo entramos a un intercambio navideño y para mi suerte me tocó ella como amiga secreta (a voces xq se lo dije ajaja) y todo fue gracias a que ella me echó la sal pero bueno. Mi Suki este es tú regalin espero que te guste tanto como a mi y perdona si hay algunas fallas ajaja tu estuviste presente cuando lo estaba escribiendo y si fue en la madrugada xD, al principio había escrito algo más pero como no me gustó lo borré de tajo y volví a comenzar xD. Segundo... !Me moría de ganas por escribir algo de la peli de Abel! Y es que amo esa película, amo el dibujo de Saori específicamente en esa película (y miren que la diosa no es de mis favoritas xD) y amo como Seiya casi se nos muere al ver a Saori con Abel juju, ah! y amo el ending, Dios es precioso!
En fin, queda un capítulo más que postearé mañana para hacerla algo de emoción.
P.D: ¿Se han dado cuenta que últimamente todo lo que escribo es en primera persona? pff! ¬¬ Suki90 eres la culpable! pero te quiero! FELIZ NAVIDAD!
