Un nuevo fic, una nueva aventura. Esta vez sobre Rollo y Gisla. Un verdadero choque de personalidades con formas muy diferentes de percibir el mundo. Veremos hacia donde nos va llevando la historia, acompañadme.
Aquí comienza. Disfrutad
"Oh Rollo. Si realmente supieras lo que los dioses te deparan, bajarías a la playa y bailarías desnudo de alegría" le dijo el vidente al hermano de Ragnar.
"Un oso se casará con una princesa…. Y tu estarás presente en la ceremonia"
...
Gisla se levantó de la silla forrada en cuero y acercándose al ventanal observó desde lo alto la ciudad.
Siendo como era día de mercado apenas había puestos con mercancía y mucho menos compradores.
Donde antes todo era bullicio y vendedores anunciando a viva voz nueces, granadas, especias y sedas ahora apenas se malvendía pan duro, vino aguado y coles.
Bajo la silueta que dibujaba a lo lejos la basílica de Saint- Denis pequeñas columnas de humo se alzaban fundiéndose con el cielo plomizo de París. En cada uno de esas casitas de las que provenían, familias subsistían acurrucadas al calor del hogar, intentando sobrevivir a ese invierno, ese duro y cruel invierno que les había caído encima.
Copos de aguanieve azotaban la cristalera dejando un surco de agua que le impedía la completa visión de la estampa. ¿Qué castigo les había enviado Dios? Hambruna y frío. Esa mala gente había asolado y saqueado sus pueblos y aldeas. Quemado sus campos de cultivo dejando la tierra yerma, sin vida. Y pese a todo lo peor no había sido el desaliento físico tras la batalla, sino la sensación de desprotección de los campesinos, viéndose sin una muralla lo suficientemente fuerte tras la que refugiarse y no verse expuestos.
Con ese decaimiento moral que pesaba más que una losa, el invierno más duro de los últimos años acabaría matándolos de hambre. Y sin embargo - Gisla dio un respingo- qué ironia, el invierno es lo único que nos mantiene a salvo de otra invasión de esos salvajes.
- Las torres defensivas estarán situadas a cinco millas de distancia de Rouen en ambas orillas del Sena. Será preciso fortificar Beauvais y Meaux. Chartres debe ser amurallada de inmediato…- dictaba al escribiente el Conde Odón desde uno de los extremos de la gran mesa de roble.
Roland, su querido Roland, siempre tan discreto, asentía. Al percibir que su atención estaba fijada en él, levantó la mirada de entre los pergaminos desperdigados dedicándole una sonrisa forzada. Parecía resignado. Ambos sabían que en el fondo, amurallar significaba apuntalar con madera y que ni de lejos se podrían construir todas las fortificaciones estipuladas.
El otro, el salvaje, con el cabello recogido y ataviado en pieles, indicaba con aspavientos enérgicos sobre el mapa los lugares donde debían edificarse las torres defensivas. La princesa lo estudió durante unos instantes…Si, muy bien- pensó tensando los labios con acritud para no interrumpir al conde que seguía recitando las medidas de protección aprobadas por el consejo- pero hemos tenido que entregar siete mil libras de plata a tu pueblo y no tenemos con qué costearlas.
Ese fue tu Danegeld, el tributo que tuvimos que pagar a cambio de nuestra libertad- Gisla se palpó la cicatriz del cuello. Y yo soy parte de ese Danegeld, ¿no, Rollo Ganger?...¿Qué es lo que realmente quieres?
