Esta sidestory se desarrolla durante el episodio 36 del anime.
Sidestory 1
Disyuntiva
El Santuario (específicamente, la alcoba del Patriarca)
Despertó de un sueño inquieto que había durado mucho más de lo normal.
¿Cuánto tiempo lo había hecho dormir Arles esa vez? Se sentía como si hubiera perdido contacto con la realidad por mucho tiempo.
Estaba de pie junto a una ventana en su habitación, así que se asomó de inmediato y miró hacia el cielo. Al calcular la fecha por la posición de las estrellas comprobó que hacía por lo menos dos meses que su lado maligno lo había encerrado dentro de sí mismo. ¿Cuántos habrían muerto durante ese tiempo?
-Gente de poca importancia –resonó la voz de Arles-. Si no fueron capaces de sobrevivir, fue porque merecían morir.
Pasarían meses antes de que Saga supiera que entre esa gente de "poca importancia" estaba Geist.
No necesitó mirar el espejo más cercano para saber que Arles estaba ahí. Arles siempre estaba ahí. Pronto olvidaría cómo era su verdadero aspecto.
-No seas tan melodramático –gruñó Arles, siempre rápido para leer sus pensamientos. ¿Por qué ese demonio podía leer su mente y él no podía hacer lo mismo?-. Porque no tienes el don. Nuestro padre te lo dijo muchas veces.
-No hables como si fuéramos hermanos. Shion no te engendró a ti.
-Pero me ayudó a nacer cuando prefirió a Aioros por encima nuestro cuando quiso nombrar un heredero. En cualquier caso, tengo los dones que te reprochaba no tener. A veces creo que yo soy el hijo que él esperaba tener en lugar tuyo.
-Basta, no quiero escuchar eso de nuevo.
-Como quieras, de todos modos será mejor que bajes un poco la voz, no creo que logres despertar a nuestro invitado, pero sí podrías perturbar su sueño.
Saga miró hacia la cama. Entre mantas y almohadas podía distinguir una cascada de rizos. Cabello muy claro. Inconfundible.
¿Afrodita estaba ahí y sus voces no lo habían despertado?
Uno de sus grandes temores retorció una garra helada en su corazón. ¿Era ese por fin el día en que Arles lo había matado?
-¿Qué le hiciste? –preguntó Saga, sin dejar traslucir ninguna emoción, aunque sabía perfectamente que era imposible ocultarle nada al monstruo que compartía su cuerpo.
-Nada esta vez –Arles le devolvió una sonrisa torcida-. Tiene problemas para dormir luego de cada misión "especial", por eso cuando llegó no le di tiempo de echarse a llorar y le administré un sedante suave, solamente está dormido. Cuando despierte estará fresco y descansado. ¿Creíste que le haría daño sin motivo?
Saga guardó silencio, lo cual era una respuesta suficiente para Arles, que sacudió la cabeza, irritado.
-Hace mucho que no tengo quejas contra Lucien. No ha vuelto a discutirme una orden y se esfuerza tanto por complacerme que a ratos hasta me da pena. Puedes estar tranquilo, no he tenido que lastimarlo desde la última vez.
-En otras palabras, lo mantienes aterrorizado.
-Yo no diría eso. Es cierto que se angustió bastante entonces, pero le expliqué por qué tuve que castigarlo, comprendió y corrigió su comportamiento. No ha vuelto a darme un disgusto desde entonces.
-Lo estás destruyendo. Cada vez que lo envías a asesinar a alguien matas un poco de su alma, una parte de lo que…
-¿De lo que lo hace especial? ¿O ibas a decir "de lo que lo hace humano"? Tonto, nuestro Lucien no es una delicada flor, es mucho más fuerte de lo que piensas y, si no te empeñaras tanto en darle una protección que ni pide ni necesita, te darías cuenta de su verdadero valor. ¿Quieres que te lo demuestre?
-¡No! ¡Déjalo en paz!
-¿Que lo deje en paz? Hay cosas urgentes que debemos atender sin que nos estorben tus escrúpulos innecesarios. El asunto de los amigos de Atenea, por ejemplo. He podido averiguar que el Pegaso de Bronce está hospitalizado. Deberíamos enviar a alguien para que nos libre de su fastidiosa existencia… ¿Sabes qué, Saga? Ya que fuiste tú quien lo protegió para que pudiera obtener la armadura, voy a permitir que elijas quién se encargará de matarlo: Lucien o Aioria. ¿A cuál escoges?
-¿Por qué uno de ellos? Si quieres que muera, Shaka puede hacerlo. O Shura. Incluso Milo.
-Cierto, ninguno de ellos haría preguntas y se limitaría a cumplir la orden, pero estoy tratando de demostrarte un punto. Me irrita profundamente lo mucho que te esfuerzas por ponerme trabas, cuando lo único que intento es ayudarte. Primero te las arreglaste para conseguir que Aioria permaneciera en la Orden a pesar de que todos habrían estado de acuerdo si el Patriarca lo hubiese enviado lejos. ¡Hasta habría sido mejor para él! El pobre no hubiera sufrido tanto. Sigo pensando que debimos enviarlo a estudiar a Suiza, como propuse, a estas horas tendría una profesión y una vida en el mundo exterior y…
-Su lugar es en el Santuario.
-¿Eso crees, Saga? A mí me sigue pareciendo un paria, al que tendré que hacer "desaparecer" cualquier día de estos.
-¡No!
-Admite de una buena vez que no lo retuviste aquí porque fuera lo mejor, sino porque eres demasiado egoísta como para dejar ir al único recuerdo que te queda de tu amigo Aioros.
-Basta.
-De acuerdo, ya trataremos después el resto de la lista de las veces que has intentado estorbarme. ¿Lo enviaremos a él o a nuestro Lucien?
-¿Por qué quieres que vaya uno de ellos?
-Para ponerlo a prueba, obviamente.
-¿Otra vez? Han pasado todas tus pruebas…
-Hasta ahora. Nos traicionarán cualquier día de estos. Como nuestro padre… como Kanon… Solo dales la oportunidad y lo harán. Así son los humanos.
-¿Entonces, para qué someterlos a pruebas? ¡Deberíamos alejarlos más bien de las tentaciones!
-¿Para que nos atrapen desprevenidos cuando llegue el momento de clavarnos un puñal en la espalda? No, Saga.
Era inútil tratar de razonar con Arles. Su paranoia estaba por encima de todos.
Saga guardó silencio y se concentró en Afrodita.
El Caballero de Piscis todavía estaba vestido y maquillado. ¿Un "sedante suave", había dicho Arles? Por lo visto, no se había molestado en advertirle que le daría algo para ayudarlo a dormir, porque Afrodita no parecía haber tenido tiempo para prepararse para ir a la cama.
Ya hacía años que en esa habitación había tantas o más cosas de Afrodita que suyas, fue cuestión de unos minutos ponerle una pijama y limpiarle el rostro de maquillaje. Mientras cepillaba el cabello del durmiente (para trenzarlo y prevenir que lo encontrara lleno de nudos al día siguiente) no dejaba de pensar con rencor en la forma en que Arles estaba poniendo "a prueba" una y otra vez a sus protegidos. Afrodita era el más devoto de sus seguidores y Aioria era inocente de toda culpa… ¿Un "sedante suave"? Miró con inquietud a Afrodita, que seguía profundamente dormido a pesar de todo el movimiento e incluso de la toalla húmeda con la que le había limpiado la cara. ¡Eso tenía que haber sido un narcótico potente!
-¿Debo vigilar por si deja de respirar de repente? –casi gritó, aterrado.
-De acuerdo, tal vez fue un poco más fuerte de lo necesario –admitió Arles, contrariado-, pero no le hará daño…
-¡¿Y eso cómo me lo aseguras?!
Por primera vez (¿o quizá su angustia le hacía imaginarlo?) pudo percibir algo cercano a una emoción por parte de su otro yo. Algo que se sentía como angustia.
Saga no se dio cuenta en ese momento, pero mientras contemplaba alarmado a Afrodita y temía por la vida del Caballero de Piscis, su cosmos había empezado a elevarse. Eso era algo que Arles no había presenciado desde la muerte de Kanon. Había llegado a creer que era imposible, y comprendió entonces que no le convenía jugar con la vida de los protegidos de Saga, por mucho que desconfiara de ellos. Sería mucho peor que el débil y llorón Saga encontrara en la muerte de uno de ellos las fuerzas necesarias para rebelarse en su contra.
-Está bien, deja de hacer drama. Te digo que no fue una dosis tan fuerte, tienes que tener en cuenta que él regresó agotado.
-No te creo…
-Quédate con él unos días y compruébalo, entonces.
¿Era una oferta?
-¿Cuál es el precio? –preguntó Saga, desconfiado. ¿Unos días en control? ¿En serio Arles iba a arriesgarse a que intentara deshacer alguna de sus maldades?-. ¿Estás empeñado en que sea Aioria el que ejecute a Pegaso?
Ares guardó silencio un rato y, finalmente, suspiró con una resignación que a Saga le pareció totalmente falsa.
-Con tal de que dejes de lloriquear, pase. Ninguno de los dos. Tan pronto como sea de día le diré a Milo que se encargue y luego te dejaré pasar tres días completos con Afrodita para que te asegures de que no me excedí con el sedante. ¿Será eso suficiente para que dejes de atormentarme con tus quejas por un tiempo?
Ahí había gato encerrado, pero Saga estaba lo suficientemente desesperado como para aceptar.
En cualquier caso, era la primera vez que Arles cedía en algo desde su primera manifestación, cuando lo obligó a alejarse del Cabo Sunión en lugar de rescatar a Kanon antes de que la marea superara la altura de un hombre.
-Está bien –murmuró.
Abrazó a Afrodita y vigiló su respiración hasta que el sueño lo venció. El aroma a rosas que acompañaba siempre al Caballero de Piscis alejó las pesadillas por esa noche y por las noches siguientes.
En algo tenía razón Arles la siguiente vez que discutieron. Realmente intentó darle a Milo la orden de acabar con Seiya, ¿cómo iba a adivinar que Aioria se presentaría como voluntario?
Fin
