Disclaimer: ¡Oh derechos, derechos, grandes derechos! ¿Quién fuera Cassandra para beneficiarse libremente de ellos? Yo no, por supuesto.

-…-…-…-

Pelo negro y oscuro, de un color tan contradictorio a una cándida y luminosa alma que brilla por su humildad. Ojos azules, celestiales, de una mirada que le traspasa de parte a parte. Piel tersa, suave, y cicatrizada, que huele a peligro, a frescura… a hogar.

Alexander. Una palabra tan pequeña, tan breve, que sin embargo significa lo más grande que jamás ha conocido, y cuyo amor ha tenido la inmerecida suerte de ser completamente suyo, entero…, complementario.

Nueve son las letras que conforman su nombre, nueve las semanas que ha esperado hasta tenerle. Alexander, son esas nueve letras que su lengua no se cansa nunca de pronunciar. Un nefilim que es su método de volver a sentir, de reconciliarse con un mundo hostil del que se había empezado a aburrir.

Alexander. La chispa que alumbra su persona, que consigue ponerle del revés, que logra que tantos siglos y siglos de existencia se borren con tan sola una de sus contadas y deslumbrantes sonrisas. Alexander. A quien mira dormir, tan plácido, tan tranquilo e inocente como uno de esos ángeles que tiempo atrás le cerraron la puerta, pero que él tanto venera.

Sí, asusta lo mucho que en tan poco tiempo se puede sentir por alguien que es casi un extraño, pero que sin embargo, desde el primer momento no siente, para nada, como un desconocido. Porque sí, quiere abrazarlo, arrullarlo, besarlo. Quiere ser su respiración, el motivo de sus enfados, la razón de sus latidos, el sí de sus gemidos.

Alexander. Nueve letras que nunca abandonan su mente, que vibra en su pecho, que calienta y congela, a partes iguales, su aliento.

Saborear su cuerpo, es alcanzar la gloria por los labios. Le abraza con fuerza, queriendo sentirle lo más cerca posible. Le susurra al oído, cosas que ha dicho a menudo por siglos, pero sólo ha sentido únicamente por él, por la persona que ahora mismo tiene amorosamente apretada entre sus brazos.

Recorre su cuerpo con temblorosos dedos, palpando su cicatrizada piel. Tiene miedo de despertar, y comprender que todo es producto de su cruel e incansable imaginación. Pero no, porque el imaginado Alexander es tan sencillo, tan inseguro, tan principiante, tan apasionado, tímido y entregado, que casi no aguanta el impulso de gritar, agradecido, a los cielos lo maravillosamente imperfecto, y por lo tanto lo accesible y real que es, aun sin dejar de ser un ángel que luce, incandescente a su lado, sin nunca ser consciente de serlo.

Alexander. De nuevo nueve letras que recogen de lejos la esencia de la única persona que logra hacer de su magia, una mera lluvia de chispas… algo insignificante, porque la auténtica magia, Magnus lo sabe muy bien, siempre ha sido y será él, su Alexander…, su Alec.

-…-…-

NT:

Decir que adoro a esta pareja, sería decir bien poco. Por primera vez, un autor de renombre se atreve a escribir una historia de amor homosexual, en una literatura juvenil. ¿Y saben qué? ¡El Malec ha sido todo un acierto! De verdad. Cassandra se arriesgó mucho con ellos, pero Magnus y Alec hacen de un riesgo un soberano placer.

Sí, sin duda alguna, ellos dos son lo mejorcito de ese mundo cazador.