Hellsing no me pertenece.
Sigo con mi tradición de escribir cuando estoy molesta.
Os escucho sin levantar la vista de los documentos, sabiendo perfectamente lo que hacéis y de lo que habláis.
Ambos, tu y tu draculina os entendéis a la perfección, por mucho que lo niegues, por mucho que te jures mi mas fiel sirviente yo lo se, te encanta estar no solo con ella, si no con los miembros puros de tu especie. En el fondo te encanta rodearte de tus iguales.
En aquel momento sentía ganas de ordenarle que solo se fijara en ella, que no estuviera con nadie mas, porque podía, era su sirviente y tenia que obedecerla, pero prefería no demostrar ninguna debilidad y hacer como que nada de aquello le importaba.
Dejó los documentos sobre su mesa y se levantó molesta saliendo de su despacho. Victoria parecía preocupada por ella, lo veía en sus ojos. Empezaba a odiar a aquella draculina. Alucard solo sonrió, de aquella forma, de la forma en que la dejaba claro que sabia lo que estaba pensando.
Tras el portazo salió tras ella.
-Solo tienes que pedírmelo, si me lo pides te convertiré en mi igual.
-No –fue su respuesta automática, lo contesto sin pensarlo porque si lo pensaba con seriedad podía dudar.
En ocasiones como aquella realmente le odiaba, habría disfrutado disparándole balas de plata bendecida, que no habrían acabado con él pero que probablemente le dolerían o eso esperaba.
El vampiro solo rió.
-Como desee, mi ama –y se alejó volviendo de nuevo al despacho de su ama.
A veces realmente odiaba todo aquello.
