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Escribí esto hace poco... y luego me di cuenta de lo parecido que era a un cuento que había escrito en las vacaciones. El tema era el mismo, la eternidad, aunque tratado de manera diferente (aquí es el amor, allá la espera). No me gusta repetirme! Y, sin embargo, no puedo evitar querer publicar este fic en algún lado... mi primer Harry/Draco!

Eternamente

Te odié durante mucho tiempo. Te odié, después te amé, y te odié de nuevo. A quién le importa la diferencia; venía todo junto cuando te entregaste a mí por primera vez. Me besabas porque no había nadie más a quien besar, eso fue algo que me aclaraste siempre, causándome un dolor insoportable. Te encanta hacerme sufrir, no lo puedes negar...

Pero no puedo dejarte. Cada noche vengo a tu encuentro, me siento a tu lado, acaricio tu pelo rubio con cierta desesperación. A veces me dan ganas de clavarte un cuchillo muy filoso, de hacerte gemir de dolor y vengarme del tormento que me has inflingido durante tantos años. Otras, cuando pareces un ángel caído del cielo, busco la sonrisa de ternura y sumisión que nunca pude recibir. Incluso hay veces en las que me gustaría morir de nuevo, para verte llorar otra vez.

Porque tú nunca lloras. Me sentí realmente eufórico cuando vi una lágrima recorrer tu pálido rostro en mi funeral; como si estuvieras demostrando que sí me querías, que sí te importaba. Fue sólo una, llena de ironía e hipocresía, y sin embargo me sentí bien. No me importó haber muerto, tampoco el dolor que vi en los ojos de mis familiares y de mis escasos amigos. Solo tú, tú, tú.

Fueron varias las razones por las que me suicidé. Tú, en primer lugar, que llenabas mi corazón de esperanza y luego me tirabas al basurero. Después, el simple hecho de estar enamorado de un chico. Todos en Hogwarts lo sabían, o cuando menos lo sospechaban. Burlas, insultos, era insoportable. Por último, mis amigos más cercanos, quienes me brindaron un apoyo no solo incómodo, si no también insultante.
Ah, y porque siempre quise volar sin escoba.

Me olvidé completamente de ti mientras caía, solo sentí el viento recorrer mi cuerpo a un ritmo desenfrenado, en unos segundos que parecieron prometer una vaga felicidad.
Paf

Al fin de al cabo, mi muerte no cambió mucho. Ahora no puedo darte aquellos besos sedientos de antaño, pero te sigo teniendo, y te sigo amando. Y, pase lo que pase, te amaré, aún cuando te cases, cuando envejezcas y tu cara se llene de arrugas que la arruinen por completo, cuando mueras. Ese es mi castigo por haberte deseado, por haberme cegado y olvidado de todo y todos los demás. Te amaré por el resto de la eternidad.