Disclaimer: Ni Axis Powers Hetalia ni la trilogía Dragon Keeper me pertenecen.

Advertencias: Mundo AU, un poco OoC...


Desde siempre lo único que veía eran rocas. Rocas y cielo, terreno árido que poco a poco fue azotado por el clima hasta casi convertirlo en un paisaje desértico donde casi no llovía, el viento soplaba con intensidad y el sol quemaba tanto que las pocas plantas que se atrevían a asomarse por la tierra morían a los pocos días. Pero ella ya estaba acostumbrada a esa visión.

Día a día, aquella joven muchacha se levantaba antes que el sol buscando salvar algunas cosechas de aquel terreno. Su pequeña parcela de tierra cultivable no era grande. Si ponía algunas cajas unas con otras sobre éste solamente cabrían cuatro, tal vez cinco, pero ahí cultivaba lo que necesitaba.

Hoy trataba de arrancar de la tierra algunos brotes de cebolla. El amo le había pedido –no, más bien exigido- cebolla para sazonar su comida, y ella no tenía más remedio que obedecer. Era la única razón por la que se encontraba escarbando con su cuchillo en la tierra congelada, esperando extraer algunas pocas. El trabajo era duro y con el sol escondiéndose en el horizonte, peligroso. Resignándose a un castigo, recolectó algunos de los tallos con la esperanza de que éstos proporcionaran el sabor que el amo pedía y se dirigió de vuelta al palacio.

La chica camino por los caminos mal mantenidos que la guiaron por jardines descuidados y algunos edificios llenos de maleza. Pronto, los caminos que subían y bajaban la guiaron hasta un imponente palacio de piedra que se erguía justo en la cima de las montañas de Huanglin. Era el lugar más alejado del imperio, el limite occidental del imperio Han. El emperador lo había mandado construir para que el mundo viera que tan lejos llegaba su dominio. Pocas personas eran los que lo llegaban a ver debido a la lejanía de este, pero para ella, que había habitado toda su vida ahí, era lo único que conocía.

Pasó de largo la majestuosa entrada al palacio para dirigirse a una de las cocinas por las que accedía siguiendo un camino oculto lateral al edificio. Agregó los tallos de cebolla al guiso del amo y esperó pacientemente a que hirviera. Sin perder tiempo, comenzó a limpiar lo que había ensuciado. En cuanto llegó a un punto al hervir, decidió que era hora de llevárselo al amo. Vació en un cuenco la sopa que había preparado con anterioridad, en un plato, el guiso de cebolla y en una jarra un poco de vino de las reservas y se apresuró para llevárselos a los aposentos del amo.

El amo Lan era un hombre gordo de edad aunque aún poseía sus cabellos oscuros, no como Lao Ma, la sirvienta del palacio, cuyos cabellos se encontraban totalmente blancos. Al amo Lan le habían encomendado la tarea de vigilar y proteger todos los tesoros del palacio de Huanglin pero con el tiempo éste se había vuelto perezoso, dejando cada vez más su trabajo y su propia manutención personal a la niña, una esclava que había comprado hacía años. Al menos eso es lo que le había comentado el amo, ella no recordaba haber tenido una vida antes de llegar al palacio. Para ella, todas sus memorias siempre habían sido de aquel lugar, trabajando para sobrevivir.

Llegó a una pequeña casa fuera del palacio, donde residía el amo. Pese a que él decía que era una pocilga, para ella siempre fue todo un lujo. Tenía techo de teja, paredes de piedra, una chimenea que mantenía el lugar caliente, una cama de seda… ella dormía en un lecho de paja dentro de los chiqueros. Abrió la puerta con cuidado de no tirar nada y se topó con una imagen nada rara. Amo Lan tirado en su cama, con jarras de vino vacías a su alrededor y manchas de éste en sus ropajes. Pese a que no era muy noche, ya estaba en total estado de ebriedad. La chica se apresuró a dejar la cena y retirar los tratos sucios sin hacer ruido, pero eran demasiadas jarras vacias. Tuvo que hacer varios viajes para sacarlas todas sin romper alguna. En el último viaje, solo llevaba los trastos de la comida pasada, cuando un ruido la desconcertó.

–Tu, esclava…– Amo Lan la llamó, haciendo que tirara los platos. –Que inútil. Por eso me costaste tan barata.

La muchacha se limitó a hacer una reverencia y se apresuró a recoger.

–¿Ya te encargaste de eso?

–No Amo Lan. Lo haré enseguida.

–Bien. Ahora vete. –Amo Lan prosiguió a su tarea de seguir bebiendo, dejando la comida intacta.

Actuando de forma rápida, ella salió de la habitación con los últimos platos sucios de comida. Después de lavarlos, secarlos y guardarlos en las alacenas de los sirvientes, la muchacha tomó un plato de estofado que había preparado desde en la tarde y tomó un camino que se dirigía a la parte posterior del lugar, donde vivían los animales.

Los cerdos saltaban al verlos, la cabra se le acercaba para que le acariciara la cabeza, los pollitos la seguían por si ella les arrojaba migajas de pan, pero esta vez ella no iba a atender a los animales que les ayudaban a ella y a los demás sirvientes a sobrevivir. Los pasó de largo, eventualmente estos desistieron de tratar de llamar su atención, y continuó hasta el final del camino. Un gran arco con una puerta de hierro oxidada se erguía al final, empotrada a una de las laderas de la montaña. Sacó una llave de entre sus ropas maltrechas y la uso para abrirla. La cerradura cedió y la puerta se abrió con un rechinido dejando salir aire pesado, como si hubiera estado encerrado mucho tiempo. Un largo pasillo se extendía hacía abajo, totalmente a oscuras.

La chica caminó hacia abajo, había escaleras al inicio del recorrido pero después era suelo rocoso, resbaloso en algunos lugares, pero el pasillo era lo suficientemente estrecho como para sostenerse de las paredes. Sus ojos ya se habían acostumbrado a la oscuridad y eso también le ayudo. Siguió avanzando lentamente con el plato de estofado en la mano.

Un par de kilómetros hacia abajo el pasillo de pronto se abrió formando una especie de cueva. Una gran reja, también de hierro oxidado, dividía la cueva en dos: el pequeño pasillo más una pequeña parte del cuarto y el resto de este. La chica no tenía la llave para abrir esa reja, así que solamente se acercó a ella. Cerca de la puerta, había otro cuenco con el estofado intacto. Ella bufó molesta.

–Que desperdicio de comida. –Miró hacia dentro de la jaula. Pese a que estaba oscuro pudo ver dos grandes bultos dentro de ella, pero estos no se dignaron a dirigirle ni la mirada. –Bestias malagradecidas. Creo que les daré más comida cuando se terminen la que ya tienen.

Sin decir más, ella regresó por donde vino, cerrando la gran puerta del arco cuando salió. Se dirigió a los aposentos del amo. Para estas horas, ya estaba más que dormido, así que se sentó cerca de la chimenea a disfrutar su cena, el estofado.

Después de eso, tomó todos los trastes sucios de ambas cenas y regresó una vez más a la cocina a lavar. Al terminar fue a su cama de paja, en el chiquero de los cerdos. Se acostó en ella y se acurrucó para disfrutar de un merecido descanso después de trabajar todo el día. No tardó mucho en quedarse dormida.


¡Hola todo el mundo!

Tenía muchas, muchisimas ganas de hacer esta historia. Esta basada en uno de mis libros favoritos, la trilogía "Dragon Keeper" de Carole Wilkinson. No pretendo lucrar con su creación. Debido a que la historia se basa en el continente asiático, los personajes que mas usaré serán estos mismos. Les pido paciencia porque es la primera vez que hago una historia con ellos y no se muy bien como controlarlos. Pero tratare de colar a otros personajes si es posible. Los iré describiendo conforme vayan saliendo.

Bueno, ¿que les pareció? Al igual que mi otra historia "El camino hacia el Dorado" no estará totalmente basado en el libro, cambiare varias cosillas pero espero sea de su agrado.

Bien, nos seguiremos leyendo. un saludo.