Hola a todos. Esta historia no será una historia. Sera una serie de 7 viñetas que se centraran en los días en que nacieron los príncipes y princesas de Westeros, la descendencia del rey Aegon VI (ALIAS JON SNOW). En esta versión de esta historia se descubre la verdad acerca de los padres de Jon (suponiendo que R+L=J) poco antes del inicio de la historia. Jon no va hacia el muro, sino hacia Essos y, tras pasar un tiempo ahí, reúne un ejército y, al enterarse de la verdad de su ascendencia decide hacer un embate por el trono de Hierro. Tras mucha lucha, finalmente logra reunir a los siete reinos y elije tomar por esposa a su prima, Sansa Stark.

Bien, ya están advertidos de las cosas que van a encontrar si siguen por aquí. Quien quiera quedarse, bienvenido sea. Quien no quiera, le deseo lo mejor y que le vaya bien.

Aviso: Todo lo que puedan reconocer del Mundo de Hielo y Fuego pertenece al genio de George R.R. Martin. Yo solo los uso para entretenerme y tratar de entretener a otros.

Capitulo 1: El príncipe de Rocadragón

304 D.C.

Estaba nervioso, esa era la verdad. Ya lo había estado antes; cuando lucho contra los Baratheon y los Lannister, cuando fue coronado, y cuando llegó la hora de consumar su matrimonio, pero con los dioses como testigos, JAMÁS había estado tan nervioso como en ese momento.

La causa era sencilla. Al otro lado del pasillo donde se encontraba, detrás de una puerta de roble no lo suficientemente gruesa, su esposa estaba dando a luz a su primogénito. Los gritos de dolor de la mujer más importante de su vida ya eran bastante malos por si solos, pero sumados a los gritos ininteligibles de las parteras creaban una sensación de estrés que lo estaba ahogando de preocupación.

Los guardias que estaban en el pasillo con él se mantenían más calmados, lo que le causaba envidia y rabia al mismo tiempo, pero a pesar de todo su parte racional no le permitía hacer nada radical, como empezar a gritarle a ambos que dejaran de estar tan calmados mientras él se moría de nervios.

También estaba preocupado; preocupado porque su hijo pudiera nacer con alguna complicación, porque su esposa pudiera sufrir algún daño permanente por este parto que, a su juicio, llevaba demasiado tiempo. Y si bien tenía el control suficiente para no exhibir sus nervios empezando a caminar en círculos por el pasillo ni tirándose el cabello como si se lo fuera a arrancar, estaba a punto de olvidarse de todo y mandar al primero que tratara de calmarlo a cuidar a Camaegor y a sus hermanos.

Por fin (después de lo que pareció un siglo) la pesada puerta se abrió y una de las jóvenes que asistían en el parto (una muchacha de cabellos rubios y ojos marrones) salió y, luego de una reverencia, hablo:

"Su Alteza, la reina ha dado a luz".-Una sonrisa se abrió paso en el rostro de la chica antes de pronunciar las siguientes palabras- "Un varón, sano y robusto".

En ese momento, no pudo aguantar más. Todo el alivio porque el parto había ido bien, porque su esposa estaba a salvo, porque su hijo estaba sano lo inundo. Sumado a la alegría que le daba tener un hijo, fue suficiente para que el rey esbozara una sonrisa de oreja a oreja. Sin querer esperar ni un momento más, camino a zancadas hacia la habitación dónde se encontraba su mujer.

Estaba en la cama, algunos de sus cabellos empapados de sudor cubrían su frente y todo su rostro, sus mejillas aún estaban algo rojas por el esfuerzo de dar a luz a su hijo, y su cuello y todo su rostro estaba empapado de sudor, pero nunca se había visto más hermosa que en ese momento.

"Mi Reina".- dice, aguantando las ganas de abrazarla y besarla hasta que olvidara hasta su nombre.

"Mi rey".-le respondió. Hasta su voz sonaba cansada, pero la sonrisa en su rostro daba la sensación de que todo estaba bien en el mundo.

Se acercó a su cama y, sentándose en la orilla, le aparto con cuidado los mechones de cabello que cubrían su hermoso rostro. Ninguno dijo nada, no hacían falta palabras, solo se quedaron mirándose a los ojos uno al otro, sintiendo que este era un nuevo comienzo para ambos. La habitación podría haberse derrumbado y ninguno se habría dado cuenta.

Después de lo que parecieron horas (sin embargo bien podrían haber sido solo unos minutos, aunque eso no le importaba a ninguno de los 2) sus miradas debieron separarse para prestar atención a la partera, que acercándose hasta estar a solo un par de pasos de distancia, hablo con voz tranquila:

"Mi rey, la reina y el joven príncipe se encuentran en perfecto estado, pero la reina necesita estar despierta una pocas horas más antes de dormir, para estar seguros de que ha superado cualquier posible complicación del parto".

Dándole una sonrisa suave, asintió al tiempo que le contestaba: "Entiendo".-Luego dio una mirada alrededor de la habitación, al tiempo que se dirigía a las demás mujeres que en ella se encontraban- "Les agradezco su asistencia a mi esposa en su momento de necesidad, pero ahora quiero un momento a solas con ella. Todas retírense".

Todas las mujeres excepto una hicieron una reverencia y empezaron a caminar hacia la puerta, algunas con objetos en las manos; unas sábanas ensangrentadas, una charola con agua y un trapo, y otra con una bandeja que tenía varias pócimas para ayudar en el parto. Claro que ninguno de los monarcas estaba prestando atención a ese tipo de detalles; su atención estaba capturada por un bulto en manos de la única mujer que aún no se dirigía a la puerta de la habitación. Pero, tras un breve asentimiento y un gesto de la mano, ella se acercó a la cama, dejo el bulto de mantas en los brazos de la reina y, tras una reverencia, se apresuró a seguir a las otras fuera de la habitación.

Finalmente solos, el rey retiro con cuidado las mantas con su mano derecha. Debajo, una carita rosada y con mejillas regordetas lo esperaba; estaba tranquilo, sus ojos cerrados, clara señal de que estaba durmiendo. Un par de manos pequeñas y con dedos regordetes estaban cerradas en puños sobre sus mejillas. Sobre su frente caían un par de mechones de cabello rubio, tan pálido que casi parecía plateado. Ni él ni su esposa tenían ese color de cabello, pero no necesitaba pensar mucho para saber a quién pertenecía. El verlo solo aumento su resolución de que nombre debía llevar su primogénito. Ahora solo debía convencer a la madre del niño de que era una buena idea.

"Es perfecto".- La voz de su esposa rompió el silencio de la habitación.

"Si, lo es".- No pudo menos que darle la razón.

Tras unos momentos de silencio, su esposa hablo de nuevo:

"Entonces, ¿cómo quieres llamarlo?".

Estuvo en silencio un par de minutos, tratando de reunir de nuevo los argumentos que había armado en su mente para convencerla, pero al final recordó que, con esta mujer en particular, siempre sirvió más ser un hombre de acción que de palabras, por lo que decidió decirlo directamente.

"Rhaegar".

Ella estuvo en silencio por unos momentos. Fue una sorpresa para él, que pensó que ella se negaría de inmediato. Pero su esposa parecía más bien pensativa, como si estuviera meditándolo. Le alegro ver que ella le daba una consideración realmente seria a su propuesta.

Estaban tan ocupados, ella pensando y el mirándola, que tardaron un momento en darse cuenta de que el bebé se había despertado, pero cuando este se empezó a remover y a dar unos cuantos quejidos en voz baja, ambos salieron del trance y centraron su atención en él. Aún tenía los ojos cerrados, pero resultaba obvio que se había despertado. Sansa, sin perder la compostura, uso sus manos, una de las cuales estaba bajo la espalda del bebe mientras la otra estaba bajo su pierna izquierda, para mecerlo (con algo de torpeza, sin duda nacida de la falta de experiencia) al tiempo que le hablaba en voz baja:

"Sssshh, tranquilo bebe, tranquilo, mama y papa están aquí, todo está bien".

No creía que fuera posible, pero en unos pocos instantes su corazón se detuvo. Dos veces.

La primera vez fue cuando la escucho hablando con tanto cariño al niño, con una dulzura en su tono que hizo que la amara aún más. Pero la segunda se sintió igual o aún más fuerte, porque el bebé, al escuchar esa voz hablándole con tanto amor, decidió abrir finalmente los ojos. Si antes pensó que el bebe se parecía a su padre, ahora lo pensó con más certeza. Un par de ojos color violeta miraron a su esposa, con tanto asombro que parecía que nunca había visto nada más hermoso (algo que tenía en común con él).

Al ver esos ojos, no pudo detener su sonrisa, que paso de ser una cariñosa a una tan grande que pudo sentir que le dolía la boca. A su lado, e igual de asombrada por los ojos del niño, Sansa esbozaba una sonrisa igual de grande.

"¿Rhaegar, habías dicho?".

"Si…. Rhaegar".

"Estoy de acuerdo".

"¿Lo estás?".

"Claro que sí. Creo que le quedará muy bien".

Ambos compartieron una sonrisa antes de volver a mirar al bebé. En los brazos de su madre, Rhaegar se revolvió lo poco que las mantas y su poco tiempo de vida le permitían. Ambos lo miraron con una sonrisa en la cara, pero al final fue él quien dijo lo que ambos tenían en mente:

"Bienvenido, Rhaegar Targaryen, príncipe de Rocadragón".

[Varias horas más tarde]

"Mi rey, aquí está lo que me pidió".- La voz rompió el silencio.

Levantó la vista. Había estado parado junto a la cuna por unos minutos, observando dormir a su hijo. A unos pocos pasos de distancia estaba la cama en la que su esposa dormía, recuperándose aún del largo parto. Junto a ella, una silla en la que había estado sentado mirándola desde que llegó de una reunión con el Consejo Privado (por mucho que le hubiera gustado olvidar la reunión y quedarse con su familia, tenía sus deberes como rey y no podía olvidarlos). Además, tanto su esposa como el bebé se habían quedado dormidos antes de que él se fuera y había sirvientes y guardias que los cuidarían mientras el no pudiera.

Pero nada de eso importaba ahora. Lo que importaba era el guardia que estaba a la puerta con una capa negra que llevaba el dragón de 3 cabezas entre sus manos. Por la forma, era obvio que había algo dentro de ella.

Se acercó con rapidez pero en silencio, no queriendo despertar a las otras personas en la habitación. Una vez en frente del guardia, extendió las manos. El hombre, sin perder un momento, depósito la capa y su contenido en las manos del monarca, y, luego de un asentimiento del rey, se inclinó y salió de la habitación, cerrando la puerta detrás de él.

Dando media vuelta, se acercó a la cuna y cuando estuvo ante ella miró una vez más a su hijo antes de desenvolver el bulto.

Un destello brilló cuando la luz que irradiaban las velas en la habitación iluminó un huevo de color dorado. A los ojos de los ignorantes, tal vez lo único más impresionante que el color seria el tamaño del huevo. Incluso él, un hombre adulto, necesitaba usar las dos manos para sostenerlo sin arriesgarse a dejarlo caer. Lo contempló por un momento, embelesado por su belleza, antes de hacer lo que había venido a hacer.

Con extremo cuidado, para no despertar a Rhaegar, colocó el huevo dentro de la cuna, apoyándolo en la esquina más cercana a la cabeza de su hijo. Luego de hacerlo, le dio una pequeña caricia a su hijo en la mejilla al tiempo que murmuraba con una sonrisa en su rostro:

"Considera esto, un regalo de bienvenida, hijo mío".

Bien, ¿qué tal? ¿Les gustó o no? ¿Lo odiaron o lo amaron? Toda crítica (constructiva) es bienvenida, así como halagos, insultos, felicitaciones y demás. Mi único requisito es este: si van a insultarme, adelante, solo no se metan con mi señora madre (es enserio, mi madre es sagrada, no hablen mal de ella, igual que yo no hablo mal de las de uds).

El siguiente capítulo ya está listo y lo subiré:

Cuando pase una semana.

Cuando reciba 5 reviews.

Lo que pase primero.

Bueno eso es todo. Les deseo lo mejor, que les vaya bien y espero leerlos pronto. Salu2.