La razón eres tú
-¿Doctor, cree que tengo algún problema?-le preguntó realmente preocupada una mujer de treinta años.
Yoh miraba el expediente, la contemplaba a ella y regresaba al cristal donde veía a Anna atender una consulta en el consultorio vecino.
-Sí, tiene un gran problema-añadió con simpleza- Pensé que se había hecho una operación para no tener más hijos.
-Y me la hice-afirmó segura- ¿Está diciendo que…
-Tiene todos los síntomas, y su barriga es algo redonda para ser simple sobrepeso-le dictó en una hoja-Le mandaré a realizar unos análisis y éste es el número de un buen abogado, por si necesita demandar a su médico.
Ella tomó la hoja de muy mala forma, esperaba no tener más embarazos, ni uno más, murmuró y maldijo el pésimo servicio del hospital. Pero Yoh realmente apreciaba cuando veía a una mujer embarazada, tenía tanta nostalgia por su Hana, a quien no pudo cuidar adecuadamente, que cuando trataba un caso así, lo sensibilizaba y mucho.
-Hágame caso, vaya al laboratorio, tómese una muestra de sangre. Verá que no es mentira-Le dijo con una tenue sonrisa que sirvió para calmarla.
-Ustedes y su estúpido servicio- reclamó mientras abría violentamente la puerta de cristal.
Yoh se llevó una mano a la cabeza y suspiró. Y también salió a tomar aire, estaba agotado de la consulta regular, que lo único que venía a su mente era soltar una serie de arrebatados insultos contra quien se cruzara en su camino. Y sorpresivamente ella lo hizo.
-¿Cansado, Asakura?-preguntó Anna tan jovial como siempre.
-Sí-afirmó sin gran ánimo.
La rubia tomó el café de su mano y bebió un sorbo antes de entregárselo nuevamente y darle unos expedientes a la enfermera de piso. Sencillamente no podía comprender cómo toda la genialidad y la buena voluntad permanecieran en el ánimo de esa mujer.
-Tus padres vienen a cenar esta noche, no lo olvides-le recordó- Es nuestro aniversario.
-Sí, claro-dijo distraído- Tengo que operar en dos horas, no sé si llegue a tiempo.
Anna acomodó su cabello en aquella cola de caballo y le miró fijamente. Algo raro tenía, estaba demasiado tenso para verse común.
-No importa, llega a la hora que mejor te acomode-le dijo finalmente- En serio, incluso si quieres ir a tomar con Horokeu, no veo problema si eso te hace sentir más relajado.
-Sí, gracias-confirmó Yoh- Pero llego a cenar, por favor, dile a Hana que no se duerma hasta que esté en casa.
-Se lo diré-afirmó ella besando su mejilla antes de marcharse al segundo turno de la consulta regular.
Genial, era lo que buscaba, un poco de espacio. Fausto le avisó en cuanto Anna se fue, ¿es que ni siquiera en quirófano podía sentirse tranquilo de su presencia? Admitía en algunas ocasiones, era su esposa, y sentía cierto afán de tener esa cercanía…
Fausto palmeó su espalda, despertándolo abruptamente de esa ensoñación, después de una jornada tan intensa y una operación riesgosa era lógico que se sintiera complacido con el éxito. Pero a él no le llenaba tanto y no sabía por qué.
-¡Felicidades, Yoh! Haz hecho un excelente trabajo- le dijo con orgullo su jefe.
Y entonces entró Horo Horo, bastante emocionado por saber que aquel hombre de su pueblo natal no había muerto en quirófano.
- Me dijeron que estuvo muy bien, ¿Por qué no vamos a un bar esta noche?-le preguntó Horo Horo con agradecimiento.
No, no tenía ganas de salir, especialmente porque Anna lo había anticipado.
-No, gracias Horo, Anna me avisó que tendría que cenar con ellos esta noche-se excusó ridículamente y más al recordar que sus padres viajarían desde Japón sólo para verlos.
-Ah… el viejo Mikki, ya debe estar cansado-agregó Horo Horo- Me colaría a la cena, pero ya me imagino que Anna me va a sacar por la puerta del perro.
-Sí. Te veo mañana, de todos modos… tal vez podamos salir a tomar algo otro día-le alentó con un rasgo favorable.
Se despidió y se fue a su casa. Bajó al estacionamiento del hospital y alzó la llave para identificar donde localizar su automóvil. Bonito, negro, lujoso, último modelo, tal y como había dicho Anna: digno de representar el estatus que ahora tenía en el hospital, el de un médico reconocido y de gran calidad humana.
Ella misma le había hecho el regalo, lo había escogido e incluso lo animó a personalizarlo, pero no le interesaba, francamente prefería irse a pie, antes que subirse todos los días a eso.
Bajó del auto y se estacionó justo detrás del de ella. Un automóvil más sencillo y pequeño. Y su casa, qué podía decir de esa gran casa, ciertamente no era una mansión, pero fácilmente medía el doble que una convencional y después, al abrir la puerta veía todo ordenado, con calidez de hogar. Qué perfecto era todo.
-Ya has llegado, Yoh-lo recibió su padre con un apretón de manos- ¿Cuánto tiempo sin verte?
-Sí, Yoh, hace tanto que no nos visitas-agregó su madre recibiéndolo con un abrazo.
Mientras a la distancia podía ver a Hana jugando su nueva consola de videojuegos, y por supuesto a Tamao sacando el asado del horno, seguramente porque Anna estaba…
-Así que estás en casa-escuchó la voz de la rubia bajar las escaleras.
Hana miró a su madre y saludó a su padre con una mano, en tanto Redseb le pegaba en la cabeza para que siguiera con el juego. Anna se acercó y colocó su pendiente en la oreja derecha mientras le daba un pequeño beso cerca de la comisura de sus labios.
Ella siempre quería estar bonita, y eso lo reconocía, cada vez que desviaba su mirada hacia lo que ella llevaba puesto, lo que Anna se había comprado esa noche para evidenciar que era especial, sentía que se le revolvía el estómago y ella no era fea, de hecho sus compañeros se sentían celosos porque él tuviese una esposa tan hermosa.
Todos pasaron al comedor, las charlas, la amenidad y el vino que sirvieron deberían de haberlo animado, pero no fue así.
-Sólo serán dos días-le dijo Anna en voz sumamente baja.
-Está bien-respondió sin mucho ánimo, su familia podía visitarlo dos días o un mes y daría exactamente lo mismo.
Terminó de beber lo último en su copa y observó el semblante somnoliento de Hana. Su pequeño niño de seis años y a quien por desgracias del destino no había visto nacer y sólo por su egoísmo…
-¿Quieres más vino?-le cuestionó Anna.
-No, iré a acostar a Hana-le respondió al ver que en la sala sólo quedaban Redseb y su hijo.
Sus padres se habían marchado a una habitación y ahora el mayor de los niños también lo hacía, mientras Hana era cargado por su padre. Esa faceta le enternecía, ellos dos eran grandes amigos, compañeros, muy cercanos, a diferencia de Anna, que lo castigaba e imponía órdenes y más mandatos.
-Descansa, hijo-le dijo besando su frente.
Cerró la puerta y olvidó por un segundo toda la carga emocional que sentía al llegar a casa. El mundo estaba jugándole una mala pasada, sobre todo cuando entró a su habitación y vio la luz baja y un par de velas aromáticas. No podía creer que no recordara su aniversario, si ella misma le acababa de recordar unas horas atrás, y que era la razón principal por la que habían venido a disfrutar con él. Doce años de matrimonio no se olvidan fácil, cómo él había hecho.
A lo lejos se podía escuchar la música tranquila en el preludio a algo verdaderamente intenso. Se dio la vuelta y la miró en una bata corta, de color rojo. ¿Y él que tenía? Nada, absolutamente nada, ni un regalo, una palabra de admiración... estaba vacío. Y no le provocaba nada verla en tal situación.
-¿Qué te pasa?-infirió Kyouyama con curiosidad- Parece que estás sorprendido.
-¿Tendría que estarlo, Anna?-le preguntó incomodo mientras se recostaba en la cama que compartía con ella.
-Lo olvidaste, ¿no es cierto?-le espetó con dureza- El año pasado fue lo mismo.
Yoh cerró los ojos. En todo el día había tenido esa sensación de fastidio, y ella no tenía ningún derecho de replicarle nada, porque en parte era su culpa.
-Tú no tienes ninguna amante…no podrías tenerla-refirió pensativa- ¿Qué te pasa?
Yoh se levantó de golpe y la enfrentó, no sólo se sintió más fuerte, sino que en verdad deseaba hacerla sentir en carne viva lo que él sentía. La tomó de los hombros y la besó. Anna le respondió, siempre lo hacía, cómo es que no podía percibir los sentimientos negativos que tenía hacia ella. La separó de su lado y la acorraló entre su cuerpo y la puerta, entre la verdad y la mentira.
-¿Quieres saber lo que me pasa?-cuestionó molesto- Estoy cansado de ti.
Sin embargo, ella le tomó su rostro, y le miró directamente a los ojos.
-¿Has fallado la operación?-le preguntó firme y segura.- ¿Es por eso que todo te fastidia hoy?
-¿No has escuchado nada, Anna? Dije que estoy cansado de fingir felicidad contigo. Jamás te quise, nos casamos porque era lo que más nos convenía y sabes qué, ya… estoy cansado, ni siquiera puedo tolerar que Hana sea igual a ti, ¡porque siento que has sido lo peor de mi vida!
Sus labios temblaban con cada palabra que salía de su boca y el sonido tan fuerte que quería gritar con potencia que detestaba esa vida a su lado.
-¿Qué quieres, Yoh?-le cuestionó con toda la tranquilidad que pudo, con toda la entereza que tenía, porque si quería humillarla, no lo lograría.
-Quiero el divorcio.
Continuará….
N/A: Nuevo fic, nuevos comienzos, supongo que… reactivando todo ¿alguien en este universo se acuerda de mí como escritora en ff?
