Disclaimer: Naruto es de Masashi Kishimoto. Karin es un encanto.
El estruendo de la tormenta resonaba por todo el bosquecillo. Y aunque fuera un sonido atronador, Karin sólo podía escuchar al hombre frente a ella.
- Sumimase, tu padre ha muerto… - decía sin emoción alguna en el rostro duro.
Asustada, Karin se tiró un poco hacia atrás al oír las palabras del hombre que le miraba. Hipó, su labio inferior sangró al morderlo en su intento vano de detener el llanto que se escapaba en forma de lagrimones que se mezclaban con la lluvia.
"¡Lo ves!... Ya estás llorando... ¡Débil!"
La lejana queja de su progenitor resonó en algún lugar de su cabeza.
- Vuelve a tu casa!- le gruñó el sujeto que la había encontrado en mitad del bosque.
Era de noche cuando su padre se había marchado dejandole sola. Y por primera vez, ella había sentido algo activarse en su interior. Pudo sentir las emociones de su padre. Detectar claro como el agua, la fuerza y el trepidar de su chakra al marcharse. Pero no tuvo oportunidad de decírselo.
Ajena al diluvio que caía sobre su cabeza, se dejó caer vencida de rodillas en el suelo lodoso. La notificación ni siquiera había sido necesaria. Ella ya sabía desde la madrugada, que su padre había muerto. El tamborileo que sentía en su cuerpo causado por el chakra de él, había cesado en un punto antes de romper el alba. Rompiéndose con eso, también, parte de su alma propia, sintiendo que la luz se apagaba.
Soledad. Karin quedaba por completo en la orfandad. Sola de manera permanente. Porque no había nadie a quien le importara.
Hasta que Orochimaru había llegado a su vida y le había dicho que buscaba a una persona tan fuerte como ella, con sus grandes habilidades. Y ella le siguió. Aun cuando el Sannin murió, no quedó mucho tiempo sin compañía. Sasuke y los otros habían aparecido. Diciéndole que su destreza en el rastreo era sin igual, que la necesitaba. Sasuke la había elegido por ser fuerte. La reconocía al igual que Orochimaru. Y ella de nuevo tenía con quien convivir, tenía motivos para seguir. Un poco de luz.
Pero la luz, era un espejismo. Una ilusión que el propio Sasuke se encargó de difuminar. Porque al sonido chirriante de su Chidori, el silencio de la muerte le envolvió. Y con eso ya no habría más. No más enojos por una molestia como Suigetsu, no más zozobra por un ser tan atemorizante como Juugo, y sobre todo, no más venda en los ojos por un maldito engendro de mala madre como ese al que creía amar.
No habría más, sólo la negra y asfixiante Soledad. Y Oscuridad. El llanto aparecía de nuevo en sus ojos rojizos, esconciéndolos, y con esas lágrimas su alma se iba escurriendo de poco en poco.
Y entonces ellos habían aparecido. El famoso equipo siete.
Con esa mujer de extraña cabellera rosa, que con un chakra verdoso como sus ojos, le había curado. Ese chico rubio de siniestra energía interna, pero con valiente y benigno mirar determinado, que había detenido a Sasuke. Y aquel hombre hábil de cabellos plateados, que subiéndole sobre su fuerte espalda, le había llevado hacia esa villa tan odiada por el líder de Taka.
- Será mejor que no intentes escapar.- le dijo el hombre de cabello blanco.
- Humph…- fue todo lo que obtuvo de ella como respuesta.
Aunque en realidad lo que en su mente pasaba era un "Arigato". Porque gracias a ellos, Karin era, de nuevo, arrancada de la soledad. Y más que nada ella agradecía que no fuera salvada porque pensaran en su fuerza o en su habilidad, ellos sólo le habían salvado porque así debía ser. Porque era una persona y su vida valía.
Y tal vez si no tomaba malas decisiones, como al parecer siempre lo había hecho, podría residir en paz en Konoha.
Acabando con su Soledad por siempre, comenzando de nuevo.
Adoro a Karin, ya lo dije, ¿no?
Gracias por leer.
