Esto no me pertenece, todo es de la saga Crepúsculo y, por tanto, le pertenece a la señorita Stephenie Meyer.

Vale, em.Es un one-shot de la relación madre e hijo que existe entre Esme y Edward.Vuelvo a recalcar relación madre e hijo, porquee, bueno, no quiero malentendidos. No me convenció demasiado el resultado, debo reconocerlo, pero hacía mucho que quería escribir algo de estos dos.

Bien, esta historia se sitúa después del brote de rebeldía de Edward. Osea, cuando sólo convivían Carlisle, él y Esme.

Una vez aclarado... Enjoy (;


Él toca el piano. Ella escucha.

Mientras Él hace revolotear sus dedos por las teclas inmaculadas del piano, Esme permanece en el marco de la puerta muy quieta, con los ojos cerrados, saboreando con sus oídos cada nota que emerge del instrumento.

Notas cargadas de sentimientos que reflejan el estado de ánimo del compositor. De Edward. De Él.

Algunas veces solían ser melodías agonizantes, como cuando Edward reflexionaba sobre lo que era; sobre en lo que se había convertido. Otras veces, las melodías solían ser simples sonidos apagados que se disfrazaban de melodías.

Pero, aún así, seguían cautivándola y haciéndola sentir miles de caricias en los oídos. Como si las melodías le acariciasen y meciesen hacia un lugar entre la inconsciencia y en donde fuese que se encontrasen los de su especie.

Volvía a rememorar los escasos recuerdos que seguía conservando. Volvía a sentirse humana.

Pero, aquel día, Esme sabe que algo ha cambiado.

La melodía que llega a sus oídos ese día no transmite ni agonía, ni soledad, ni frustración, ni mucho menos confusión o miedo. Está cargada de sentimiento, ¡por supuesto! Pero no transmite otra cosa que ...cierta felicidad.

Una melodía cálida. Y, a oídos de Ella, sonaba claramente maternal. Sonaba como la canción que canta una madre mientras acuna a su hijo.

Su hijo.

Inconscientemente, su mano derecha va a parar a su vientre, ya incapaz de incubar un ser nuevo. Ella ya no puede ser madre.

Un sentimiento de nostalgia la embarga.

— Esme.

Oye su nombre, pronunciado con suavidad.

Levanta la vista, y se encuentra con los ojos de Edward, observándola desde el piano. Pero la música no cesa.

Ella se extraña, pues el de cabellos cobrizos suele ignorarla mientras toca. Por eso era tan interesante observarlo mientras esto ocurría, porque daba una sensación de paz hipnotizante verle desconectar de su alrededor.

Se siente culpable, pensando que le ha desconcentrado con sus pensamientos y que sólo se ha dirigido a Ella para llamarle la atención.

— Oh, Cielos. Lo siento si te molesté, Edward.

Él sonríe, y deja de tocar.

— Todo está bien, Esme. No me molesta en absoluto. — Hace una pausa, y vuelve a darle la espalda, dispuesto a colocar de nuevo sus dedos sobre las teclas. — Ven.

Duda, pero al final, con una sonrisa tímida en su rostro, ocupa el lugar restante en el banco junto a Edward.

La música cálida de antes vuelve a sonar, y a Esme le sienta como un bálsamo de tranquilidad.

Ambos cierran los ojos, disfrutando de su pequeño momento.

— Es mi favorita. — Susurra Ella, temiendo que el mínimo ruido estropee aquella melodía tan tierna.

Edward sonríe sin despegar los párpados, y su voz de nuevo dulce, se antepone a la música.

— Es para ti, mamá.

Se siente extraña.Extrañamente feliz de escuchar esa palabra de labios del hombre que tiene al lado. Tan feliz, que desea levantarse y bailar del gusto. Tan feliz, que, incapaz de llorar de alegría, sólo atina a apoyar su cabeza en el firme hombro de Edward, mientras sonríe incansablemente y con afecto.

La música les envuelve a ambos, a Él y a Ella.

Murmura un suave "Gracias", y se aferra a un costado de Él. De Edward.

De su hijo.