Cosas que pasan

Ok, este capitulo fue editado para para dar un margen de tiempo a las cosas que ocurren en la Sala de Reuniones. No afecta nada a la historia principal.

Hetalia no me pertenece, pertenece a Hidekaz Himaruya


29 de Marzo, 5:00 pm

La situación en la que se encontraba le parecía por demás ridícula. No comprendía del todo como era que en ese instante se encontrara encerrado en una de las salas de reuniones de la sede de las Naciones Unidas en Nueva York. No comprendía como era posible que esa sala de reuniones no contara con computadoras, comunicadores, teléfonos, woki tokis o aunque fuera, unos míseros vasos de platico atados con hilo que sirvieran para comunicarse con el exterior.

Oh, espera, ya recordaba, algún imbécil había propuesto que por una reunión nadie usara ningún tipo de aparto tecnológico o que causara distracción en los presente. Eso incluyó además cualquier tipo de comida, para evitar que Italia se distrajera con la pasta, que España estuviera con su "fusososososo" toda la reunión mientras jugaba con sus tomates – Se estremeció un poco al caer en cuanta de lo mal que se escuchó eso, incluso en sus pensamientos - y que Estados unidos estuviera hablando con hamburguesas en la boca, imposibilitando al resto de entender qué demonios decía el americano.

Ahora, la nación alemana se daba de topes con la puerta por haber aceptado esa propuesta que en esos momentos estaba causando la perdición de todas las naciones.

—Ya se darán cuenta de que no estamos —susurro a su lado Inglaterra poniendo una mano en el hombro de Alemania

Y cuando eso ocurra nuestros jefes se irán de crucero por el mediterráneo felices de la vida— pensó deprimido Alemania — Por lo menos yo lo haría

¿Y en qué consistía exactamente la tortura en al que se encontraban sumergidos?

Todo había comenzado esa mañana. Como era común, los delegado encargados de resolver los problemas de sus naciones se dirijan no tan felizmente a sus puestos de trabajos, mientras que las naciones mismas, para evitar declaraciones de guerra y accidentes vergonzosos eran dirigidas a una sala especial donde atenderían otros problemas, menos peligrosos y más simples de resolver – aunque pensándolo bien, con esas naciones ningún problema era simple – tales como el calentamiento global o la violación de derechos humanos. Así pues, dejando todo sus aparatos electrónicos, comida y cualquier otro medio de distracción, entraron a la sala que contaba únicamente con un proyector, una laptop sin internet, agua, café y algunos bocadillos.

Antes de iniciar el protocolo reglamentario de apertura – el único protocolo que seguían al pie de la letra en realidad – los pajes que servían el café antes del comienzo de la reunión, se retiraron como era costumbre, cosa que se les pedía hicieran principalmente para evitarles traumas innecesarios. Así comenzó la rutinaria reunión, con Estados Unidos a la cabeza, Inglaterra molestando a su ex colonia y Francia molestándolos a ambos. Italia lloriqueaba a su lado pidiéndole pasta, los nórdicos, sentados al fondo, miraban la reunión como quien mira a un animal en el zoológico, absortos en su mundo, Rusia haciendo llorar a Letonia y Polonia platicando con un nervioso Lituania.

Todo bien, pensó Alemania en ese momento, hasta que llegó la hora del almuerzo. Enseguida, todas las naciones se dirigieron a la puerta, deseosas de salir de esa locura a la que llamaban trabajo, pero ¡oh, horror! La puerta no cedía.

Estados Unidos intento abrirla a la fuerza, pero al parecer estaba brindada.

Inglaterra y Noruega intentaron embrujarla, pero la puerta parecía que se reía de ellos.

Francia intento darle amor… la puerta tembló, pero no se abrió.

Y así, uno a uno, las naciones usaron sus métodos para intentar hacer que la puerta cediera, pero no pareció dar resultado. Pasaron ¿Cuánto? ¿5 horas? – Miro su reloj para confirmarlo- si, 5 malditas horas. Incluso en su desesperación España había comenzado a hablarle quedito a la puerta rogándole que se abriera.

— ¡Basta ya, bastardo! — le grito Italia romano al español, haciendo que detuviera sus suplicas — ¿Qué nadie trae algo para comunicarnos con los bastardos de afuera?

— Dejamos todo en la entrada como nos lo pidieron — susurro Lituania, que estaba muerto del miedo ante la idea de tener que estar encerrado con Rusia, peor, Polonia por quien sabe cuántas horas.

Entonces Alemania se preguntó si no había momento más inoportuno para que a las naciones les diera por obedecer órdenes.

Resignado, se alejó de la puerta – estar cerca le recordaba lo patética que era su vida - y se fue a buscar a Italia. La sala de reuniones era grande, tenía que serlo para que cupieran tantos países, de hecho abarcaba todo un piso del edificio, pero parecía que por cada hora que pasaban encerrados la sala se encogía varios metros.

En su recorrido pudo apreciar como cada uno de los países estaba entrando en crisis, si apenas se soportaban lo que duraban las reuniones no podían ni pensar en pasar juntos más tiempo del necesario. Por supuesto estaba aquellos que ni por enterados se daban, como era el caso de Grecia, que no paraba de dormir desde que había intentado abrir la puerta ofreciéndole un gatito que nadie sabía de donde había sacado.

Busco con la mirada a su hermano y lo encontró recostado al lado de un rubio que al inicio pensó que era Estados Unidos, pero noto enseguida que el cabello era distinto; las horas encerrado en la sala le debían estar pasando factura, porque podía haber jurado que su hermano estaba mirando muy fijamente al joven con un ligero sonrojo en las mejillas. Suspiro mientras sacaba esos ridículos pensamientos de su mente ¿Su hermano sonrojado? Sí, claro.

29 de Marzo, 5:15 pm

Canadá estaba cansado, había terminado durmiendo realmente tarde el día anterior a causa del idiota de su hermano mayor que le había insistido en ver películas de terror; lo tuvo toda la noche pegado a su cuerpo temblando y pidiéndole que revisara los "extraños" ruidos que provenían del balcón de la habitación. Se había jurado que al terminar la reunión dormiría cómodamente en su cuarto sin la interrupción de nadie. Fue una total lástima que la mugrosa puerta no abriera y ahora se encontrara encerrado en la sala de reuniones.

Hace rato ya que había dejado de contar el tiempo que pasaba, lo único que sabía era que la noche estaba llegando gracias a los grandes ventanales por donde se colaba la luz del ocaso. Todos estaban hambreados, su hermano, tirado en el suelo a pocos metros de él parecía deprimido por no poder comer sus preciadas hamburguesas; Inglaterra, sentado en la mesa charlaba con Italia del norte sobre temas que escapaba de su conocimiento al no poder escuchar la conversación; tal parecía que todos (o al menos la gran mayoría) habían pasado del pánico y coraje a la resignación y habían intentado hacer su estadía en la sala más llevadera.

Aprovechándose de eso y de que nadie lo vería como era costumbre decidió recostarse en el suelo y dormir un poco.

— ¿Puedo sentarme aquí? — Canadá volteo sorprendido hacia la persona que le hablaba. Lo reconoció de inmediato como Prusia, amigo de Francia y hermano de Alemania.

—Sí, cla-claro — contesto nervioso moviéndose a un lado dándole espacio al albino para que pudiera sentarse. Le parecía raro ver como alguien lo notaba, en especial alguien con el ego tan inflado que a duras penas notaba a la gente de alrededor.

— Vaya mierda ¿no? Quedarnos encerrados en este lugar de esta forma, hasta ganas me dan de arrojarme de cabeza por la ventada — Prusia se estiro en su lugar antes de acostarse en el piso y soltar un ruidoso bostezo — West me levanto muy temprano para mi gusto, me muero de sueño —

— Ya somos dos — sin pensarlo mucho se recostó junto al prusiano y cerró los ojos. Era agradable tener compañía de vez en cuando, alguien que lo notara y se sentara junto a él y no sobre él.

— No te había visto antes ¿eres nuevo o algo así? — Canadá pensó antes de responder. Al parecer era cosa de estar encerrado por más de 8 horas en el mismo sitio para ser notado.

— No realmente, siempre estoy aquí; de hecho soy hermano de Estados unidos, Canadá. Pero es normal que no me notes, nunca lo hacen — y a pesar de sus esfuerzos no pudo evitar que lo último saliera con un tono triste y frustrado. Prusia noto enseguida esto y abrió los ojos que también había cerrado para apreciar mejor a su acompañante.

Definitivamente era hermano de Estados Unidos, tenía una complexión similar y sus rostros eran idénticos, mismas facciones y mismo tono que cabello. Lo que alcanzo a distinguir era que el canadiense tenía el cabello más largo estilo Francia con un curioso rulito que sobresalía de su cabeza. Y por alguna razón no pudo evitar pensar que se veía más… adorable.

Mein Gott! ¿Enserio estuvo aquí todo el tiempo?

29 de Marzo, 9:13 pm

Inglaterra estaba frustrado, no haber podido abrir la puerta era una cosa, pero encontrarse a sí mismo muerto del asco de lo aburrido que estaba le baja la moral más que el Boston tea party. Hablar con Estados Unidos no era opción, llevaba rato tirado a un lado de él en estado vegetal. Le picaba de vez en cuando con un palito que encontró tirado por ahí para ver si respiraba. Escocia y Gales leían entusiasmados unas revistas extrañas que Japón les había pasado. Le pareció curioso que ambos estuvieran tan sonrojados y que Escocia casi dejara caer el puro que llevaba en la boca a cada página que pasaba. Se preguntó si tenía que ver con el "R-18" que rezaba en la portada. Pudo ver también a Alemania, que cargaba a caballito a Noruega mientras Dinamarca reía y alentaba al alemán a seguir.

Al menos alguien se divierte — Cansado de estar sin hacer nada, se levantó y se dirigió la mesa donde se apoyaban en las reuniones y la miro atentamente. La miro como si fuera la cosa más entretenida del mundo. La miro y miro y solo levanto la vista para asegurase de que no había nadie cerca; volvió a mirar la mesa y una sonrisa se formó en sus labios. Se subió a una silla que se encontraba a un lado y luego a la mesa y ya estando arriba comenzó a saltar, corre a lo ancho, dar vueltas y rodar. Si, muy infantil, pero es lo que pasa cuando te aburres.

— Ve~ parece divertido — y antes de que se diera cuenta tenia a Italia dando saltos en la mesa a su lado. Paró en seco algo apenado por ser descubierto en tal acto de "infantilismo" y acomodándose la corbata del traje miró seriamente al italiano.

— Italia, no creo adecuado que estés en la mesa de trabajo — regaño con el mejor tono de caballero británico que le salió.

— Ve~ pero Inglaterra también está en la mesa — Este comentario hizo enrojecer a Inglaterra. Agarrado con los pies en la mesa.

— Solo cállate y bájate — exasperado se dirigió a la orilla de la mesa dispuesto a bajar cuando Italia le llamó nuevamente.

— Te buscaba porque me preguntaba si de casualidad no tendrás algo de comer — Italia, con la mirada baja y jugando con su corbata esperaba aun encima de la mesa la respuesta de Inglaterra — Eres mi última opción, ya le pregunté a todos — Agregó.

Definitivamente el italiano no tenía remedio. Con una sonrisa que solo Estados Unidos podría clasificar correctamente como una de ternura (estaba bastante acostumbrados a recibirlas) pero que no haría por estar en coma hamburgesilico se dirigió aun caminando sobre la mesa hacia el asiento que ocupada en las reuniones donde estaba su portafolios y saco unos cuantos scones que había ingresado de contrabando a la reunión. No era que quisiera infringir la regla de nada de alimentos, pero algo le decía que los necesitaría. Y vaya que tenía razón.

— Sé que odias la comida inglesa, pero dudo que quieras morir de hambre — Italia tomo uno de los scones con miedo y lentamente se lo llevo a la boca. Ok, era el mismo sabor horrible de siempre y lo hubiera arrojado lejos de no ser porque vio el rostro expectante de Inglaterra esperando por saber que tal el bocadillo.

Con todo el esfuerzo del mundo Italia se tragó el trozo que masticaba. No estaba seguro si lo había hecho por quedar bien con el británico y así evitar que le gritara o porque no quería ver la cara de decepción de Inglaterra ante el rechazo hacia su comida.

— No están tan mal ¿Qué le pones? — pregunto Italia para distraer la atención del bocadillo a una plática. Era despistado más no tonto.

— Pues…harina, huevos, leche, levadura, sal…

— Tal vez si le echaras un poco de sabor quedaría estupendo ¿Vainilla tal vez?

— ¿Crees que sea bueno? Digo, todo el mundo dice que mi comida es horrenda, a mí me gusta — Inglaterra se sentó en la mesa seguido por Italia y comenzaron a platicar cómodamente de comida. El italiano le insistía que no era realmente que su comida fuera mal, si no que era cuestión de sazón. El británico no comprendía que había de malo con su sazón.

— ¿Qué le echarías a una salsa para pasta? — el italiano miraba con interés a Inglaterra esperando la respuesta, le parecía que el problema principal del inglés era que no tenía mucha imaginación al momento de cocinar.

— Tomates, sal y pimienta — respondió automáticamente

— ¿Pero y las especias? El orégano, la albahaca, el trocito de cebolla…

— ¿Y eso para qué? Lo importante de la pasta es la pasta ¿No? — Italia se abstuvo de palmearse la frente. Ahora sabía que sentía Alemania al intentar explicarle algún ejercicio militar. Ya había anochecido y no se había dado cuenta por estar tan enfrascado tratando de hacerle ver a Inglaterra como debía ser una receta de cocina.

Miro a su alrededor como buscando que le pudiera ayudar a ilustrar la mente del inglés. No muy lejos de él pudo ver a Rusia sentado como buen niño a un lado de Estados unidos que seguía inconsciente; Alemania dormía a unos cuantos metros de la puerta con Noruega encima y Dinamarca al lado; Austria aun despierto y medio desnudo jugaba cartas con Corea del sur y Bielorrusia. El resto de las naciones estaban o dormidas o llorando por las esquinas mendigando por un milagro que abriera la puerta.

— Inglaterra — Llamó el italiano con una idea nueva de cómo enseñarle cocina al mayor — ¿Has tenido sexo con Estados Unidos?

Ok, definitivamente eso no se lo esperaba.

30 de Marzo, 7:34 am

Alemania tenía la costumbre de despertarse temprano por las mañanas, rodando las seis y media o siete; le gustaba entrenar antes que la luz del sol saliera y poder así hacer rendir su día. Esa mañana en particular al abrir los ojos se dio cuenta de dos cosas: primero que no estaba en su cama, si no en el alfombrado suelo de la sala de reuniones de la sede de la ONU; segundo, que tenía sobre su pecho algo….o alguien.

Fue entonces que escenas del día anterior corrieron por su mente en menos de un segundo. ¡Claro! Estaba encerrado con todos los países esperando por un milagro o algo que los sacara del lugar. Recordó también que en un intento por distraerse de la situación había ido a recorrer la sala topándose con quienes podría considerar primos lejanos: Dinamarca y Noruega, quienes discutían sobre temas que al inicio no alcanzo a comprender. Pretendía pasar de largo pero nada más verlo el danés le tomó del brazo y le ordeno una cosa muy curiosa.

"Carga a Noruega" Lo primero que le paso por la mente fue que el tipo estaba loco, con esa sonrisa de anuncio de pasta dental y esa pose de ser el rey soberano de todo el mundo (que le recordó a su hermano). Dirigió su vista a Noruega que desviaba la mirada con un muy ligero sonrojo y murmuraba maldiciones en su idioma hacia el más alto. Pero no le quedó más opción que obedecer cuando el danés le explico que era parte de una especie de juego de "Simon dice" muy raro, donde Dinamarca debía mostrarle a Noruega que aun tenía dotes de líder a pesar que su época dorada había pasado y su casa no era lo que solía ser.

Y así se pasó su tarde, cargando a Noruega de un lado para otro, sirviendo de silla, trenzando cabello y lustrando zapatos. Aun no terminaba de comprender como era que había llegado a eso, tal vez el aburrimiento era peligroso para la salud, le hacía hacer cosas que cuerdo no haría (¡Ni siquiera por Italia!... quien estaba dormido encima de la mesa usando a Estados unidos de Almohada quien a su vez usaba a Inglaterra).

Noruega se revolvió aun encima de él estirando el brazo, cuyo puño cerrado fue a parar en la cara de un dormido Dinamarca que solo soltó entre sueños un pequeño gemido de dolor. Mejor que no hacer nada, definitivamente.

30 de Marzo, 9:27 am

Prusia abrió los ojos lentamente a causa de la luz del sol que se colaba por el gran ventanal de la sala. A pesar que su primera intención la tarde anterior era dormir, no pudo evitar pasársela charlando con el rubio canadiense hasta muy entrada la noche. Había resultado ser agradable, inteligente y divertido. Se podría decir que su conversación estuvo compuesta de palabras y risas. Le había contado de sus asombrosos años de conquistador en Europa, cuando aún era un reino, también de sus asombrosas hazañas y las no tan asombrosas metidas de pata que hacia cuando estaba con Francia y España. Canadá le había escuchado atentamente y reía con sus bromas y sus historias.

Normalmente no muchos estaba dispuestos a escuchar lo que había hecho en su época dorada, de vez en cuando West o Italia, incluso España y Francia si los encontraba con suficiente alcohol en las venas; por eso fue grato para él poder hablar con alguien como Canadá. Ahora más que nunca se preguntaba porque demonios no lo había visto antes. El chico en cuestión dormía tranquilamente a su lado cubierto por el abrigo que el albino le había prestado; la sala se había puesto fría por la noche y aunque el canadiense le había insistido que estaba acostumbrado al frio Prusia le insistió hasta que con una sonrisa Canadá acepto la prenda.

Aun recostado en el suelo, siguió mirando atentamente a Canadá. Le parecía tan lindo, tanto como su pollito Gilbird, por lo que le seguía costando creer que fuera tan parecido a Estados Unidos; parecía relajado y su respiración acompasada le da un toque casi angelical. Estaba tan ensimismado mirándolo que no notó cuando cierta nación francesa se colocó a un lado de él y le dirigía una mirada….matadora.

— ¿Entretenido, mon ami Prusia?