Notas | Hola a todos, los que no sigan mi fic El confesionario, seguramente no tienen idea de nada sobre este fic, se me hace injusto simplemente empezarlo sin explicarles nada así que, esto es lo que sabemos: Armin es un joven alemán de 17 años, muy inteligente, que ha recibido su carta para ingresar a la Napola, escuela política nacional, que son internados de élite para la formación de los futuros líderes nacionalsocialistas, Armin está muy emocionado por entrar ya que le interesa muchísimo el arte de enseñanza. Sin embargo, al entrar se dará cuenta de que la NAPOLA NO ES LO QUE PARECE, y derrumbara sus ideales de nacionalismo. Donde también conoce a Jean, la estrella de la Napola, es el hijo de un teniente famoso y uno de los más importantes estudiantes, el conoce a Armin un chico frágil que prefiere desarrollar su mente más que su cuerpo, los ponen en la misma habitación ya que son opuestos y así evitaran que Jean se meta en problemas. Su relación toma otros rumbos, mientras sus conocimientos uno sobre el otro crecen.
Pd | Si quieren seguir la historia simultanea de Eren x Levi, busquen mi fic ''El confesionario''
CAPITULO I: Napola
Encontraras a una persona que terminara por descubrir como masticas cuando nadie te ve
Nunca me detengo a mirar el rostro de las personas, cuando las miro por primera vez, por más de tres segundos, una estúpida regla que me invente para no hacer sentir mal a las personas y para no sentirme incomodo encontrando un centenar de defectos a primera vista. Así que lo mire, 1, 2,3… pero no me detuve, y ni siquiera se me cruzo por la cabeza dejar de verlo, simplemente me quede mirándolo sin bajar la cara y sin cerrar la boca y sin cerrar la puerta.
Y él se pasó a mi lado sin decirme ni ''mu'' me he quedado boquiabierto, le he admirado el rostro hasta que se ha quitado de enfrente y aun no me lo creo. ¿Cuánta sangre aria puede estar dentro de un ser humano? Y parece que este chico es la definición de la raza misma, ojos azules —azules, azules— a mas no poder, pelo rubio, dorado, amarillo como un canario o como otro animal que no he podido encontrar en mi cabeza y si tengo su nombre solo que no me ha llegado a la boca… blanco, blanco y un poco sonrosado, apenas en las aletas de la nariz y debajo de las ojeras, con una que otra minúscula peca que se asoma entre la complejidad de su raza.
— ¿Tú quién eres? —
Cerré la puerta y me giré para verlo, ya ni me hacía caso, ni se presentó, ni le dije mi nombre, está ahí sentado en el piso abriendo su taquilla y metiendo los uniformes pulcros que cargaba con sus brazos blancos. Me mira y suspira, parece que le ha incomodado mi pregunta, pero no me voy callar porque me interesa saber con quién diablos voy a dormir.
—Armin Arlet.
Y tómala, me ha dado pena, peo no reconozco el nombre ni el apellido y caigo en cuenta de que si este chico ha entrado es porque ha pasado las pruebas, esperaba con su físico que se tratara de alguien de una buena familia, y no hay nadie que yo recuerde que se apellide Arlet.
— ¿Tienes familia en el ejército?
Y otra vez me ha mirado con un entrecejo fruncido y una interrogante entre ceja y ceja, el cállate en la comisura de sus labios rojizos y su pequeño mentón estirándose para contestarme con un tono neutral sin mal sabor. Pero reconozco que le incomodo, me siento observado e interrogado cuando en realidad yo le pregunte a él.
—No. Mi padre era un soldado.
Solo un soldado, y este chico ha terminado compartiendo la habitación conmigo, no con nadie mas no con el hijo de fulano sino conmigo, y que va, que a mí ni me gusta presumir, pero ya me habían dicho que dormiría solo y me pareció raro ver la otra cama en el cuarto. Al menos éramos dos y no cuatro.
Arlet acomoda su ropa con la cara entretenida y el cabello rubio rozándole la nuca, lo mueve de vez en vez cuando, le ha picado y se queda hincado observando las camisas perfectas y pulcras y sin más vuelve a doblarlas.
—¿No vas a acomodar tu ropa? — me he fijado en su voz, es suave pero también neutral, a pesar de que parece molesto me ha parecido una persona fácil de llevar.
No siento los tonos amargos y me alegro, pero sé que de mi contestación no puedo esperar lo mismo, aquí estoy yo, con mi puto sarcasmo y mierda de léxico, y ahí está el con las palabras fluidas y el habla cortes en la garganta pegado como estampilla de correo.
—Cuando llegué ya estaba.
Se ha fijado en mí, cosa que no había hecho, o no de tal modo, me mira de arriba abajo. Ya tengo el uniforme y ya le he rebelado parte de mi estirpe, pero no se traga nada, se queda mirando como si eso le fuera responder, siento que murmura algo, pero no lo escucho se gira a su taquilla y sigue con lo suyo. Entro en una desesperación momentánea por atraer su atención y me he vuelto a quedar mirándole.
Me han dado ganas de preguntarle más cosas, pero no es prudente, sé que sí este chico ha entrado a la Napola, solo con un padre que fue soldado entró porque, debió pasar sus pruebas y lo miro, otra vez, es la tercera… esta pequeño, es muy pequeño, parece una chica, pero sería un poco alto para ser una chica ideal, sus manos se mueven de un lado a otro ajetreadas y sus uñas son larguillas perfectamente limpias colocadas estratégicamente en los dedos blancos largos y suaves. Su nariz esta respingada apenas en la punta, pero no es picuda en realidad me parece un poco abultada, respingada como una pequeña bolita de algodón que sobresale de su rostro.
Y su cara pequeña y su cabello larguillo y su flequillo molesto que le cubre las pestañas larguísimas que proyectan sombra sobre sus ojeras violetas con azul que resaltan esas pequeñitas motitas de color café que tiene sobre la nariz y apenas se notan.
—Y tienes suerte — no me mira — si aquí fueran más estrictos, estarías rapado.
Me pongo detrás de él con los brazos cruzados mientras le toco el mechón rebelde que sobre de la parte de atrás de la cabeza, él no me ignora, pero se queda estático y balanceo el cabelló entre mis dedos, esta suave y me parece extrañamente oloroso, aparta la cabeza, siente que me ha parecido olerlo. Él se apena, se pone rojo de la nariz para los costados y sus orejas amoratadas se tiñen de sangre acumulada, se aplaca el pelo con las manos y suspira antes de que su rostro recupere la blancura.
— ¿Has aplicado aquí a propósito? — vuelvo a preguntar, quiero saber porque él está aquí, porque entre tantos y tantos jóvenes que pudieron entrar le dieron lugar a esta pequeña criatura y no a la masa de músculos que se reúne en el centro de Múnich.
Arlet parece dispuesto a contarme.
—Mi profesor de física, me ha recomendado — aquí sale el peine —, apliqué aquí a propósito porque no es muy estricto, y no hay tantos problemas, es más enfocado a lo que me interesa…
Ya me estoy oliendo lo que viene, me han puesto en la habitación con este chico tranquilo cuyos primeros intereses suponen entrar a las clases lógicas, físicas y química, que a mí del todo no me interesan, sobre el entrenamiento físico y el uso de armas. Esas tenemos Arlet, nos han puesto contrarios y se quién es el culpable.
—Vaya — admito —, un chico listo. Felicidades no sobrevivirás en la Napola de Berlín.
Armin asiente y creo que me toma el pelo o es consciente de su condición. Pues claro, que esta es una de las napolas menos estrictas y por eso mismo estoy aquí también, mi padre me ha metido aquí porque sabe que no aguantaría tener a unos puñeteros maestros hijos de puta todo el tiempo, antes de meterme en líos. Aquí segurito también me meto en líos, pero menos graves, obviamente no quiero estar en él frente mañana. Así que me conformo y veo a mi compañero conforme con su futura vida escolar, medianamente estricta en lo que cabe. Nuestra futura vida escolar.
—¿No vas a bajar? El discurso es en quince minutos — se levanta y cierra su taquilla por fin, ni se sienta ni me mira, camina a la puerta y se va a salir hasta que se gira a verme, le dedico una sonrisa a medias, que destila sarcasmo.
—Ya bajo — respondo y no se ni para que me quiero quedar en la habitación, solo sé que no me bajo a su lado.
Oye Armin, eres mi compañero no somos mejores amigos. Pero sé que no está pensando en eso, porque yo he sido el que ha comenzado la conversación, entre los dos quien es el amigable, creo que llevo las de perder.
Arlet retrocede y toma el pomo, se pone el pelo tras la oreja y tiene los lóbulos cubiertos de vellos rubios apenas visibles como la piel de un durazno. Sus ojos azules se incrustan invasores en mis ojos y me he quedado helado, ¿tendrán poderes? Son grandes y la gama de azul que viene desde las 12 de la noche hasta las 12 del día se muestra entre los colores que tiñen sus ojos.
—¿Cómo me has dicho que te llamas?
—No le he dicho.
Arlet se queda esperando la contestación, sus labios se separan y veo sus pequeños dientes blancos rodeados de una capa de saliva, se recarga en el mueble menos destartalado de su habitación que ya proclama como suyo porque está del lado de su cama.
—Jean Kirschstein.
Se rasca el mentón y medio sonríe, ahí en la esquina se forma un hoyuelo y me quedo viendo como sus uñas se incrustan en la piel de su cara, han dejado marcas rojas que se quitaran en un par de segundos mientras tanto creo que si le clavo el dedo en la mejilla se la perforo
Armin se da la vuelta murmurando de nuevo, como algo que no entendí, pero creo firmemente que escuche mi apellido entre rizas, se me alza el ego muchísimo porque se, que sabe, quien soy yo. Y yo no soy la puñetera persona más importante aquí. Pero como dije, se quién soy.
Pero, ¿Quién es ese Armin?
—0—
En realidad, no me había parecido un mal chico, es decir, no, no era malo ni nada solo quizá demasiado curioso, quizá solo por esta vez, quizá por mi tamaño. No importa solo demasiado curioso, y yo venía de malas y después me arrepentí de no haber sido más amable
Porque el me miraba a cada rato como si estuviéramos comenzando con el pie izquierdo. Y después de todo se trataba de él, ¿Cómo me había terminado metiendo en esa habitación, justo con ese chico? Justo la persona que pensé que terminaría conociendo, justo en su habitación, justo el hijo del teniente general.
El teniente general, Grupenfuhrer, de verdad estaba sorprendido y así habíamos quedado los dos en la misma habitación, y sí, a lo mejor fue porque llegué tarde porque sabía perfectamente que mi perfil no aplicaba para quedar de su compañero, su compañero debía ser al menos el hijo del capitán general… sin embargo él no tenía hijos, estaba ocupado lidiando con Eren…
Además sí tuviera hijos, no estarían aquí, estarían en una Napola mejor, una mucho mejor. ¿Por qué Jean estaba aquí? ¿Por qué como mi compañero?
Llegué a la sala principal, todos los alumnos estaban de un lado a otro sentándose en banquillos incomodos de madera esperando que el director de la Napola se pusiera en el estrado y todos nos levantáramos para decir ''Heil''. Como estaba de nuevo ingreso me senté en una de las bancas de casi al frente, a mi lado estaba un chico alto de pelo Rubio corto y masa muscular impresionante miraba al frente como esperando que en cualquier instante saliera el director, me senté, y me quedé mirándole un par de segundos hasta que se giró a verme
—Ario — sentencio al verme.
Pfff.
—No, Armin Arlet.
—Reiner.
—Mucho gusto.
Me sonrió y se sentó, por fin, estar parado debió cansarle demasiado. Parecía serio pero era agradable, un chico duro, en realidad me pareció que ya lo conocía de antes aunque no supe identificar de dónde.
— ¿Eres de Múnich?
—De las afueras — contesté mordiéndome la uña más larga de mi mano, estaba perfecta.
—No serás el hijo del historiador Arlet, ¿o sí?
Hablaba de mi abuelo, sin duda alguna, ¿Cuántos historiadores más va a haber en Múnich? Y ni que fuera popular ni nada, simplemente se le conocía y se le oía nombrar de vez en vez, estaba muy anciano ya, pensar en él me puso triste.
—No, soy su nieto… mi padre y mi madre fallecieron.
—Vaya lo siento. Bueno mis padres son campesinos, estar aquí es todo un honor… todos somos iguales ¿no?
Le sonreí con sinceridad, me entregó su mano grande y estrecho la mía como una pequeña bolita de masa para hacer pan, me sentí intimidado, pero feliz. O así lo estaba, del otro lado un joven con cabeza rapada y mirada nerviosa se sentó, se mordía los padrastros.
—No me mires, es asqueroso lo sé, pero no puedo evitarlo… estoy nervioso.
—Es mi compañero de cuarto — me dijo Reiner —, Connie, él es Armin Arlet.
—Hola — me saludo. Extendió su mano y vi sus dedos heridos, apenas toque su mano le ardieron, quise decirle que dejara de morderse, pero solo sería en vano para desperdiciar saliva y ponerme al tú por tú con él.
Se veía nervioso, y yo comenzaba a estarlo también. La Napola era la oportunidad de mi vida entrar al ejercito como un buen soldado y dedicarme a la docencia, nada absolutamente nada podía salirme mal. Ahora estamos a pleno año, la época es tranquila y no hay guerras. La Napola no sería difícil, siempre y cuando me lograra mantener impasible.
El director llego, todos nos pusimos de pie, se colocó detrás del estrado y nos miró con ojos inquisidores queriendo exprimir cada gota de jugo de la sangre y el sudor que se acumulaba en nuestras nucas. Reiner tembló.
''Heil''
Gritamos alzando la mano.
''Heil''
—Cuando la victoria de Alemania llegue, seremos los nuevos dirigentes del mundo. Nuestros cuerpos no les pertenecen, pertenecen a la comunidad. Aprenderán a ser hombres respetables, valientes, ayudaran al mundo y a ustedes mismos. Son el futuro. Aprovéchenlo.
''Heil''
—0—
Contrario a lo que había pensado ni siquiera se había acercado a mí a la hora de comer, tanto así que me senté en la mesa que estaba contigua a la suya, lo veía, frente a frente y aun así ni se había fijado en mí. No me había visto, ni esperaba que lo hiciera. Ahí estaba yo pues, sentado con un chico altísimo de pelo negro bien callado llamado Berthold, hijo de un general. Se me había acercado desde hace rato y ahí estábamos pues los dos comiendo.
Arlet rebasaba mis expectativas de chico dentro de la Napola, ya me lo imaginaba yo así sin ver a nadie a los ojos, sin hablar con nadie, pegado a mi todo el día o encerrado en la habitación, sufriendo día a día. Pero no, él ya tenía a sus propios compañeros, el rapado nervioso y la masa musculosa rubia a su lado. A ninguno de los dos los conocía pero parecían los tres llevarse bien y como dije, ni me veían.
Todo lo que hacía Armin, en este primer día, resultaba totalmente contrario a lo que había pensado de él antes. Y me le quede viendo otra vez, ya lo quería ver lleno de sudor y sangre manchando esa carita suya tan angelical ¿Qué se la va a hacer? Pues si así es la vida en la Napola, y sus manos lisas llenas de cayos, al rato eso iba a pasar. Lo sé.
Berthold no parlotea ni habla, es amigable, se ve que nos llevaremos bien, se limita a comer mientras yo miro a Arlet y no me pregunta nada sobre nadie. Ni sabe mi apellido pero creo que si se da una idea del porque termine en esta Napola. Arlet me ve desde la otra mesa, levanta su mirada tranquila y penetra mis ojos con los suyos.
Recarga su mano en la mejilla y juega a dejarme la mirada, obviamente no quito mi mirada, pero el sí aparta la suya, observo su tenedor en el trayecto del plato a su boca, chiquita, que boca tan pequeña. La abre a medias y tengo la sensación de que no va a caber la comida, pero si cabe.
Masticando con sus muelas de le derecha que marcan el ritmo de las mordidas y la otra mejilla inflada como una reserva de comida, que va dirigiendo poco, llenando la otra y quedándose vacío. Metiendo otro bocado repitiendo la acción, Reiner le mira y traga. Mastica diferente cuando le miran, mastica con la boca abierta cuando le miran.
Me da risa, porque seguramente lo hace para hacerse el rudo. Lo hace para verse menos aniñado, y abre bien su boca chiquita dejando ver la comida, me da mucha risa enserio. Aparta la vista de sus compañeros y vuelve a comer con su boquita cerrada, masticando con la derecha y su mejilla inflada.
Encuentra su mirada con la mía y abre la boca para seguir comiendo, le sonrió sacando la lengua, se atraganta con la comida. Se ha quedado mudo, levanta su mano, alza los dedos y los contrae uno por uno, me parece un saludo, uno inseguro. No le contesto el saludo y sigo comiendo.
Él también come con su boca abierta, luego cambia al modo incognito.
Encontraras a una persona que terminara por descubrir como masticas cuando nadie te ve
N/A: Y es que vi la película de NAPOLA y bueno, iba al caso. Bueno pues aquí está, no quise agregar muchas cosas al principio, porque pensé que los aburriría, este es el primer capítulo… conforme los capítulos siguientes sean subidos se darán cuenta de que hay saltos temporales grandes y también flashbacks.
Pero esto es un homenaje a Guerra de Guerrillas en parte también, le tengo respeto, y miedo. Espero su aprobación enserio.
He explicado que Armin y Jean están una Napola poco estricta porque créanme que la vida en la NAPOLA ERA MUY DIFICIL, así que hice las cosas más fáciles posibles
