2º
Tiempo: Señas de identidad
"Esto es lo que realmente somos:
nuestra seña de identidad
1:Flores en la Orilla.
El
viaje a San Sebastián, aún en nave, era agotador para todos los
rebeldes. Raven sólo había pasado el tiempo mirando hacia afuera y
preguntándose si había hecho bien al poner en peligro su vida,
entregándole el arma a Gabriel y dejar a su imaginación como la
mataría.
Por otro lado, había oido perfectamente lo que el padre
Elros habia querido decirle y le daba curiosidad saber a quién se
parecía tanto como para que él luego intentara negar la
idea.
-Bienvenidos a la Posada del Peregrino- anunció Alan
mientras varios jóvenes más abrían las puertas de las naves.
El
lugar era espléndido: la entrada tenía una enramada de flores
rosadas que contrastaban bellamente por encima del verde y del color
blanco amarillento de las paredes, hacia adentro se veía un largo
corredor con piso empedrado y mas allá podía ver las
caballerizas.
-Es muy bonito aquí- dijo sorprendida
Raven.
-Hiciste bien en pedir vacaciones- dijo su hermano mientras
cargaba su maleta- Vengo molido de la invasión
-¿Tu?- sarcasmeó-
Sólo corriste con tu princesa hacia el refugio.
-El esfuerzo
mental de no enloquecer en la cárcel, hermanita.
-Sí,
claro.
Raven tomó su propia maleta, pero la
detuvieron los brazos de su maestro.
-Yo me la llevo, tú ve a
explorar- y le guiñó el ojo.
Maldiciendo por dentro, la chica se
alejó. Cedía a su voz.
Dick ayudaba a desempacar a
Catalina en una habitación doscientas veinticinco veces mas lujosa
que la que tendrían ellos.
-No dormiré aquí si usted va a
dormir en algo mas duro.- renegó la chica.
-Su
alteza
-Cata.
-Princesa
-Cata- insisitió
-Señora
mía
-¡CATA, CON UN DEMONIO!- le gritó exasperada y se echó a
reír.
-Bien. Cata. Es que así convenimos. Además....la
habitación de mi hermana tiene shampoo incluido. Eso ya es un lujo
¿no cree?
-Pues sí.- alzó una ceja, miró su maleta y rápido
intentó esconder algo, pero su protector fue mas rápido y se lo
arrebató. Fue cuestión de segundos para que el misterio quedase
revelado.
-Tú....eras....mi informante ¿cierto?
Con un leve
sonrojo en las mejillas dijo
-Sí.
-Que lista. Eras la damisela
en apuros y la artífice de todo.
Melva estaba muy divertida mirando
los nuevos "amigos" que tenía en la posada hasta que notó
algo extraño
En la esquina de su habitación estaba una muchacha
de la edad de su maestra, de cabello castaño oscuro algo largo, piel
color de café con leche y ojos aparentemente negros -no existe tal
color en los ojos humanos- con mirada dulce, de aspecto algo
orientalizado. Su cara era redonda y algo infantil.
Era apenas
unos centímetros más alta que su maestra, mejor formada y con manos
de pianista.
Su primera reacción fue mirarle las venas, que tenían tono rojo, no verde. Miró a sus ojos y debajo tenía las ojeras características de sus muertos.
-¿Tu nombre?- le dijo la
pequeña.
-Mirjam.- y le sonrió. Era una sonrisa franca.
Debido a que era verano y cercas
había un pequeño riachuelo abundaban las luciérnagas, así que la
chica sólo agarró unas cuantas y se las puso a la niña en las
coletas.
Pasaron horas cuando Melva le gritó a su maestra que
quería presentarle a su nueva amiga, pero cuando se esta llegó y la
niña la tomó del brazo, ya no estaba Mirjam.
-No está muerta- dijo la
pequeña mirando con ojos vacíos el lugar donde había estado el
espectro- Pero no vive. Es un espíritu.
-¿Y que sucedió?
-Me
contó cuentos sobre una dimensión donde los chicos no tienen magia
y estudian en una escuela normal. Tienen ciencia, sí, como nosotros.
Una de ellas se parecía mucho a tí y uno de sus amigos a tu amigo.
También de otra en que la misma chica era amiga de tu hermano y este
era de verdad un perdedor.
-Esa historia....-susurró Raven, como
si hubiera tenido un deja vou.
Igual ocurrió cuando a Raven
se le había ocurrido ir a pasearse a los columpios, que el viento le
daba de frente y le llegó un olor extraño en la brisa: a flores y a
frutas. Se detuvo en seco buscando en vano la fuente.
-Ella ronda
cerca de mí, aún con el peligro que representa para los muertos y
los no idos Carrie White.
La luna llena tenia esa noche un aro a su alrededor, como si fuera el centro de un lago. Decían los viejos que "estaba haciendo efecto". Raven paseaba por la orilla del mar y depositó una pequeña corona con flores blancas con leves bordes rosa intenso. Se dejó a la luz de la luna y el mismo signo tribal volvió a aparecer en la base de su cuello
-Te rastreé fácilmente por esas flores- dijo una voz familiar a sus espaldas.
Raven volteó y se cubrió el cuello. Era Gabriel, con una capa en las manos.
-¿Que haces
aquí?- preguntó asombrada.
-Tu hermano puso precio a la cabeza
del caballero León en Barcelona, así que hay varios tras mis
huesitos y preferí desaparecerme un ratito.- se acercó a ella y le
puso la capa para protegerla del frío.
-No soy tan delicada-
murmuró.
-Pero no debes enfermarte. Sería torpe de mi parte
estar felizmente protegido y tú a punto de pescar una pulmonía.-
ella rodó los ojos.
-Dijiste que me rastreaste gracias a las
flores.
-Ah sí. Noté que tienes un aroma parecido a ellas.
-Cada
hechicero tiene una flor y un animal que lo identifican. El animal
representa su escencia y la flor representa su personalidad. La mía
son estas: las tsukimines.
-Son muy lindas. ¿Y cual es tu
animal?
-Aún no lo sé.
La chica se inclinó y lanzó la corona al mar. La miró perderse entre las olas y sonrió.
-¿Y
eso?
-Para mi madre.
-Oh. Una ofrenda a los muertos.
-Algo
así.- quiso alejarse, pero él la detuvo del brazo, obligándo a
verle a los ojos. Gabriel metió una mano entre su ropa (N/A: La de
él, no piensen mal) y sacó de ella una pequeña muñeca con pelo de
estambre negro, ojos de botoncito y bracitos y pies sin definición,
con un vestidito rosa.
-Dijiste que nunca tuviste una muñeca.
Bien, nunca es tarde para tener la primera, aunque lamento que sea
tan humilde.
Raven miró la muñequita y luego a su amigo,
sorprendida más por el gesto. La tomó y la abrazó con alegría
infantil.
-Es muy linda. Gracias.
-Por cierto- dijo Gabriel
como advirtiéndole- No sólo detecté tu olor. Noté otro mas
extraño, de otro perfume. Pero es imposible, las únicas que huelen
demasiado aquí son tú, las chicas rebeldes, Catalina y Melva. Y
digamos que a ninguna corresponde esa esencia.
-¿No será de
alguna de tus amiguitas?- respondió con ironía la chica.
-Bah.
Te veías mas tierna hace tres segundos. Vuelve a ser así. Y
no....no he podido ir, con las prisas de intentar matarte.- rió,
pese a lo macabro del asunto.- Además, ellas huelen a perfume
barato. Su esencia es algo repugnante. Por lo menos para mí.
-Tienes
buena nariz.
-No.- la miró a los ojos- Sólo una habilidad de
más.
Gabriel notó que su protegida estaba como distraída, pensando en algo más. Antes de que pudiera decir algo, Raven le dio la respuesta
-Es Melva. Dice que encontró a una
espíritu que le contó una historia de un mundo en que no hay magia-
alzó la ceja- ¿es ridículo, no? ¿Cómo vivirían sin magia?
-Pues
sí.
-Pero no sólo eso sino que también ahí viven dos seres
similares a nosotros dos y en otra historia vive mi hermano y es un
perdedor. Me sonó todo demasiado conocido
-Bueno, esta no es la
única dimensión que hay, puede ser que la espíritu haya visto
nuestras vidas paralelas y se las halla dicho a la niña en forma de
un cuento.
Raven negó con la cabeza
-Es que esa historia yo la conocía.
Me la contó una compañera de la Academia. Me pregunto si será
ella.
-Es de las que murieron ¿no?
-Sí.
El rubio miró el mar color plata y dijo sin motivo aparente, con tono distraído:
-Nosotros no somos mas que una
ilusión. Cada universo sueña a sus habitantes, todo es sueño
dentro de un sueño. Es posible que nuestros destinos dependan de lo
que alguien esté imaginando, no sé, algún hombre, un anciano o una
niña cualquiera en un pueblo. Y a esa persona la puede estar
imaginando otra persona imaginándonos.
-Todo en la vida es sueño,
diría el escritor.
-O flores en la orilla- sonrió el joven.
