Va a empezar el séptimo año en Hogwarts para Hermione y el trío dorado intenta conseguir los Horrocruxes con ayuda de Dumbledore, a quien me he tomado la libertad de dejar vivito y coleando para que pueda seguir dirigiendo la escuela.

Es mi primer fic, tengo pensado que sea relativamente largo y temo un poco escribir sobre las partes de aventuras, hechizos, y persecuciones, así que voy a intentar pasar de puntillas por esas partes, aunque serán importantes para la trama, y centrarme en las relaciones y sentimientos de los protagonistas. Adoro el Snape/Hermione, aunque nunca me he atrevido a escribir sobre ellos porque capturar la esencia de Snape es brutalmente complicado, pero aquí estamos.

Pues nada más, espero infinita comprensión por vuestra parte.

Disclaimer: Ninguno de los personajes ni nada del universo de Harry Potter me pertenece, porque si lo hiciese, ya sabéis qué adorado y temido profesor de pociones seguiría vivo no sólo en nuestros corazones.

Ahora sí:


INCURSIÓN TEMERARIA.

Hermione se levantó de la cama sintiendo una profunda pesadez en sus párpados. Había sido un verano muy duro. Harry, Ron y ella no habían hecho otra cosa que intentar, por todos los medios, conseguir los Horrocruxes que Dumbledore les había pedido y cuya información sobre su paradero les había ido facilitando.

Ya habían destruido cuatro de los siete, a veces gracias a la información que Dumbledore conseguía, y a veces gracias a las visiones que Harry compartía con Voldemort, quien, sobre todo las últimas veces, había jugado con la mente del chico para llevarles hacia trampas mortales de las que habían escapado por muy poco.

Hermione estaba preocupada, carecían de pistas sobre dónde podrían estar el resto de Horrocruxes y cada vez sentía a Dumbledore más apagado, como si le faltasen fuerzas, aunque el director trataba de disimularlo y ni Harry ni Ron parecían haberse dado cuenta. Ella sin embargo, con su habitual perspicacia, no pudo menos que notarlo.

Aquel año sería especial, tenían un permiso oficial para salir del castillo si encontraban nuevas pistas o si la Orden o Dumbledore les requerían, así que sería complicado mantener la doble vida de estudiantes y, al mismo tiempo, ser partidarios en una guerra que cada vez estaba más cerca de culminar, para bien o para mal.

Así que entre la preparación para sus EXTASIS, los estudios, las clases, ir a la biblioteca en busca de información que pudiera ser de ayuda y la lucha contra Voldemort, no es que le quedase demasiado tiempo libre para nada, ni siquiera para descansar debidamente. Una profunda y conocida sensación de angustia comenzó a extenderse bajo su pecho. A veces echaba muchísimo de menos aquel bendito giratiempo.

Descartó rápidamente sus pensamientos, y con un bostezo terminó de desperezarse.

Hoy era su primer día de su último año en Hogwarts, y Merlín sabía que llegar tarde a su primera clase no era una opción que ella pudiese considerar aceptable bajo ninguna circunstancia.


Severus Snape tenía muy poca paciencia para tratar con las graves carencias intelectuales de sus alumnos y un dolor de cabeza considerablemente elevado. Ambas cosas juntas se mezclaron en su cerebro como si de una poción venenosa se tratase, dando como resultado que su primera clase impartida a los de séptimo año se convirtiese en una cruel explosión de mordacidad.

El Señor Tenebroso había estado particularmente molesto aquel verano, y no era para menos, ya le habían arrebatado cuatro partes de su alma, y mientras Snape se encargaba de proporcionarle a Dumbledore cualquier resquicio de información valiosa que pudiera conseguir, Voldemort se encargaba de proporcionarle a él diferentes variantes del Cruciatus sólo para desfogar su ira.

No es que no estuviese acostumbrado a soportar el dolor, el dolor se le había enroscado como una serpiente a lo poco que quedaba de su alma desde el día en que Lily murió, y desde ese momento jamás le había abandonado. Sabía que había estado pagando el precio desde entonces, y el punzante dolor de cabeza le parecía poco en comparación con los pecados que aún debía redimir, pero eso no significaba que no pudiera desfogarse un poco con la descerebrada turba de adolescentes que lo rodeaba.

—Señor Longbottom —Snape siseó con deliberada lentitud mientras saboreaba el efecto que esas dos simples palabras tenían en el muchacho —Si deja usted por un momento de hacer el ridículo añadiendo ajenjo a la poción como si la vida le fuese en ello y comienza usted a pensar —remarcó la palabra elevando calculadoramente el tono de su voz, provocando un nuevo escalofrío por parte de Neville —quizá nos libere a todos de morir por la explosión de su caldero.

Los Slytherin reían en las mesas contiguas y él no pudo evitar que la comisura de sus labios se alzase casi imperceptiblemente.

Apenas hubo terminado de decir la frase cuando la entrometida sabelotodo amante de las causas perdidas se plantó a su lado para ayudarle a elaborar la poción correctamente.

—Diez puntos menos para Gryffindor, señorita Granger —dijo perezosamente, casi con desgana.

—Pero…—La chica estaba iniciando uno de sus irritantes discursos cuando él la cortó en seco.

—Y otros diez por replicarme. Nadie le ha ordenado que se levante a intentar reparar la desgracia para el mundo que es el señor Longbottom. Ahora vuelva a su sitio y acabe su poción si no quiere que se le estropee accidentalmente— Las últimas palabras salieron de su boca con un deje amenazante en su voz mientras disfrutaba de los ojos centelleantes de furia que le dedicaba la castaña al volver a su asiento.

El resto de la clase transcurrió sin más incidentes y, milagrosamente, sin accidentes provocados por parte de Longbottom, así que Snape se relajó intimidando a sus alumnos con miradas mortales aquí y allá, y quitando puntos por minucias a Gryffindor. Se permitió una ojeada a Granger sólo para comprobar si su mirada seguía cargada de ira y se sonrió interiormente al descubrir que así era. San Potter tampoco parecía particularmente feliz con cómo había transcurrido la clase y eso le puso de un especial buen humor.

Parecía un año como otro cualquiera, pero él sabía que no iba a serlo, que la guerra estaba en su punto más álgido, y que él no iba a sobrevivir a ella. No le importó, estaba más que preparado para abrazar a la muerte, llevaba mucho tiempo anhelando la paz que sabía que ésta iba a ofrecerle.


Hermione caminó apresuradamente por los pasillos que conducían al despacho de Dumbledore, quien la había citado a solas después de las clases. Llegaba tarde, se había entretenido en la biblioteca leyendo un apasionante libro sobre los hechizos más utilizados en la historia de la magia y había perdido la noción del tiempo.

Se preguntó por qué el director querría verla a ella, particularmente, en vez de a Harry, y con la curiosidad que sentía hacia una pregunta aún sin respuesta apretó más el paso.

Cuando llegó al despacho no pudo evitar maravillarse, como siempre, al ver a Fawkes. Éste le dirigió una mirada y una ligera inclinación que ella interpretó divertida como un saludo respetuoso. De pronto Hermione se sobresaltó al escuchar la voz del profesor Snape elevándose a través de la puerta entreabierta que daba a la habitación privada del director.

Sin poder evitarlo se acercó con paso silencioso para escuchar mejor la conversación que mantenían.

Hermione miró por la rendija de la puerta y observó que Snape estaba de pie, su cara reflejando la misma expresión imperturbable de siempre, pero los blancos nudillos apoyados en la mesa le hicieron pensar que no estaba tan calmado como aparentaba. Tras la mesa, Dumbledore estaba sentado con su habitual expresión serena y los dedos entrelazados. Algo en aquella mirada había hecho sospechar a la chica desde siempre que había mucho más en él que el anciano afable y bondadoso que todos veían, siempre le pareció una pose estudiadamente fingida, demasiado poco natural.

Se preguntó qué opinaría Snape si fuera consciente de la ironía: ahora mismo su actitud y su postura ligeramente encorvada y amenazante se asemejaban mucho a la de un león a punto de saltar sobre su presa.

—Si piensas, por un solo momento, que voy a tomar esa poción estás muy pero que muy equivocado, Albus —la voz del profesor sonaba irritada pero igual de poderosa e intimidante que siempre.

Hermione se sintió contrariada por un segundo. ¿Acababa de pensar que la voz de su profesor era poderosa?

—Vamos, Severus, la poción reduce eficazmente la sensación de dolor. Sé que te he exigido mucho, sobretodo estos últimos meses, pero esto puede aliviarlo, si te dejaras ayudar…

—También embota los sentidos, y sabes perfectamente que debo estar permanentemente alerta.

—Mi querido muchacho, a veces no puedo evitar tener la sensación de que quieres sufrir deliberadamente…

Hermione dedicó una cuidadosa mirada a Snape, y se dio cuenta de que estaba más pálido que de costumbre, si aquello era posible. Las bolsas en sus ojos se notaban excesivamente pronunciadas y, en general, no tenía un aspecto demasiado…sano. Se preguntó qué habría tenido que hacer todo este tiempo por Voldemort, cuánto habría tenido que soportar, y cómo es que la gente, Harry entre ellos, continuaba dudando de su lealtad hacia Dumbledore. Puede que ella misma hubiera albergado ciertas dudas hacia él en el pasado, pero lo único que había hecho el hombre desde que ella podía recordar, era intentar protegerlos.

Un flash repentino le recordó a Snape escudándoles con su propio cuerpo ante la repentina amenaza de Remus transformado en hombre lobo. Definitivamente no tenía sentido que siguiera a Voldemort, si lo hiciese ya habría matado a Harry mucho tiempo atrás. Había tenido millones de oportunidades, y desde luego, ganas no le faltaban.

Quizá fuese un arrogante, mezquino, cruel, y desagradable ser humano, pero eso no le convertía en un traidor, arriesgaba su vida continuamente por ellos y nadie lo valoraba.

Le sorprendió darse cuenta de que le respetaba más de lo que en un principio pensó que lo haría.

—Ah, señorita Granger, si es tan amable de entrar…—Hermione dio un respingo cuando la voz del director la sacó del pozo profundo que eran sus pensamientos.

—Señorita Granger, parece que ha adquirido de Potter la dudosa habilidad de estar donde no debe cuando no debe.

Hermione sabía que él no iba a dejar pasar la oportunidad de atacar, así que entró en el despacho muy digna, y con la cabeza muy alta, como si lo último que hubiera hecho fuese estar plantada tras una puerta espiando conversaciones ajenas. Espiar, qué palabra tan fea, sonaba mal, la cambió mentalmente por "escuchar involuntariamente".

Le dedicó una leve inclinación de cabeza a su profesor mientras él la fulminaba con la mirada antes de tomar asiento y dirigirse a Dumbledore.

—¿Quería hablar conmigo?

—Sí, hará un buen rato. ¿Le apetece un caramelo de limón? — Le tendió uno que acababa de hacer aparecer en un cuenco con una gran sonrisa— Ah…Severus, eso será todo por ahora, puedes marcharte.

Si no fuese porque la capa de Snape ondeó elegantemente tras él mientras se escurría sigilosamente de la habitación, su marcha no hubiese producido sonido alguno.

—Verá, sé que se ha dado cuenta de que últimamente estoy un poco más…cansado de lo habitual. Harry no sabe nada, y usted sabe, al igual que yo, que preocuparse por mí no va a ayudarle a destruir los Horrocruxes y sólo conseguiría distraerle de su objetivo. Confío en su buen y sensato juicio para que esto continúe así.

Hermione suspiró largamente

—No le diré nada.

—Bien, y ahora creo que…ah, aquí están —Dumbledore echó un vistazo a su reloj mágico — debidamente puntuales, señorita Granger. Me temo que hoy no puedo decir lo mismo de todos los presentes.

Hermione enrojeció profundamente con ese comentario y bajó un poco la cabeza.

—Me hubiese gustado tener algo más tiempo para charlar con usted pero al menos lo imprescindible ha quedado resuelto. Ron, Harry —Dumbledore dirigió una mirada llena de ternura al pasar a este último —Tengo noticias nuevas, sentaos.

Harry y Ron sonrieron levemente a Hermione y lanzaron una mirada cargada de preocupación al director.

—Tranquilos, son buenas noticias. Hemos dado con el paradero de otro Horrocrux. Está muy bien custodiado, y la Orden del Fénix está ocupándose de algunos asuntos, no puedo enviarles a ellos. Me temo que he de pedir su colaboración.

—Cuando usted quiera, profesor —en el tono de voz de Harry no había ni una sola duda de la admiración y el respeto que sentía por el hombre que tenía enfrente.

—Partiremos en cuatro días. Si me permiten, voy a explicarles los detalles del plan.


N. de A. (-Siempre he querido escribir eso ^^) ¡Pues hasta aquí el primer capítulo! Espero que os haya gustado al menos la mitad que a mí escribirlo, que no se haya hecho tedioso y, sobre todo, que no hayáis tenido la sensación de que los personajes y sus personalidades están demasiado cerca del OoC *Kalyra suplica por esto último.*

Para el próximo más Snape/Hermione, que sin duda son las partes que más me gusta escribir, y a vosotros/as leer ;-.P. Y tengo pensado hacer más largos los capítulos así que sed pacientes con las actualizaciones y tal y tal. Quizá peque de ser un pelín tópico, pero es lo que hay, tengo un par de ideas ligeramente novedosas, aunque van para largo, que es un fic lento. No se puede hacer que estos dos se soporten en dos días xD

Dudas, sugerencias, críticas, cruciatus y reviews…¿He dicho ya reviews? ya sabéis a donde ^^

¡Hasta la próxima!