Hola de nuevo. Empezamos con este fic que lo llevaba retrasando un tiempo. Se titula en francés Conversations nocturnes, traducido al español Conversaciones nocturnas. Se trata de un fic AU, en el que Regina es profesora y Emma alumna, y hasta ahí puedo leer. Jajajajaja. Las relaciones entre los personajes no van a ser la acostumbrada, sobre todo entre Regina y Mary Margaret, pero ya veréis. Su autora es ALiciaDR. Espero que os guste. Ah, una última cosa, los títulos de los capítulos son títulos de canciones. Su autora así lo quiso, no me preguntéis cuáles son, porque no tengo ni idea.
Swans
Emma Swan nunca preparaba sus cosas. De hecho, nunca preparaba nada. Nunca, solo con una excepción: el día de la vuelta a clase, a pesar de que frente a sus amigos pasaba por una bipolar. La víspera, ella elegía con minuciosidad su ropa, el maquillaje apropiado así como el perfume, haciendo todas las pruebas necesarias, y dejaba todo en una silla al lado de su cama. También colocaba todos sus cuadernos con precaución en su nueva mochila, sus nuevos bolígrafos recién abiertos en su nuevo estuche, y metía un paquete de galletas y paquete de chicles encima de todo. Para esta vuelta, ella había optado por una camisa blanca, sencilla y nueva, unos vaqueros oscuros, también nuevos, sus habituales botas negras así como su chaqueta fetiche de cuero rojo. Peinaría sus rizos rubios en un moño no muy apretado, se echaría algunas gotas de perfume de mora, una pasada del lápiz de ojo, máscara y un brillo de labio transparente. También había metido en su mochila una tableta de chocolate y unos chicles de clorofila. Era el único día del año en que pensaba tomar algo para comer, sabiendo perfectamente que al final de la mañana lo que había cogido no se lo habría comido, al perder la costumbre a lo largo del año de tener algo de picar en su mochila. Todos esos bártulos esperaban ordenados toda la noche hasta que el despertador de Emma se pusiera a sonar. Le había costado conciliar el sueño, pues ya estaba nerviosa, pasando y repasando en su cabeza los acontecimientos que podrían pasar en ese día. Una cosa era segura, lo que iba a pasar ese día, ella no tenía ningún modo de preverlo.
Se levantó de un salto, cogió la ropa que había preparado la noche anterior y se dirigió al cuarto de baño. Bajo la ducha, soñaba con ese fabuloso día que era para ella la vuelta al cole, ese nerviosismo y ese miedo que iban de la mano con la novedad. Pensaba en sus amigos, en los profesores, en su horario y sus clases. Se dio cuenta de que no era la única que pensaba en esas cosas cuando después de haberse secado el pelo, encendió la televisión, en el canal de información local. Todo el mundo no hablaba sino de eso en Storybrooke. Uno de los periodistas del pueblo le estaba haciendo una entrevista al entrenador de baloncesto del instituto, que tenía la cara roja de los nervios. El hambre en África, las guerras civiles y los atentados con bomba no eran nada comparados al día sagrado de la vuelta a clase, al ruido de la tiza nueva sobre la negra pizarra inmaculada, a los pasillos abarrotados y al suelo pisado por los pies de miles de alumnos del instituto Storybrooke. Emma encontró sobre la mesa del comedor una taza de chocolate a la canela aún tibia, con una pequeña nota
«Que tengas un buen día, te quiero. P.»
P. Una P para Papá. Ya hacía seis años que vivía con Marco, y nunca se atrevía a poner la palabra completa, cuando podría hacerlo perfectamente, pues ella nunca se había sentido tan en casa como lo estaba con Marco. Se bebió su chocolate, cogió su mochila, sus llaves, cerró la puerta y llegó a la parada del autobús incluso antes de darse cuenta, el corazón al galope. Ese era el problema con las mañanas: los minutos desfilaban siempre demasiado deprisa. A penas se parpadea, y ya se está con retraso. Otro parpadeo y ya es mediodía.
Era un poco más de mediodía cuando Regina Mills entró con paso enérgico, como era su costumbre, en la cafetería del instituto. Aunque no medía sino 1'65 metros, asustaba a la mayor parte del instituto por su prestancia y su gran confianza en ella misma. Había previsto comer con Robin ese primer día de clase, había pasado por la sala de profesores al salir de su clase, pero no lo había visto, entonces había deducido que él no la había esperado.
«¡Ah!, Aquí llega la más bella» comentó David cuando se sentó frente a él y su novio
«Gracias David, al menos uno que se interesa por mí» dijo desviando sus ojos chocolate en dirección de Robin.
«Perdóname, amor, me había olvidado completamente que tenía que esperarte…» respondió el interesado poniendo sus ojos claros en ella, con una mueca de excusa en sus labios.
Regina siempre había sido independiente, incluso solitaria, antes de conocer a Robin. Le gustaba tener un cierto control sobre la situación, y con él, había creído encontrar su equilibrio, se había abandonado a él, sin abandonar sin embargo sus principios, ella había amado esa libertad, y con él, ella lo tenía todo. Pero ahora todo era diferente.
Regina sintió una presencia y vio que Jefferson, uno de los profesores de inglés, se había sentado a su lado.
«¿Entonces? ¿Cómo sienten que va a ser este año? ¿Tenéis buenos alumnos?
La morena hizo danzar con su tenedor los guisantes en su plato. Su primera mañana había sido como todas las otras. Les había hecho escribir su nombre en un trozo de papel, les había dado las fichas para rellenar, explicado un poco el funcionamiento del instituto y al final, había visto con ellos los diferentes puntos del temario de literatura que verían ese año. Todo igual exactamente al año pasado, y ese que se presentaba sería igual. Ella normalmente se complacía con la rutina, con la que tenía en el instituto, con la que había establecido en su pareja a lo largo de los años, con la que pasaba los días, pero desde hacía algún tiempo se sentía diferente, había tenido la misma crisis que todo el mundo de su edad. Por las mañanas, tomaba consciencia de su edad, se miraba, exploraba su cuerpo bajo todos los ángulos, se hundía en sus ojos marrones, tocaba sus cabellos negro azabache, los sacudía para que cayeran suavemente sobre sus hombros y se repetía como un disco rayado «Tengo 32 años» Tenía la sensación de viajar contracorriente, buscando, con los ojos en el vacío, un punto de referencia fijo al que agarrarse. El torbellino de la vida a penas la rozaba, no la llevaba con él, era una brisa ligera que le acariciaba la mejilla, y a veces, solamente, le hacía cosquillas en la espalda empujándola en vano hacia delante. Las palabras de Robin la sacaron de su torpor.
«¿Y los tuyos, Regina? ¿Se portan bien? Porque si se meten contigo, no dudaré en hacerles dar la vuelta a la cancha tres veces a la pata coja»
Regina le sonrió
«No te preocupes, son unos blandos, en fin, de momento, como siempre»
«Para cambiar el habitual parloteo de profesores completamente aburrido» comenzó David, con una pizca de orgullo en la voz «tengo que decir que me encargo del baile de esta noche. Y que pienso traer a alguien»
«¿En serio?» preguntó Robin «Espera…¿tienes a alguien de verdad? ¿Vais en serio?»
«Todavía no es oficial, para ser sinceros, apenas nos conocemos, pero le pedí que viniera conmigo, y ella ha aceptado…de alguna manera»
«¡Me habría gustado que me la presentaras! Casi me hace lamentar no poder ir»
Regina frunció el ceño y elevó la mirada hacia su novio
«¿Te estás quedando conmigo?»
«Tengo un montón de formularios que ver y rellenar con M. Gold para el viaje escolar de octubre»
«Claro, por supuesto» susurro ella para sí misma «Y yo soy la reina de Inglaterra»
«Serías una excelente reina si quieres mi opinión» le dijo David al oído con una sonrisa para relajar al atmosfera.
«Voy a buscar agua»
Cogió la jarra con un gesto violento y se marchó en dirección a los grifos de agua, un poco más alejados. Desde hacía un tiempo, ni siquiera tenía necesidad de mirar a los ojos de su novio para saber que le mentía. Había sorprendido varias conversaciones telefónicas con su ex mujer, Marianne, y Regina estaba segura de que los dos habían retomado su relación allí donde lo habían dejado seis años atrás. Con los ojos posados, sin realmente prestar atención, sobre una rubia que estaba llenando su jarra, se cruzó con una penetrante mirada esmeralda, a penas más de medio segundo. La muchacha que la miraba se había sobresaltado cuando sus ojos se habían cruzado con los de ella, y rápidamente se había dado la vuelta, turbada y se había alejado en la otra dirección, con la jarra llena en su mano y las mejillas al rojo vivo. La mirada que ella le había lanzado la había electrizado completamente, y seguramente le había pasado lo mismo a la alumna, dada su reacción. Sin duda Regina la había mirado de forma demasiado dura, ella raramente se controlaba cuando tales emociones la asaltaban, y sin saber muy bien por qué, se echaba en cara el haber asustado a la joven. Sin pensar, sus pasos la llevaban hacia donde la rubia se había sentado, siguiendo el mismo camino, hasta que la voz de Robin la sacó una vez más de su trance.
«¿Regina? ¿Dónde vas? ¡Tenemos sed!»
Esta última sacudió la cabeza para recobrarse y retomar el control de su persona.
Algunas mesas más lejos, Emma Swan se dio la vuelta y sintió su corazón latir frenéticamente en su pecho cuando sus ojos se posaron en la espalda que pertenecía a la mirada oscura y glacial que la acababa de taladrar.
¿Qué tal pinta? ¿Os gusta? Espero que sí.
