El musical Hamilton no me pertenece, es propiedad de Lin Manuel Miranda. Créditos del dibujo de la portada a ziksua.


—John Laurens, llegó otra carta de tu padre.—Le avisó el mensajero mientras le daba al mencionado el mensaje de su progenitor, quién la recogió de inmediato.

—Gracias.—Fue lo único que le dijo al hombre, quién luego de eso salió de la tienda. Sin embargo el joven no se veía muy emocionado.

—¿Qué pasa Jack? ¿No te alegra recibir una carta de él?—Le preguntó su mejor amigo, Alexander, llamándole por su apodo.

—No es eso, es solo qué él…—Suspiró.—Digamos que últimamente me ha estado presionando mucho para ciertas cosas y conociéndolo de seguro esta carta no es la excepción.

—Bueno John, igual él sigue siendo tu padre y sería descortés no leerla, aún por los problemas que tienen.—Le comentó su otro amigo, Lafayette.

—Tienes razón.—

—Bueno, creo que es mejor que te dejemos a solas para que la leas tranquilo y puedas pensar en que responderle.—Dijo Alexander, a lo cual el pecoso simplemente asintió.

—Pero no tardes mucho, que Washington dijo que en unos minutos quería vernos.—Le avisó el francés para luego salir de la tienda con el otro inmigrante, dejando a solas al joven abolinista con la carta de su padre en las manos.

El pecoso suspiró y abrió el sobre con cuidado, empezando a leer lo que le había enviado su progenitor. Al principio era lo normal, le preguntaba cómo se encontraba y lo mucho que sus hermanos lo extrañaban, pero entonces luego pudo notar como disimuladamente mediante algunas frases preguntaba cuándo podía mostrar a alguna pretendiente.

Ese era el problema.

Su padre ya se había hartado del hecho de que su hijo no tuviera a alguna mujer aunque sea siendo cortejada por él, cansado de seguir con excusas ante las preguntas que le hacían los demás acerca de su vida amorosa, así que ya le había pedido que empezara a buscar. Eso últimamente le había molestado bastante a John, además, ¿qué derecho les daba a esas personas de preguntar cosas de su privacidad?

Finalmente se dispuso a enviarle una respuesta a su padre, sin embargo evitó por completo el tema acerca de las pretendientes y demás, no quería hablar para nada acerca de eso. Solamente en su vida había cortejado a una dama y esa era Martha Manning, quién se había vuelto una de sus mejores amigas, sin embargo a pesar de hasta casi haber pasado una noche de intimidad tuvieron una charla y tras eso decidieron ser solo amigos...O algo por el estilo, pues las cosas no terminaron del todo bien entre ellos y hace tiempo que no se comunicaban, pero eso ya era otra historia. El punto es que de verdad adoraba a Martha,pero sabía que jamás podría amarla, de hecho, no estaba seguro si alguna vez podría amar a alguna mujer porque le atraían más los de su mismo género.

No podía mentirse a si mismo, incluso tuvo una relación secreta con alguien llamado Francis Kinloch, su primer amor que lamentablemente terminó estando destinado al fracaso por varias razones. Pensar en aquello le dolía, pero al mismo tiempo aún había algo de rencor en él, por lo tanto siempre trataba de distraerse con cualquier cosa cuándo pensaba en él. Y luego el amor llegó nuevamente a su puerta por parte de nada más ni menos que su mejor amigo, Alexander Hamilton. Habían tenido sus momentos de alguna especie de...tensión y varios sentimientos encontrados, incluso algo le decía que su buen amigo le correspondería de no ser por la moral de la sociedad en la que se encontraban, más por todas esas cartas afectuosas que le enviaba. Pero nunca llegaron a algo, terminaron siendo solo amigos. De todas maneras Laurens estaba seguro de aún seguir amando a Hamilton, pero era lamentablemente un amor imposible.

Tras escribir la respuesta para su padre se la dio al mensajero para que se la pudiera enviar y se dirigió hacia los demás nuevamente, preguntándose si en algún momento dejarán de presionarlo para tomar ciertas decisiones en su vida y aparte si habría alguna mujer en el mundo por la cuál se volvería suya.

[...]

Hace un par de días su amigo Alexander se había convertido en la mano derecha de George Washington, demostrando siendo alguien de mucha ayuda en varias ocasiones. Entonces tras mucho éxito obtenido, todos los solados, incluyéndolo a él y a su grupo, pudieron tener la oportunidad de asistir al dichoso "Baile de invierno".

—¿Qué tenemos en común? Somos confiables con las…—Decía Burr al unísono.

—¡DAMAS!—Gritaron para completarle la frase.

—¡Hay tantas para desflorar!—

—¡DAMAS!—

—¡Tenemos la apariencia y proximidad al poder!—

—¡DAMAS!—

Tras terminar ese coro se pusieron marcha para disfrutar de la fiesta, no sin antes escuchar a Burr una vez más.

—Miren, las hermanas Schuyler como siempre siendo la envidia de todo el mundo.—Comentó Aaron para luego señalar al trío de hermanas que llamaban la atención de todos.—Si puedes casarte con una hermana, eres rico amigo. —

—¿La pregunta es "si puedo" o "con cuál"?—Dijo Hamilton.

—Hey.—Agregó Burr al escuchar eso.

—Hey.—Le siguió Alexander.

—Hey, hey, hey.—Empezaron a decir al unísono.

Laurens, Lafayette y Mulligan al ver eso no pudieron evitar soltar una risa.

—Bueno mon amis, si me disculpan, iré a disfrutar de la fiesta.—Dijo el francés con una sonrisa en el rostro.

—Te acompaño.—Decía Hercules mientras empezaba a seguirle el paso a su amigo, no sin antes dirigirse hacía Laurens.—¿No vienes?—

—Luego los alcanzo.—Le respondió John, para después ver a sus dos amigos alejarse.

La verdad quería estar un momento a solas antes de tener que empezar a hablar con los demás, en especial seguramente con algunas señoritas que se fijarían en él. Fue hacía donde servían las bebidas y empezó a tomar una copa, entonces ahí fue cuando en algún momento su mirada se posó en el trío de las Schuyler, quiénes festejaban alegremente, aunque las de los vestidos rosa y amarillo parecían ser más extrovertidas a comparación de quién vestía azul. De todas formas parecían muy agradables.

—Con qué te llaman bastante la atención, ¿no es así?—Le comentó una voz, se volteó y resultó ser Burr.

—Bueno, pues…no puedo negarlo, son hermosas.—Dijo sinceramente, si eran muy bonitas.

—Pues en caso de que quieras intentar déjame advertirte que la mayor, Angelica, es muy difícil de conquistar, podría decirte algo hiriente en el intento.—Le decía señalando a la mencionada con una mirada, como si de una advertencia seria se tratara.

—Lo intentaste, ¿no es así?—Le preguntó con una sonrisa aun estando seguro de cuál sería la respuesta.

—…Sí. —Dicho eso tomó un sorbo de su copa.

—¿Cómo se llama la del vestido amarillo?—Preguntó, ya le estaba dando algo de curiosidad saber más sobre ellas.

—Peggy, es la menor y es muy…—Se puso a pensar en una palabra para describirla.—Peggy.—Fue lo único que pudo decir.

—Entendido.—Dijo, con eso ya se lo había dicho todo.—¿Y la otra?—

—Eliza, la de en medio, es muy dulce, inteligente y atrevida. De hecho, creo que podrían congeniar.—

— ¿Tú crees?—Arqueó una ceja.

—Solo digo, podrías sentirte satisfecho a su lado. Intenta hablar con ella.—Sugirió.

—No lo sé…—Dijo algo inseguro.

—Vamos, ¿por qué tanta pena? Escuché por ahí que ya habías a alguien cortejado antes.—

—Sí, pero a una buena amiga que conozco desde hace mucho de no ser porque nuestros padres se conocen.—Aclaró.—No sé si podría al menos acercarme a Eliza.—Dijo. Era cierto, no estaba seguro si podría sentirse cómoda con ella por el hecho de que prefería la compañía de los hombres mucho más que la de las mujeres.

—Mira, te daré un consejo, solo acércate poco a poco y con un "hola" bastaría. Y si no, pues pídele ayuda a los de tu grupo, se nota a kilómetros que son demasiado expertos en ese tema.—Bebió un poco más de su bebida mientras escuchaba que Laurens sacó una pequeña risa tras ese último comentario.

John se puso a meditarlo por un buen rato, ¿de verdad valdría la pena intentar algo con ella? Tal vez si al menos la cortejara un poco su padre por fin se callaría y lo dejaría en paz, aparte de que sería alguien que él aprobaría por completo y ella de verdad parecía una buena chica.

—Bueno, voy a tratar, gracias Burr.—Dicho eso se puso en marcha hacía donde se encontraba. El problema es que ya no la veía en ningún lado, ¿se habrá ido a alguna otra parte de la sala? Tras un rato finalmente vio que volvía hacía donde estaban sus dos hermanas, parecía muy feliz.

Iba a acercarse cuando de repente ese coraje momentáneo se desvaneció de repente. Hasta había olvidado lo que ya tenía planeado decirle tras pensarlo bien.

No podía hacerlo.

Así que retrocedió, sin embargo aún pensaba en intentarlo, sentía que ya no podía soportar ni un día más la presión que le daban. Entonces fue cuando a sus tres amigos conversando a lo lejos, y recordando lo que le aconsejó Burr optó por pedirles ayuda.

—¡Laurens!—Exclamó Lafayette al ver que se aproximaba.—Ya eras el único que faltaba, también te nos habías desaparecido como Alexander.—

—Perdonen.—Fue lo único que dijo ante eso.—Es que, me preguntaba si podían ayudarme con algo.—

—¿Qué sucede amigo? ¿Todo bien?—Preguntó Mulligan.

—Sí, es solo que hay alguien que llamó mi atención.—Dicho eso vio como sus tres camaradas ponían cara de emoción.

—¿Enserio Jack? Pensaba que no estabas interesado en eso.—Comentó Alexander, sorprendido.

—Lo sé, pero… ustedes entienden, ella es muy bella.—Sonrió de lado.

—Pues sólo dime quién es y te la presentaré por ti, ¿de acuerdo?—Dijo el caribeño dando a entender que se ofrecía como su casamentero.

—Muy bien…—

Dicho eso Laurens lo condujo hacia donde se encontraba la mujer que le "atraía". Aunque entre tantas personas era difícil adivinar cuál era.

—A ver John, ¿cuál de todas es?—

—Es ella.—Señaló a Eliza, quién aún se encontraba con sus hermanas.—La del vestido azul.—Mencionó para que supiera a quién se refería realmente.

Alexander guardó silencio por un momento, pero luego sonrió.

—Espera aquí.—Le hizo un guiño a su amigo para luego dirigirse hacia la hermana de en medio, quién no tardó en notar su llegada.

Tras ver que empezó a hablarle, Laurens sabía que ya no había marcha atrás y no tardarían mucho en presentársela. Así que decidió relajarse y respirar profundamente como una preparación para lo que vendría. Entonces conforme se acercaban pudo escuchar más claro lo que decían.

—¿A dónde piensa llevarme?—Le preguntó con curiosidad.

—Digamos que cambiaré su vida por completo.—Le respondió para luego ponerse enfrente de su mejor amigo con ella.—Elizabeth Schuyler, me gustaría presentarle a mi buen amigo, John Laurens.—La soltó.

—Oh.—Dijo ella.— Es un gusto conocerlo.—Hizo una reverencia educada.

—El p-placer es m-mío.—Le dijo el de pelo rizado para luego besarle la mano con algo de nerviosismo, esperaba no estropearlo.

—Muchas gracias por sus servicios.—Le agradeció amablemente.

—N-no tiene que agradecer nada, solo hago mi deber.—Contestó.— Anhelo con que todos seamos libres, sin ninguna excepción.—Sonrió, haciendo referencia a su sueño de que todos los esclavos tuvieran derechos y libertad absoluta algún día.

—Es muy generoso de tu parte, espero que cumplas tu objetivo.—Le devolvió la sonrisa.

—Te la encargo.—Le susurró Alexander para luego irse, parecía que estaba satisfecho con aquél logro.

Surgió un silencio incómodo entre los dos.

—Entonces, ¿a qué se refería usted con "ninguna excepción"?—Le preguntó Eliza, rompiendo el hielo.

—Oh, bueno, es que me gustaría poder contribuir en abolir la esclavitud algún día.—Contestó.—Para mí todos deberían tener los mismos derechos.—Dijo.

—Vaya, eso es muy noble.—Le comentó, siendo conmovida con eso.—¿Y ya tienes algo en mente?—

—Pues pediré permiso para dirigir a un grupo de esclavos en batalla y a cambio de su contribución serán libres.—Ambos volvieron a sonreír.

Luego de eso ambos se pusieron a compartir más sobre sus vidas, sus gustos y aspiraciones, incluso a John le interesó la pasión de Eliza por la música, sobretodo el piano, comentando que ya tenía ganas de poder escucharla tocarlo algún día. La verdad disfrutó mucho estar a su lado y la joven dama también, de hecho ya hasta había empezado a sonrojarse.

Tras ese momento, ambos acordaron mantenerse en contacto mediante cartas, haciendo que Eliza se sintiera cada vez más y más indefensa.