HOLAAAA MIS CHICAS LINDASS, ACA VENGO OTRA VEZ DE ENFADOSA, COMO YA ES LA COSTUMBRE, VERDAD, JEJEJEJE

BUENO ESTA ES UNA NUEVA ADAPTACION DE UNA HISTORIA QUE ME ENCANTA, LA HE LEIDO MILES DE VECES, Y LA ULTIMA VEZ QUE LA LEI, ME IMAGINE A NUESTROS AMADOS PROTAGONISTAS DE TWILIGHT.

ACLARO QUE LA HISTORIA NO ES MIA, SIN EMBARGO LLEVARA MUCHAS ADAPTACIONES Y CAMBIOS DE LA IDEA ORIGINAL.

LOS PERSONAJES SON CREACION DE LA INIGUALABLE S. MEYER.

BUENO ESPERANDO QUE LES GUSTE, LAS QUIERE.

MAR-LOVE-EDWARD-CULLEN

MI ISABELLA.


CAPITULO I

Perdido

Estaba lloviendo. No era considerarse un presagio, simplemente era inevitable.

Forks es un pueblecito al noroeste del Estado de Washington, cuyo cielo casi siempre permanece encapotado.

En esta localidad llueve más que en cualquier otro sitio de los Estados Unidos, por lo que la lluvia es algo esencial de este lugar.

El paisaje es de lo más hermoso, algo que era imposible de negarse. Todo era de color verde: los árboles, los troncos cubiertos de musgo, el dosel de ramas que colgaba de los mismos, el suelo cubierto de helechos. Incluso el aire que se filtraba entre las hojas tenía un matiz verdoso

Era demasiado verde, un planeta alienígena.

La lluvia ceso después de unos minutos, aunque persistió la nubosidad densa y oscura que caracterizaba al lugar, estaba anocheciendo y tras el breve crepúsculo vino tranquila y oscura la noche, en cuyo negro seno murieron poco a poco los últimos rumores de la tierra soñolienta.

El viajero siguió adelante en su camino, apresurando su paso a medida que avanzaba la noche. Iba por angosta vereda, y subía sin cansancio por un pequeño cerro.

Era un hombre de mediana edad, de complexión recia, buena talla, ancho de espaldas, resuelto de ademanes, firme de andadura, basto de facciones, de mirar osado y vivo, ligero a pesar de su regular obesidad, y excelente persona por doquiera que se le mirara. Vestía el traje propio de los señores cuyo estatus social es mas que bueno, con un redondo sombrero negro, que mas bien tenía el aspecto de un hongo, gemelos de campo pendientes de una correa, y un grueso bastón que, entre paso y paso, le servía para apalear los helechos que se extendían por el suelo.

Se detuvo, y mirando a todo el círculo del horizonte, parecía impaciente y desasosegado.

Sin duda no tenía gran confianza en la exactitud de su itinerario y aguardaba el paso de algún habitante que le diese buenos informes topográficos para llegar pronto y derechamente a su destino.

-No puedo equivocarme -murmuró-. Me dijeron que atravesara el río por la pasadera... así lo hice. Después que marchara adelante, siempre adelante. En efecto, allá, detrás de mí queda esa apreciable playa, que llaman la push...

De modo que por aquí, adelante, siempre adelante… he de llegar a las famosas minas Cullen.

Después de andar largo trecho, añadió:

-Me he perdido, no hay duda de que me he perdido... Aquí tienes, Anthony Cullen, el resultado de tu adelante, siempre adelante. Estos transeúntes no conocen el valor de las palabras. O han querido burlarse de ti, o ellos mismos ignoran dónde están las minas Cullen. Un gran establecimiento minero ha de anunciarse con edificios, chimeneas, ruido de arrastres, resoplido de hornos, relincho de caballos, trepidación de máquinas, y yo no veo, ni huelo, ni oigo nada... Parece que estoy en un desierto... ¡qué soledad! Si yo creyera en brujas, pensaría que mi destino me proporcionaría esta noche el honor de ser presentado a ellas... ¡Demonio!, ¿pero no hay gente en estos lugares?... Aún falta media hora para la salida de la luna. ¡Ah!, bribona, tú tienes la culpa de mi extravío... Si al menos pudiera conocer el sitio donde me encuentro... ¿Pero qué más da?—Dijo mientras hacia el gesto propio del hombre esforzado que desprecia los peligros.-Cullen, tú que has dado la vuelta al mundo, ¿te acobardarás ahora?... ¡Ah!, los quileutes tenían razón: adelante, siempre adelante.

La ley universal de la locomoción no puede fallar en este momento.

Y puesta intrepitosamente en ejecución aquella osada ley, recorrió un kilómetro, siguiendo a capricho las veredas que le salían al paso y se cruzaban y se quebraban en ángulos mil, cual si quisiesen engañarle y confundirle más. Por grande que fuera su resolución e intrepidez, al fin tuvo que pararse.

Las veredas, que al principio subían, luego empezaron a bajar, enlazándose; y al fin bajaron tanto, por el cual sólo habría podido descender echándose a rodar.

-¡Bonita situación! -exclamó sonriendo y buscando en su buen humor lenitivo a la enojosa contrariedad-. ¿En dónde estás, querido Cullen? Esto parece un abismo. ¿Ves algo allá abajo? –se pregunto y después se respondia el mismo-Nada, absolutamente nada... pero el césped ha desaparecido, el terreno está removido. Todo es aquí pedruscos y tierra sin vegetación, teñida por el óxido de hierro... Sin duda estoy en las minas... pero ni alma viviente, ni chimeneas humeantes, ni ruido, ni un tren que murmure a lo lejos, ni siquiera un perro que ladre... –El hombre continuaba con su monologo-¿Qué haré?, hay por aquí una vereda que vuelve a subir. ¿Seguirla? ¿Desandaré lo andado?... ¡Retroceder! ¡Qué absurdo! O yo dejo de ser quien soy, o llegaré esta noche a las famosas minas Cullen y abrazaré a mi querido hermano. –Adelante, siempre adelante—se recordaba constantemente.

Dio un paso y hundiose en la frágil tierra movediza. Señal de que las minas Cullen estaban muy, pero muy cerca.

-¿Esas tenemos, señor planeta?... Parece esto el cráter de un volcán apagado... Hay que andar suavemente por tan delicioso precipicio. ¿Qué es esto? ¡Ah! Una piedra—exclamo, de forma apesadumbrada—magnífico asiento para echar un cigarro, a la espera de que salga la luna.

El discreto Anthony se sentó tranquilamente como podría haberlo hecho en el banco de un paseo; y se disponía a fumar, cuando sintió una voz... sí, indudablemente era una voz humana que sonaba a lo lejos, un quejido patético, mejor dicho, un canto melancólico, formado de una sola frase, cuya última cadencia se prolongaba apianándose en la forma que los músicos llamaban morendo, y que se apagaba al fin en el plácido silencio de la noche, sin que el oído pudiera apreciar su vibración postrera.

-Vamos –dijo Anthony lleno de gozo—por fin humanidad tenemos. —Anthony se sentía de manera extraña, en su vida, nunca había tenido un monologo tan largo como de el que ahora era autor. Quien lo escuchara hablar de esa manera seguramente pensaría, que estaba falto de cordura—Ese es el canto de una muchacha; sí, es voz de mujer, y es una voz preciosísima... Ahora calla... Oigamos, que pronto ha de volver a empezar... Ya, ya suena otra vez. ¡Qué voz tan bella, qué melodía tan conmovedora!

Efectivamente, la voz era preciosa a tal magnitud que parecía provenir de las profundidades de la misma madre tierra o del mismísimo cielo.

-si no me engaña el oído, la voz se aleja...—pensó Anthony. La graciosa cantora se va... -¡Eh! Muchacha, aguarda, detén el paso—grito con algo de desesperación.

Sin embargo, la voz, que durante breve rato había regalado con encantadora música al oído del hombre extraviado, se iba perdiendo en la inmensidad tenebrosa, y a los gritos de Anthony, hasta que el canto se extinguió por completo.

Sin duda la misteriosa mujer de canto celestial, que entretenía su soledad cantando tristes amores, se había asustado de la brusca interrupción del hombre, huyendo a las más hondas entrañas de la tierra, donde moran, avaras de sus propios fulgores, las preciosas piedras.

-Esta es una situación divina -murmuró Anthony, considerando que no podía hacer mejor cosa que dar lumbre a su cigarro-. No hay mal que dure cien años. —dijo al tiempo en que se volvía a sentar tranquilamente; y se dispuso a fumar—Me he lucido con querer venir solo y a pie a las minas de Cullen. Mi equipaje habrá llegado primero, lo que prueba de un modo irrebatible las ventajas del adelante, siempre adelante.-¡Oh! Lo que significa que Carlisle ya debe estar enterado de mi visita. Perfecto, adiós a la sorpresa—se dijo de forma melancólica.

Hacia cerca de 17 años que Anthony no visitaba a Carlisle su único hermano, al cual a la muerte de sus padres había decidido dejar, a cargo de las Minas de Cullen. Ya que, como el solía decir, no estaba hecho para eso, el deseaba recorrer el mundo, y con su profesión de doctor, había logrado con facilidad, ya que su dedicación lo llevo a colocarse entre los mejores doctores del mundo. Un beneficio al cual había logrado explotar.

En todos esos años de no verse, se habían mantenido comunicación por medio de cartas, muchas de las cuales se habrían perdido, debido a que Anthony no permanecía mucho tiempo en un mismo lugar.

Aun no tenía muy claro, que lo había impulsado a volver a su tierra, o tal vez si lo sabía. La soledad, su fiel compañera en el tiempo. Algo que por el momento no estaba dispuesto a aceptar ante nadie.

El movimiento ligero del viento alerto a Anthony que creyó sentir pasos lejanos en el fondo de aquel desconocido abismo que ante él tenía. Puso atención y no tardó en adquirir la certeza de que alguien andaba por allí. Se levanto, y gritó:

-Muchacha, hombre, o quien quiera que seas, ¿se puede ir por aquí a las minas de Cullen…..?

No había concluido, cuando escucho el violento ladrar de un perro, y después una voz de hombre, que dijo:

- Jake, Jake, ven aquí.

-¡Eh! -gritó Anthony-. Buen amigo, muchacho de todos los demonios, o lo que quiera que seas, sujeta pronto a ese perro, que yo soy hombre de paz!

-¡Jake, Jake!

Anthony vio que se le acercaba un perro negro y grande; mas el animal, después de gruñir junto a él, retrocedió al llamado por su amo.

En tal punto y momento, Anthony pudo distinguir una figura, un hombre, que inmóvil y sin expresión, cual muñeco de piedra, estaba en pie a distancia como de diez metros más abajo de él, en una vereda trasversal.

Este sendero y la humana figura detenida en él, y ahora alumbrada por la luz de la luna, llamaron vivamente la atención de Anthony, que dirigiendo la mirada al cielo, exclamó:

-¡Gracias a Dios!, al fin salió esa loca. Ya podemos saber dónde estamos. No sospechaba yo que tan cerca de mí existiera esta senda... Pero si es un camino...—se interrumpió al recordar que a unos metros de distancia se encontraba aquel joven.

-¡Hola!, amigo, ¿puedes decirme si estoy en las minas de Cullen?

-Sí, señor, estas son las minas de Cullen, aunque estamos un poco lejos del establecimiento.—dijo algo extrañado el joven pues no le era nada familiar la voz de aquel extraño.

La voz que esto decía era juvenil y agradable, y resonaba con las simpáticas inflexiones que indican una disposición a prestar servicios con buena voluntad y cortesía.

Mucho gustó al doctor oírla, y más aún al observar la dulce claridad que, difundiéndose por los espacios antes oscuros, hacía revivir cielo y tierra, cual si se los sacara de la nada.

-Fiat lux** -dijo descendiendo-. Me parece que acabo de salir del caos primitivo. Ya estamos en la realidad... Bien, amiguito, te doy las gracias por las noticias que me has dado y las que aún has de darme... Salí del centro de Fork al ponerse el sol. Y me dijéron que adelante, siempre adelante...

-¿Va usted al establecimiento? -preguntó el misterioso joven, permaneciendo inmóvil y rígido, sin mirar al doctor, que ya estaba cerca.

-Sí, pero sin duda equivoqué el camino.

-Esta no es la entrada de las minas. La entrada es por la pasadera de Rabagones, donde está el camino y el ferro-carril en construcción. Por allá hubiera usted llegado en diez minutos al establecimiento. Por aquí tardaremos más, porque hay bastante distancia y muy mal camino. Estamos en la última zona de explotación, y hemos de atravesar algunas galerías y túneles, bajar escaleras, pasar trincheras, remontar taludes, descender el plano inclinado; en fin, recorrer todas las minas de Cullen desde un extremo, que es este, hasta el otro extremo, donde están los talleres, los hornos, las máquinas, el laboratorio y las oficinas.

-Pues, si que mía que ha sido grande mi equivocación -dijo Cullen riendo.

-Yo le guiaré a usted con mucho gusto, porque conozco estos sitios perfectamente.

Cullen, hundiendo los pies en la tierra, resbalando aquí y bailoteando más allá, tocó al fin el benéfico suelo de la vereda, y su primera acción fue examinar al bondadoso joven.

Breve rato estuvo el doctor dominado por la sorpresa. Ahora entendía más el extraño comportamiento y el misterio que el chico irradiaba.

-Usted... –murmuró, cuidadosamente tratando de no herir al chico

-Si, soy ciego- término la frase que había dejado inconclusa Cullen.


BUENO K LES PARECIO, PORFIS CHICAS HAGANME SABER K LES PARECIO, SIIIIIIIIIIIIIII POR FA

DENLE AL BOTONCITO VERDEEE DE LOS INCENTIVOS SSIII.

BUENO NO LAS ABRUMO MAS CUIDENSEN MIS LINDAS CHICAS HERMOSAS

BESOS Y MORDISCOS, MUAAAAAKKK