N/A. mi primer intento de fic CrowleyxMiranda (y creo que el primero de todo ff. net, se ve que tengo un gusto raro para las parejas xDD) por eso agradecería muchísimo algún comentario al respecto, thanks!
D.Gray-man no me pertenece (por que si así fuera Rabi y Kanda serian los protagonistas xDD) y bla bla bla
Atracción al Tiempo
Increíble.
Eso fue lo primero que pensó de ella y de lo que era capaz de hacer.
No era como si no hubiera visto cosas sorprendentes en su vida, bueno, tampoco es que él hubiera viajado mucho y su experiencia en fenómenos anormales fuera muy amplia, pero no era cosa de cada día que un barco ruinoso, sucio, con altas probabilidades de hundirse en cuanto pusieras un pie en él, se transformara en menos de dos segundos en un precioso velero, en el que parecía que no hubiera caído una mísera mota de polvo desde el día en que fue botado.
No era normal; definitivamente, no parecía como los demás exorcistas.
Su Inocencia tenía sin duda algo de magia.
Su brazo permanecía firme mientras la invocaba, sus ojos no perdían de vista los haces de luz que salían despedidos de aquel extraño disco que giraba como una bobina desbocada sobre su mano, y sus labios siempre tensos informaban que estaba preparada.
El círculo era su dominio y el del péndulo del reloj, su mano detenía por unos minutos las tijeras de Átropos, la Parca, pues ella era Miranda Lotte la doncella del tiempo, la amante de Chronos, quien soborna a la muerte con sus sueños.
Y ese poder tentador la hacía a ella igualmente tentadora.
Maravillosa murmuró, hasta que un segundo pensamiento sacudió su cabeza, al verla saltar desde el muelle con clara intención de ahogarse luego de haber realizado tan magnifico trabajo, gritando que la dejaran morir…bien, quizás "maravillosa" no era la palabra adecuada para definirla.
Lo sentía por Rabi, al que habían obligado a saltar al rescate por que Miranda se hundía en el mar azul cual sirena en agonía, pero se había alegrado de que a la recién llegada exorcista no le hubiera sucedido nada, aunque después del incidente hubiera tenido que aguantar las desafiantes miradas de un empapado y malhumorado Rabi. Quizás no tendría que haberlo empujado.
Miranda le resultaba… desconcertante.
Y más aun cuando afirmaba sin perder la sonrisa que era capaz de no dormir durante diez días; una "especialidad" lo llamaba. A veces dudaba que fuera humana.
Aun así, no le cabían dudas acerca de su corazón cándido. Debía serlo si dejaba que el joven Rabi se refugiara en su regazo, en un intento de evitar que aquella corpulenta mujer con alopecia le golpeara por haber roto la ventana (no es que no se lo mereciera, por supuesto), permaneciendo sonriente mientras arreglaba el destrozo, y sin dejar en ningún momento de observar por el rabillo del ojo a Rinali con preocupación.
Sonreía al recordar que también lo había sostenido a él, tras la batalla, mientras afirmaba con evidente histerismo que estaba demasiado pálido.
Sus recuerdos de lo sucedido entonces eran como una suave neblina, pero había sentido sus manos temblorosas sosteniéndole los hombros, y sus ojos oscuros observándole con inquietud mientras la nieve teñida de sangre se iba posando suavemente sobre su pelo.
Ah, fue tan poético que no pudo evitar alegrarse aun cuando el dolor de sus heridas le forzaba a mostrar una mueca.
Pero toda su belleza interior era tan frágil.
Temblaba de miedo cuando les anunció que estaban siendo atacados, sus lágrimas afloraron cuando Rabi le había gritado, era tan frágil que lloró y lloró como si necesitara suplir el mar con sus lágrimas porque no pudo hacer más para salvar las vidas de los tripulantes del barco, por que tenía aquel miedo irracional, casi paranoico, en que todos y cada uno de sus actos resultaran inútiles.
Era como una muñeca de porcelana a la que el más leve contacto podría quebrar, pero cuando intentas protegerla te das cuenta que ella te está protegiendo a ti al mismo tiempo.
Porque a Miranda no le importaba romperse en pedazos.
Y aunque su atractivo exterior no fuera del que arranca suspiros o del que obliga a los hombres a comportarse con un poco menos de dignidad, eso a él no le importaba demasiado.
Pues, mientras la veía pasar con aquella expresión entre tranquila y ausente, Aleister Crowley se preguntaba si el titulo de Barón aun impresionaría a las mujeres.
