1. Un mal día

Los primeros rayos de sol se filtraban perezosamente por las líneas de la persiana, proyectándolas sobre una gran cama de sábanas blancas. El silencio propio de la tranquilidad del sueño reinaba en el departamento... por pocos segundos. De repente, el despertador comenzó su fatídica tarea.

Ti–ti–ti... Ti–ti–ti... Ti–ti–ti...

"Por Merlín, no..."

Ti–ti–ti... Ti–ti–ti... Ti–ti–ti...

"¿Otra vez?"

Ti–ti–ti... Ti–ti–t... ¡PAF!

Un seco golpe acabó con los sonoros pitidos del reloj. La autora del golpe se estiró, remolona, sentándose lentamente en la cama. Mecánicamente, apartó algunos mechones de cabello castaño de su rostro. Sus ojos, al fin libres, se toparon de frente con el calendario colgado en la pared opuesta.

"Sábado 11 de Jun..."

–¡MALDITA SEA! –exclamó la mujer, golpeando la almohada con un puño– Es sábado. Ayer empezaron las vacaciones... ¿Qué haces despierta a las 7 y media de la mañana? –se dijo a sí misma, enfadada. Se había olvidado de desconectar la alarma del reloj la noche anterior...

"Bien –pensó. Ya que estoy despierta, voy a aprovechar para darme una ducha... Luego puedo desayunar tranquilamente".

Bostezando, fue hasta el baño y abrió ambos grifos, el del agua caliente y el de la fría. Así saldría templada. Mientras esperaba que el agua estuviera lista, se dirigió hacia el contestador automático (un gran invento muggle, pensó); el viernes por la noche había salido, y al volver no lo había revisado. Tenía 2 mensajes.

"Hola! Soy yo, Mandy... Qué vas a hacer este sábado? Quieres venir a tomar un café a casa? Hace una semana que no nos vemos! Eso es demasiado, jeje... Llámame, tanto si vienes como si no... Cuídate."

Sonrió. Se dijo que a eso de las doce (Mandy solía dormir mucho) llamaría. No iba a perderse la ocasión de tomar un café con su mejor amiga por nada del mundo. Escuchó el siguiente; no bien identificó aquella voz masculina, su sonrisa se disipó...

"Ehm... H–hola... soy yo... Cariño, tenemos que hablar. No podemos... yo no puedo seguir así. Te he enviado cinco mensajes con Ivi y no has contestado ninguno... Por favor, ven mañana a las tres en punto al Caldero Chorreante y hablamos. No faltes, por favor... hazlo por nosotros. Te quiero."

–Por ¿"nosotros"; "Cariño"¡Será cretino...! –murmuró– "Te quiero..." –intentando contener las lágrimas, se apresuró a meterse en la ducha.

Luego de haber desayunado, limpiado y leído El Profeta, se dirigió al teléfono y marcó un número que se sabía de memoria.

–¿Hola? –dijo una voz apagada al otro lado del aparato.

–Mandy, soy yo...

–¡Ah!. ¿C-cómo estás?

–Bien... ¿Pasa algo? –preguntó Hermione, al notar que la voz de su amiga temblaba.

Hubo un silencio.

–¿Mandy?. ¿Estás ahí?

–Sí, s-sí... Yo... necesito que vengas, Herm...

–¿Qué ha pasado?

–Es por Ian... No quiero hablar d-de e-eso por teléfono! –dijo, empezando a llorar.

–¡Por Merlín, Mandy!. ¿Estás bien?

–N-no te preocupes... estoy bien, pero... te lo diré cuando vengas...

–De acuerdo... voy para allá.

La mujer colgó el tubo y se dirigió hacia su habitación. Mientras buscaba su bolso, algo llamó su atención: una lechuza grande y bonita se encontraba golpeando suavemente su ventana.

–Maldita sea, Ivi... –susurró, abriendo la ventana y acariciando la lechuza– Vete a casa ¿de acuerdo?

Mientras observaba al animal perderse de vista, estrujó la nota que éste le había traído sin leerla.

Una hermosa puerta de roble se abrió lentamente; detrás de ésta había una chica de pelo largo y negro y hermosos ojos azul oscuro. Sin embargo, su mirada se encontraba enturbiada por un mar de lágrimas que caían desordenadamente sobre sus mejillas.

–¡Mandy! –exclamó Hermione dándole un fuerte abrazo– Cálmate... eso es, no llores, tranquila... vamos a preparar café...

La chica asintió y juntas se dirigieron a la cocina. Minutos después, sentadas y con una taza de café humeante recién hecho, la castaña se animó a preguntar:

–¿Y bien?. ¿Qué...?

–Es... es sobre Ian –respondió Mandy secándose las lágrimas con el dorso de la mano–. Esta mañana me llamó y me dijo que... que... que lo nuestro se había acabado, porque él... él...

–Él... ¿qué?

–S-se ha e-enamorado de... de Lara.

El estómago de Hermione dio un vuelco de sorpresa al oír ese nombre. Todo ello parecía sacado de una especie de telenovela.

–¿DE LARA? –gritó dejando la boca abierta.

–Sí... me dijo que llevaban un tiempo pensando en vivir juntos...

–¿Pero qué...?. ¿Y te lo dice AHORA?

Mandy se encogió de hombros, sin esforzarse por detener una nueva tanda de lágrimas. La castaña bebió un largo sorbo de su café, intentando asimilar la información. Lara era la única hermana de Mandy, y las tres solían llevarse muy bien... jamás se hubiera imaginado que fuera capaz de hacer algo así. Tampoco podía entender cómo Ian había sido tan cobarde como para decirle algo semejante por teléfono... Él y Mandy llevaban 2 años saliendo. Suspirando, preguntó:

–¿Sabes algo de... de Lara?

–No –contestó la morena moviendo la cabeza de un lado a otro–. Llevaba dos semanas intentando comunicarme con ella, pero no atendía el teléfono ni contestaba mis lechuzas. Pensé... pensé que estaría muy ocupada, que quería terminar algún trabajo antes de las vacaciones... Nunca me imaginé que... que...

–Ni se te ocurra culparte, Mandy...

–Pero... ¡Tendría que haberme dado cuenta de que algo iba mal, 'Mione!

–¡Claro que no! Tú no podías saber lo que estaba pasando...

–¿Qué voy a hacer ahora?

–Seguir adelante... Ian no es el único hombre del Universo!

–No lo digo tanto por... por él, si no por Lara... es mi hermana, Herm! La conozco desde que nació! Y ahora... es como... como si me faltara algo...

–Sé que es duro, Mandy, lo sé... Pero puedes superarlo, en serio. Tarde o temprano ambos se darán cuenta de que cometieron un error... Yo en tu lugar me olvidaría de ellos. De los dos. El tiempo dirá si es lo mejor o no... Pero no puedes amargarte eternamente.

Un rato después, se encontraban atiborrándose a ranas de chocolate y mirando una comedia por televisión. Hermione reflexionaba sobre todas las cosas que había pasado con Mandy...

Se habían conocido mientras hacían la carrera de profesorado; compartían sólo algunas materias (ya que la castaña era profesora de Transformaciones y Mandy de Herbología), pero desde el principio se habían llevado muy bien y desde entonces no se habían separado. Mandy era hija de padres muggles, al igual que su amiga; además, había estudiado magia en un colegio alemán similar a Hogwarts, ya que sus padres habían pasado allí largas temporadas. Siempre se lo contaban absolutamente todo, y podían enumerar las veces que se habían peleado con los dedos de las manos.

Hermione no pudo evitar sentirse aliviada al ver que la morena se reía de un chiste de la película; eso indicaba que ya estaba mejor. Mirando su reloj, comprobó con sorpresa que ya eran las dos y media. Tenía que irse o no llegaría al Caldero Chorreante.

–Escucha, Mandy, tengo que irme por un rato...

–E-está bien... ¿a dónde vas?

–Al Caldero Chorreante. Voy a ver a... –hizo una pausa.

–Vas a ver a...?

–Sí –asintió Hermione bajando la cabeza.

–Mira, ve si quieres, pero ya sabes cuál es mi opinión: no lo merece, Herm. Te está lastimando, y lo sabes... al igual que Ian –finalizó Mandy con la voz quebrada y conteniendo unas lágrimas rebeldes.

–Lo sé... lo sé –susurró la castaña. Después de abrazar nuevamente a su amiga, que lloraba en silencio, salió.

El Caldero Chorreante estaba considerablemente lleno; brujos de todas las edades y aspectos se reunían para comer, charlar, y jugar alguna que otra partida de ajedrez mágico. El reloj de pared marcaba las tres y cinco. Suspirando, se apoyó en la barra.

–Ah, señorita Grengar! –exclamó Sam, el entusiasta sobrino del viejo Tom.

–Granger –corrigió la muchacha sin ganas.

–Oh! Lo siento!. ¿Qué desea?

–Un ron de grosella, por favor.

–¡Claro!. ¿Algo más?

–No, gracias.

"Tarde, como siempre" pensó la castaña mientras observaba distraída a los extraños personajes del establecimiento. Vio a dos brujas vestidas enteramente de rosa que comían algo de aspecto sospechoso, negro y viscoso. Sin dejar de mirar, agradeció mecánicamente a Sam y bebió un trago de su ron. Y cuarto. "Si a y veinte no viene..." Repentinamente, una mano tocó su hombro.

–¡Hermione! Siento mucho llegar tarde, de veras, es que tenía mucho trabajo, ya sabes...

La chica se dio vuelta para enfrentarse directamente al dueño de aquella absurda excusa; como siempre, su pelo azabache se encontraba despeinado en todas direcciones. Un intenso aroma a jazmines invadió el olfato de Hermione, corroborando lo que ella ya sabía.

–Ya... trabajo –respondió simplemente, dando otro trago a su bebida.

–Sí –asintió el otro sin captar la ironía–. ¿No recibiste el mensaje que te mandé con...?

–No –cortó Hermione.

–Ah –respondió el chico–. B-bueno... ¿Qué tal estás?

–Mejor que nunca –replicó, sonriendo amplia y falsamente–. ¿Y tú?

–La verdad es que... no sé. Nada es lo mismo sin ti, Herm –dijo bajando la voz.

–Sí, claro.

–No me crees ¿verdad?

–Pues... no.

–¿Por qué no? Desde que rompimos nunca me has dicho a la cara qué es lo que...

–¿Y por qué tendría que haberlo hecho? –gritó la castaña golpeando su mano libre contra la barra– ¡Si tú lo sabes muy bien!

–¿De qué estas hablando? Porque yo no...

–¡ESTOY HABLANDO –exclamó aún más fuerte, aunque sin imponerse totalmente por encima del barullo del local– DE ESTO! –dijo jalando del cuello de la camisa del chico, para dejar al descubierto la marca de un apasionado beso.

–E-escucha... esto no es... puedo explicarlo... ¡es tuyo!

–¿QUÉ?

–Pues eso... que es tuyo...

–La última vez que... ¡fue hace un mes y medio! –replicó Hermione poniéndose muy roja– ¡Esas marcas no duran tanto!. ¿Me tomas por idiota?

–Escucha, te juro que yo no...

–¿Y ese olor a jazmines qué?. ¿También es mío?

Su acompañante no supo qué responder; apenas logró balbucear algunas sílabas incoherentes. La castaña lo miró con odio, mientras una lágrima resbalaba por su mejilla.

–Al menos –susurró luego de una pausa– dime quién...

–Hermione, yo no...

–¿Quién? –repitió la chica sin hacerle caso. La pausa que siguió fue tan larga que perdió la esperanza de que el otro contestara. Sin embargo...

–Luna –respondió al fin el moreno, bajando la vista al suelo.

–Luna... ¿Luna Lovegood?. ¿LUNA LOVEGOOD?

–E-escucha...

–Tú... ¡NO PUEDO CREERLO! Después de lo que me hizo esa... esa... con Ron... tú vas y... Por Merlín... ¿CÓMO PUDE SER TAN IDIOTA DE CONFIAR EN TI?. ¡NO QUIERO VOLVER A VERTE NUNCA MÁS!. ¿ME OYES?. ¡NUNCA!

Haciendo caso omiso de un débil "Hermione, espera", hecha un mar de lágrimas, la castaña salió del Caldero Chorreante rumbo a casa de Mandy.