Sailor moon y sus personajes son propiedad de Naoko Takeuchi
La vida es como un camino
Sendero que debes recorrer
Marcado por un destino
Que no vas a conocer
El camino/Warcry
Destino marcado
La oscuridad la rodeaba y el humo se colaba por la puerta semi-abierta, la mujer corrió hasta la habitación y de un tirón abrió la puerta por completo, sin detenerse corrió hasta la pequeña cuna que se hallaba en medio de la habitación, dentro una bebé de cabello dorado miraba todo con curiosidad, sus grandes ojos azules cual zafiros brillaban de manera inusual, la mujer le sonrió y le besó la frente.
—Todo estará bien mi pequeña, nada pasará —dijo envolviendo a la niña con sus brazos.
—¡Morgana! —el grito lleno de ira resonó en todo el castillo.
La mujer se precipito hacia fuera de la habitación en el momento justo en el que una gran tabla ardiente cayó sobre la cuna, siguió por el pasillo en llamas, debía poner a salvo a su pequeña, el humo asfixiante le estaba empezando a afectar pero no se detendría, corrió hasta llegar al final del pasillo y buscó a tientas en el muro la entrada oculta, detrás suyo oía voces, disparos y gritos que llenaban todo el palacio, los cazadores estaban a poco de alcanzarla.
—¿Dónde estás Vald? —susurró la mujer golpeando con desesperación aquella pared.
—Condesa —oyó un jadeo a su lado, los ojos grises de la mujer se fijaron en el joven que había logrado llegar hasta ella, al verlo suspiró aliviada de que estuviese aún vivo, tenía algunas heridas y raspones y un par de flechas clavadas en la espalda, pero no era nada grave.
—¡Sal Morgana, no tienes escapatoria! —se oyó.
La mujer miró a su bebe y luego al chico, no había tiempo para intentar encontrar la entrada al pasillo oculto, debía poner a salvo a su bebé y al chico así que rápidamente lo cogió de la muñeca mientras que con la otra mano protegía a la niña; lo condujo hasta otra habitación y después de soltar al joven sacó una extraña varita, lanzó un hechizo sobre la puerta, luego colocó a la bebé en los brazos del muchacho que la veía sin entender nada, rápidamente ella trazó un círculo en el suelo, varias runas extrañas se grabaron dentro del círculo.
—Condesa debemos…
—Seiya —él oyó una infantil y dulce voz en su cabeza, bajó la vista y vio a la criatura en sus brazos, sus ojos azules se fundieron con aquellos hermosos zafiros de la niña.
Ella le sonrió alzando sus pequeñas manos hacia su rostro, él levantó su mano y le tendió un dedo a la pequeña quien lo tomó y apretó fuertemente, sus pequeños dedos produjeron un brillo y un anillo de oro le rodeó el dedo, en el cuello de la niña apareció una cadena sujetando un anillo con el mismo símbolo: dos alas extendidas. Seiya se quedó absorto observando la sonrisa desdentada de la nena y el anillo que brillaba en su mano. Entonces, hubo una explosión.
—¿Qué pasó? —preguntó el chico confundido y volviendo a la desastrosa realidad que lo rodeaba.
—Mi niña —dijo la condesa ignorando hasta ese momento el momento mágico que se había llevado a cabo hace sólo unos segundos—. Cuídala Seiya, ella es la esperanza de Avalon y de Vald —agregó dándole un beso en la frente a la niña y poniendo un sello sobre ella.
—¿De qué habla? Debemos escapar, usted es la gran Morgana esto no es nada —alegó el muchacho empezando a asustarse.
—Mi tiempo en este mundo está por terminar, Seiya, no la dejes sola —empujó a Seiya hacia el círculo que brillo intensamente, antes de desaparecer el moreno vio la última sonrisa de Morgana.
El sonido de los gritos y los pasos cada vez más cerca la hicieron volverse rápidamente, la puerta voló en pedazos y un hombre de negro cabello de unos cuarenta años apareció en medio del humo el fuego y los escombros, sus ojos brillaban desquiciados y tras él estaban los cazadores.
Los hombres entraron en la habitación y patearon a un lado las maderas que habían caído al suelo, sus ojos ávidos de una presa recorrieron la habitación pero lo que buscaban ya no estaba allí.
—Morgana ¿dónde está ese pequeño monstruo? —cuestionó el líder.
Ella lo contempló unos momentos preguntándose cómo llegaron los celos a transformar al elegante y amable doctor que conoció en el pasado en alguien tan oscuro y sediento de sangre, en un ser igual a los monstruos que decía combatir.
Él la observó también detallando su rostro y su figura, seguía igual a la época en que se conocieron, deslumbrante, única «si tan sólo me hubieras elegido a mi» pensó, pero el recuerdo de aquel Conde lo hizo enfrentarse a la realidad, ella no era suya, nunca lo fue y nunca lo sería, no importaba que tanto la amase él.
Morgana sonrió y sus dedos se apretaron en torno a la varita con más fuera, jamás se arrepentiría de haber amado a Vald, jamás se arrepentiría de haberle dado la vida a su pequeña hija, aunque le costó casi toda su magia. Miró una vez más al cazador y alzó la barbilla, ella era una reina y los cazadores nunca tocarían un solo cabello de su cabeza ni volverían a acercarse a los suyos pues aun después de muerta Morgana Le Fay los protegería.
—Jamás la encontraras Helsing y jamás te volverás a acercar a los míos —sentenció la mujer.
—La buscaré, la rastrearé y no voy a parar hasta hallar a ese engendro, cuando lo haga le arrancaré el corazón, después cazare a su abominable padre y no pararé hasta limpiar la tierra de su asquerosa raza, pero por ahora me conformare contigo —dijo el cazador sonriendo y dio dos pasos intentando acercarse, entonces la hechicera alzó su varita apuntando directo al cuello del cazador.
—¿Crees que una hechicera como yo se dejaría atrapar tan fácilmente? —preguntó con una sonrisa.
Morgana apuntó su varita a las paredes haciendo un amplio círculo, las runas que había grabado en todo el lugar cuando aún estaba Seiya allí brillaron mientras la mujer cantaba un hechizo perdido en el tiempo, el castillo entero se iluminó aunque sólo era un edificio pero ella le daría vida y el hechizo se completaría cuando su hija tomase su lugar como soberana de Avalon, pero hasta entonces Seiya tendría que proteger a la niña pues no confiaba en las hechiceras por ahora. Las llamas se avivaron alzándose por encima de todos, los cazadores tuvieron que salir huyendo pues el infierno se había desatado en el castillo que ardió durante varias horas, fuera el cielo se tornó negro y rayos cayeron azotando la tierra, una terrible tormenta se desató pero aquella lluvia en lugar de apagar las llamas parecían avivarlas aún más. A pesar del clima los cazadores permanecieron de guardia contemplando el ardiente castillo tras ellos.
Desde muy lejos un grupo de aldeanos dirigieron sus miradas al acantilado donde el castillo del Conde se consumía, asustados volvieron a sus casas y rogaron que los cazadores no se detuvieran en su pueblo cuando se marcharan. En una casa, un niño que había escapado de su cama y al oír a su padre llegar se asomó por una abertura entre dos tablas y se preguntó ¿porque habían quemado el castillo de unas personas tan amables? Entonces entre el fuego que iluminaba la noche vio un ave blanca desplegar las alas y perderse en el cielo, sorprendido se quedó unos minutos allí hasta que bajo la vista y en medio de la calle vio a una niña rubia que permanecía en pie e inmóvil, su vestido escurría agua pero la pequeña no se movió.
En una improvisada tienda de campaña a escasos metros de castillo tres personas discutían lo que habían oído y cómo procederían desde ese momento mientras una cuarta persona hojeaba un libro distraídamente.
—¿Abraham, a que se refería cuando dijo que nunca encontraremos a ese engendro? —preguntó una mujer de largo cabello negro y ojos violetas.
—Fueron las últimas palabras desesperadas de una mujer condena a morir, no le prestes atención Regina, tú puedes rastrearla, debes encontrar a ese pequeño monstruo —ordenó el cazador.
—No podrá hacer eso —intervino un joven moreno.
—¿Qué? ¿Porque motivo? —cuestionó el cazador empezando a molestarse.
—Ella no es una hechicera, pero tampoco es una vampiresa, es una mezcla de dos razas, es una híbrida —respondió con odio un hombre de cabellos rojos y ojos verdes, entre sus manos tenía un libro de cubiertas oscuras con el ojo de Horus pintado en una esquina.
—Él tiene razón, no la encontraremos por medios convencionales, esa mocosa no es una bruja completamente, por sus venas también corre la sangre maldita y está bloqueando mis poderes —respondió la mujer con frustración.
—¡Maldición!, habrá que realizar la búsqueda a la antigua —dijo el cazador y se marchó con dirección al pueblo, los demás cazadores lo vieron partir y se quedaron para terminar de limpiar y borrar los rastros, aunque no había mucho que hacer pues del castillo sólo quedaron los cimientos.
Un día después.
En los escombros del que alguna vez fue el castillo de un noble un hombre de cabello negro y ojos rojos recorría el lugar, su larga capa ondeaba suavemente mientras lágrimas rojas manchaban su pálida piel. Su esposa y su hija habían muerto, una vez más los humanos se habían llevado lo que más amaba y una vez más el Conde se alzaría y recorrería la tierra matando a cada uno de los que habían ocasiona la muerte de la única mujer que le dio sentido a su vida, cobraría venganza, acabaría con los cazadores y con toda su prole, esta vez nada lo detendría.
Entonces, entre la destrucción vio un destello, se acercó con cuidado y retiró los pedazos de material carbonizado que se hallaban sobre aquel objeto, sus ojos se posaron en un guardapelo encantado, lo abrió y dentro encontró dos fotografías diminutas, una mostraba a una hermosa mujer de cabello dorado y ojos grises, pero los colores del retrato se habían ido demostrando así que la dama que allí aparecía ya no estaba en este mundo, más la otra imagen que mostraba a una bebé de cabello dorado y brillantes ojos azules estaba intacta, los ojos del hombre se abrieron sorprendidos, eso significaba que su hija vivía, entonces Morgana la había salvado ¿pero dónde se hallaba?
—Vald, es hora de irnos —llamó otro hombre acercándose, sus cabellos negros y ojos del mismo color resaltaban en su dorada piel.
Sus ojos también lucían opacos, había creído que protegía a su hijo dejándolo allí pero ahora todos los que habían estado en el castillo parecían haber muerto y él sin saberlo había condenado a su precioso niño a una muerte cruel. Sacudió la cabeza, no podía derrumbarse, no frente a Vald por lo menos, ya después se encargaría de los que habían atacado a su familia.
—Amón, mi hija está viva —susurró el que sostenía el guardapelo temiendo que si alzaba la voz el precioso objeto se desharía entre sus dedos llevándose así su pequeña esperanza.
—¡¿Estás seguro?! —preguntó su compañero sorprendido.
—Completamente, tengo que hallarla, ella debe estar a mi lado —dijo el Conde cerrando el guardapelo.
Amón cerró los ojos y suspiró aliviado, Morgana era la más poderosa hechicera, había sido absurdo pensar que ella dejaría a dos niños perecer y si la hija de Vald estaba viva era seguro que su hijo fuera el que estuviera cuidando de la niña, y más valía que así fuera porque si su hijo había muerto el faraón no descansaría hasta que aquellos cazadores sufrieran lo indecible por haber tocado a su niño, el mundo sería demasiado pequeño para esconderse de la ira del hijo de Egipto si su primogénito estaba muerto.
En medio de un bosque oscuro Seiya apareció, en sus brazos estaba la niña, aunque había cambiado físicamente, la bebé de apenas unos meses ahora aparentaba dos años y su cabello había pasado de dorado a negro, al igual que sus ojos una vez azules ahora eran castaños, el pelinegro la miró sorprendido.
—Seiya —dijo la pequeña mirándolo con sus grandes ojos.
—¿Puedes hablar? —preguntó él sorprendido.
—¿Dónde está mamá? —preguntó en cambio mirando a todos lados.
—Ella… se ha ido… —respondió bajando la mirada.
—Papá nos busca —dijo la niña mirando la luna.
—Sí, tienes razón, nuestros padres nos van a buscar —estuvo de acuerdo y empezó caminar, debía protegerla a cualquier costo, después de todo aquella pequeña no sólo era la princesa de Avalon, también era su alma gemela.
Endimión no entendía que pasaba, hacía sólo unas horas habían reducido hasta las cenizas el imponente castillo de Morgana, también conocida como la Condesa Oscura; según lo que les había dicho Helsing la Condesa era una poderosa bruja y ella había tenido un romance con el conde Draculea, más conocido como Drácula, de aquel amor había nacido una criatura que debía ser destruida pues sólo traería muerte y destrucción si se la dejaba madurar. Eso le había dicho el cazador. Pero en el castillo no había nada, ni rastro de que en aquel lugar hubiese un bebé, más el cazador líder insistía en que aquella niña existía. El joven hechicero se preguntó si había sido buena idea unirse a los cazadores, porque desde que su maestro murió él como gran hechicero blanco había huido de sus responsabilidades y buscó aventuras y un nuevo rumbo, pero en toda su vida (que había sido larga) jamás encontró a alguien tan fuerte y convencido de su propósito como Helsing pero, a pesar de creer en él, Endimión se preguntó si hacía lo correcto siguiendo a un hombre así tan ciegamente.
Más el joven no pudo continuar cuestionándose si hacía o no lo correcto porque Helsing lo mandó llamar para que se uniera a la unidad de caza que él encabezaba y, acompañados por Regina, siguieron los rastros de lo que parecía una extraña pareja, un hombre joven que viajaba de pueblo en pueblo acompañado de una extraña niña, nunca se quedaba más de unas semanas y siempre evitaba interactuar con las personas, además la niña, según decían los que la habían visto, era una belleza, hermosa y muy dulce que jamás se alejaba mucho del muchacho que muchos asumían era su padre, el cazador aseguró que eran ellos, que aquella niña tenía que ser la hija de Morgana y no dudó aun cuando todos afirmaban que la pequeña tenía unos tres o cuatro años.
Endimión tenía cada vez más dudas y quería compartirlas con su compañera de viaje pero la sacerdotisa besaba el suelo por el que pasaba Helsing así que el hechicero se tragó sus dudas, después de todo no podía hacer otra cosa, así que continuaron siguiendo el rastro que los condujo hasta Polonia, después a Alemania, les perdieron la pista en Luxemburgo y luego de varios meses de una incansable búsqueda la extraña pareja reapareció en Sicilia donde Helsing creyó acorralarlos más los volvieron a perder, sin embargo Regina había logrado seguirlos y la persecución los llevó a la India, luego a China y finalmente hasta Japón, allí Helsing le dio caza al presunto vampiro.
Seiya estaba desesperado, había creado falsas pistas y evitó a toda costa los cazadores pero finalmente los acorralaron.
—Seiya tengo miedo —susurró la niña aferrándose a él mientras oía a los lejos las voces de los cazadores.
—No te preocupes yo me encargo —respondió abrazándola nervioso.
—Pero Seiya, ellos están muy cerca —susurró la pequeña.
—¿Confías en mi pequeña Bombón? —preguntó sonriéndole.
—Si —respondió sin duda.
—Entonces no temas, yo me encargare de todo tú sólo confía en mi —dijo colocando alrededor de su cuello una fina cadena de plata con un dije que mostraba un extraño animal.
—Seiya —él le sonrió antes de colocar un hechizo de sueño sobre la niña.
Ocultó a la pequeña lejos de las miradas indiscretas, colocó un hechizo como los que Morgana le enseñó para alejar a los extraños de ella y con rapidez tejió varios hechizos sobre ella, finalmente cuando su trabajo estuvo terminado contempló a la niña, apretó los puños furioso consigo mismo por no ser más poderoso pero sacudió la cabeza, no era momento. Sonrió, se inclinó y besó la frente de la niña antes de correr en dirección contraria directo hacia las voces, iba a enfrentar a los cazadores y alejarlos de Serena.
Endimión observo al vampiro al que enfrentaban, era muy diferente a los que habían combatido antes y también muy diferente del vampiro con el que estuvo haciendo experimentos; este vampiro era un joven de cabello negro muy largo y lo más extraño era que no poseía los ojos rojos, hasta parecía un humano normal, si no fuera porque a pesar de haberle disparo varias flechas y conjuros selladores seguía moviéndose Endimión habría creído que se habían equivocado.
—¿Dónde está ese engendro del demonio? —preguntó Helsing golpeando al moreno con sus guantes de plata.
—¿De qué hablas cazador? —pregunto el joven alzando la cabeza y sonriendo.
—No importa, yo buscaré al engendro cuando mueras —respondió y le dio otro golpe.
—¿Crees que yo caería tan fácilmente? —preguntó poniéndose de pie.
—No, pero has caído en mi trampa —dijo el cazador retrocediendo, él miro entorno a sí y vio un circulo perfecto creado en base a conjuros impresos en papel, maldijo su descuido.
—Adiós —se despidió el cazador y el círculo empezó a arder a medida que Regina recitaba el conjuro.
Seiya no pudo evitarlo y soltó una carcajada que desconcertó a los cazadores pues a pesar de que el circulo entorno a él ardía el vampiro permanecía de pie, sus ojos azules habían cambiado de color volviéndose dorados y sus colmillos se alargaron más, en la cabeza del oscuro ser aparecieron dos orejas de lobo color negro mientras su espalda se curvaba.
—¡Es un hibrido! —gritó el cazador sorprendido— ¡Regina! ¡Usa una caja de Pandora! —ordenó el cazador cuando el cuerpo del joven empezó a cambiar cubriéndose de pelo oscuro.
—Pero, señor… —intentó protestar la chica asustada.
—¡Ahora! —grito el cazador disparando más flechas.
—Oh, oscuro hijo de la noche, descendiente del pecado, duerme eternamente, regresa a la oscuridad —canto la mujer abriendo lo que pareció una pequeña caja de música, el chico sorprendido a mitad del cambio fue absorbido, pero en último momento algo salió mal pues una gran explosión golpeó a los tres humanos lanzándolos contra los árboles.
Endimión despertó adolorido, sus ojos se cerraron por inercia al sentir los rayos de luz, el sol se alzaba en lo alto del cielo. Con el cuerpo magullado el joven se puso de pie y buscó a sus compañeros, Regina estaba tendida sobre la hierba a pocos metros, lucía muy golpeada y unos feos moretones adornaban su rostro y brazos, se acercó y tras comprobar que aún respiraba procedió a buscar a su líder pero no había rastro de él, se hallaban completamente solos o eso creyó hasta que en medio del claro vio un cuerpo, era una pequeña, no tendría más de ocho años su, largo cabello negro le cubría la mayor parte del cuerpo, con temor el joven se acercó la ella, estiró la mano para tocarla y…
—Endimión, creí que habías muerto —oyó la voz del cazador a su espalda.
—Helsing, ¿qué…?
—Ese pequeño engendro es al que hemos estado buscando desde hace tanto —dijo el hombre con una sonrisa cruel, cargo la ballesta y apuntó a la cabeza de la niña.
—Pero es sólo una niña —protestó sin apartar la mirada de la pequeña preguntándose como ella podría ser un peligro.
—¿Y?, no es más que una abominación debe morir —sentenció con simpleza.
Endimión extendió su magia hacia la pequeña, la magia blanca acaricio a la niña reconociéndola y abrazándola otorgándole su protección, el joven hechicero quedo incrédulo al percibir el cálido resplandor que emitía la pequeña y antes de ser capaz de procesar lo que ocurría se interpuso entre la ballesta y ella.
—No la lastimarás —declaró irguiéndose allí como un centinela.
—Quítate chico —siseó con ira reflejándose en sus ojos.
—No —afirmó él y recibió una patada en el estómago, se dobló adolorido pero no se quitó.
—Tienes coraje chico, pero… —Endimión se preparaba para otro golpe más el cazador se detuvo y a medida que iba pensando una oscura sonrisa se fue formando en sus labios, una sonrisa escalofriante que no prometía nada bueno para nadie— Tal vez tengas razón —dijo entonces con un tono de voz más calmado y hasta cierto punto amable— criaremos a ese engendro y la obligaré a luchar contra su mismo padre —decidió.
Endimión no podía creer lo que decía el cazador, todas las dudas quedaron aclaradas, se había equivocado terriblemente al perseguir la causa de Abrahán Van Helsing. De pronto todas las cosas que había hecho para la Orden de Plata le pesaron demasiado, se había cegado queriendo hacer algo trascendental, que marcara un cambio en el mundo, algo tan grande como lo que hizo Merlín, creyó estar haciendo ese cambio junto a los cazadores y aun cuando las pruebas de que no todo era bueno se mostraron él no quiso verlo, no quiso enfrentar la verdad, no hasta ahora. Endimión cerró los ojos y se enderezo, se había equivocado pero no continuaría en ese error, tal vez no podría deshacer todo el daño que hizo pero lo intentaría, no sería más el verdugo, nunca más.
Mientras el cazador hablaba de sus planes él cogió a la niña inconsciente jurando silenciosamente que la protegería, no importaba a quien tuviera que enfrentar cuidaría de aquella pequeña.
Repentinamente una extraña fuerza mágica rodeó al moreno y a la niña aceptando la promesa y ante los desconcertados ojos del cazador el hechicero y la niña se desvanecieron, entonces las risas de Morgana una vez más resonaron en su mente.
¡Nunca la encontraras!
—¡Te voy a hallar mocoso, a ti a esa abominación! —gritó el hombre.
Diez años después.
En las calles de Londres dos hombres caminaban envueltos en grandes capas, uno de ellos no despegaba los ojos de un guardapelo, la fotografía dentro mostraba a una niña de unos diez años con los ojos cerrados.
—¿Dónde estás pequeña Serena? —susurró.
—Han pasado diez años desde que los cazadores atacaron el castillo negro y si la princesa está viva, quiere decir que alguien la protege y estoy seguro de que el que la protege es Seiya —le dijo el otro.
—Si es cierto ¿entonces porque no nos han contactado? —cuestionó el Conde mirando a su amigo.
—Porque es peligroso Vald, debemos esperar y prepararnos porque la Orden no se quedará con los brazos cruzados, todavía nos buscan y seguramente a ellos también.
—Espero que estén bien —susurró cerrando el guardapelo.
—Tienen que estarlo —afirmó Amon con los ojos encendidos de rojo y los puños apretados.
Vald miró de reojo a su acompañante y sintió un escalofrió que le recordó porque Amón nunca debía ser subestimado, porque nunca debían provocarlo pues bajo esa apariencia de niño grande se ocultaba una criatura que nadie querría enfrentar.
Continuará…
