Hey, cuánto tiempo :3. Bueno pues resulta que pude reparar mi vieja laptop y ahí encontré varios escritos que hice hace unos tres o cuatro años y esta idea me agradó después de releer este capítulo, así que decidí compartirlo con ustedes. Una disculpa si hay errores o algo, le dí una leída rápida pero siempre se me va algo. Disfruten el capítulo.
Había perdido la cuenta de a cuantas personas había saludado ya. Esa clase de cosas no se le daban, o más bien no le agradaban para nada. A dónde quiera que volteara, sólo veía personas huecas, llenas de hipocresía. Además, se sentía terriblemente hastiado usando aquel traje negro, sin mencionar la asfixia que le estaba causando la corbata y lo incómodos que le resultaban los zapatos italianos que estaba usando.
-Debes mantener el honor familiar- había dicho su madre- Eres el heredero después de todo.
Sin importar cuanto discutiera, daba lo mismo. Maldijo el momento en que había cumplido la mayoría de edad hacía un par de años ya que sabía que después de ello acabaría en aquel enorme salón lleno de desconocidos cuyas manos estrecharía a lo largo de la noche, aun sabiendo que al día siguiente no se acordaría ni de un solo nombre o rostro. No era que necesitara acordarse de ellos de cualquier manera. ¿A él qué más le daba?
Sin embargo, y para su decepción, esa noche era distinta. No era una de las simples reuniones sociales que sus padres hacían cada fin de semana para alardear acerca de sus riquezas. No… La dichosa reunión de ese día se hacía para presentarle una chica a Takeru. Para presentarle a su futura esposa.
Para él la situación era de lo más inverosímil. ¿No les bastaba con controlar su vida en casi todos los aspectos? Al parecer no, ya que ahora hasta le habían escogido pareja. Y tampoco deseaba casarse y mucho menos con una chica que en su vida había visto.
Cerró los ojos con fuerza y apretó los puños hasta encajarse las uñas. ¿Qué caso tenía obligarlo a casarse con esa desconocida? ¿Lo hacían sólo para conservar la imagen de la familia? ¿Lo hacían por temor a que Takeru se enamorara de una chica cualquiera?
Eso jamás pasaría, o al menos eso pensaba él, porque a sus 20 años, Takeru Takaishi podía decir con seguridad que jamás se había enamorado. Había tenido un par de relaciones, pero ninguna había durado y era en gran medida su culpa. Su madre le había dado cientos de discursos acerca de cómo las chicas lo perseguirían por su dinero y posición social, que tuviera cuidado. Takeru finalmente había optado por construir un muro invisible, un muro que nadie pudiese penetrar. Que evitara que saliera lastimado o en el peor de los casos, lastimar a alguien. Pero… ¿Acaso la chica con quien se suponía que debía casarse no buscaba dinero y reconocimiento social también? Cómo saberlo. Daba igual, considerando que se casaría con ella de cualquier forma. Las órdenes de sus padres eran absolutas.
-¿Se encuentra bien, joven Takaishi?- pregunto una de las tantas sirvientas de aquella mansión, sacándolo de sus pensamientos.
-Sí- respondió el rubio con sequedad. Cualquier mínima queja y se ganaría un sermón larguísimo acerca de cómo comportarse en una reunión de ese calibre y de sus mucha obligaciones como el "heredero".
Takaishi detestaba que lo llamaran así. Y para su mala suerte sucedía muy a menudo.
Se suponía que el heredero era su hermano mayor, sin embargo, a diferencia de él, éste se había ido de la casa argumentando que no sería la marioneta de sus padres, quienes le habían gritado hasta hartarse… hasta que finalmente dejaron de reconocerlo como su hijo. Para la familia, Yamato estaba muerto.
-Desearía ser como él…- murmuró mientras salía al enorme jardín tras esquivar a varias personas que lo felicitaban con hipocresía. Sintió el frío de la noche chocar contra su rostro juvenil. Miró cuidadosamente a su alrededor antes de sacar de uno de sus bolsillos una cajetilla de cigarros.
Sonrió al pensar en la reacción de sus padres si lo vieran. Probablemente armarían un escándalo enorme. Era un "comportamiento inapropiado" para alguien como él.
-Maldición- murmuró. Los de la Fontaine aún no llegaban, dejó que su mente vagara por un instante y se imaginó que jamás lo harían y que él sería libre de hacer lo que le viniera en gana. Por supuesto, eso no iba a pasar. Los franceses eran conocidos de su abuelo y Takeru recién se había enterado de que sus padres y los de ella habían acordado meses atrás que lo mejor era unirlos en matrimonio con el fin de "reforzar" las relaciones entre las dos familias multimillonarias. Era ridículo que ambos estirpes aún conservaran tradiciones tremendamente antiguas. Escogerle esposa… que estupidez.
Se deshizo de la colilla de su cigarro y caminó hacía una fuente que estaba en el centro del jardín. Deseó aflojarse la corbata, quitarse el saco y desabotonarse un poco la camisa, incluso sumergir la cabeza en la fuente para convencerse de que no estaba soñando, pero lo último que quería era provocar el enojo de sus padres esa noche. Miró inconscientemente hacía la reja de la mansión.
Día tras día veía pasar a varios jóvenes que se dirigían a la universidad. La mayoría de ellos tenía que pasar forzosamente por aquella portentosa mansión. Él, sin embargo, tenía que quedarse en casa con sus tutores particulares y detestaba cada minuto que pasaba en sus supuestas clases.
-Esas escuelas de quinta no sirven para ti, no son dignas de nuestra familia- había dicho su padre, cuando terminó el bachillerato en una escuela privada (aún en contra de los deseos de sus padres, uno de los pocos caprichos que le habían cumplido) y se aventuró a pedirle que lo inscribiera en una universidad pública.
Y Takeru no estaba acostumbrado a discutirles absolutamente nada. Tampoco era que fuera a ganarles a sus padres si se atreviese a intentar contradecirlos. Solía reprocharse su falta de carácter y voluntad.
Envidiaba profundamente las vidas que tenían las personas "comunes y corrientes" pero a la vez se preguntaba si sería capaz de vivir sin los lujos que lo rodeaban, aunque sonara superficial.
Sintió deseos de sacar otro cigarrillo. Se abstuvo, al sentir cierto dejo de culpabilidad. No era que le agradara fumar a espaldas de sus padres, pero había momentos en que realmente necesitaba serenarse al tiempo en que pedía paciencia para soportar su vida.
-¡Takeru!- susurró una voz de pronto.
El heredero Takaishi miró a todas partes, buscando al dueño de la voz que lo había llamado. Finalmente, enfocó a su hermano mayor, escondido entre los arbustos.
-¿Yamato? ¿Qué haces aquí? – miró a todas partes antes de acercarse a él- ¡Si nuestros padres te ven…!
-¡Shhh! Me verán si sigues gritando.
Takeru miró a su alrededor una vez más, aunque más nervioso que antes. Suspiró y dirigió su azul mirada a su hermano.
-Así que hoy conocerás a tu futura esposa ¿Eh?
-No te burles… Sabes perfectamente que esto no es algo que yo quiera hacer…
-Es por eso que vine- Ahora fue Yamato quien miró a todas partes- Ven conmigo…
-¿Estás loco? ¡Los de la Fontaine no tardan! No puedo ir contigo ahora.
Takeru pasó una mano por su cabello rubio, perfectamente peinado. Suspiró. Yamato solía escabullirse dentro de la mansión y se las arreglaba para sacarlo y llevarlo a festejos salvajes. A Takeru le gustaban. Le daban una probadita de la libertad que jamás tendría. Sin embargo, ese no era el momento para salirse a ninguna fiesta. No esa noche.
-No me entendiste.
-¿Eh?
-Cuando dije ven conmigo…- El rubio mayor sonrió de manera rara.
-Yamato… Tú…
-Exacto. Salgamos de aquí, nos iremos lejos y vivirás como tú quieras, sin reglas ni matrimonios forzados. Jamás nos verán de nuevo, Teeks. Es lo que tú necesitas, ¡No puedes depender de ellos por siempre!
Para ese momento, Takeru lo miraba atónito. No podía creer lo que Yamato le estaba sugiriendo. Tal vez en verdad la idea le entusiasmaba y mucho. Quizá podría encontrar la felicidad por sí mismo, lejos de aquella agotadora relación que tenía con sus padres… lejos de aquéllas reglas que le imponían. Pero tenía miedo… miedo de salir de su zona de confort, miedo de contradecir a quienes para él eran la máxima autoridad. No podía hacerlo; no era lo suficientemente valiente. Deseó una vez más ser como Yamato.
-Estás loco- fue lo único que pudo articular.
-Quizá. Pero soy un loco libre… Tal vez no tengo lujos, no tengo cenas suculentas a diario como tú, es más, sobrevivo con fideos instantáneos. Pero libre al fin y al cabo. ¿Qué es lo que te hace seguir atado a este lugar, Takeru?
-No lo entenderías… tú te acobardaste y preferiste huir…
Takeru entonó las palabras sin pensar mucho en lo que estaba diciendo. Sabía que no era más que una mentira, tratando de hacerlo sentir mejor.
-¿Acobardarme? ¿Sólo por querer hacer mi vida a mi manera? Me parece que aquí el cobarde eres tú. Tú eres el mimado que no se atreve a llevarles la contraria incluso si eso significa que seas un miserable por el resto de tu vida.
Cierto. Era él quien no tenía el valor de levantarse y hacer valer su voluntad, si es que aún le quedaba algo de ella. Maldijo para sus adentros. Antes de replicarle a su hermano mayor, escuchó unos pasos que se aproximaban con suavidad y ritmo a dónde él estaba.
-¡Vete! Hablaremos luego…- dijo a su hermano, quien inmediatamente emprendió camino hacia una motocicleta roja, estacionada en la acera de enfrente. Aceleró y se perdió en la lejanía tras unos segundos, justo antes de que una delicada mano se posara en hombro de Takeru.
-¿Takeru Takaishi?- susurró una voz suave, femenina y con un tono entre coqueto y altanero.
El aludido cerró los ojos y tomó aire. Ya era hora de comenzar la actuación para mantener el honor familiar por los cielos. Se giró lentamente.
-Así es… - murmuró, admirando a la belleza rubia que se encontraba frente a él.
-Catherine de la Fontaine- dijo la chica, con orgullo, al tiempo en que tendía su mano.
Takeru disimuló un suspiro, y tomó la frágil mano de ella, para llevarla a sus labios y plantar un delicado beso sobre ella.
-Es un placer conocerla al fin, señorita de la Fontaine.
-¿Conocerme al fin? Jaja. El placer es mío entonces, joven Takaishi- dijo mostrando una sonrisa perfecta- Pero bueno… ¿No le parece que lo mejor sería dejar atrás las formalidades? Después de todo…
-Nos casaremos, entiendo- interrumpió él, también sonriéndole.
La chica le volvió a ofrecer la mano, Takeru enlazó su brazo con el de ella. Caminaron hacía la enorme mansión.
-¿Qué hacía…s sólo, aquí afuera?- preguntó Catherine, teniendo cierta dificultad para tutearlo.
-Pensaba… Sólo eso… ¿No te parece que la noche es maravillosa?
Catherine dudó un momento.
-Tal vez vista desde algún balcón- respondió- No me agrada la idea de tener que salir y llenarme de lodo en el jardín.
Y eso fue todo. Después de que le pareciera atractiva, después de que pensara que no estaba tan mal, resultaba que Catherine era precisamente una de las típicas chicas de sociedad que él evitaba. No importaba por dónde lo viera, un matrimonio con ella sólo podía ser una tortura, y, sin duda, algo que no duraría mucho.
-Tienes razón…- lo mejor era no causar problemas.
Entraron al gran salón, que estalló en aplausos cuando entraron. Ambos sonrieron. Él lo hizo por mero compromiso, ella lucía realmente feliz, o al menos esa fue la impresión que él se llevó.
Takeru recorrió el lugar con la vista y se detuvo cuando vio como su padre le hacía una seña. Se disculpó con la francesa y fue hacia él.
-Me alegra mucho que hayas comenzado a hacer migas con la muchacha, Takeru. Bien hecho.
-¿Qué quieres, padre?- preguntó el muchacho con hastío. No estaba de humor como para entablar una conversación llena de rodeos con aquel estricto hombre.
-Toma- dijo entregándole una cajita de terciopelo.
El heredero Takaishi la abrió con desconfianza. Vio el destello de un anillo con un diamante enorme.
-Padre… esto…
-En un par de minutos más, le pedirás matrimonio a la señorita de la Fontaine, frente a todos nuestros invitados. Después de todo, para eso están aquí.
Su padre se retiró a paso seguro, a seguir estrechando manos y haciendo comentarios acerca de lo orgulloso que estaba de su hijo.
Takeru por su parte, observó la cajita que sostenía. Todo era tan difícil de creer…
-¡Muchísimas felicidades, joven Takaishi!- exclamó un sujeto acercándose a él. Takeru jamás lo había visto en las reuniones anteriores, así que lo miró con un poco de recelo.
-Gracias.
-¡Pero qué bella chica ha sido elegida como su futura esposa!
-Ya lo creo- y era verdad. Catherine era una chica atractiva, pero desafortunadamente para él, era demasiado hueca como para llegar a enamorarse en serio.
-Permítame presentarme…
-¡Takaishi! ¡El heredero Takaishi!- un hombre alto y rubio interrumpió al sujeto y apartó a Takeru, quien lucía incómodo, sin saber cómo reaccionar ante aquel expresivo sujeto.
-Soy el padre de Catherine, muchacho. Bastien de la Fontaine- dijo extendiendo su mano.
Takeru la tomó sin bacilar y mustió un "mucho gusto" sonriéndole abiertamente al hombre.
-Escúchame, muchacho…- inició mientras pasaba un brazo sobre los hombros de Takeru- Estoy a punto de entregarte la posesión más valiosa que pudiera llegar a tener… mi pequeña, mi orgullo. Así que más te vale que hagas las cosas como se deben.
Takeru se tensó al sentir como la mano del hombre presionaba su hombro derecho con una fuerza descomunal.
-Te estoy advirtiendo de una vez. Cualquier queja que mi hija tenga y créeme, tengo el poder suficiente para sacar a tu "prestigiosa" familia de en medio, tú sabes de que hablo, puedo dejarlos en la calle… Así que cuídala, Takeru.
-No lo entiendo, señor- respondió el rubio secamente, apartándose del francés- Si tanto le preocupan el bienestar y felicidad de su hija ¿Por qué forzar este matrimonio? No puedo garantizarle que será feliz si no siento nada por ella. Si tanto la quiere, llévesela ahora mismo, antes de que convierta tanto mi vida como la suya en un infierno. Apenas y nos conocemos, ¿Cómo pretende que un matrimonio así salga a flote?
El hombre, para sorpresa de Takeru, rió.
-Ustedes ya se conocían, aunque no me sorprende que no lo recuerdes… eras un niño, tres o cuatro años, tal vez. En aquella ocasión se pasaron todo el día jugando y al final ella no quería volver a casa. Le diste un abrazo y le prometiste que cuando se volvieran a ver se casarían. Me sorprende que mi pequeña no olvidara aquella promesa, Takeru.
Se sentía perdido. No recordaba absolutamente nada de lo que el hombre le decía. ¿En verdad había pasado? Recordaba muy poco de su infancia, así que decidió dejar de hurgar en su memoria. Lo consideraba tedioso.
-Ya veo- alcanzó a decir.
-Tú no lo recuerdas ¿O me equivoco? Pero bueno, no importa, ya que de cualquier manera, cumplirás aquella promesa.
De la Fontaine le dio un par de palmaditas en la espalda a Takeru y se alejó conforme. Entonces ahora sí no había de otra. Si no cumplía con los deseos de la caprichosa chica, sus padres perderían todo. Desde el prestigio hasta su fortuna.
-Supongo que es más fácil estar seguro de que amas a alguien cuando el padre amenaza ¿No?
-Se acerca la hora- murmuró una voz en su oído.
Takeru se estremeció levemente para después girarse con una sonrisa sincera y jovial.
-¡Daisuke! Pensé que no vendrías- exclamó emocionado.
-Por nada del mundo me perdería esto. Vengo a apoyarte, aunque tú sabes que preferiría evitar que hicieras esta locura. Si no lo hago, es porque tú mismo me lo pediste ¿Queda claro? Ah, pero si cambias de opinión, puedo ser el que grite "¡Yo me opongo!" en la boda.
-Te lo agradezco, amigo, pero no causemos problemas ¿De acuerdo?
Daisuke y Takeru se abrazaron fraternalmente. El rubio sintió como toda la tensión que sentía momentos atrás, se desvanecía. En verdad le había hecho falta ver a su amigo de la infancia.
Daisuke Motomiya y Takeru habían sido amigos desde que eran muy pequeños. En aquel día en que se conocieron, Takeru jugaba con su perro en los jardines de la mansión. Entonces una pelota de soccer había pasado al lado de su rostro infantil con una velocidad sorprendente.
-¡Si serás tonto, Dai!- escuchó de pronto.
-¡Uy! Lo que pasa es que tienes envidia de que la súper-patada Motomiya sea mejor que las tuyas- exclamó otro niño con una voz más animada.
-¡No es cierto!
-¡Ya no peleen! Mejor vayamos por la pelota para seguir jugando- intervino otro.
-Es inútil- opinó otro niño con una seguridad extrema- Cayó en el jardín de los Takaishi, jamás la sacaremos de ahí.
-¡Es cierto! Dicen que tienen perros enormes que se comen a quienquiera que entre ahí.
-Que tontos- respondió el niño de la voz animada- Van a ver como iré por ella y saldré enterito.
Takeru para ese momento, ya tenía el balón en las manos y sentía deseos de dárselos y aclararles que todo eso de los perros enormes no era más que un chisme cualquiera inventado para mantener a los niños alejados de la mansión. Cuando iba a acercarse a la reja, vio que los niños se aproximaban. Su timidez lo venció y se metió entre los arbustos, después de todo, no estaba acostumbrado a hablar con los demás.
-Espera, Dai… ¿Y si te comen?
-¡Ya! Si tienen tanto miedo, lárguense.
El llamado Dai dejó salir un suspiro al ver cómo sus amiguitos salían corriendo despavoridos.
-¡Bola de cobardes!- gritó antes de mirar la altísima reja ante él.
-Espera… Dai…- llamó la vocecilla frágil de una niña.
-¡Ah! Tú tranquila, yo me encargo, verás cómo mañana estaré en el salón con el balón. ¡Mira eso! ¡Hasta rimó! Jajaja… Venga, ve a casa, apuesto a que tú sí estudiarás para mañana.
Takeru miró atentamente cómo después de despedir a su amiga, el niño subía con agilidad por la reja, sin importarle que lo vieran los de seguridad o algún sirviente.
-Bien… balón, balón…- murmuraba el moreno chiquillo, mirando para todas partes.
Al escucharlo, el pequeño rubio se dio cuenta de que aún sostenía la pelota. Salió de su escondite con cautela, sin apartar la vista del chico que ahora buscaba entre los rosales de los que su madre estaba tan orgullosa.
-A…aquí está- tartamudeó en bajito, pero lo suficientemente audible.
-¿Eh? ¡Ah! Lo encontraste… ¡Qué bien!- sonrió mientras extendía las manos.
-Ten- murmuró Takeru pasándole el balón.
-¡Gracias! ¿Eh? ¡Oye, nunca te había visto antes! Y eso que jugamos por aquí seguido.
-Casi siempre estoy dentro- contestó Takeru, apartando la vista, notablemente incómodo.
-Aaah… ¿Y cómo te llamas? ¡Yo soy Daisuke Motomiya!
-Takeru Takaishi.
-¿En qué escuela estás?
-Ninguna… estudio aquí en casa y no me dejan salir.
-¡Órale! ¡Debe ser genial! Espera… si no vas a la escuela y no sales de aquí ¿De dónde sacas amigos?
Takeru entristeció su sonrosada carita y apartó la mirada. Daisuke pareció entender.
-¡Muy bien!- gritó con determinación- A partir de hoy seré tu amigo… ¡Grábate esto, T.K.!
-¿T.K?
-Sí, los amigos se ponen apodos, tú serás T.K. y yo soy Dai para ti ¿Ok? Bueno, como decía antes de que me interrumpieras ¡Grábate esto! ¡Algún día seré el mejor jugador de soccer del mundo! Así que cuando estemos grandes podrás decirle a la gente que el gran Daisuke Motomiya es tu amigo.
Takeru rió alegremente. Daisuke puso una cara pensativa.
-Espera, tal vez dirán que estás loco y no te crean. ¡Ya sé! ¡Te firmaré algo! Una camiseta o algo, ¡¿Qué tal un balón?! Se vería genial. También necesitarás una foto para comprobarlo… Ya nos las arreglaremos, después de todo seremos amigos por mucho, mucho, mucho tiempo.
Takeru extendió su mano. Dai lo miró extrañado.
-¿Eso qué? –cuestionó.
-Cuando conoces a alguien debes estrechar su mano- respondió Takeru como si fuera lo más natural del mundo.
-Yo lo hago así- dijo Daisuke, enlazando su pequeño meñique con el de Takeru.
Sobra decir que los padres de Takeru no estaban para nada contentos por la primera amistad de su hijito. Estaban más bien horrorizados de que su vástago hubiera trabado amistad con un chico de clase media. Conservar su amistad con el moreno era lo único en que Takeru había desobedecido a sus padres, quienes aún contrariados, habían dejado de insistirle para que dejara de verse con aquél "vándalo".
-¡Te estoy hablando, T.K.!
-¡Ah! Disculpa, Dai… ¿Qué sucede?
-Te preguntaba que quién es la afortunada.
Takeru señaló a la rubia con disimulo. Daisuke silbó.
-No está tan mal.
-¿Bromeas? Esta chica es más superficial que todos los estirados que están aquí juntos.
El chico Motomiya rió. Takeru se tensó aún más al ver cómo su padre pedía atención golpeando una copa de cristal con delicadeza.
-Les agradecería
que me dieran un momento de su atención- dijo con solemnidad una vez que el silencio reinó en el amplio salón- Estamos reunidos hoy para presenciar la unión de dos distinguidas y prestigiosas familias. Quisiera expresar lo orgulloso que me siento ahora mismo de mi muchacho y la inmensa felicidad que me invade no conoce límites. Takeru… Adelante, hijo mío.
Takeru entendió la indirecta de inmediato. Asintió con firmeza: ya era hora. Tendió su mano a Daisuke, quien sonrió ampliamente antes de estrecharla y hacer el saludo secreto que se habían inventado de niños.
-Suerte- le susurró cuando el rubio empezó a caminar.
El heredero caminó con seguridad fingida hacía la chica con quien compartiría su vida. Se arrodilló frente a ella, ante la mirada de los presentes. Escuchaba claramente los chillidos de emoción de algunas de las mujeres presentes. El llanto de una mujer que probablemente sería la madre de Catherine también.
-Catherine de la Fontaine… Por medio de este anillo- abrió la caja con delicadeza. Respiró agitado- te pido que seas mi esposa.
Catherine sonrió.
-Por supuesto. Es un honor para mí.
Takeru le puso el anillo con cuidado y se incorporó con lentitud mientras la multitud a su alrededor estallaba en aplausos.
Oficialmente, Takeru Takaishi y Catherine de la Fontaine estaban comprometidos.
Y hasta aquí le dejo. El capítulo que sigue ya está escrito, pero tiene algunas cosillas que me causan gracia, por las simplezas que escribí, así que necesita una retocada y algunas correcciones por lo que no sé cuando estará listo, pero bueno. ¡Gracias por leer!
