La noche era calma, su primavera en todo su esplendor, la luna ausente, el cielo poblado de estrellas. Mercedes se acomodó el cabello perlado de pequeñas gotas de agua caliente que habían quedado enganchadas en las hebras que no resistieron permanecer dentro del recogido para evitar que se mojara completamente. Alisó el frente de la tela, sus pezones la empujaban y se marcaban claramente con la luz del cuarto de baño. Se mordisqueo el labio inferior, sus mejillas sonrosadas y sus ojos cubiertos de un velo de oscuridad daban cuenta de cuan caliente estaba. En todo el día no había esperado nada más que volver a casa, volver a Bárbara y hacerle el amor hasta perder las fuerzas.
La mujer en cuestión permanecía en la cama con los lentes de lectura puestos, un libro de contabilidad en la mano y el cabello cayendo en ondas alrededor de su cara y acariciando sus hombros desnudos.
Mercedes tragó saliva antes de apagar la luz del cuarto de baño y cerrar la puerta. El amplio cuarto ocupaba lugar en la segunda planta de la casa y desde allí habían visto tantos amaneceres en los brazos de la otra... y esa noche quería volver a hacerlo.
Sus pies descalzos no hicieron ruido en el parqué y con premura soltó el moño de su cabello, dejando sus bucles caer libremente a su alrededor. Bárbara le sonrió dulcemente antes de volver a bajar la vista. La joven Möller apretó los puños mientras pasaba frente a los pies de la cama pero se detuvo y volvió en sus pasos, haciendo que Bárbara levantara la cabeza y abriera los ojos al recibir sus labios tan necesitados. El libro cayó de su regazo al tiempo que Mercedes apoyaba una rodilla en la cama y luego otra, el corazón corriendo desbocado en su pecho. Le daba hasta pena necesitarla tanto pero...
Las manos de Bárbara le tomaron el rostro e intensificó el beso, sintiendo las rodillas de la castaña clavarse junto a sus muslos. Su lengua empujó en la boca tibia y con sabor a pasta dental y suspiró, tirando suavemente de su labio inferior y volviendo a entrar en ella. Se separaron con timidez y Bárbara le sonrió, las manos de Mercedes apoyándose en las almohadas detrás de la morena.
- Hoy estamos... uff - sonrió y Mercedes se puso más roja.
- ¿Quieres? - preguntó con naturalidad. La comunicación siempre había sido su fuerte.
- Claro que sí, de ti yo no me canso, pequeña.
Mereces sonrió y se inclinó, recibiendo su boca de nuevo y suspirando contra ella antes de comenzar a bajar con besos dulces por su mejilla hasta su cuello.
Bárbara cambió el lugar de sus manos por su espalda, acariciando la curva de su cintura y sus caderas. Abrió los ojos y su boca se hizo agua al ver por el espejo cerca de la puerta que Mercedes no llevaba nada debajo del camisolín negro de satén. Su piel blanca resaltaba y su entrepierna estaba libre, expuesta a su vista. Se mordió el labio al ver sus pliegues teñidos en un rosa furioso y un pequeño brillo entre los mismos. Estaba mojada.
- Mercedes - le llamó, sus manos acariciando sus nalgas por encima del trozo de tela que descansaba allí.
- ¿si? - mordisqueó su cuello y Bárbara siseó.
- ¿te estabas tocando?
- Si..., si - su voz vibró contra la piel de la curva de su hombro y chuponeó con ganas allí.
- ¿por qué no me llamaste?- sus manos bajaron un poco hacia la altura de su sexo y separo los muslos, Mercedes respirando acaloradamente. - ¿Eh?
- Porque estabas trabajando, no te quería molestar - tomó entre los dientes el tirante del camisón de la morena y lo arrastró hasta hacerlo caer.
- Prefiero tocarte a ti que tocar esos registros, Mercedes - volvió a separar sus muslos y la castaña gimoteó, levantando las caderas.
Sus bocas volvieron a colisionar mientras las manos de dedos finos y largos separaban esos muslos constantemente, las caderas de Mercedes moviéndose al ritmo que ella quería.
Sin necesidad de hablar fue bajando por su cuello y hombro con besos suaves y la mujer menor se elevó un poco, dándole acceso a su pecho y a que la morena tomara un pezón erguido por encima de la tela. La humedad fría se mantuvo ahí incluso cuando Bárbara cambió de pecho - una y otra y otra vez, hasta oír a Mercedes desesperarse, sus uñas clavándose en las almohadas.
La morena volvió a levantar la vista hacia el espejo y vio un fino hilo de humedad brillar, pendiendo lejos del clitoris hinchado de la castaña. Acarició sus nalgas lentamente y bajo por su cadera hasta su vientre, sus dedos haciendo a un lado la tela que estorbaba. El vello recortado y fino de la Möller guió sus dedos hasta el hilo de humedad que se pegó a ellos. Bárbara besó su hombro y rozó su clitoris, pasando por el hasta llegar al perineo y volver hasta el clitoris hinchado.
- Mercedes - susurró con diversión, repitiendo la acción y sintiendo la entrada dilatarse ante sus dedos.
La mujer gimió y agitó las caderas contra ella, temblando entre sus brazos.
- Vamos a acabar este rápido que luego vienen más.
Su sonrisa contra su cuello hizo que Mercedes riera excitada y volteara el rostro para besarla.
Los dedos de la morena dibujaron círculos sobre su clitoris, sus pliegues moviéndose al compás mientras más humedad era depositada contra la piel de ambas. Mercedes intentaba distraerse al darle besos por todos los lugares donde podía, la mano de Bárbara empujando su cadera para mantenerla expuesta y sus ojos fijos en el reflejo. Lentamente se deslizó hacia arriba al sentir sus dedos revestidos de humedad y entró en ella sin muchos miramientos, tampoco es que tuviera alguna barrera. El cuerpo de Mercedes la aceptaba en cualquier posición que se encontraran. Se conocían, se amaban, se deseaban y no necesitaban otra llave para descubrir a la otra a su antojo.
Mercedes mordió la almohada y sus uñas se clavaron aún más, su interior siendo abierto sin cesar, la mano de Bárbara agitándose contra ella sin piedad. El primer grito llegó junto con el chispazo del orgasmo que hizo que apretara hasta los dedos de los pies, sus caderas siendo puestas en su lugar por la mano de Bárbara, su otra mano deteniéndose entre sus pliegues. Lentamente salió de ella y volvió a su clitoris, acariciándolo con ternura extrema, atenta a los espasmos previos al orgasmo. Lo hizo despacio, con cautela, presionando y soltando. Mercedes bajó una de sus manos hacia su pecho y la metió dentro del camisón, haciendo que suspirara cuando su pezon fue capturado por dedos temblorosos y calientes. Pero la mano no se detuvo ahí, sino que se entretuvo lo suficiente para luego pasar por debajo de la sábana y meterse entre sus piernas, acariciando con descaro eso que Mercedes amaba reclamar como suyo. La morena gimió contra los bucles castaños de su mujer y sus dedos se enterraron en ella de nuevo, arrancándole un gemido desesperado.
Entre respiraciones erráticas, gemidos, suspiros y los dedos de Bárbara chocando con su interior, la sinfonía del sexo llenaba la habitación. Bárbara la sostuvo más cerca y abrió las piernas lo que las rodillas de Mercedes le permitieron, los dedos de ésta no le daban respiro a su clitoris que clamaba tranquilidad, palpitando contra ellos sin cesar.
Se retiró al sentir cómo Mercedes intentaba contenerla, volviendo a bajar al montículo de nervios, provocando un pequeño salto que les arrancó risas agitadas a las dos. Besó sus hombros y continuó con los movimientos circulares sobre su piel, el aroma de la piel de Mercedes mezclado con el jabón la estaban volviendo loca. Besó su cabeza y buscó su boca desesperadamente, las caderas de la joven siguiendo el ritmo de sus propios dedos. Bárbara mordisqueo su labio inferior y la sostuvo más fuerte, el cuerpo más pequeño que el suyo era como una hoja de papel al viento mientras el orgasmo hacía metástasis en todas sus extremidades, aflojándolas.
Empujó de nuevo en ella y Mercedes gimió moribundamente contra su boca, sus pestañas estaban húmedas mientras trataba de mantenerse firme.
Bárbara froto el frente de su vagina con desespero, el clitoris chocando con la palma de su mano sin descanso. Mercedes comenzó a gimotear incontrolable y mordió su hombro antes de ahogar un sollozo y alejar las caderas.
- ¿qué pasa?
- Me voy a correr y...
- No importa si sucede lo de la otra vez - susurró con dulzura y besó su frente antes de obligarla a alejarse para besar sus labios.
Los dedos de Mercedes se clavaron en la almohada y corrió torpemente la ropa interior mojada, entrando en ella con algo de dificultad. Sus dedos se curvaron en ella y con el pulgar comenzó a acariciar su clitoris, la mujer mayor respondiendo a sus embestidas leves.
Dentro de ella se desataba una guerra incontrolable. El calor subía a niveles exorbitantes mientras Bárbara no se detenía. Ardía, se sentía exquisito, quemaba, era líquido corriendo en su interior.
Su boca se abrió y gritos entrecortados se ahogaron en la almohada mientras el orgasmo la consumía. Bárbara retiro los dedos rápidamente y acarició su clitoris con fuerza, arrancándole un gemido ahogado mientras sobre sus rodillas chorreaba la humedad abundante del placer extremo que atacó a la joven Möller. El cuerpo de Mercedes quedó temblando mientras sus caderas seguían buscando sus dedos. Le soltó la cintura para tomarle el rostro y besarla profundamente, su propio sexo aún siendo embestido lentamente por la castaña. El orgasmo fue lento, haciendo que se retorciera debajo de ella, sintiendo cada fibra en su interior explotar en regocijo. Mercedes la besó con gusto, chocando su lengua con la propia, tomando de sus labios algo de vida para volver a respirar. Entre sus piernas, la mano de Bárbara goteaba, cubriendo su sexo para darle un descanso. Se separaron temblorosamente y ambas se dieron vuelta a mirar las gotas que conformaban el pequeño charco sobre la sabana.
Mercedes se mordió el labio y se giró a mirarla con algo de pena.
- Estamos realmente uff... - dijo con picardía y Mercedes asintió con una sonrisa.
- Ahora vamos a ver si puedo conseguir lo mismo contigo - sus dedos volvieron a deslizarse fuera y dentro y Bárbara cerró los ojos.
