Hola chicos, esta historia NO ES MÍA es una traducción, pero me pareció tan bonita que quise transcribirla al castellano para que la conocieran. Espero y les gusté.
El fic se llama originalmente "A Princess' Fairy Tale" pertenece a "Oswhine" tiene originalmente ocho capítulos, pero dado que cada uno es de menos de novecientas palabras, lo resumiré en dos o tres más o menos.
Disclaimer: los personajes y la historia son propiedad de sus respectivos creadores.
Advertencias: es un AU, universo alternativo.
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Capítulo I
«¿Por qué la gente envidia a las princesas?»
¿Por qué las consideran hermosas, inclusos si sus narices son demasiado grandes o sus ojos demasiados pequeños? ¿Solo porque son ricas, cubiertas por una segunda piel de brillantes joyas? ¿Por qué viven mimadas, comiendo su crema con una cuchara de plata y una doncella personal arrodillada a sus pies? ¿Por qué demandan el respeto de las personas que hablan a sus espaldas? ¿Por qué viven una vida glamorosa, rozando a los de alta alcurnia, personas que son intocables para todos los demás?
«¿Por qué las princesas envidian a la gente?»
Por las mismas razones, solo que invertidas.
Hermione Granger, la única hija del rey y reina Escocia. Estaba apoyada en la ventanilla de un barco, que sobrenadaba en mar negro, mientras se apretaba el abrigo alrededor de su cuerpo deseaba a cada minúscula estrella y a cada burbuja de ola blanca, ser solo una chica normal que fantaseaba con ser una princesa.
Pero en lugar de eso, navegaba rumbo a un país extranjero para encontrarse con un extraño, con el que se casaría solo en unos pocos días.
Ese extraño, era nada más que un príncipe que vivía en un castillo de muros impenetrable de piedras, que hablaba en un idioma del cual ella no conocía ni una palabra. En su retrato oficial, enviado a Escocia solo para fuera colgado en los aposentos de Hermione, justo en la pared frente a su cama. Se veía severo y distante, un hombre que nunca tocaría a su esposa de una manera que no fuera por imposiciones reales.
Cada noche, ella se dormía con sus ojos mirándola y cada noche se sentía más aterrada al saber que cada día que pasaba, era cada vez un día menos para que tuviera que casarse con ese hombre frio. Esos días habían estado cayendo como hojas de otoño, lentamente y luego de forma repentina hasta que ni siquiera se recodaba cuando habían estado en las esqueléticas ramas del árbol del que yacían.
Y exactamente ese día, era el día de su decimoctavo cumpleaños y ella estaba en ese barco que se mecía por las frías olas. Sus mareados padres se limitaron a visitar momentáneamente solo para desearle un débil "Feliz Cumpleaños". Se sentía llena de autocompasión y no le fue satisfactorio mirar en el mar helado, las olas grises, tan grises como su futuro. A la castaña le parecía que estaban lavando su felicidad.
Las chicas normales podían casarse por amor, pero ella se casaba por política.
En ese momento pensó, que si ella fuera una chica normal. Estaría riéndose de un pañuelo que había bordado ella misma sobre los niños del pueblo, soñando despierta mientras amasaba el pan en una panadería, o quizá estaría cantando un vals al tiempo que colgaba la ropa.
Ella estaría siendo libre.
No obstante, ahí estaba, acurrucada en un abrigo de piel, enviado por cortesía de su futuro marido por su cumpleaños, con la promesa de muchos más por venir. Sí, ella necesitaría muchas pieles para mantenerse caliente en la casa de su esposo, pero no era la temperatura de lo que los abrigos necesitarían protegerla. No, era de los tratos helados de su marido hacía ella.
Hermione podía verlo; sus fríos y oscuros ojos deslizándose sobre ella, él sentándose frente a ella en un largo desierto de una mesa solitaria, nunca encontrando sus ojos, nunca calentando su cuerpo o tomándola entre sus brazos por felicidad y placidez.
Sabía lo que sus padres dirían si supieran sus pensamientos «Lees demasiados libros», y luego su padre se atrevería agregar con el ceño fruncido «No es ese comportamiento de una dama»
Pero a Hermione no le importaba, los libros eran el mayor placer de su vida ¿Cómo era que aprendería de los lugares que nunca visitaría y de habilidades de las que nunca había escuchado, sin ellos?, ¿Cómo podía escapar a la imaginación de otra persona o ponerse en los zapatos de otra chica?, ¿Cómo podría imaginar si quiera lo que era ser una chica normal sin ellos?
Su nuevo "esposo", la simple palabra era como una espina venenosa, incluso cuando era dicha dentro de su cabeza, no tendría tiempo para libros, y si tuviera tiempo tampoco debería tener ningún interés en ellos. Tal vez unos volúmenes como decoración, pero nada más.
—¡Su alteza!—
Esas palabras, esas detestables palabras la hicieron girarse. Uno de los sirvientes que habían traído estaba haciéndole señas a ella. Con un suspiro se dirigió hacia él, pisando con cuidado la oscilante superficie a la que todavía no se había acostumbrado.
—Su madre está preocupada por usted, su alteza—dijo el hombre cuando ella se acercó él mientras este encogía los hombros acercándoselos a los oídos para protegerse del frio viento continuo—ella está pidiendo que descienda a la cubierta para que entre en calor—
Hermione asintió, nunca podrías decirle que no a la reina, incluso si esta era tu madre. Quizá por eso era que la realeza siempre tenía una educación tan exquisita.
Tan pronto bajaron hasta el interior del barco, el calor se apresuró a envolverla y tal vez fue eso lo que le hizo que se aventura a preguntar: —¿Tienes una chica especial…?, esperándote en casa quiero decir—
Un suspiro escapo de los labios del joven, y sus ojos parecieron reflejar la cara lejana de la chica que guardaba en su corazón. —Lo hago majestad, la chica más dulce de las tierras altas que jamás podría conocer, sus ojos son más azules que el cielo, aun el día más claro de verano. Yo la amo tanto—
Pero Hermione ya lo sabía, incluso si él no se lo hubiera dicho. Y su corazón se hundió porque sabía que un hombre jamás se vería así si pensaba en ella.
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En menos de que a Hermione le hubiera gustado habían llegado a Bulgaria, y el barco estaba anclado en las oscuras aguas del castillo de Durmstrang, que los recibía con rígida y temible impotencia. Más de ese frio miedo que la embargaba, lleno a la castaña princesa mientras lo miraba.
Ella no podía imaginarse a sí misma llamándolo hogar.
Sus padres tenían prisas por pisar tierra firme, por lo que no perdió tiempo en bajar al pequeño bote que los llevaría a la orilla. El remero debía regresar, en viajes, por su equipaje.
De pie en la costa, como un ejército que marchaba a la batalla, había gruesos abetos parados hombro con hombro. Y ahí debajo estaba una aglomeración de figuras con un aspecto tan solemne y peligroso que hicieron saltar el corazón de Hermione. Uno de esos seguramente era su prometido. Miro su regazo mientras el bote se acercaba a la orilla.
—¡Ah Nikola! —
Escucho a su padre exclamar dirigiéndose al *Zar que estaba al frente, en el mismo momento que el bote choco contra el muelle. Un mechón de cabello se desprendió del peinado que su doncella había prendido cuidadosa y laboriosamente — dada la naturaleza de encrespada su melena—para ella esa mañana cuando el apremiante sol del amanecer había hecho sombra a través de la ventana de su camarote. Pero no había tiempo de arreglarlo ahora, su padre siguió hablando:
—Recuerdas a mi Jane, ella y yo por supuesto recordamos a tu adorable Nevena —en ese momento él estaba saludando a la mencionada con un beso mano tan ligero como el aire —puedo presentarte a mi hija —la mano de su padre busco la suya y ella sin querer la tomo —Hermione —la ayudaron a subirse al muelle, vacilando ligeramente al principio, después del repentino cambio del vaivén del mar a la estabilidad del muelle. Pero recordó sus formalidades y se inclinó leventemente antes volver a postura temblando de forma imprevisible.
Y ahí estaba él, su futuro marido. Tal vez solo lo estaba viendo en carne y hueso, en lugar de traducirlo en los rasos de pintura, pero no se veía tan frio como siempre le había parecido. Parecía tan... "real". Ese era el hombre con quien se iba a casar, incluso si no se veía helado como ella había esperado, todavía no era el príncipe encantador con el que ella solía soñar. Tenía la nariz torcida y las cejas hoscas y oscuras y una mirada casi peligrosa a su alrededor, pero había cierta incomodidad en su postura que le impedía completar ese efecto. Parecía que estaba tratando de ocultar sus sentimientos detrás de una máscara sin emociones, y tuvo suficiente éxito como para evitar que ella supiera cuales era sus primeras impresiones, pero no tanto para que ella supiera que solo era un antifaz.
—También es bueno verrte John —le respondió el hombre con fuerte acento, Hermione pudo ver al hijo en el padre; la misma nariz, las mismas cejas gruesas, aunque estas y su cabello eran de un color plateado elegante. Su esposa era más joven, con el cabello caoba y las cejas arqueadas, eso hizo que la castaña agradeciera que al menos su futuro marido tuviera una edad similar a la de ella. —y también es agradable conocer a tu encantadorra hija por fin —continuo Nikola mirándola a ella —te prresentare a mi hijo, Viktor —
Ahora el joven dio un paso adelante, con una pequeña mueca en los labios que delataba que él no estaba tan seguro como su padre en los asuntos públicos. Pero luego prosiguió y tomo la enguantada mano de Hermione llevándola a sus labios, sus ojos se encontraron por un breve segundo antes de que Viktor se alejara y soltara repentinamente su mano.
«A él no le gusto» pensó de repente picada, «yo tampoco soy lo que él estaba buscando»
Caminaron rumbo al castillo, sus padres y los zares hablaban delante de ellos, y ambos caminaban uno al lado del otro en un tenso silencio. ¿siempre seria así? ¿existiría siempre un silencio anhelante de palabras?
Tuvieron que subir por un largo sendero de escaleras para llegar al castillo y se mantuvo todo ese tiempo por encima de ellos el silencio premonitorio.
El castillo estaba construido de piedra negra y tenía un aspecto amenazador, parecía más una fortaleza que un palacio, como si hubiera sido creado para decir "¡Mantente alejado!" y Hermione quería obedecerlo, quería alejarse de su prometido, de sus deberes, del castillo y regresar a Escocia, a casa. Pero ella no podía, ella no era libre.
Ella era una princesa.
Una vez que entraron al castillo y estaban de pie en el vestíbulo con poca luz, entonces el zar dijo: —Viktor ¿Por qué no le muestrras a Hermione el castillo? Sus padres ya lo conocen, pero ella nunca había venido antes —
Viktor asintió una vez antes de mirarla largamente en espera de algo, pero como no sucedió nada, se dio una vuelta y comenzó caminar por uno de los pasillos del castillo. Ella lo siguió ansiosa por ver el castillo, estudiar su nueva residencia, tal vez encontrar pequeños escondites a donde pudiera escapar, cuando la presión de sus deberes fuera demasiada pesada para sus hombros o cuando quisiera huir de la soberbia presencia de su marido. Caminando detrás del azabache, ella pudo notar que él era robusto y de hombros anchos, perfecto para el recio entorno. Mientras que ella parecía fuera de lugar en los pasillos sombríos del castillo.
Durmstrang era más pequeño que Hogwarts, su hogar… «Como puedo pensar eso, Hogwarts es ahora mi hogar anterior» recapacitó ella tragando. Pensar que nunca más volvería a vivir en esas cálidas paredes, ni escabullirse a través de sus pasajes favoritos a la biblioteca a altas horas de la noche, después quedarse hasta tarde leyendo un libro para encontrar uno nuevo, nunca bajaría las escaleras sinuosas en un camino hasta el Gran Comedor para cenar. Fue su miseria darse cuenta de eso, sí, ella regresaría algún día, pero solo como invitada. Ella nunca volvería a pertenecer allí, esos días ya se habían consumado.
El recorrido que le dio Viktor, fue corto y al punto. Abría una pesada puerta de madera, la miraba expectante y ella asomaba para ver La Sala de Trono, La Capilla o lo que fuera que fuera y luego volvía a cerrar la puerta. Todas las habitaciones parecían oscuras y vacías. En Hogwarts, siempre se dejaban las puertas abiertas y encendían fuegos en cada habitación para mantenerlas cálidas y alegres. Obviamente esa no era las formas en la que se hacían en Durmstrang.
Ella solo comento las habitaciones tres veces arriba, Hermione se sorprendió cuando el azabache abrió una puerta para revelar su dormitorio. Había pensado que era demasiado personal para mostrársela en el primer recorrido.
—Mi habitación —dijo brevemente, en un acento que era incluso más pesado que el de su padre y la castaña se sorprendió tanto al escucharlo que se sobresaltó un poco.
Él estaba cerrando la puerta cuando ella noto algo.
—¡Espera! —exclamo rápido—espera un minuto por favor —y dio un paso hacia la habitación. Ahí en estaba su cama, oscura y al asecho como una fiera bestia escondida en las profundidades de una selva, pero allí al frente… su retrato, en la misma posición en la que ella tenía el de él, que había sido colocada en Hogwarts. Sus ojos acaramelados lo miraron por encima del hombro, estaba de pie junto a la puerta, como si estuviera impaciente por terminar el recorrido. Ella se dio la vuelta.
Casi había olvidado su pintura: en este estaba ella, en un espumoso y opulento vestido color lavanda, sosteniendo un abanico de encaje delicadamente sobre su regazo. Ella nunca había usado ese vestido tan estorboso o ese abanico tan frívolo, tenía el cabello en definidos rulos que caían luego de una elegante trenza por un lado de su cuello, sus mejillas rosadas con una sonrisa perfecta y misteriosa en sus labios, además de unas curvas que evidentemente no tenía. La hacían parecer hermosa, por supuesto el joven príncipe se había decepcionado. Había estado esperando que se viera como si hubiera salido de un ensueño y en lugar de eso la tenía a ella; lisa y delgada, sin curvas, ni vestidos estorbosos, de dientes demasiado grandes para su boca y con cabellos encrespados.
Ella paso junto a él fuera de la habitación y entonces Viktor cerró la puerta detrás de ella.
Volvió hablar cuando le mostró la habitación del lado —Tu habitación y tu sala de estarr —dijo estas últimas palabras mientras movía los ojos oscuros hasta una puerta que estaba en una de las paredes —esa puerrta conecta tu habitación con la mía —
Así que era ahí donde ella residiría por el resto de sus días, estaba oscuro a pesar de los grandes ventanales góticos que dejaban ver el océano. Hermione prefirió no pensar en la ultima frase de él, pues creo una sensación de pavor en su interior, por lo que se asomo por el ventanal, todavía podía ver el barco sentado en el puerto. Como el juguete de un niño tirado en la alfombra, se fijó en su cuarto; había una cama con doseles, las telas eran de un azul profundo, a juego con las cortinas y los muebles estaban hechos de la misma madera oscura de los demás muebles del palacio. Se dio cuenta que había un espacio vacío en la pared frente a su cama, seguramente para colgar su retrato que habían traído consigo en el barco, que tal vez el remero lo estaría trayendo en ese mismo momento. La habitación se sentía tan impersonal, se dio cuenta, no le daba la bienvenida ¿alguna vez podría encajar a su alrededor?
Él pareció esperar su respuesta, la castaña asintió y salieron al pasillo.
La ultima habitación que le mostró estaba en la parte trasera del castillo, que tenía vista al denso bosque. Esta vez el príncipe la miro antes de abrir la puerta, y ella tuvo la sensación de que estaba guardando a propósito esa habitación para el final. No podía ver lo que tenía al estar parada en el pie de la puerta, así que entro y se quedó de sin aliento. Era una magnifica biblioteca, las paredes estaban cubiertas de estanterías y cada una de ella estaba llena de libros. Había una chimenea con algunos cojines colocados delante de el, especialmente para las noches más frías y un asiento de aspecto cómodo en el alfeizar, el techo era curvado hacia arriba hasta llegar a un punto. Era incluso más hermosa que la biblioteca de Hogwarts, pero no más grande. Se preguntó por los libros e hizo amago de tomar uno, justo antes de recordar sus modales, sería muy descortés echar un vistazo en ese momento. Ella tendría años para hacerlo, se volvió para mira a su acompañante y él se aclaró la garganta.
—Esto erra una…—vacilo un momento —habitación adicional, perro yo —vacilo de nuevo y Hermione casi sintió ternura cuando vio fugazmente sus mejillas teñidas de un ligero tinte escarlata —me dijerron que te gustaban los librros, así que le pedí a mi padre que… —él realmente luchaba por encontrar las palabras, hasta que se rindió y decidió terminar la oración con un barrido de su mano, antes de dejarla caer.
Hermione espero pacientemente que él terminara y cuando lo hizo, pronuncio un suave: —Gracias —
Pero el joven apretó los labios mirado hacia otro lado y su estado de ánimo volvió a hundirse, ni siquiera quería mirarla, porque seguramente le recordaba cada vez que veía su cara, que ella no era la chica que había sido plasmada en su retrato. Viktor había hecho eso por esa chica, no por ella.
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El día fue pasando desvaneciéndose con la entrada de la noche, y ahora las dos familias reales entraron al Comedor Real para cenar. Había comenzado a llover, tan ferozmente que se podía oír su impacto incluso en los pasillos o en la habitación sin ventanas que estaba escondida en el corazón del castillo.
La mesa era larga, exactamentemente como Hermione la había imaginado en su cabeza, en el comedor estaba una gran chimenea con el escudo de Durmstrang brillando sobre esta, la castaña estaba sentada frente al príncipe y una vez más como había imaginado, él evito mirarla concentrándose solo en las delicias búlgaras que les habían servido.
Después de la cena, se levantaron y se trasladaron a una habitación justo al lado del comedor.
—Ahora supongo que podemos hablar de formalidades—comenzó a decir el padre de Hermione.
El zar Nikola asintió con la cabeza—Sí, creo que ha llegado el momento prreciso, debemos hacerlo—
—Hemos traído a la doncella personal de Hermione con nosotros ¿asumo que tienen un lugar para ella? —
—Oh no, eso no será necesario—manifiesto él poniendo una mano en la espalda de su esposa distraídamente—prreferimos un personal que este compuesto enterramente con fluidez en búlgaro, corre sin prroblemas las actividades del servicio. Ya hemos contratado una doncella personal para la prrincesa—
—Ya veo—dijo el rey escoses mirando a su hija.
Que su doncella —una chica de su edad— la acompañara había sido un gran consuelo para Hermione, ella hubo pensado que al menos no estaría completamente sola. Pero ahora incluso hasta eso le habían quitado, no dijo nada, solo corrió los ojos hasta el techo alto para tratar de disuadir las lágrimas que repentinamente habían encharcado sus ojos.
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Cuando toda la conferencia finalizo, ella camino hasta su nuevo dormitorio acompañada por el príncipe y mientras lo hacia una desesperación congelo su corazón. Subiendo las escaleras junto a un hombre que no amaba y no la amaba, su futuro parecía ser lleno de miserables y sombrías noches como esa.
Cuando llegaron a las puertas de su habitación él se volvió hacia ella —Buenas noches —deseo con rigidez, y un musculo saltando en su mejilla
«Por el esfuerzo de intentar mantener su mirada en mi»
Se quedó ahí, por unos segundos más y Hermione estuvo a punto de volverse, cuando la mano de él se elevó impulsivamente al mechón de cabello que se le había caído de sus horquillas anteriormente, acomodándolo, después de hacerlo su mano dio la impresión flotar en el aire por un instante, se miraron un a otro un momento antes de que príncipe pusiera la vista en todas partes menos en ella, para después girarse para entrar en su habitación. La confusión agito su mente y su pecho cuando ella entro a la suya propia.
«Eso fue extraño»
Dondequiera que estuviera su nueva doncella, todavía no había entrado ahí. Ningún fuego ardía aguardando en la chimenea.
Estaba sola, completamente sola. Solo un día se interponía entre ella y su matrimonio, después de mañana sus padres volverían a Escocia y a sus deberes reales, y ella no los volvería a ver durante meses.
«No seas tonta» se regañó a si misma abrazándose «ahora eres un adulto y debes poder soportar las cargas de un adulto, además aun puedes escribirles cartas»
Con ese tranquilo pensamiento en su mente, se deslizo en la cama luego de estar usando la vestimenta apropiada. Pero el sueño ni siquiera le acaricio, la lluvia seguía golpeando contra la ventana, pero estaba demasiado sensible al hecho de que el príncipe estaba durmiendo al lado de ella, con una simple puerta que los separaba, que en solo un día ellos estarían casados y más sola que nunca. Podía sentir la piel de gallina erizando todos los bellos de su cuerpo. Fue casi en la madrugada cuando Morfeo decidió tomarla entre sus brazos, haciendo que cediera.
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Notas finales:
¿Y bien? ¿Qué les parece? ¿les gusto? Porque a mí me encanta, es muy lindo. Estos son cuatro capítulos, tal vez se venga uno o dos.
*Zar: era el título del emperador ruso, los países eslavos eran gobernados por este, en dichos países como Bulgaria, Ucrania, los países del continente nórdico. Existían *Boyardos; que eran los nobles terratenientes que obedecían al zar, es decir los duques, los marques, los varones y demás. Pero bueno como esto es un fic, el Zar era de Bulgaria así como Durmstrang que según el cannon está en noruega.
No se les olvide darme su opinión.
Por cierto, perdonen los errores, tal vez se me fueron. Si es así no duden en decirme.
Hasta la próxima.
Un besito a todos :3
