Aclaro: La serie ni el manga, asi como todos los spin off como el de Lost Canvas en el que está centrado este fanfic, no me pertenecen, son obra de Kurumada y sus respectivos colaboradores. El único personaje que es de mi propiedad es mi querida OC Elise. Muchas gracias por leer y espero que les guste

Capítulo 1: La extraña luz.

Elise era una chica corriente, muy corriente, no llamaba la atención, no era especialmente bonita ni tenía las mejores notas. Algo despistada y patosa, riéndose siempre de todo, incluso en las situaciones más tensas, lo que provocaba que todo el mundo la mirara con disgusto o impresionado cuando pasaban cosas malas.

Nuestra historia transcurre en Francia, en un pueblecito llamado Chelles, cercano a París. Elise se dirigía a casa después de haber acabado las clases en la universidad y un bostezo perezoso salió de su boca dándole a su cabeza la genial idea de dormir siesta durante al menos cinco años. Matemáticas… las odiaba, era un desastre absoluto hasta en la cosa más fácil y cada vez que tenía que salir al frente de la clase a exponer algo se ponía tan nerviosa que acababa tartamudeando y temblando como un flan, hoy no había sido la excepción, y para colmo había tropezado y todos sus compañeros se habían reido de ella.

No era algo que le importara mucho al fin y al cabo, ella no tenía amigos en la universidad, y no porque fuera introvertida, sino porque parecía que sus gustos no eran del todo bien acogidos en las cerradas y retrógradas mentes de sus "amados" compañeros. Algunas veces le daba ganas de encerrarlos en la clase y dejarlos allí sin comida ni baño por todo el año.

-*Cálmate Eli… ese tipo de pensamientos no lleva a nada bueno*-se dijo a sí misma.

El autobús pasó 5 minutos tarde, como de costumbre. Nada más subirse y pagar el boleto se "enchufó" los auriculares y puso la música a todo volumen. El camino de la universidad a casa eran 20 minutos, por lo que en un pis pas había llegado a casa. La casa donde vivía no era muy lujosa, de hecho tenía casi todo en la primera planta y luego una escalerita que conducía a un desván el cual actuaba de habitación para ella. No se quejaba, le gustaba mucho su habitación y su tía al conocerla tan bien había preparado el desván para que estuviera cómoda. Entró a la casa, saludó a sus tíos con los que vivía y subió directo a su habitación. No era grande pero tampoco era diminuta, era acogedora, sobre las paredes de madera rústica había cantidad de dibujos y posters de series de anime y videojuegos, Free, Kingdom Hearts, Saint Seiya, Full Metal Alchemist… muchas cosas que la gente de su clase denominaban "cosas frikis". La cama era de matrimonio y se encontraba justo en medio de la pared del fondo, la cual tenía una enorme ventana circular con cortinas de encaje negro. A uno de los lados estaba el escritorio, largo y con un montón de cosas, el ordenador de sobremesa, lapiceros, la tableta gráfica para dibujar por allí encima, papelillos de bombones de chocolate esparcidos por la mesa y los apuntes de las otras clases criando telaraña en una esquina. Elise no era mala alumna, pero le faltaba más motivación para sacar mejores notas, por lo cual era una alumna normal que sacaba buenas notas pero tampoco nada del otro mundo. A ella le gustaba ver series, dibujar, escuchar música, escribir historias… cosas normales de una chica de 19 años.

-Después de comer será mejor que ordene la habitación, o tía Margery se enfadará otra vez y me dejará sin chocolate.-se dijo a sí misma en voz alta.

Dejó su maleta encima de la silla del escritorio y fue al otro lado de la habitación, donde estaban todas sus consolas, la pequeña televisión y un gran espejo de cuerpo entero. Se miró en él y se horrorizó del aspecto que tenía. El cabello negro largo por los hombros estaba despeinado por el viento y al ser tan liso, parecía que tenía electricidad estática, sus ojos, de un hermoso color naranja fuego tenía unas marcadas ojeras de haberse quedado estudiando el examen de ese día toda la noche. Su menudo cuerpo era delgado y medía tan solo 1'62 m.

-Soy hermosa, hermosísimamente orca de mordor… -dijo mirando a su reflejo.

Se quedó mirando un rato más y se empezó a reír de lo increíblemente rara que se veía hoy, con esa sudadera roja holgada y esos vaqueros negros con las rodillas rotas. Ella era feliz así, no necesitaba ir maquillada y super repeinada como el resto de sus compañeras, menos es más, y mostrarse como uno de verdad es, es lo mejor del mundo...eso o es que era vaga para arreglarse para clase. Bajó por las escaleras y fue a la cocina, la comida estaba casi hecha, pasó por el corralito que contenía a su primito de menos de 1 año y le revolvió el pelo, el niño se volteó hacia ella y se rio, su tía le dio un beso en la mejilla y Elise se sentó en una de las sillas después de ayudarla a poner la mesa.

Su tío, un hombre de negocios el cual hoy no vendría a casa por motivos de viaje de negocios, había llamado hacía media hora para ver cómo estaban y para dejarle el recado a Elise que había visto una cosa que de seguro le gustaría mucho cuando se la llevara a casa.

-Pasta carbonara? –dijo Elise con destellos en los ojos.

-Si, por qué? No te gusta?-dijo su tía medio riéndose.

-En serio me vas a preguntar eso?... –le dijo enarcando una ceja.

Las dos rieron, comenzaron a comer y hablaron de cómo había ido el día, que habían hecho, de que habían hablado, rieron mucho y comieron hasta hartarse pero… era hora de parar…

Las dos se quedaron en silencio sin mirarse la una a la otra, tan sólo se oía el ruido de su primo pequeño al jugar con sus juguetitos.

-Ya ha pasado medio año… -dijo su tía de pronto.

Elise no quería hablar de ello pero ya tocaba, sobre todo en la fecha en la que estaban… 25 de junio.

-Sí, medio año ya… –tragó duro- pero bueno no pasa nada! Yo estoy bien! –rio de forma nerviosa- han pasado muchas cosas y estoy muy contenta de que os hayáis encargado de mi vosotros y no otro tipo de gente y bueno…yo…yo…y…nnngghh…-dijo rompiéndosele la voz.

Su tía se levantó de inmediato y la abrazó, Elise no estaba llorando, se había puesto a temblar y sus ojos estaban tan abiertos que parecían que se iban a salir de sus cuencas. La sujetó fuerte y la sentó en el suelo, se colocó al lado de ella sin soltarla ni un momento, le giró la cara como pudo y la miro directo a los ojos.

-Elise, estas bien, estás en tu espacio seguro, tranquila. Estoy contigo, soy Margery tu tía, estas en casa y estás bien. –dijo con voz potente pero en un tono cordial.

La chica siguió temblando y su tía siguió repitiendo el mismo mantra una y otra vez hasta que dejó de notar esos temblores tan bruscos. Su sobrina estaba más estable, se sintió culpable, pensaba que con el tiempo transcurrido podría hablar con ella en condiciones pero vio que aún seguía sin ser el momento adecuado.

-Lo…siento…-dijo la chica con la respiración agitada pero mucho más calmada.

-No pasa nada, no es tu culpa… Elise –dijo abrazándola fuerte- soy tu tía, tu madre era mi hermana pequeña, eres prácticamente como mi hija, no pasa nada si te pones así, no te dejaremos de querer ni eres una carga ni nada malo por el estilo que pase por tu cabeza, de acuerdo?

La morena se quedó estática, su tía la conocía bien, de todas esas cosas lo que más le preocupaba era que se hartaran de ella por el problema que tenía a raíz del tema de sus padres y la mandaran a otro lado.

-Somos una familia, somos tu familia ahora –dijo su tía con voz apaciguadora- no hay nada que te pueda alejar de nosotros si tu así lo quieres. Déjanos mimarte por favor.

Elise podría haberse puesto a llorar ahí mismo, ya que eso que había dicho le había calado profundo en el corazón, pero sencillamente no podía, sus ojos estaban vacíos, no había lágrima alguna que derramar de sus ardientes ojos naranja, abrazó a su tía y susurró un débil "gracias".

La situación se normalizó y su tía le dijo que fuera a hacer lo que quisiera así que tras otro abrazo Elise se levantó y salió a dar una vuelta para despejarse.

Las nubes estaban raras ese día, el cielo completamente encapotado y truenos resonando por doquier, y sin embargo ni una gota de agua. Le sirvió para apaciguar el alma, bastante. Pero cuando llegó a casa eran las 21:30, había pasado toda la tarde fuera. Su tía, algo preocupada por todo el tiempo fuera la miró pero Elise le dedicó una de sus mejores sonrisas y la mujer se quedó más tranquila. Le puso un plato de comida a su sobrina mientras ella amamantaba a su pequeño bebé y cuando la chica terminó, le dio un beso a ambos y pasó a su habitación. Mañana sería sábado, relax al fin, tan solo le aguardaba su típico fin de semana aburrido jugando videojuegos o viendo series.

Se levantó a ponerse el pijama, unos pantalones cortos de gatos color negro y gris y una camiseta de tirantas gruesa simple de color blanca. Se recogió el cabello en una media coleta de lado como normalmente solía ponerle su madre y fue a lavarse los dientes. Salía del baño cuando una voz familiar algo apagada le llamó la atención.

-¿Y cómo se supone que debería calmarme? Es nuestra sobrina, ya no sé qué hacer para ayudarla… -decía su tía Margery sollozando.

Elise se quedó petrificada y se recostó en la pared escuchando algo que en verdad sabía que luego se arrepentiría.

-Ella cree que es una carga… tal vez fue precipitado traerla aquí y esperar que cambiara a mejor con unas pocas sesiones de psicólogo. De verdad que no sé cómo ayudarla… y verla… verla me da más pena, porque aún no está bien, parece una alma en pena y lo peor de todo es verla a los ojos… la miro a los ojos y veo a mi hermana…imagínate lo que ella pensará cuando se ve a sí misma en el espejo Joseph… -dijo llorando aún más.

Elise deseó entrar en la habitación y abrazarla, decirle que ella estaba mejor, era cierto que aún no estaba bien, y no sabía si algún día volvería a ser la que era pero podía intentarlo por ellos. Deseó poder volver a llorar pero su maldito cerebro parecía no ceder a mandar el impulso a sus lagrimales por muy mal que ella estuviera…

Era un desastre… sólo causaba desastres a su alrededor… aunque ella no tuvo la culpa del incendio de su casa siempre pensó que debería haber fallecido ella también, acompañarlos a donde quiera que iban los muertos o simplemente dormir eternamente sin sentir o padecer nunca más nada. Pero allí estaba, sola y cargándose la tranquilidad de una familia que nunca le había exigido nada a cambio. Ojalá desapareciera… así los problemas de todos se solucionarían… pero no tenía valor para suicidarse, una parte de ella quería vivir a como diera lugar.

Un gran relámpago surcó la gran ventana del pasillo donde se encontraba y se quedó mirando hacia allí esperando el gran estruendo… gran estruendo que jamás llegaría. Se quedó pensando en por qué, un aire frío le acarició la nuca y el hombro izquierdo pero todas las ventanas estaban cerradas. Un sentimiento de intranquilidad se hospedó en su pecho, y su corazón comenzó a bombear nervioso… estaba segura, estaba en su casa, en su espacio, nada malo iba a pasar, se repitió eso al menos diez veces hasta que logró calmarse un poco. La voz de su tía no se escuchaba, estaba todo en absoluto silencio, como si el mundo estuviera esperando algo y se hubiera congelado.

-Elise… -dijo una voz en su oído.

-AAAAHHHHH ME CAGO EN TODO! QUIEN MIERDA ES?! –dijo ella pegando el brinco de su vida y escondiéndose en sí misma con un terror enorme.

-Elise… mírame –dijo esa voz.

La morena empezó a mirar a todos lados pero no había nadie, quería chillar de miedo y salir corriendo, no pensó en que era raro que con el grito que había metido su tía no saliera de la habitación.

-Elise…

-AH Elise, Elise esto, Elise lo otro, muéstrate de una vez si no quieres que muera de un infarto –dijo histérica.

No se lo esperaba pero justo delante de ella había un hombre con el pelo rubio, partido hacia ambos lados de su rostro y con una estrella en la frente. Llevaba ropas griegas y no aparentaba más de 30 años.

Elise se lo quedó mirando embobada, tenía una belleza indescriptible, casi divina, o divina del todo mejor dicho porque tenía un aura alrededor como si todas las luces de la tierra no pudieran igualarla. La morena se quedó sin palabras, no tenía miedo pero al mirar los ojos del hombre, tranquilos y serenos, un peso enorme caía en sus hombros y hacía que ningún músculo de su cuerpo pudiera moverse.

-Las cosas no van bien… por lo que veo. –dijo él con una voz profunda pero amable.

-No… -dijo ella sin saber por qué estaba hablándole.

-Tal vez deberíamos poner solución, verás Elise, tengo una tarea para ti, tú necesitas recuperarte de una cosa que ha roto tu corazón, y hay otras personas que tienen problemas en estos momentos, dolores igual de intensos que los que padeces tú en ese pequeño órgano humano. No sé por qué pero algo me dice que tu podrías serme muy útil… vamos, no me mires con esa cara todo el rato, comenzaré a pensar que un gusano te ha comido el cerebro. –dijo soltando una risa.

Elise no respondió nada, se limitó a asentir con la cabeza. De seguro de habría desmayado y esto sería fruto del sueño que estaba teniendo.

-No niña, no estás soñando. –dijo el hombre místico mirándola con burla- humanos… tan ciegos… sin nada de fe…

-Di…disculpe? –dijo ella sin entender.

-Decidido, vendrás conmigo. –dijo sonriéndole, sin embargo, sus ojos denotaban determinación y un mensaje muy claro, "no te está permitido negarte".

-A dónde? Nos vamos? Pero y mi tía… mi primo… dios mío, mi tío… yo vivo aquí no puede llegar y decir de buenas a primeras que nos vamos a yo que se mierda donde… no, no, no… ni siquiera se su nombre… al menos podría decirme su nombre no…? EEEHHH?!

Una enorme luz blanca se tragó absolutamente todo el lugar, dejándola medio ciega, Elise pensó que había llegado la hora de su muerte y que no era justo después de todo lo que había pasado.

-Si tantas ganas tienes de vivir… aprovecha esto –dijo la misma voz del hombre, hombre que ahora la morena no podía ver- y demuéstrate a ti misma cuanto te quieres… hay más gente pasándolo mal además de ti…

-Pero cómo voy a saber que tengo que hacer? Si ni siquiera sé a dónde vamos y tampoco sé quién eres!

Se escuchó una alegre carcajada y Elise se quedó sin saber cómo responder.

-Me llamo Zeus, y soy el gobernante de los cielos y la tierra, pequeña y tonta niña. Más te vale que lo hagas bien, no suelo ser indulgente a la hora de perdonar castigos… -dijo aún riéndose.

La voz se apagó y la cabeza de Elise parecía a punto de explotar, sin comprender nada en absoluto, se había estremecido de miedo hasta las trancas y no era capáz de articular palabra hasta que alguien la empujó en el hombro.

-Quítate de en medio niña…estás en todo el camino.

Elise miró todo a su alrededor, era un pueblecito, las personas llevaban atuendos extraños, para nada parecidos a los de nuestro siglo XXI… dónde demonios estaba? Se apartó del camino hasta la acera, o lo más parecido a una acera, que había al lado derecho, dando justo en el borde de una casa de madera algo pequeña y humilde. La puerta se abrió y salió una niña con el pelo castaño, no más de 13 años y con un ramo de flores en los brazos, vestía un simple vestido color lila con una rosa roja en el pecho y una coleta de lado.

-Agasha! Ve con cuidado! –dijo la voz de un hombre desde el interior.

-Sí padre! –dijo la niña cerrando al puerta, de pronto se fijó en ella- mmm…hola… buscas a alguien?

-Yo… dónde estamos?-dijo Elise, lo primero era ubicarse… esa niña le sonaba muchísimo pero no sabía de qué.

-Dónde estamos? Estamos en la Aldea de Rodorio, cercana al santuario de Athena. –dijo mirándola sin comprender.

Rodorio… era una broma… tenía que ser una broma… santuario… Athena… Zeus… hizo una última pregunta sabiendo lo que le iba a contestar y teniendo miedo por ello.

-Me podrías decir tu nombre, por favor?

-Claro –dijo sonriendo la niña- me llamo Agasha!

*Que me quemen y me tiren al río* pensó Elise… era imposible, todo humano con gustos por las series japonesas siempre había soñado con inventar un aparato o que por determinada circunstancia del destino, o bien se "metiera" en el universo de alguna serie o bien sus personajes "salieran" a lo que es el mundo real… o era… ya que ahora la realidad parecía ser otra muy diferente.

-AH mira! Ya vienen! –dijo Agasha sonrojándose enormemente y mirando hacia la espalda de Elise.

La morena sintió un escalofrío recorrerle toda la espina dorsal. Se giró y vio como muchos aldeanos estaban saliendo de sus casas a recibir a ciertas personas que venían por el camino principal. A Elise casi se le sale el corazón por la boca, no notó cuando la niña de cabello castaño la jaloneó del brazo hasta llevarla a primera fila entre la multitud de aldeanos. El primero de la fila, si es que se le podía llamar fila, tenía el cabello verdoso y largo, muy largo, vestía una gabardina negra con un pañuelo blanco en el pecho y una especie de caja a modo de mochila que parecía pesar como una casa. Venía saludando a algunos aldeanos mientras hablaba con uno de sus compañeros, vestido de forma similar a él, con el cabello castaño a capas largo por los hombros. Detrás venía un hombre con el pelo azul de punta, con aire despreocupado, saludando y guiñando el ojo a unas cuantas chicas, las cuales estaban extasiadas con la presencia del muchacho y por último, un hombre con el pelo violeta oscuro a capas e igual de largo que el de cabello verde, el cual venía jugando con una manzana roja en los dedos.

Elise casi se cae hacia atrás del vuelco que le pegó el corazón. Caballeros… Caballeros dorados de la serie Saint Seiya… qué se supone que había pasado? Si era un sueño, era el mejor que había tenido en su vida, ni la mejor droga podría conseguir jamás una visión tan realista en gente con problemas de esta sustancia…

Agasha salió de entre la multitud y se acercó al de cabello verdoso.

-Shion sama… gracias por protegernos siempre de las maldades, este ramo es para el santuario. –dijo feliz.

-Hola Agasha, ha pasado un tiempo desde la última vez. Estás tan enérgica como siempre. –dijo Shion con tono amable recogiendo el ramo, lo miró y se acercó un poco a la niña- la rosa del centro es para el caballero de piscis supongo no?

La niña se sonrojo hasta las orejas hasta quedar tan roja como la rosa que tenía en el vestido.

El peliverde soltó una carcajada y el de cabello marrón se rió acariciando el cabello de la niña.

-Eh… no, no, yo no… ella! –dijo de pronto sin saber qué hacer para salir de esa situación- ella es la que le manda la rosa, no yo! –y señaló a cierta persona de cabello azabache y ojos naranjas con cara de retrasada la cual miraba a los caballeros como si fueran árboles de pizza.

El de cabellos verdes dirigió la vista hacia donde apuntaba el dedo de la niña riéndose aún pero la sonrisa se borró de su cara cuando vió algo extraño, algo que desde luego ni la propia Elise se había dado cuenta. Los otros tres hombres abrieron los ojos y al de cabellos violetas se le calló la manzana al suelo.

Shion se acercó a Elise de inmediato hasta llegar prácticamente a estar a 10 cm de distancia, ELise tuvo que levantar la vista considerablemente.

-De dónde has sacado eso? –dijo con considerable ira en la voz.

-Eso? –dijo en un susurro Elise, dirigiendo su mirada a su pecho.

Su ropa había cambiado, un vestido con cuello estilo chino y de color rojo sangre, el cual tenía flores negras y ribetes dorados cubría ahora su cuerpo, era hermoso, pero eso no fue lo que llamó su atención, en el centro de su pecho, colgado por un listón rojo, se encontraba un medallón dorado con forma circular el cual tenía un rayo en el medio.

-*Zeus…*pensó la chica.

-De dónde has sacado eso… es la última vez que lo preguntaré señorita. –dijo con los ojos intranquilos el hombre.

-Bueno, bueno, tranquilicémonos todos un poco, tu nombre es… -dijo el chico del pelo castaño que se había acercado.

-…Elise…-dijo ella con temor.

-Elise, yo soy Dhoko. Sería mucha molestia si nos acompañaras a un sitio?-dijo él de forma amable.

-A dónde? –ella tenía ya una marcada idea a dónde querrían llevarla, en menudo lío se había metido.

-Silencio, mujer! –dijo una voz algo ronca a espaldas de los chicos- no importa a dónde vamos, debes venir con nosotros, de verdad que no sabes lo que significa ese colgante?

El de cabellos azules, Manigoldo, el de cáncer… claro que los conocía a todos… esto no podía estar pasando, aunque el tono que empleó le sentó de muy mal humor.

-Silencio y una mierda cangrejo blandengue… -dijo mirándolo con ojos entrecerrados- no tengo problema alguno en ir pero si me vuelves a hablar en ese tono cuando ni siquiera me conoces te tragas la tierra.

Manigoldo abrió los ojos. El de cabellos violetas comenzó a reir a carcajada abierta y a pegarle manotazos en la espalda.

-Cangrejo blandengue! Jajajajaja… cangrejito pequeñito y blandito uuuhhh jajajajaja, ha sido bueno no lo niegues. –dijo el hombre.

-Cállate Kardia! Y tú, niña! –dijo mirándola con ojos llenos de resentimiento- … te lo perdono por ser una cara bonita –dijo guiñándole el ojo y poniendo una sonrisa socarrona.

El que se hacía llamar Kardia dejó escapar otra risa y se acercó a decirle algo a sus compañeros.

-Mejor vámonos, estamos llamando demasiado la atención y quiero una manzana nueva, la que tenía está llena de tierra por culpa de esta chiquilla –dijo y la miró con cara de burla.

-Ehh…! –dijo ella, pero el de cabello verde la agarró por la mano y comenzó a andar a paso ligero y firme. – Ahh.. espera, espera, ya voy…

Bueno hasta aquí el capitulo 1 para la introducción jajaja espero que les esté gustando aunque sea solo el primer capitulo los leo en el siguiente! ^^