El planeta de Kripton se encuentra dividido en dos grupos. Los kriptonianos puros y los mutantes, quienes han desarrollado distintas variaciones genéticas. El rey de Kripton en una clara señal de odio proclamará que se debe dar muerte todos los no puros resultando así en una guerra sin fin. Los mutantes terminan huyendo y escondiéndose para salvar sus vidas. Lena Luthor a heredado de su padre la mutación genética que le da la habilidad de tener garras y regenerar su piel. Se verá obligada a unirse a los X-Men, un grupo de mutantes dirigido por el profesor X, cuando los kriptonianos planean un segundo masacre de mutantes. En su camino a ayudar a acabar con el tirano gobierno de Zor-El conocerá a Kara, una tierna y simpática rubia que poco a poco se irá a adueñando de su corazón pese a que el odio entre sus gentes las separa.

"No importan si muero esta noche Kara Zor-El, te amare con cada latido, hasta que mi corazón se detenga. Morir intentando ser libre de este odio irracional vale la pena."

"Por primera vez en mi vida soy egoísta, Lena. Esta paz no vale tu pérdida. ¿De qué serviría la paz si ya no te tengo a mi lado? ¿Qué valor tendrían mis latidos si ya no tienen los tuyos para acompañarlos?"

Los X-Men, Supergirl y cualquier personaje que se mencionen no me pertenecen.

Capítulo 1

La gran cacería

-En el reino de los dos tronos. Señora y señor avestruz vivían en paz ...

-¡Pero ya nos contaste esa historia, Lena!- se quejó la niña de cabello negro que caía por sus hombros como pequeños bucles mientras se tallaba sus azules ojos intentando ocultar su cansancio.

La mujer de piel pálida que había iniciado el cuento sonrió y se acomodó en medio de la cama. Otra niña identica a la primera se le colocó sobre el estómago de esta con un puchero.

-Mamá siempre tiene cuentos originales y geniales. Siempre nos cuentas la misma historia.- se quejó la pequeña de ojos azules con trenzas.

La mujer de ojos verdes suspiró y se acomodó mejor en medio. Sus ojos fijos en el techo mientras las dos chicas le miraban expectantes. Entonces una enorme sonrisa se mostro en el rostro de la pelinegra mayor, quien se sentó en forma india.

-¿Les conté la historia de como Kripton concilió la paz?- preguntó la morena tocando su barbilla.

-No, porque siempre cuentas la misma.- respondió la niña de los bucles y su hermana gemela asintió rápidamente.

-Podría contárselas, pero...no sé...es un poco aburrida...- la pelinegra tocó su barbilla pensativa.

-¡Lena! ¡Le diremos a mamá que no quieres contarnos el cuento cool!- se quejó la gemela de las trenzas.

-Oh pero mamá no puede hacerme nada.- comentó Lena con una sonrisa de victoria y las otras hicieron puchero.

-Te enviará a dormir al sillón.- le advirtió la del cabello suelto.

-¡Y yo le diré que ustedes me estan llamando por mi nombre en lugar de decirme mami!- les acusó Lena cruzándose de brazos.

-Pero siempre dices que debemos llamarte así.- se quejaron las gemelas casi al unísono.

Lena se quedó en silencio unos segundos y las gemelas le miraron con sus azules ojos deseosas de escuchar aquella extraña historia. Mamá Lena siempre contaba la misma historia. La que hablaba de cocodrilos y como habían pasado de vivir en paz a vivir en constante peligro. Las niñas amaban escuchar el cuento, pero era emocionante oír uno nuevo.

- ¡Está bien! ¡Se los contaré! ¡Pero es largo y les pellizcaré si osan dormirse!- les advirtió Lena acomodándose entre ellas nuevamente.

Las niñas sonrieron y aplaudieron. Alura, la pelinegra de las trenzas se acomodó de lado mientras Luthor la abrazaba con uno solo de sus brazos. Katie, la del cabello ondulado y mirada penetrante, se recostó sobre el estómago de su madre mirándola fijamente. Lena suspiró...siempre le daba un poco de emoción recordar esa historia...

-Kripton estaba dividido en dos naciones cuando una de nuestras protagonistas nació...

Era una oscura noche de octubre cuando ella nació. No se distinguía una sola estrella en el cielo. La luna estaba llena y los licántropos aullaban incontroladamente. La casa donde abrió por primera vez sus ojos era enorme.

Ella estaba rodeada por mantas violetas. Su madre estaba un poco sudorosa luego de haber pasado horas en la labor de parto. Con una sonrisa en sus labios, Lilan le acariciaba los casi invisibles cabellos a su pequeña niña.

Lionel, uno de los lideres del grupo conocido como los X-Mens, se apoyaba en su bastón y miraba a su hija mientras abrazaba a su primogénito. Lex tenía una enorme sonrisa en sus labios. Tenía una hermana y aquello era motivo para que el niño no dejase de sonreír durante mínimo una decada.

La familia tenia una clara inclinación hacia nombres que iniciasen con la letra L. Habia sido asi a lo largo de muchas generaciones. Como dictaba la tradición familiar. Nombraron a la niña Lena. La pequeña debió haber crecido en un ambiente rodeado de paz y amor.

Lamentablemente, cuando Lena solo tenia cuatro años, un extraño se desató la guerra en Kripton. El reino siempre habia estado dividido entre los kriptonianos, originarios del planeta y gobernantes del mismo y el grupo X-Men compuesto de aquellos que padecían alguna mutación genética. Una profecia contaba que los hijos verdaderos hijos del sol, los descendientes del brillo más puro, pondrían fin a la era de los mutantes.

El rey de Kripton, llamado Zor-El, declaró la cazaría de los mutantes. Se entregaría un saco de oro a todo aquel que asesinase a los X-men. Los kriptonianos eran poderosos. Los mutantes pelearon arduamente para preservar sus vidas. Luego de cuatro meses y miles de muertes optaron por esconderse. No había forma de llegar al tey y convencerlo de que no había motivos para odiarlos.

Lex Luthor fue uno de los que murió en aquella cacería. La familia Luthor lloró la pérdida por meses. Lionel tenía una de las mutaciones mas extrañas, la cual había heredado a sus dos hijos. No solo poseía la habilidad de regeneración sino que poseía tres gerras retractiles en cada mano. En la batalla las garras del hombre fueron derretidas con un líquido extraño que los kriptonianos poseían. El hombre temía por el bienestar de su familia.

Temiendo lo peor, la familia Luthor cerró las puertas de la gran casa escondida en lo profundo de un bosque. Aquel lugar se convirtió en su refugio. A su alrededor muchos otros se habían acentuado. Eran un pequeño conglomerado de mutantes cada uno en su propio mundo.

Lena creció resguardada por la seguridad de la enorme casa. Pasillos oscuros, cortinas color rojo casi vino, tapetes sin rastro de polvo y largas escaleras. La pequeña crecía rápidamente. Tomaba clases con Lilian, quien reía con las ocurrencias de la pelinegra e intentaba responder todas sus dudas.

La adolescencia llegó como un destello. La pelinegra utilizó sus garras por primera cez a los quince. Lena amaba esas garras. Era plateadas y brillaban cuando eran expuestas al sol: la hacían sentir poderosa. Su madre tambien le regaló un amuleto que tenía incrustado una gema verde de peridoto. Era del color de los ojos de Lena. Lena amaba ese amuleto.

En el resguardo de la casa, la joven aprendió a pelear y desarrollo la habilidad de la arquería. En ocasiones ayudaba a su madre a elaborar sus soluciones cuando esta se metía en el laboratio de la familia. Conocía por vista miles de hierbas que su madre usaba y odiaba el olor del tomillo que Lilian empleaba para la solución de regeneración cutánea.

En las noches, cuando había luna menguante, la pelinegra se sentaba al pie de una ventana. Apoyaba sus antebrazos del filo de la misma y miraba enamorada el brillo medio azul que parecía pasearse delante de aquella estrella que reflejaba la luz del sol. Entonces observaba las otras casas a lo lejos y se preguntaba si habrían otros jóvenes como ella.

-Cuentan las estrellas, que los destinados a odiarse acabarán amándose. Que el sol alcanzará finalmente a la luna, en esa carrera sin fin que emprendieron al enamorarse. La luna impacable y el sol ingenuo: obstinados enamorados. Cuando sean uno el odio irracional que a sus pueblos separaba sería por fin erradicado.- contaba Lena

-¡Esa es una profecía genial Mamá!- Exclamó Alura interrumpiéndola.

-¿Tu eres la luna y mamá el sol? Ella tiene el pelo brillante como el sol.- explicó Katie interesada en descifrar cada personaje.

-Mmmm ¿por qué asumen que yo soy esa Lena?- preguntó la pelinegra con una sonrisa.

-¡Porque Mamá no tiene tanta imaginación para inventar una historia tan cool!- explicó Alura con una sonrisa. Lena se sonrojó.

-Bueno, puede que yo sea la luna.- admitió la pelinegra.

-Sigue sigue. No volveremos a hablar. .- prometió Katie haciéndole una señal a su hermana para que guardase silencio.

-Si interrumpen se quedan sin historia.- les avisó Lena antes de perderse en sus recuerdos nuevamente.

La vida de Lena Luthor era perfecta en su palacio oscuro. Rodeada de flechas y libros. No conocía el mundo exterior más alla del filo de su amada ventana. El mundo afuera, desconocido y llamativo, le causaba poca curiosidad. Se conformaba con leer sus libros.

Todo cambió una tarde lluviosa. La morena había cumplido los diez y nueve años hace dos días. Se encontraba perdida en sus pensamientos delante de su cardero. Con el ceño fruncido debido al edor del tomillo que emanaba de su beaker humeante.

Se escucharon ruidos en el primer piso de la casa. Lena podía oír a metros de distancia. Se puso de pie frunciendo el ceño y bajó la escalera corriendo. Cuando se asomó al vistibulo vió a un hombre hablando con su padre y madre.

-Los kriptonianos están declarando guerra de nuevi. Estamos decididos a reorganizarnos, es hora de que enfrentemos a los que nos perturban.- explicó el pálido hombre castaño. A Lena le pareció muy serio. Daba la pinta de no ser una persona muy agradable.

-Mi esposo le ha dicho que perdió sus garras, no serviría de mucho. Yo estoy perdiendo la visión. No seremos de ayuda.- explicó Lilian, Lena sabía que su madre no estaba quedándose ciega pero no le llevaría la contraria nunca.

Como cosa planeada por el destino, Lena, quien no se consideraba torpe, golpeó un jarrón haciendo que se rompiese y llamando la atención de todos. El rostro de Lilian mostró terror al verla allí parada. Con sus pantalón negro y su sueter de lana verde, su amuleto en el cuello y centelleantes ojos como grandes esmeraldas. Joven y llena de vida. Justo lo que el líder máximo, antiguo creador de los X-Men había enviado a reclutar.

-Veo que están discapacitados para cumplir la función. La joven se ve en buen estado físico. Deberá reportarse mañana a mitad del campo para ser transferida a la base si no quieren que la familia sea desechada del grupo.- advirtió el hombre y Lena abrió enormemente sus ojos.

La joven pelinegra no entendía lo que estaba pasando. No sabía había escuchado casi nada sobre los kriptonianos o porque ese odio desmedido. Ella no había sido entrenada para una guerra. Sabía pelear y utilizar el arco. Tenía consciencia sobre su habilidad de regeneración, pero no sabría defenderse a si misma.

Aquella noche, Lionel intentó explicarle todo. Lilian estaba en una esquina pensativa: con la mirada perdida. Lena sabía que quizás nunca volverían a verse. Mientras su padre le explicaba que pocos sobrevivían a esas guerras Lena podía imaginarse muerta en un bosque oscuro. Ella no volvería a casa.

Lionel le contó que kriptonianos eran el grupo dominante en Kripton. Eran letales porque tenían armas quese cargaban con los poderes del sol. Tenían un arma compuesta de kriptonita, capaz de matar inmedistamente a cualquier persona.

-Ten, deberás llevar este amuleto.- le dijo Lilian quitándole el amuleto verde para colocarle otro del mismo color. Definitivamente no era la misma piedra, era mas pesado y a Lena lo odió inmediatamente. Se sentía un aura extraña emanando de la piedra.

-Es kriptonita verde. Confundirá a los kriptonianos, té confundieran con uno de su grupo.- explicó Lilian acariciándole a la morena las mejillas.

Lena asintió mirando el amuleto y sus ojos se llenaron de lágrimas. Por primera vez en diez y nueve años tenía miedo. Abrazó a su madre, quien le acarició la espalda.

-No volveremos a vernos. Todo por salir de mi cuarto.- se lamentó la pelinegra.

-No es así. Eres inteligente y tienes la destreza fisica de tu padre. El hombre que vino a reclutarnos seguramente ya sabia de antemano que teníamos una hija joven.- le consoló Lilian acariciándole la espalda.

...X

-¿Es fácil asesinarnos?- le preguntó Lena a su padre sentándose a su lado en la mañana siguiente mientras sujetaba una taza de té.

Lionel miraba el suelo. Y la pelinegra imaginaba que estaba lamentándose. Culpándose por no tener sus garras y no poder impedir que su hija fuese enviada a esa pelea. Otro hijo que moriría en las manos de un kriptoniano.

-Los kriptonianos son muy fuertes. Podrían simplemente tomarte del cuello y estrangularte. Algunas de sus armas escupen fuego, podrían calcinar tu cuerpo en segundos. Al ser...diferente... solo soportamos un cambio de temperatura pequeño. Morirías en menos de un minuto bajo un arma de fuego. - hablaba Lionel con la mirada perdida en la chimenea. La morena sabía que estaba recordando lo que había visto en la primera guerra.

-Pero ellos siempre quieren vernos sufrir. Primero nos atan con cadenas bañadas por berilio. En contacto con nuestra piel, las cadenas comienzan a arder provocando quemaduras que llegan a atravesar hasta nuestros huesos. Nos regeneramos demasiado rápido para desangrarnos, pero sufrimos la agonía. - explicó Lionel.

-¿Nos dejan morir así?- preguntó Lena arrugando su rostro. No quería morir de esa manera. Ella planeaba morir de vejez. En el peor de los casos prefería que le estrangularan.

-No. Luego de que nos han escuchado gritar durante horas. Nos arrancan las garras y clavan sus espadas de kriptonita en nuestro pecho para asegurarse que no sobrevivamos- susurró Lionel.

-¿Lex murió así?- preguntó Lena en un susurro.

-Si.- respondió el padre.

-¿Asesinar a un kriptoniano es tan facil como con un humano común?- preguntó la morena.

Su padre se tensó. Segundos luego movió su mano a su derecha agarrando el arco con una aljaba de piel llena de flechas. Lena recibió el arma. Había aprendido a utilizar el arco cuando tenía diez. Le gustaba la arquería pero jamás fue muy aficionada.

-Debes apuntar a su corazon. Son flechas de plomo. Penetran la piel con mayor facilidad.- explicó Lionel. Lena acarició la punta color gris oscuro.

-Papá...si no vuelvo...

-Manten esa piedra en tu cuello y que no toquen tus garras. Perderlas es como...perder una extremidad- le dijo su padre colocando sus manos sobre las de la pelinegra que asintió.

Las garras para los Luthoe eran más que el organo que les servía para denfenderse de cualquier amenaza. Pero ademas de eso, estaban ligadas directamente a una vena que conectaba con el corazón. Una parte del corazón de Lionel habia sido apagada cuando sus garras desaparecieron. Técnicamente, una pequeña parte de todo aquel que poseía la mutación genetica de ellos, perdía un pedazo de su cuando perdía sus garras. Los kriptonianos sabían eso.

Lena había aprendido sobre distintas extremidades importantes en diferentes especies desde que tenía ocho años. Sabía que los sombreros de los gnomos eran especiales, porque escondían sus cerebros: el cual era claramente visible atraves de la fina teña de piel que cubría sus cabezas. Perder sus sombreros era como perder aquello que les protegía.

Las hadas era otro ejemplo interesante. Sus alas guardaban su elixir de vida y por eso morían si se las cortabas.

La pelinegra le cortó las alas a un hada en una ocasión. La había encontrado intentando arruinar una de las soluciones de su madre en el laboratorio.

Los duendes tenían sus barbas. Estas eran símbolos de compromiso y solo las cortaban cuándo encontraban al amor de sus vidas. Cortarlas antes de tiempo significaba que no tendrían la oportunidad de enamorarse.

La pelinegra partió a las diez hacia el area señalada. Metió pocas cosas en un bolso y cerró el mismo con un movimiento rápido antes de colgárselo al hombro. Su padre seguía en su sillón mirando las llamas de la vieja chimenea. Lilian le dio un abrazo. Pidiéndole, al igual que su padre, que tuviese cuidado.

-Cuidare, volverás a casa.- le aseguró su madre besando su frente y Lena asintió. Repitiéndose que podrían lastimar su cuerpo, pero ella volvería a casa.

...X...

Lena nunca había visto morir a nadie. La sola idea de levantar su arco, sacar una flecha y lanzarla le causaba pánico y asco. La primera vez que vio morir a uno de sus compañeros sintió deseos de expulsar la comida que no tenía en el estómago.

Estaban atravesando el sur del de Kripton en un intento de llegar al rey Zor-El y pedir un tratado de paz. Eran un cohorte de 50 X-Mens. La mayoría eran jóvenes y habían pasado por un entrenamiento corto en la base. Luthor le había tomado cariño a una chica de cabello oscuro llamada Madi. Ella tenía enormes ojos verdes que mostraban un poco de tristeza y una sonrisa sincera. Madi podía hacer aparecer fuego en las palmas de sus manos.

A Lena le gustaba Madi

Estaban todos sentados alrededor del fuego. Lena tenía una enorme sonrisa mientras un grupo saltaban delante de las llamas riendo y haciendo pasos de baile. La morena aplaudía junto con otros. Disfrutaban del momento de tranquilidad en medio de tanta tensión. Momentos como ese le hacían olvidar que estaban en medio de una guerra escondiéndose para sobrevivir.

En un momento todos reían y aplaudían. Al otro, escucharon pasos y un grupo de quince personas apareció. Lena tropezó torpente en un intento de alejarse del tumulto de gritos y gemidos. Estaba intentando llegar a su aljaba cuando alguien la sujetó de la pierna.

Los kriptonianos se parecían a ellos. No había forma de distinguirlos. Lena sintió miedo cuando sus ojos se encontraron con los del hombre que le sujetaba. Él tenía el cabello marrón y le miraba con odio. Sus ojos brillaron y el rayo que salió de su pistola golpeó el hombro de la pelinegra porque esta se movió en el momento preciso para evitar el golpe en su rostro.

Lena gimió de dolor. En un impulso de supervivencia pateó al hombre y sacó sus garras. Su hombro ardía y cuando ella tocó el mismo sintió el pequeño agujero donde su piel se había hundido un poco. Gimió de dolor.

La mayoría de los kriptonianos habían sido asesinados por los mutantes más expertos. Cuando la morena miró alrededor con su cuerpo en plan de ataque observó aquel evento que se grabaría a fuego en sus retinas. Madi estaba en el suelo y uno de los kriptonianos la apuntaba.

-¡No!- gritó la morena lanzandose hacia ellos. Pero llego muy tarde. El kriptoniano había atravesado el corazón con un disparo en el mismo instante que las garras de Oena atravesaron el corazón de él.

La imagen de aquel cuerpo sin vida Lena jamás la olvidaría.

En las noches despertaba sudada, asustada y sus garras emergían. Tocaba la cicatriz en su hombro y podía revivir el calor de aquel rayo verde saliendo de la pistola. Una herida producida por la kriptonita nunca terminaba de sanar. Cuando tocabas la cicatriz, sentías el espacio vacío bajo la piel que había crecido. Sentías que habías perdido un trozo de ti. Y recordabas quien te lo había arrebatado. Para una persona con la habilidad de regenerarse...era difícil aceptar que existía algo capaz de vencer incluso tu genética.

Lena nunca olvidaría los ojos de aquel hombre. La perseguía en sueños. Los mutantes siempre decían que una vez un kriptoniano siempre regresa para acabar lo iniciado.

Lena Luthor odió a los kriptonianos con todo su ser desde aquella noche.

...X...

Habían pasado tres largos años desde que Lena había partido de casa. Era parte del grupo conocido como los X-men. Eran dirigidos por el profesor X, conocido como xavier. El plan era prepararse para la inminente guerra y cuidar al pequeño pueblo que habían ido forgando atraves de los años. El segundo al mando del grupo era conocido como Maxwell Lord era uno de los mutantes mas cercano a Xavier. Tanto que actuaba como dueño y señor de la base y siempre daba órdenes a los demás.

Luthor se sentó bajo la sombra de un árbol acomodando su aljaba entre sus piernas. Cerró los ojos dejando que su cabeza se apoyase de la gruesa madera. Disfrutó momentáneamente del cantar de la naturaleza. El sonido del río todavía llegaba a sus oídos. Recordó el sentimiento del agua contra su cuerpo frío y sonrió.

El crujir de una rama la puso sobre alerta. Se puso de pie rápido, pero sin hacer ruido alguno. Sacó una de sus flechas. Los kriptonianos no habían atacado en los últimos tres días y todos estaban puestos sobre aviso de sus tórridas intenciones.

-¡Boo!- gritó una voz lanzándose sobre ella. Lena reaccionó inmediatamente golpeándole con el arco directamente en el rostro.

Lucy se llevó una mano al rostro al recibir tal golpe de la morena. Lena siempre había sido un fósforo fácil de encender. No pensaba, simplemente reaccionaba ante la tensión. Eso la había mantenido con vida durante esos tres años así que podría ser considerado una virtud.

-¡Pude haberte atravesado!- le dijo Lena empujando a su compañera mientras esta se acariciaba la mejilla.

-Agradezco seguir con vida, oh marravillosa y benévola Lena.- se burló Lucy.

-No molestes. Solo deseo descansar.- le advirtió la pelinegra dejándose caer al suelo.

-Estuviste sola en el río de nuevo, es peligroso y lo sabes. Tenemos órdenes de no abandonar al grupo hasta que regresemos a la base.- le recordó Lucy.

-No me importan las órdenes de Samantha. - le recordó Lena.

-Si quieres seguir con vida deberían importante sus advertencias.- le recordó Lucy sentándose a su lado.

-Sigo viva y no precisamente gracias a nadie.- murmuró la ojiverde entre dientes recordando las veces que algunos mutantes líderes la había dejado abandonada en medio de combates.

-Sabes que ellos tiene órdenes de dejar a atrás a cualquiera si lo ven necesario. Es mejor perder un guerrero que al cohorte completo.- intentó justificar Lucy.

-Perdón por guardar algo de humanidad en mi. No tengo el corazón para dejar atrás a nadie.- replicó mordazmente la pelinegra.

-Amo cuando te pones en mode bitch, pero lamento recordarte que eres una mutante. No hay mucho humano en ti. - se burló Lucy.

Lena estaba por responder cuando escuchó movimiento entre los árboles. El aroma llegó a sus fosas nasales segundos luego. El edor era leve por lo cual Luthor asumió que los kriptonianos estaban lejos. Había aprendido a reconocer el olor de aquellos horribles seres luego de tantos años persiguiéndoles.

-Vamos al campamento.- ordenó Lena y sin esperar respuesta se puso de pie tomando del brazo a su compañera y obligándola a moverse.

El campamento estaba conformado de varias tiendas. Solían abandonar la base para misiones en ocasiones. La base era su mejor escondite, allí debían entrenar y adquirir nuevas abilidades para enfrentar a los kriptonianos que apesar de que no perdían oportunidad de rastrearles e intentar asesinarles.

-Voy a hablar con Sam.- avisó Lena y con paso rapido se encaminó a la tienda de la lider.

Los ojos de varios la seguían en el camino. Lena había llegado como una niña inocente, ojos verdes cargados de miedo e inseguridad. Un cuerpo delgado casi famélico y manos temblorosas que agarraban el arco y las flechas como si temiera que estas se volviesen en su contra. La pelinegra había cambiado con el pasar del tiempo. Su mandíbula definida, ojos llenos de audacia y conocimiento. Usualmente llevaba el cabello sujeto en una trenza francesa. Sus manos eran firmes, ahora el arco paracia una de sus entremidades: pocas veces usaba sus garras. Cuando ella lanzaba una flecha, atravesaba con precisión el corazón de la presa. Lena era una líder y todos lo sabían.

-Lena, que placer verte luego de ¿dos días?- interrogó Samantha aún dándole la espalda. La pelinegra entró a la tienda y se dejó caer en la cama de Sam.

-Hay cazadores en el bosque. Vienen para acá.- comentó Luthor. Arias se dejó caer a su lado y le acomodó un mechón de cabello.

-¿Qué haces aquí si es así? Deberías estar preparando todo para el ataque. - le recordó

-Él viene entre ellos.- susurró Luthor con la mirada perdida.

-Entonces yo le calcinaré el cuerpo por atreverse a lastimarte.- le aseguró Sam. Lena sonrió.

-Eres como un hermano mayor posesivo.- susurró Lena.

-Sabes que...nunca dejaría que te hiciesen daño. Te he tomado aprecio aunque eres bastante irritante.- admitió Arias poniéndose de pie.

-No están cerca, podríamos movernos. No creo que debamos enfrentarlos. El edor era fuerte, podrían ser varios.- explicó Luthor.

-Estamos cerca de la base. No podemos dejarles llegar cerca.- habló Arias y sin más se dirigió a la salida.

...X...

Lena odiaba y amaba la base. Maxwell, segundo al mando, tenía cierta fijación con la pelinegra y siempre que estaba por ahí la llamaba para practicar. Por suerte nunca había intentado insinuarse con la pelinegra. Aun así, ella veía sus ojos correr por su cuerpo mientras peleaban, una mirada oscura: cargada de lujuria y deseo.

-Sé de buena fuente que eres de las pocas personas que experimentan la habilidad de de regeneración. La familia Luthor siempre fue considerada de alto rango.- comentó Maxwell mientras se colocaba vendas blancas alrededor de sus manos.

Lena estaba frente a él, fingiendo interés en sus palabras mientras estoraba sus brazos. Sam se habia quedado con un grupo a enfrentar a los kriptonianos y le habia pedido que regresase a la base a avisar lo que habia ocurrido. Maxwell habia aprovechado para invitarla a practicar: como siempre.

-¿Siempre eres tan seria?- preguntó Maxwell y Lena suspiró audiblemente antes de fingir una sonrisa y torcer un poco su cuello. La mirada del hombre bajo a los pechos de ella, los cuales estaban apenas cubiertos por la fina camisa de tirantes delgados que utilizaba para practicar.

-Puedo estar aún mas seria. Esto es una pelea.- respondió la pelinegra.

-La guerra debe haberte hecho una mujer fuerte. Deberías relajarte. Esto es solo un simulacro poco importante...- comentaba Maxwell llevando una mano al hombre de Luthor y acariciandolo con lentitud.

Sus rostros estaban a escasos centímetros. La expresión de Luthor era ilegible. Él sonrió, sus dedos bajando por el pecho de la pelinegra hasta que esta le sujetó la mano. La mirada de él bajo por una milésima de segundos.

-Acércate.- ordenó Lena.

-Podría gustarme que me domines.- murmuró el hombre.

Lena lo rodeó con su brazo derecho y en un rápido movimiento lo tenía bajo su cuerpo inmovilizándolo. Maxwell sintió que le faltaba el aire ante la presión que hacía el brazo de Lena en su cuello. Golpeó con su mano el codo de la pelinegra y a duras penas logró empujarla lejos.

-Eso fue bajo, Luthor.- le acusó poniéndose de pie en un salto.

-Te dije que era una pelea.- le recordó ella lanzándole un guiño.

-Me gustaría que esta pelea fuese entre mis sábanas.

Lena se giró empujándolo contra la pared y fijajando sus verdes ojos en él. Había deseo y diversión en Maxwell. La morena se preguntó si él realmente no comprendía que ella no estaba interesada. La fuerza de ella, en lugar de asustarlo parecía divertirle.

-Te advierto que odio cuando los hombres intentan meterse en mi cama de esta forma tan poco...creativa. Renuncia a esto Maxwell, no eres mi tipo.

-Me siento ofendido.- habló Maxwell, él no era una mala persona, no se enojaría realmente snte un rechazo.

-No deseaba ofenderte, no quiero un pareja de momento.

-Nunca hablé de ser mi pareja.- comentó él con un poco de burla.

-Soy una Luthor. Lo he deducido de tu comportamiento.- comentó Luthor con una sonrisa.

-Ahora si estoy ofendido. ¿Cómo puedes leerme con tanta facilidad?- habló Max frunciendo el ceño.

-Llevo tres años viviendo en el infierno. He estado cerca de morir en cuatro ocasiones y tengo dos cicatrices que permanecerán abiertas eternamente. He tenido que aprender a leer el clima, los comportamientos raros...no es de sorprender que pueda leerte.- comentó Lena.

La puerta se abrió de golpe dejando ver a Xavier y en compañía de Samantha. Ante la subita llegada Lena se giró a encararles al igual de Maxwell. Pocas veces el profesor X se mostraba por lo cual seguramente no tenía buenas noticias.

-No eran muchos, claramente venían en busca de la base.- comentó Sam mientras se acercaba. Lena tenía un buen oído y lo habia escuchado.

-Lena, Maxwell. - susurró Xavier a modo de saludó.

-¿Qué ha ocurrido con los kriptonianos?- cuestioné cruzándome de brazos.

-¿Descubrieron nuestra ubicación?- preguntó Max

-Alguien ha revelsdo donde nos escondemos.

-¿Como? Pero...eso quiere decir...

-Hay alguien dentro que nos está traicionando a costa de salvar su propio pellejo.

No habrá paz hasta que el último mutante asqueroso halla muerto.

Prepárense para morir ahora que encontramos su aqueroso nido.

-Creemos que saben que tenemos una base y conocen una ubicación aproximada. Estar bajo tierra nos da cierta ventaja en este momento.

- Lo preocupante es que en menos de una semana el sapo podría darles esa información.- comentó Xavier.

-Estamos colocando intentando encontrar al sapo. Ninguno de los kriptonianos que derrotamos dijo nada. Reforzáremos la seguridad de la base. Habrá una contraseña general de salida y entrada. Y cada uno tendrá su propia clave para su habitación- expuso Samantha.

-Pondremos a un grupo a buscar al sapo. Quiero a un grupo intentado atacar el palacio. Si derribamos al rey...los kriptonianos caeran. - habló Xavier

-¿Es la nueva orden? ¿Acabar con Zor-El?- cuestionó Max.

-Llevamos años enviando cartas pidiendo que acabemos con este odio sin sentido. Proponiéndoles la paz, ahora esto se ha acabado. Iremos a por Zor-El directamente.- anunció Xavier.

Los El eran la familia de kriptonianos más poderosa: reyes de kripton. Eran la familia que había declsrado un odio absoluto hacia los X-Men. Decían que eran una amenaza a la vida humana y que debían ser exterminados por su asquerosas mutaciones geneticas.

Lena no conocía mucho sobre la familia. Para ella, los El eran personas llenas de odio que no se detendrían hasta asesinarles. Ella jamás comprendió de dónde venía ese odio irracional que sentían los kriptonianos. Todo el mundo decía que era un odio natural, como el que existía entre gatos y perros. Otros todo había nacido del progundo miedo que tenían los El de que algún mutante fuese lo suficientemente astuto para intentar sacarles de su reinado.

Lena no comprendía el origen de todo, pero ella odiaba a aquellos seres con todo su ser. Su odio si tenía base y fundamento. La habían sacado de su casa. La habían separado de sus padres. Habían rasgado su mundo perfecto. Matado a muchos de los que consideró amigos. Y la habían marcado física y si psicológicamente. Todo porque pensaban que ellos merecían vivir mas de lo que ella lo hacía. Solo porque eran diferentes.

Lena Luthor tenía motivos de sobre para odiar a todo aquel que se atreviese a proclamarse Kriptoniano.

Continuará...