Aaah, ésta es mi primera vez escribiendo algo (largo) de AC, ¡estoy de los nervios!

Os diré que la idea lleva ya un buen tiempo rondando por mi cabeza, no fue hasta hoy que he reunido el valor necesario como para sacarla a la luz. Sólo debo dejar un par de apuntes antes de que comencéis a leer:

- Notas: está ambientado en el 2012, año del tercer juego, no obstante Connor no aparecerá, sólo hace falta recordar que el equipo de Desmond está en NY (menos Lucy, oremos por su alma (¿?).

- Notas (2): Ezio tiene la edad y apariencia del Brotherhood (porque sí, porque la barbita que lleva en ese juego se me hace irresistible), y Altaïr ya ha acabado con el anciano, lleva unos años siendo el líder de la Orden con Malik como su mano derecha, sin intención de hacer un chiste sobre mancos.

Ahora, con todo dicho (creo), os dejo el primer capítulo, ¡espero que os guste~!


CAPÍTULO 01

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Qué caprichosa es la casualidad. Hace unos segundos, Altaïr Ibn-La'Ahad (nuevo Mentor en la Orden tras la muerte de Al Mualim) y Malik Al-Sayf comentaban en la biblioteca los posibles efectos que pueda tener el fruto del Edén, mirándolo ambos recelosos desde cierta distancia que consideraban segura. Hace unos segundos, Leonardo da Vinci jugueteaba con el fruto entre sus manos, maravillado por las luces que emitía creando extrañas figuras por todo su taller, y hace unos segundos, Ezio Auditore entró apurado en el mismo para apartarle de tan peligroso artefacto. No lo consiguió, porque en menos de un parpadeo los cuatro hombres aparecieron en una época muy diferente: la ciudad de Nueva York en el año 2012.

Surgieron en medio de una explosión, cientos de destellos iluminaron la gigantesca sala donde el equipo de Desmond Miles había dispuesto el Animus. Los cuatro (Desmond, Rebecca, Shaun y William) se giraron asombrados ante aquel destello. Contemplaron confundidos cómo cuatro figuras caían del mismo hacia el suelo de manera estrepitosa, y ninguno pudo hablar al reconocer sus rostros y ropas; era Desmond el más familiarizado con ellos, desde luego, por ello se atrevió a dar un par de pasos al frente, cubriendo con su cuerpo el sillón donde hace un momento había tenido dificultades para acceder a los recuerdos que buscaban. Quizás esto explicaba por qué.

—Esto debe ser una broma, ¿no? —preguntó desde su sitio, miró hacia su padre, que negó con la cabeza, luego a Shaun y Rebecca, que repitieron el gesto. No era ninguna broma, frente a ellos tenían a cuatro personas provenientes de las cruzadas cristianas en Tierra Santa y de la Italia renacentista del siglo XV, respectivamente.

Ezio se incorporó lo suficiente hasta acabar sentado, por el rápido movimiento la capucha que le cubría cayó y dejó a la vista su rostro.

—¡Maldita sea, Leonardo! ¿Cómo se te ocurre coger el fruto y activarlo en tu taller? —exclamó llevándose la mano a la frente—. ¿Pero en qué estabas pensando? ¿Y si te hubiera pasado algo? ¡Aún debemos descifrar las notas que dejó Altaïr para intentar entender del todo…!

—O también podrías preguntarle a él directamente —el rubio le interrumpió con una sonrisa a modo de disculpa, y señalando tras la espalda del asesino.

Ezio giró un poco, encontrando tras de sí a quien todos en la Hermandad llamaban "Mentor" por puro respeto. Todos los asesinos sabían quién era Altaïr, lo que había hecho durante años en Masyaf, su expulsión, la traición. Todo, conocía la vida de Altaïr por las notas y cuadernos que había encontrado, tanto él como los otros asesinos, habían sido muchas las misiones en busca de estos preciados documentos. ¿Y ahora lo tenía ahí? ¿A apenas un par de metros? Ezio no escribía ningún diario pero estaba seguro que, de hacerlo, este suceso ocuparía una entrada a doble página. Leonardo volvió a reír viendo la expresión tan asombrada que se le había quedado y le dio un golpecito en el hombro intentando espabilarle. Pareció bastar para que Ezio reaccionara, apurándose en hablar.

—Leonardo, ¿estoy soñando? Porque estoy viendo a dos personas que llevan siglos bajo tierra en algún lugar de Oriente.

—Entonces estamos soñando lo mismo, yo también los veo.

Por su parte, Malik fue el primero de los cuatro en ponerse en pie. Sacudió su ropa mirando de un lado a otro intentando averiguar su ubicación actual; después de un largo vistazo que no le sirvió de mucho, suspiró mirando hacia Altaïr.

—¿Se puede saber qué has hecho esta vez?

—Malik… ¿por qué asumes que he debido ser yo el responsable?

—Siempre lo eres, ¿no es así? —suspiró una segunda vez—. Como sea, ¿dónde se supone que estamos?

—Parece una especie de galería, las ruinas de un templo, ¿quizá? —respondió aún sentado, inspeccionando la zona con bastante curiosidad. Lo único que sacó en claro fue que junto a ellos había caído otro asesino con adornos sobre su ropa y un hombre de peculiar cabello largo y rubio.

Llevó sus ojos algo más hacia la derecha, viendo a un grupo de personas que llevaban la misma expresión en sus rostros. Analizándola debían estar muy sorprendidos por lo que había ocurrido, uno de ellos –que identificó como el líder al estar al frente- se acercó a donde estaban, mas no pudo acercarse demasiado, en menos de un parpadeo Malik le arrebató su espada larga y apuntó a la garganta del hombre, presionando lo suficiente con la punta del arma como para forzar que se detuviera. Desmond alzó ambas manos deteniéndose de inmediato, gracias a las sesiones en el Animus sabía del carácter desconfiado de Malik, pero no se esperaba este recibimiento.

—Puedes bajar el arma, no soy tu enemigo —habló sintiendo el frío del acero aún en su cuello—. Soy… una especie de familiar, un pariente se podría decir. Un pariente muy, muy, muy lejano. Por favor baja el arma, querréis una explicación y no podré dárosla bajo estas circunstancias, ¿comprendes?

Malik dudó un momento ladeando la cabeza, pero pareció ceder a sus palabras y alejó la espada. Altaïr entonces se puso en pie y la enfundó en su cinturón para evitar otro enfrentamiento de este tipo.

—Tienes unas facciones bastante parecidas a las de Altaïr —dijo el rafiq aun mirando desconfiado los ojos de Desmond—, es perturbador.

—Supongo que son los genes —respondió frotando su cuello, intentando alejar la sensación tan desagradable que la espada había dejado en él—. Será mejor que os sentéis, esto va para largo.

—Claro que sí, Desmond, que pasen todos a la salita de invitados —comentó Shaun con su característico sarcasmo—. ¿Recuerdas acaso dónde estamos? ¿Qué vamos a hacer ahora? Los agentes de Abstergo no tardarán en dar con nosotros, ¿cuál es tu plan? ¿Ponerte a charlar tan tranquilo con tus antepasados mientras bebéis unas cervezas?

—Según los archivos —anotaba Rebecca cruzada de brazos—, tanto Altaïr como Malik eran nizaríes, no beben alcohol. ¿Os suena eso de no comer cerdo? ¿El ayuno del Ramadán? ¿El Corán? ¿Qué tal un poco de historia sobre religiones antes de hacer ofertas?

—¿Tú crees que éste es el momento de charlas sobre teología? —le encaró Shaun acomodando sus gafas—. Ahora mismo debemos detener el avance templario y no perder tiempo con…

—No es el momento —habló William con voz firme desde su posición, apoyado en un par de cajas mirando de uno a otro—. No es el momento de perder la calma. Vamos a relajarnos y afrontar la situación. Por ahora nos sentaremos donde podamos e intentaremos explicarlo lo mejor posible, no será fácil.

No lo fue.

A pesar del argumentado discurso que dio Desmond costaba creer algo así: un viaje en el tiempo. Los cuatro "invitados" se mostraron reticentes a creer la historia, coincidían en que esto debía ser un raro sueño, una alucinación debida a algún alimento en mal estado o bebida contaminada. No fue hasta que Rebecca llegó cargando una carpeta con ella, la abrió y comenzó a leer, relatando punto por punto la vida de Altaïr desde su nacimiento hasta su toma de poder como nuevo Mentor (la lista en esa carpeta seguía un orden alfabético, por eso fue él el elegido y no otro).

—Tenemos registros de los tres restantes —concluyó cerrando la carpeta—. Aunque para Da Vinci podría usar la Wikipedia, sería más cómodo.

—Esto es estúpido —Shaun suspiró alzándose de hombros—. No os queda más remedio que creer lo que decimos, ¿no veis que esto no es Masyaf o Roma? ¡Incluso el idioma! ¿Cómo es posible que entre todos nos entendamos? Inglés, italiano, árabe, ¿qué locura es ésta?

—No es una locura mayor a los fragmentos del Edén —dijo Desmond con gesto pensativo—, si son capaces de controlar mentes o crear ilusiones, ¿cómo no van a ser capaces de transportar personas en el tiempo?

—Por supuesto, llamaré a Doc y McFly para que nos traigan el DeLorean.

—Shaun —le llamó William con una mirada acusadora—, tus comentarios, pese a ocurrentes, no nos ayudarán a solucionar esto.

—Tampoco lo hará esta charla que intentamos tener, ¿cierto?

—Así que —Leonardo les interrumpió alzando el brazo, sentado sobre una gigantesca caja negra y metálica que podía sostener su peso sin problemas—, en resumen: hemos viajado de alguna manera que no comprendo al siglo XXI, uh, el año 2012, ¿es así?

—Se supone que el fruto tiene algo que ver —concretó Shaun arqueando una ceja—. Y hasta que no sepamos con plena certeza cómo habéis llegado, no podremos llevaros de vuelta. Esto es un…

—¡Esto es ciertamente emocionante! —exclamó poniéndose en pie—. ¡Han pasado seis siglos! ¡Seiscientos años! ¡El mundo debe ser tan distinto a como yo lo conozco, quiero ver todo eso!

—Leonardo, creo que no eres del todo consciente de…

—Oh vamos, Ezio, ¿no me digas que no sientes curiosidad por ver el mundo donde ahora estamos? ¡Imagina todo lo que habrá cambiado! ¡Sólo mira sus ropas, son tan distintas a las nuestras! —señaló hacia Rebecca casi maravillado—. ¡Ella es una mujer y está llevando pantalones! ¡Nada de ostentosos vestidos, sino pantalones!

—Rebecca no se caracteriza por ser demasiado femenina al vestir, no.

—Nadie te ha pedido el comentario, Shaun.

—¡Mirad cuántos colores en estas cosas que brillan! —se acercó a los ordenadores dispuestos sobre el mostrador, mirando las imágenes que emitían sus pantallas—. Quiero saber qué son, qué hacen, qué significan todos estos números, ¡no puedo ignorar tanto conocimiento dispuesto ante mí!

—Estoy de acuerdo —habló Malik poniéndose en pie de un suspiro—. Parece que nos quedaremos en este lugar bastante tiempo, y tengo la sensación de que debemos ponernos al día con muchas cosas. Cuanto antes comencemos, mejor.

—¡Exacto, ése es el espíritu! —un muy emocionado Leonardo quedó frente a él y le tendió la mano dándole un buen apretón—. Malik, ¿verdad? Leonardo, un placer —miró curioso hacia un lado viendo cómo Altaïr se enderezaba ajustándose la capucha, se acercó a él un tanto cauteloso y se atrevió a estirar el brazo, pero el saludo no llegó. Altaïr hizo un gesto con la cabeza a modo de señal y se echó a andar en dirección contraria.

—Eh, Desmond, tu abuelo el sirio se está yendo —anunció Shaun con un tono divertido señalándole—. ¿No deberías, no sé, detenerle o algo?

—Altaïr, no salgas de aquí o estaremos en problemas —el asesino ni se inmutó y siguió por su camino—. ¿Es que no me escucha?

—Te escucha y te ignora al mismo tiempo, acostúmbrate a ello —le dijo Malik quedando a su lado—. Novicio, ni se te ocurra pensar que iré a ayudarte si te metes en problemas, tengo mejores cosas que hacer que preocuparme por ti. Sólo intenta no morir, no me gustaría regresar a Masyaf con un cadáver, ¿entendido?

Ezio, el único que permanecía sentado, se giró asombrado hacia el rafiq, ¿había llamado "novicio" a un Mentor? Sí, lo había hecho, y Altaïr no pareció reaccionar ante ello, sólo sacudió un poco el brazo derecho como señal de que lo había oído antes de desaparecer por un largo pasillo. No dio crédito ante esto.

—No parece alguien muy conversador, ¿verdad? —rió Leonardo—. Ezio, deberías aprender algo de esa seriedad, te vendría bien.

—¿Qué estás insinuando? —frunció el ceño, aunque segundos más tarde relajó la expresión y miró hacia Malik poniéndose en pie—. ¿Le has llamado "novicio"? ¿Al mismo Altaïr?

—No veo por qué no debería hacerlo.

—Es una falta de respeto ante su rango, ¡es un Mentor!

—Sí, me he dado cuenta.

—¿Entonces? ¿Es que no…?

—Ezio, ¿verdad? —el otro asintió ante el brusco cambio de tema—. Verás, considero mi tiempo algo muy valioso, no me gusta desperdiciarlo; y ahora mismo es una prioridad entender dónde estoy. No estoy aquí para hablar de Altaïr.

—¡Heh, éste me cae bien! —rió Shaun—. De acuerdo, los que queráis una clase magistral de historia universal, seguidme. Comenzaremos por el siglo XII y no pararemos hasta llegar al actual.

—¡Qué emocionante! —Leonardo le siguió igual de emocionado que hace un momento, tirando por la capa de Ezio que apretaba sus dientes mirando hacia Malik. Éste iba bastante tranquilo tras Shaun, memorizando su nombre –más bien, intentando pronunciarlo correctamente-.

El lugar elegido como aula fue una recámara algo alejada del Animus y el centro principal de ordenadores o portales. Bajaron por una pequeña pendiente de rocas hasta llegar, Shaun utilizó una de las oscuras columnas como pizarrón, anotó un par de cosas en su superficie y enfocó un proyector contra ella, de esta forma se valía de muchas imágenes o vídeos para explicar los conceptos que nombraba. Tuvo su mérito, pues en cuestión de horas supo explicar ideas tan complejas como el universo y su origen, la electricidad, la era de los dinosaurios, la evolución, nociones básicas de física, los vehículos a motor, y un breve resumen de la geografía del mundo. Explicó, usando un mapamundi, la distribución de países y continentes, ampliando los horizontes de los presentes a cada palabra que decía. Parecía que la verdadera especialidad del inglés era la enseñanza, porque supo hacerse entender.

—…y hasta hace bien poco Alemania aún pagaba la deuda de la 2ª Guerra Mundial —miró a sus alumnos, Leonardo asentía con la cabeza, Ezio bostezaba, y Malik parecía tener la vista perdida en algún lugar en lo alto—. ¿Me estáis escuchando? Tenéis que recordarlo para explicárselo luego al que falta, ¿a dónde habrá ido Altaïr?

—No muy lejos —Malik señaló hacia arriba. Acuclillado en el borde de un resalte en la piedra estaba Altaïr, observando no sólo al profesor y sus alumnos, sino también el resto del recinto—. Lleva ahí un buen rato atendiendo en silencio, cuando quiere ofrece la misma conversación que una palmera en el desierto, aunque la palmera es mucho más útil.

—Tu amabilidad me desarma, Malik —dijo descendiendo. De un par de saltos quedó junto a ellos—. Este mundo es fascinante, debéis verlo.

—Espera, espera, espera —Shaun se acomodó las gafas intentando no perder la calma—, ¿acaso has salido de aquí? ¿Has ido al exterior? —se llevó ambas manos a la cabeza cuando el asesino asintió—. A ver… a ver si comprendes: fuera, mal. Fuera hay peligros, ¡demasiados! No sólo templarios sino el metro, los coches, ¡cualquiera de vosotros puede morir atropellado hasta por una bicicleta! Haced el favor de no salir de aquí.

—Deberíamos ir a por algo de comer, sea o no sea mi época, tengo hambre —Ezio suspiró estirando sus piernas, tendió su mano ayudando a Leonardo a que se pusiera en pie, e hizo el mismo gesto con Malik, pero el dai le apartó de un manotazo incorporándose—. No te mataría ser más amable con el resto, ¿no crees?

—Buena suerte con eso —por primera vez, Altaïr sonrió. Aunque al ser bajo su capucha nadie pudo notarlo.

Pretendían comenzar una excursión al exterior en busca de comida, por suerte Desmond pudo detenerlos a tiempo. Les prometió algo llamado pizza que les intrigó dada la pronunciación de la palabra, y salió junto a su padre en busca de alimento, él iría a por la comida, mientras que William buscaría algún lugar donde hospedar a los invitados, necesitarían un motel u hostal que no hiciera demasiadas preguntas a sus clientes. Además, también necesitarían ropa de este siglo, prendas que no llamasen tanto la atención como las túnicas de asesino o ropa medieval como la que llevaba Leonardo.

Encontrar la ropa adecuada sería tan o más importante que dar con la comida y alojamiento; debían pasar desapercibidos cuando dejaran el templo. Cosa que harían más pronto que tarde, Desmond dudaba seriamente poder retenerlos cuando llegara el momento (de hecho, Altaïr ya había salido), él mejor que nadie conocía de buena mano la sensación de estar atrapado, conocía esas ansias de querer ver el mundo que nunca le había sido expuesto.

Por eso mismo estaba tan seguro de que no podría frenar aquella creciente curiosidad. Siendo imparable como era, lo mejor sería prepararse.

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