Bueno, este es mi primer fic y decidí hacerlo sobre Gumi, ya que ella es mi Vocaloid favorita :3. Pensé en hacerlo realista, por eso la trama (desde el inicio XD) es muy dura para Gumi. Espero no ser muy pesimista con respecto a eso. Simplemente quería demostrar que no siempre la vida es de color de rosa. Bueno, mejor dejo de balbucear y les dejo leer la historia XD. ¡Espero que les guste!^-^
Disclaimer: los personajes de Vocaloid no me pertenecen, sólo los utilizo con fines de entretenimiento.
Recuerdos permanentes
La vida nos toma por sorpresa. Siempre se espera poder llegar a conseguir lo que uno anhela, y por lo cual lucha. Pero la realidad es que constantemente la gente fracasa en el intento. Algunas personas son persistentes, y siguen intentando conseguir aquella cosa querida, de las cuales menos de la mitad lo logra. Otras simplemente se rinden y se dejan vencer por esa parte oscura en su corazón, que todo el mundo pretende ignorar y hace como si no existiera. De esas personas, una parte se quita la vida tirándose desde una azotea o un puente, arrojándose en frente de un vehículo en movimiento, cortándose aquella parte sensible del brazo en donde varias mujeres se cubren con accesorios o incluso, inconscientemente, envenenándose con drogas o alcohol.
Yo simplemente me dejo llevar por la corriente, sigo adelante sin importarme lo que me pase. Porque la verdad es que ya nada me sorprende ¿Quiero morir o simplemente soy feliz viviendo? No puedo decir que alguna de esas afirmaciones sea la correcta, porque ninguna lo es.
No me gusta hacerme la víctima ni nada por el estilo, a decir verdad, odio a las personas que hacen eso sólo para llamar la atención. Pero la realidad es que mi vida, desde que tengo consciencia, es una desgracia.
Desde que puedo recordar, mi papá siempre bebía y fumaba mucho, y acostumbraba a discutir con mi mamá. Las palabras se convertían en acciones, y mi mamá siempre terminaba llorando en el piso cubriéndose la zona herida. No sólo solía golpearla a ella, cuando tenía la oportunidad también lo hacía conmigo, ya sea porque defendía a aquella mujer a la que él maltrataba o buscaba alguna excusa sólo para el simple hecho de pegarme. Finalmente, un día mi mamá se cansó de todo, y se marchó de casa, dejándome sola con aquél hombre violento e insensible. Al despertarse un día y ver que ella ya no estaba a su lado, mi papá estalló en ira. Comenzó a patear y romper los muebles y a arrojar objetos por todos lados. Lo único que podía hacer era observar con miedo como hacía eso, hasta que se acercó hacia mí y me levantó la mano. Nunca voy a poder olvidar aquel momento. Cuando pude reaccionar de ese golpe, levanté mi cabeza y lo miré directo a los ojos mientras él decía "Todo esto es tu culpa, si tú no hubieras nacido, nada de esto hubiera pasado". Chasqueó la lengua y luego continuó, "Eres una desgracia, no sirves para nada. Ni siquiera puedo llamarte hija... me das asco". Terminó de pronunciar esas palabras, y entonces continuó pegándome peor que antes. Esos ojos tan fríos. La mirada que tenía en esos momentos me dejó paralizada. Nunca en mi vida, hasta ese momento, había tenido tanto miedo. Pero ese hombre había logrado realmente aterrorizarme.
Cuando mi mamá estaba todavía en casa, yo pensaba que si al menos conseguía una beca para la escuela a la que ella tanto quería que fuese, se pondría un poco contenta. Después de tanto esfuerzo y varias noches en vela estudiando, por fin logré ingresar a ese colegio tan prestigioso. Mi mamá se puso alegre por unos instantes cuando le entregué la carta que lo confirmaba. Pero en esos momentos irrumpió en casa mi papá borracho y aquella atmósfera tan cálida se transformó en una fría y desolada. Nuevamente se repetía la escena del día a día, donde los golpes y los insultos prevalecían sobre el lugar.
Al tener que usar ese uniforme con falda, dejaba al descubierto las heridas y moretones que tenía en mis piernas. Por eso, incluso en primavera y verano, usaba unas medias que me las cubrían por completo.
La partida de mi mamá, hizo que aumentaran esos ataques violentos por parte de mi papá. Siempre diciendo lo mismo mientras me golpeaba, aunque a veces las palabras variaban, pero tenían el mismo sentido, "Todo era culpa mía".
Unos meses después, mi papá descubrió que padecía de cáncer de pulmón debido a que fumaba mucho. Tuvieron que internarlo en un hospital. Yo lo visitaba todos los días, pero no porque lo quisiera o le tuviera lástima, sino por mera formalidad. Pasó el tiempo y finalmente, después de tanto sufrimiento, falleció.
Se suponía que al irse de este mundo, la persona que me había hecho sufrir tanto, me sentiría libre, feliz o aliviada. Sin embargo, no pasó nada de eso. No sentí que algo cambiara, todo seguía igual con respecto a mí. Lo único diferente era que ya no tenía quien me cuidase. Por supuesto, no es que no me haya podido cuidar sola, pero legalmente, una chica de dieciséis años no puede vivir por su cuenta.
Poco tiempo después, apareció un pariente lejano mío. La verdad es que no sabía qué conexión tenía exactamente conmigo aquella persona que se hacía llamar Gakupo, y no me importaba en lo más mínimo. Al parecer, por ciertas circunstancias, había mantenido su distancia hacia mi familia, y al descubrir que yo había quedado completamente sola, se había ofrecido a convertirse en mi tutor legal. Luego de mucho papeleo, finalmente, logró su cometido.
Transcurrieron unos días. Por lo visto, ese tal Gakupo, estaba muy bien acomodado económicamente. Cuando llegué a su casa, entrada la noche, pude apreciar los carísimos muebles que decoraban las amplias habitaciones y los electrodomésticos de último modelo. Su hogar era muy inmenso, poseía dos baños (uno en el primer piso y otro en el segundo), una gigantesca cocina y un jardín cuyas dimensiones habían sobrepasado mi imaginación y que tenía una piscina bellísima. Podría decirse que era el doble de grande que mi antigua casa.
Luego de mostrarme todos los cuartos, me condujo al que sería el mío.
-Si necesitas algo más sólo dime. Quiero que estés lo más cómoda posible- y dicho esto me dedicó una gran sonrisa.
-No te preocupes. No creo necesitar nada, puedo arreglármelas sola a partir de ahora- repliqué con un tono realmente seco.
Al despedirme de él, me deshice el peinado que tenía, me quité mi ropa y me puse el pijama. Acto seguido, fui a recostarme a mi nueva cama. Mañana guardaría todas las cosas de la mudanza, después de todo, ya era casi media noche. Estaba por quedarme dormida, cuando un pensamiento asaltó mi mente. Yo no quería terminar como mi mamá. Ciertamente no deseaba que, en algún momento de mi vida, un hombre me dominara y manipulara a su antojo. Si alguno intentara levantarme la mano, tendría que defenderme, no dejarle hacer lo que a él le placiera. Por lo tanto, tendría que aprender a defenderme yo misma.
Me levanté de la cama, y fui a ver si Gakupo seguía despierto. Pasé por el comedor, pero estaba vacío y con las luces apagadas. Pensé que a lo mejor ya estaba dormido. Cuando me estaba por ir a acostar nuevamente, pude observar por el rabillo del ojo una luz que provenía de la cocina. Me asomé y vi que se encontraba allí. Estaba tomando un café mientras terminaba de firmar los últimos papeles referentes a mi custodia. Al parecer no estaba muy bien escondida, porque a los pocos segundos que había aparecido allí, él levantó la mirada de los documentos y dijo:
- ¿Qué sucede? ¿No puedes dormir?
-N…no es eso- dije antes de que malinterpretara mi intención.
-¿Entonces qué es?
-Es sólo que… me estuve planteando lo que me propusiste hace unos momentos. Eso de que si necesitaba algo más, te lo dijera. No quería pedirte nada, pero la verdad es que realmente necesito que me hagas este favor.
-No tengo ningún problema, tus deseos son órdenes. Así que dime qué es lo que tanto quieres que viniste a pedírmelo a estas horas de la noche- comentó con otra de sus tantas sonrisas.
-Quiero tener un profesor que me enseñe defensa personal- respondí con seriedad.
Por lo visto, mi petición le tomó por sorpresa. Su cara pasó a ser una que expresaba felicidad a otra que demostraba lo atónito que se encontraba.
-¿Por qué quieres eso?- preguntó de repente.
-Cuando me propusiste tu ayuda, no dijiste en ningún momento que tenía que darte explicaciones con respecto a lo que te pidiera- le contesté con sinceridad.
-Tienes razón. Muy bien, si eso es lo que quieres, te conseguiré un profesor- dijo volviendo a poner su cara serena de siempre.
-Quiero iniciar mañana, y que las clases sean todos los días
Al decir esto, su rostro regresó a esa expresión atónita que se había ido hacía unos momentos atrás para luego cambiarla a sus expresiones faciales de todos los días.
-Veo que tienes prisa por aprender. No voy a preguntar nuevamente tus razones porque sé que no me contestarás. Bueno, veré si puedo contactar con alguien que conozco. Toma, aquí tienes un celular para que nos mantengamos en contacto- indicó extendiendo el objeto en cuestión-. Si encuentro a alguien, porque no es seguro que lo haga en tan poco tiempo, te llamaré a la hora en la que sales de la escuela.
-Está bien. Bueno, ya es tarde y mañana tengo clases. Será mejor que me vaya a dormir. Buenas noches- dicho esto, me dirigí a mi habitación y me acosté de nuevo en mi cama.
Pasaron cuatro semanas. Entraba la luz de la mañana por mi ventana cuando me desperté. Otra vez a la escuela. La verdad es que no iría de no ser porque es necesario para ser "alguien" en la vida.
Realmente, no tengo ningún amigo. Cuando era pequeña intenté hacerme amiga de unas chicas de mi clase, pero siempre me ignoraban, dejándome de lado. Por más que quise acercarme varias veces a ellas, nunca funcionó. Es más, al parecer, yo les parecía motivo de burla. Siempre me hacían bromas pesadas o me molestaban. Una vez, apenas iniciando la secundaria, logré ser "amiga" de una chica, pero en verdad no fue así. Ella sólo me utilizó para su conveniencia. Lo único que hacía con ella, era ser su mula de carga. Constantemente, me pedía que llevara sus libros o cosas, hiciera sus tareas o le ayudara a acercarse a algún chico. Cuando uno lindo se interesaba en mí, ella siempre se enojaba y lo alejaba para luego irse con él. Aquella persona a la que yo llamaba amiga, nunca había hecho algo por mí. Sólo se había limitado a pensar en ella misma.
Con el tiempo, aprendí a que seguramente, yo no estaba hecha para tener amigos. Tal vez, estaba destinada a estar sola siempre. Comprendí también, que si llegaba a tener amigos, ciertamente me apuñalarían por la espalda en algún momento.
Por eso mismo decidí cerrarme a mí misma. Reprimí mis emociones, oculté mis pensamientos y callé toda opinión mía con respecto a cualquier tema. Simplemente me limité a tener una "cara de póquer" todo el tiempo. Me mantuve alejada de mis compañeros de curso, hablándoles solamente cuando era estrictamente necesario. En los momentos en los que había que hacer trabajos escolares en grupo, le pedía a los profesores, con mucha persistencia, que me dejaran hacerlo sola. Después de mucho titubear aceptaban.
Luego de estas reflexiones, fui al baño, me desvestí y me metí en la bañera. Mientras tomaba el baño pude ver que, a pesar de que habían pasado ya varias semanas, seguían los moretones y heridas que me había hecho mi padre. Continuaban notándose considerablemente, y algunas me dolían mucho. Era como si no quisieran irse, como si pretendieran recordarme siempre aquel pasado que yo procuraba ignorar. Sentía como si la sombra del causante de esas lesiones me siguiera aún cuando él ya había fallecido. Parecía que esas heridas no fuesen a irse jamás.
Terminé de bañarme, me puse el uniforme del colegio y bajé a tomar el desayuno. Gakupo ya se había despertado, y se encontraba tomando un café cuando llegué a la cocina.
-Buenos días, ¿Quieres que te prepare algo?- dijo yendo hacia al refrigerador.
-No, gracias. Puedo hacerlo yo misma- le contesté secamente mientras lo apartaba para abrir aquel aparato que él pretendía utilizar anteriormente.
-¿Por qué llevas siempre esas medias? Sé que falta un mes para invierno, aunque ahora también hace mucho frío, pero incluso cuando hacía calor hace unas semanas las seguías usando. Deberías ponerte unas más cortas en esas ocasiones. Además de que también nunca he visto que uses blusas con manga corta. Y no te preocupes si te faltan ese tipo de cosas, puedo comprártelas sin problema.
Ese comentario me dejó paralizada por un segundo. No esperaba que me mencionase eso, o en todo caso, que lo hiciera en ese momento.
-Me gustan las blusas y medias así, ¿Hay algún problema con eso?- alegué dirigiéndole una mirada gélida.
-Entiendo. No voy a criticarte, después de todo son tus gustos.
Comencé a hacerme mi desayuno. No tenía mucha hambre así que sólo me preparé una tostada y bebí un vaso con leche.
-Bueno, no quiero que se me haga tarde. Ya me voy, nos vemos más tarde.
-Nos vemos. Ah, y ten cuidado, dicen que últimamente está rondando un acosador por esta zona, y que es muy peligroso. Trata de no quedarte hasta tan tarde en el instituto. Sé que eres muy devota con tus actividades del consejo estudiantil, pero no te agobies demasiado.
-No te preocupes, tendré cuidado. Además, no sé si recordarás que hace cuatro semanas que vengo practicando karate. Ya hablaste con mi profesor hace poco, te dijo que me está yendo perfecto, y que aprendo muy rápido. Así que no creo que tenga problemas por más que me cruce con ese acosador.
-Sé que puedes defenderte tú misma. Sin embargo, uno nunca sabe cómo va a reaccionar ante una situación como esa.
-Ya deja de preocuparte tanto, puedo cuidarme y punto final- le contesté indignada y salí de la casa.
De camino hacia el instituto compré un par de cosas que Gakupo me había pedido. Él parecía ser empleado de una empresa muy importante, pero nunca le pregunté cual era, después de todo eso no era de mi incumbencia. Por ende, trabajaba desde la mañana hasta que se hacía de noche, y casi siempre andaba con papeles en la mano o hablando mucho por teléfono. Yo, debido a mis altas calificaciones y buena conducta, me convertí en la delegada de mi curso. Por eso, en varias ocasiones, me quedaba hasta muy tarde en el establecimiento.
Terminó la jornada escolar, y a pesar de que Gakupo me había dicho que no me quedara hasta tan tarde en el instituto, no le hice caso. Cuando salí de allí, ya estaba oscureciendo. La verdad no me importó que ya casi se hiciera de noche.
Fui a las prácticas de defensa personal. Terminé el entrenamiento, me duché y me puse mi uniforme del colegio para luego salir del lugar. Como no tenía prisa por volver a casa, decidí ir por el camino largo y de paso compré un par de cosas para la cena de esa noche.
Estaba a mitad de camino, cuando sentí a alguien detrás mío. Era el mismo chico que había visto ya varias veces durante los últimos días. Siempre caminaba atrás de mí, parecía como si me siguiera. Las primeras veces pensé que sólo era casualidad, sin embargo, siguió pasando. Así que deduje que lo más probable sería que él fuese el acosador del que tanto hablaban. Esta vez lo enfrentaría, no lo ignoraría como las otras veces. Después de todo, me había estado preparando para este momento.
En el instante en el que ese chico estaba cerca de mí, me di la vuelta y lo golpee en la cara con mi mejor patada, aunque procuré no hacerlo demasiado fuerte. Terminó cayendo al piso, y cuando pudo reaccionar me gritó:
-¡¿Pero qué crees que estás haciendo?! ¡¿Acaso te volviste loca?!- me espetó con ira.
-No te hagas el tonto. Sabes perfectamente por qué te he pegado- le contesté fríamente.
-¡No, la verdad no lo sé! ¡Yo sólo estaba caminando cuando de repente me golpeaste!
-¡¿Y ahora pretendes hacerte el inocente?! Me vienes siguiendo hace varios días, seguro eres el acosador del que todo el mundo ha estado hablado.
-¿Qué estás diciendo? Pero si yo sólo estaba dirigiéndome a mi casa.
- No te creo, nunca te había visto por esta zona. Las únicas veces en las que te vi eran cuando caminabas detrás de mí.
-No te miento, vivo cerca de aquí.
-… ¿De verdad?- dije dudando por primera vez.
-Sí, es a unas pocas cuadras.
Seguía vacilando con respecto a lo que me acababa de decir, pero lo exponía con tanta insistencia y vehemencia, que terminé por creerle. Además, tendría sentido. Si los dos vivíamos cerca uno del otro, era normal que camináramos por el mismo sendero.
-¿Estás bien? ¿Te dolió mucho?- le expresé un poco preocupada.
-La verdad, fue una buena patada- comentó mientras se echaba a reír y frotaba su mejilla.
Realmente ese chico me sorprendió. Cualquiera seguiría enojado después de que le hubieran pegado así. Además, su forma de usar el uniforme de su colegio dejaba pensar que él era el tipo de persona que se metía en peleas todo el tiempo, un busca pleitos por así decirlo. Su pelo era verde, no parecía ni muy largo ni muy corto. Sus ojos eran verdes también, pero de un tono más oscuro. Su piel era muy pálida, hasta parecía como si se estuviese congelando. Medía alrededor de un metro setenta, era delgado y aparentaba una contextura fuerte.
-Siento haberte golpeado, la verdad es que realmente creí que eras el acosador.
-No te preocupes. Sin embargo, no creo que un acosador siga a una niña de doce años- argumentó mientras reía con toda sinceridad.
¡¿Doce años?! Es verdad que mi apariencia física no ayudaba mucho a definir mi edad ¡Pero tampoco era para que pensara que tenía doce años! Mis ojos y mi cabello eran verdes, al igual que los de él y mi piel era blanca como la nieve. Medía un metro cincuenta, o tal vez un poco menos, y era delgada. Podría decirse que mi altura era lo que me hacía parecer más joven de lo que era, además de mi rostro infantil. Sin embargo, mi busto no era para nada el de una niña de doce años. Lo malo es que como hacía tanto frío, y me encontraba usando mi abrigo, las curvas de mi cuerpo no se notaban casi nada.
-No tengo doce años, tengo dieciséis- le contesté algo molesta.
-Estás mintiendo, tu cara no es la de una chica de dieciséis años, es demasiado inocente para serlo. Y tu estatura… no ayuda mucho que digamos.
-No me creas si no quieres, no vivo para complacer a los demás- dije muy enojada por su reacción-. Ven, vamos a mi casa.
-¿Qué?
-Que vayamos a mi casa, ¿o es que acaso pretendes que se te hinche la mejilla como un malvavisco? Además, ya es muy tarde, si no voy ahora me voy a retrasar en hacer la cena - y comencé a caminar sin importarme si me estaba siguiendo o no.
Llegamos al lugar en cuestión, dejamos nuestras cosas, y fui a buscar hielo a la nevera mientras él se quedaba en la sala de estar. Al regresar al cuarto donde se encontraba aquel extraño, pude ver que estaba observando seriamente la habitación, como si la estuviera analizando.
-¿Qué estás haciendo?- pregunté con el hielo en la mano.
-Nada, simplemente observaba. Parece que eres de una familia adinerada.
-Podría decirse que sí, pero en realidad esta casa no es mía.
-¿Cómo que no es tuya?
-Es una larga historia. Aún así me refiero a que no siento que este sea mi hogar. Sólo vivo aquí por obligación, eso es todo- respondí mientras me acercaba para ponerle el hielo en la mejilla.
Cuando estaba por tocarlo, pude ver que sus ojos se dirigían hacia un punto fijo de mi cuerpo. Rápidamente seguí hacia donde se centraba su mirada y noté que estaba observando mi pecho. Me quedé paralizada por un momento, para que luego mis mejillas pasaran de su estado pálido a un rosa intenso.
-¡¿Qué estás mirando, pervertido?!- repliqué demostrando mi vergüenza e indignación mientras me cubría la parte en cuestión.
-L…lo siento, pero es que me sorprendió. Nunca pensé que una niña de doce años llegase a tener un busto tan grande. Viéndolo detenidamente puedo decir que eres un talle noventa y cinco… Pensándolo mejor ahora sí creo que, tal vez, tengas dieciséis años- contestó sin pudor alguno.
-¡Pues ya te lo había dicho antes, no hacía falta que tuvieses que mirar mi pecho para saberlo, pervertido!- le grité enojada.
-Deja de llamarme pervertido, es inevitable no verlos con lo grandes que son.
-Mejor dejemos el tema de lado, porque si no lo hacemos terminaré por golpearte otra vez- alegué conteniéndome y tratando de relajar mis manos.
Me acerqué, nuevamente, con el hielo para calmar la hinchazón de su herida. Al hacerlo, pude sentir como se sobresaltaba ligeramente al contacto. Supongo que habrá sido porque le dolió un poco. Nos quedamos callados por un momento, hasta que por fin rompió el silencio con una pregunta.
-¿Cómo te llamas? … Es que estuvimos hablando todo este tiempo, pero no te pregunté tu nombre- dijo de repente.
-M… ¿mi nombre? Bueno… No te vayas a reír.
-No te preocupes, no lo haré
-M… me llamo Gumi- respondí algo nerviosa.
-Gumi- repitió como si lo estuviera analizando-. No veo la razón por la cual reírme.
-Es que algunas personas me dicen que es algo raro.
-Sólo lo dicen porque tienen celos. Es un lindo nombre. Es como el de un ángel. Y va muy bien contigo porque tu rostro realmente parece el de un ángel.
Pronunció esas palabras con completa naturalidad, pero yo volví a ponerme roja como un tomate ¿Acababa de llamarme ángel? Nunca nadie me había dicho eso, a excepción de mi mamá, pero no era lo mismo. Miré su rostro por unos segundos sin saber qué responder, abriendo mi boca en un intento vano por hablar. Finalmente pude articular palabra.
-¿Y tú cómo te llamas?- le dije tratando de desviar la conversación hacia otra dirección.
-Bueno, no creo que mi nombre se pueda comparar con el tuyo, aunque tengan cierto parecido, así que no espero un cumplido por tu parte. Me llamo Gumiya.
-¿Te sigue doliendo tu herida, Gumiya?- pregunté mientras apartaba el hielo de ésta.
-No, ya no duele casi nada. Pero mañana voy a tener un moretón más grande que tu casa- respondió mirándome con enojo.
-No me culpes. Tu apariencia tampoco ayudaba mucho a que no pensara que eras el acosador. Dabas toda la pinta de ser alguien sospechoso- me excusé algo indignada por su actitud.
-No me vengas con eso. Ahora me debes un favor a cambio.
-Te curé el golpe que te hice, ¿no es eso suficiente ya?
-No, tienes que hacer algo más aparte de eso.
-…Está bien. Entonces, déjame pensar en algo apropiado. Mmm… ¿Qué te parece quedarte a cenar?
Me pareció que era lo adecuado invitarlo a comer. Después de todo, anteriormente Gakupo me había mandado un mensaje diciendo que llegaría tarde para cenar y que lo hiciera sin él. Así que estaríamos tranquilos, y no tendría que soportar preguntas por parte de Gumiya sobre "¿Quién es esa persona?" o algo así. Además de que no debería preocuparme porque se sintiese incómodo por la presencia de otra persona.
-… ¿Habrá alguien más aparte de nosotros?- preguntó con algo de desconfianza.
Había acertado. Parecía que sí le hubiese molestado que otra persona comiese con nosotros. Era como si entre más personas pudiese evitar, sería mejor para él.
-No, estaremos sólo nosotros dos- contesté para que se tranquilizara.
-Muy bien, acepto. Pero sólo si tengo la certeza de que cocinas bien.
-No te puedo decir que cocino como una chef profesional. Pero si puedo garantizarte que no cocino mal.
Dicho esto me dirigí a la cocina y comencé a preparar la cena. Durante el camino de regreso a casa había comprado harina y huevos, así que pensé en hacer unas pastas caseras. Mientras se cocinaban, puse la mesa y luego comencé a hacer la salsa para acompañar. Terminé de cocinar ambas cosas, las serví, y las llevé al comedor.
La cena transcurrió en silencio. Ninguno de los dos articuló palabra, salvo alguna que otra frase como "¿quieres un poco más de jugo?" o alguna cosa por el estilo. Llegó la hora del postre. Por suerte, el día anterior había hecho flan de sobra. Así que quedaría para cuando llegase Gakupo. Puse dos porciones en sus respectivos recipientes y los repartí entre Gumiya y yo.
Concluyó la cena por completo y lo acompañé a la puerta.
-Estuvo muy deliciosa la cena, y también el postre. Veo que no me defraudaste para nada.
-En realidad no fue nada especial. Sólo comimos unas pastas.
-Pero de todas formas estuvieron exquisitas. Pareces una niña de doce años, sin embargo, no actúas como tal- dijo mientras se echaba a reír.
-Y sigues con eso, vuelve a repetirlo y terminarás con un moretón en la otra mejilla- expresé con ira.
-Está bien, no te enojes. Sólo era una broma- contestó mientras terminaba de reír.
-Bueno, ya cumplí con mi parte del trato. Ahora puedes irte tranquilo.
-¿No nos volveremos a ver?- pronunció un poco extrañado.
-No lo creo. Simplemente tenía que cumplir un trato contigo. Ya lo hice, así que hasta aquí llega esta relación.
-Como tú digas. Entonces me llevaré un recuerdo de todo esto y de paso te dejaré uno a ti también.
-¿Eh?
Y antes de que pudiera pronunciar palabra alguna, pude ver como sus ojos estaban a sólo unos pocos centímetros de los míos. Sentí que algo se posaba suavemente sobre mis labios y pude percibir como su respiración chocaba dócilmente contra mi piel. Sus manos se apoyaron en mi cintura acercándome más a él… Un momento ¡Ese chico, ese chico me estaba besando! ¡Nunca nadie en mi vida me habían besado! ¡¿Cómo se atrevía a besarme alguien que apenas me conocía?! Estaba por reaccionar y empujarlo, hasta que él mismo se separó lentamente de mí, y me miró con complicidad.
-Te cobro esto como parte del favor que me debías- dicho esto abrió la puerta y salió de la casa dejándome sorprendida.
Espero que les haya gustado ^-^. Acepto cualquier crítica que me quieran hacer, ya que soy una novata en esto todavía (por favor no sean muy duros TwT). Voy a subir el segundo capítulo dentro de dos o tres semanas, me gustaría para ese entonces llegar a los 5 reviews :3 (Aunque no se puede pedir mucho cuando recién estoy empezando XD).
Nos leemos, Shulia13! ^-^
