¡Hola a todos!

Antes que nada, quisiera contarles que este es mi primer fanfic en tres años, ¡en tres años! Y también es mi primer fanfic sobre esta pareja, así que me disculpo si existen incoherencias o las personalidades no son tan canon como desearían (desearíamos) que fueran. La verdad es que eso es algo de lo que más me apasiona en ellos, que son personajes realmente complicados de analizar en cuanto a sentimientos se refieren (por lo menos yo lo creo así) y decidí asumir el reto. Tengo muchas ideas a futuro con la pareja, pero esta vendría siendo la que más anhelaba escribir.

¡No olviden dejarme su opinión! ¡Realmente deseo mejorar en esto de la escritura!


Sakura Haruno se movía con pesadez entre los árboles, su corazón latía tan rápido como el de un colibrí y sus manos temblaban con insistencia. En realidad, no debería sentirse tan impaciente después de tanto tiempo. Ese camino era ahora tan familiar como el de su casa hasta la oficina de su maestra, además de que la noche ya no le resultaba tan insegura como las primeras veces. A pesar de eso, ella no podía evitar desear que aquella senda fuese más corta; el recorrido duraba lo suficiente como para generar en Sakura una mezcla de sentimientos negativos: inseguridad, miedo, recelo, ansiedad y recientemente…desesperanza.

Era casi un consuelo que su destino fuese un hermoso lugar. Lo primero que podía verse al llegar allí era una gran cascada que terminaba en un pequeño pozo de gran profundidad el cual estaba rodeado por un espacio verde y amplio que solo había visto con claridad una vez, cuando encontró aquel lugar, bajo la iluminación del sol. Sabía que se trataba de un jardín en el que habitaban las flores más encantadoras que hubiese visto alguna vez; el lugar ideal para recostarte y dormir mientras viajabas en una misión, aunque aquella comodidad la había descubierto por una razón diferente.

Pero aquello que ella realmente buscaba con su mirada estaba en los árboles que creaban una barrera imaginaria, la cual delimitaba aquel jardín. Un árbol en especial servía como guía para encontrar a su objetivo; el único que no estaba en armonía con los demás ya que gran parte de este se veía completamente destruido. Una punzada de dolor atravesaba su corazón cada vez que recordaba lo que había llevado a su destrucción y solo se detenía cuando unos ojos oscuros y penetrantes conseguían distraerle de todo lo demás.

Sakura siempre se olvidaba de respirar cuando ese momento llegaba. Su reflejo natural era tomar su brazo izquierdo entre su mano derecha, como intentando encontrar consuelo ante lo desprotegida que se sentía. Aun así, sabía que no serviría de nada, toda su existencia pertenecía al pelinegro desde el momento en que sus mirabas se encontraban. Aquella noche el susodicho se encontraba sentado en el césped, recostado en lo que quedaba del árbol con una tranquilidad que no daría a entender de los problemas que cargaba sobre sus hombros; el odio que recibía del mundo en ese momento.

Todo lo demás era un conjunto de acciones que comenzaban a parecerse más a un ritual que a un encuentro amistoso entre dos personas que se conocían desde la niñez. Sakura caminaba en dirección del Uchiha con modestia; en parte por la vergüenza que le producía el acto y en parte porque en su interior no podía evitar temerle como el ratón temía a las serpientes. Sasuke en cambio se acomodaba con indiferencia para recibirla, esta vez deshaciendo el cruce de sus piernas, que había mantenido desde que decidió sentarse a esperarla; cuando se dio el contacto, parecía que dos piezas de rompecabezas por fin habían sido encontradas para encajar a la perfección.

La chica se arrodilló entre las extremidades inferiores del joven y este reaccionó rodeando la cintura de ella con sus brazos. El siguiente paso del rito había sido el más inesperado cuando ocurrió por primera vez, pero en algún momento los dos comprendieron que era parte de su verdadera naturaleza. Las manos de Sakura acunaron el rostro afilado de Sasuke como si de un delicado cristal se tratara y aunque aún no era capaz de acercarse a él sin tener cerrar sus ojos con fuerza, había adquirido el valor suficiente para dar inicio al primer beso.

Otro inútil intento por recuperar el alma del hombre que amaba.