Todo lo reconocible pertenece a J.K. Rowling. Mía es la trama.

Hermione se balanceó una vez más antes de suspirar. ¿Cuánto tiempo llevaba ahí parada? ¿No se consideraba algo grosero permanecer más de cinco minutos frente a la puerta de alguien sin llamar? Quizá más de diez minutos representaba acoso, pero es que simplemente no podía obligarse a levantar la mano y presionar el timbre. No quería hacerlo.

Oh, por amor a Merlín, ¿a quién quería engañar? Se estaba muriendo por entrar y verlo. En algún momento de toda esta situación, verlo sólo los domingos en la cena de la Madriguera no fue suficiente y terminó ofreciéndose a llevar los certificados y cifras que el Ministerio y el Departamento de Regulación y Cuidado de Criaturas Mágicas daban a Sortilegios Weasley por sus contribuciones monetarias y voluntariado. Fue fácil quitarle la labor a los demás, pensando en la historia que tenía con la familia y todo eso.

Un suspiro más-¿el enésimo?-y levantó la mano para llamar.

Justo entonces, la puerta se abrió.

-Oh, ¡Hermione!

Frente a ella se encontraba un muy sonriente y cargado de cajas George Weasley. Le devolvió una sonrisa más ligera antes de saludarlo.

-Te estábamos esperando, pasa. Tengo que llevar estas cajas a la parte de atrás, pero estaré contigo en un momento. Fred está donde siempre, adelante.

Y así como vino, George desapareció sin dejarle decir algo más.

Por un muy pequeño segundo consideró esperar ahí hasta que él volviera, pero rechazó la idea de inmediato.

¿Cuántos años tienes, Hermione Jane Granger? ¿Quince? Es momento de que crezcas.

Con los labios apretados, el corazón alborotado y una nueva y frágil resolución, Hermione entró en la casa dispuesta a no mostrar lo mucho que estaba aterrada de pasar tiempo, aunque fueran sólo dos minutos, a solas con Fred Weasley.

Lo mucho que le interesaba Fred Weasley.

Lo mucho que estaba enamorada de Fred Weasley.

A/N: ¡Gracias por leer!