Disclaimer: Ni Saint Seiya, ni The Narnia Chronicles son míos.

The Stone Table

Duro.

Frío.

El suelo de piedra resumía en su superficie la vorágine de sentimientos que le consumía. Perdido, solo, vacío... entumecido.

Vacío y triste. La pérdida del único al que pudo ver como figura paterna a lo largo de su corta existencia lo había impactado de tal manera que lo había dejado sin habla. Sufría al escuchar los comentarios de los demás, cómo su hermano era tildado de traidor, traidor a la tierra, traidor a sus creencias... traidor al Patriarca, traidor a la Diosa.

Quería llorar pero las lágrimas no hallaban su camino para salir de sus ojos. Quería gritar sus frustraciones, pero el silencio de la noche era tal que cortarlo con un grito era pecado. Quería expresar su furia, de alguna manera, de alguna manera...

Su puño impactó el suelo contenidamente, mientras su Cosmo alcanzaba grados inimaginables, tomando matices dorados, haciendo que la Arena del Coliseo crujiera estrepitosamente bajo el inmenso poderío de su elemento.

Cerró ambas manos, descargando toda su furia en ese trozo enorme de mármol que se encontraba frente a él. Un fiero gruñido se dejó escapar de sus labios mientras reducía la blanca y pétrea mole a pequeños pedazos.

Luz, sonidos como de muchas aves piando, en un escándalo fantástico, en un espectáculo digno de los Dioses, el chico lanzó un grito poderoso al cielo.

¿Por qué te fuiste?, gritó con toda la fuerza de sus pulmones.

¿Por qué me dejaste?, bramó a las estrellas, lejanas, inalcanzables, brillantes, parpadeantes.

¿Por qué tuviste que...?

Rodillas cayendo en tierra, un cuerpo sin fuerza y una respiración agitada, mientras un grupo de estrellas, una constelación, hacía brillar con más y más fuerza su blanco resplandor.

De pronto, un haz dorado bañó la postrada figura, calmándolo, sanándolo, insuflándole el hálito de la fuerza para su nueva misión.

Sobrevivir.

Luchar.

Por la Diosa.

Por la Justicia.

Por la Misión.

Cerrando de nuevo el puño y sintiendo el ajuste perfecto del dorado guantelete en el mismo, ojos verdes se alzaron al cielo, mostrando confort y tranquilidad, sólo comparable a la calma que precede a la tormenta.

Por tus enseñanzas, hermano, por ti voy a hacer el honor.

Limpiaré tu nombre, eso te lo juro.

Viviré con las premisas que me enseñaste.

Fuiste más que hermano, fuiste más que padre, fuiste un amigo que siempre me guió por el camino correcto.

"Como me llamo Aioria de Leo."

La blanca tela ondeó al viento, como si respondiera a las palabras del nuevo Santo de Athena.

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- Tenna' ento lye omenta -

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Dedicado a mi León Dorado personal, el Rey Aslan mítico de Lewis.
I love you, Daddy. La Familia perdió a su Patriarca, pero todos honraremos su memoria, por siempre y para siempre.