[VERSIÓN CORREGIDA Y EDITADA]

Un reto que me puso una amiga en la Universidad. Escribir 14 historias de amor para el 14 de Febrero. Y sinceramente, fue lo máximo que he llegado a escribir en mi vida. Más que nada porque me tocó en mitad de los exámebes. Así que mi cabeza acabó hecha puré de patatas x'D
Pues nada, que espero que os guste. Toda esta colección tendrá al principio las siglas RSV (Reto San Valentín)
1 besito muy grande ;D
Ciao~~
P.D: Las palabras clave con las que escribir han sido (elegidas al azar): Veterinario, Phalaenóphosis, Bufanda, Beso en el Cuello


—¿Puedes decirme otra vez a dónde vamos? —preguntó el austriaco cansado por décima vez.
—Al veterinario.

Se hizo el silencio entre ambos, mientras caminábamos por la calle, bajo los pequeños copos de nieve que caían por el frente de frío polar que estaba sobre cruzando Europa en aquellos momentos.

—¿Para qué?
—Blanquita tiene fiebre —contesté simplemente asiendo más al animal hacia mi cuerpo, como si temiera que se escapara o perderla. Roderich me miró incrédulamente.

—¿Sabes que es una cabra, verdad?

Me paré en seco haciendo que el otro me mirara interrogantemente. Le dediqué una de mis maravillosas miradas de advertencia y proseguí mi camino, no sin antes contestar a semejante estupidez de pregunta. Parecía mentira que proviniera de él.

—¡Por supuesto que lo sé! —exclamé—. Tienes suerte de que no haya traído mi escopeta —murmuré entre dientes.
—¡¿Suerte?! —repitió el castaño alterado. Era raro verle en ese estado pero parecía que solo estaba así cuando estaba en mi compañía o en compañía del albino. Aunque el prusiano fuera únicamente a molestarle y acabando duramente golpeado por cierta castaña—. ¡La suerte es que tengas a Lily como hermana y que ella no se haya asustado! —esperó unos segundos para contestar más tranquilamente—. Y, la verdad, francamente, no sé ni cómo te soporta.
—Me soporta igual que tú —murmuré entre dientes.
—No, es enserio, esa niña se ha ganado el cielo.
—¿Qué quieres decir? —pregunté alzando una ceja y entrando en el vestíbulo de la clínica veterinaria.
—Solo hay que veros —contestó simplemente antes de sentarse en la sala de espera mientras que yo aprovechaba y hablaba con la recepcionista explicándole el motivo de mi visita.

No pasó demasiado tiempo para que me reuniera con él.

—¿Qué te ha dicho?
—Que enseguida nos atienden —contesté acariciándole la cabeza a Blanquita, ante la mueca de molestia del castaño.
—Le muestras más cariño a la cabra que a mí.
—¿Eso que escucho son celos? —pregunté entrecerrando los ojos.

Roderich soltó una risa seca e irónica y negó con la cabeza cruzándose de brazos. Una muchacha menuda se acercó hasta nosotros.

—Señor Zwingli, por favor, pase a la cabina número tres.

Me levanté del asiento tirando de Blanquita, la cual no puso demasiada resistencia, y de Roderich, que parecía todavía reticente a estar allí. Entramos en la cabina indicada, lo que era realmente una habitación con grandes ventanas interiores y cubiertas por grandes cortinas de aluminio. La habitación tenía un escritorio sencillo blanco con un ordenador y un pequeño jarrón de cristal con una phalaenophosis, una flor bastante bonita y curiosa. Junto a dicha flor, descansaba una tarjetita que tenía escritas las siguientes palabras "Feliz San Valentín, mi reina". Caí en la cuenta del día que era y suspiré. Por eso estaba tan molesto el castaño. Pero no tenía porqué. Jamás habíamos celebrado ese día. Ni siquiera cuando habíamos comenzado a salir… Además, era una fiesta estúpida y un gasto innecesario. Una fiesta concebida para que la gente gastara dinero en grandes cantidades.

Aunque, ya me las apañaría como fuera más tarde.

En el resto de la habitación había tres sillas, una mesa de metal sobre la que ponían a los animales para observarles y un montón de armarios pegados a las paredes, cerrados, con todo el instrumental médico.

La mujer se sentó y esperó pacientemente a que nos acomodásemos.

—¿A qué se debe su visita?
—Blanquita tiene fiebre y no le baja, por mucho que Lily y yo lo hemos intentado. Es totalmente inútil.
—Muy bien… Ponla sobre la mesa.

Hice lo que me pidió. Cogí a Blanquita por el vientre y con un rápido y ágil movimiento la coloqué en la mesa de metal, abrazándola para que no se moviera de allí encima.

—Vamos a ver qué le pasa a esta señorita —murmuró la veterinaria acercándose y frunciendo ligeramente el ceño—. Desvístala, por favor.

Roderich soltó una risa baja de burla mientras hacía lo que me había pedido.

—¿Verdad que no es muy normal traer a una cabra vestida como una persona? —preguntó Roderich desde el asiento, girándose ligeramente.
—Bueno, cada uno que haga lo que quiera —contestó la veterinaria algo nerviosa por la pregunta comprometedora del castaño, que sonrió ante su respuesta.
—¿Lo ves, Vash? Ya te dije que ponerle una bufanda a la cabra no era buena idea y…

Roderich no pudo terminar la frase puesto que me acerqué por detrás y le mordí el cuello suavemente, dejándole una pequeña marca, para luego besar la pequeña herida, dejándole así sin palabras y sonrojado.

—¡¿P-por qué has hecho eso?!
—¿Ves Roderich? Si hubieras llevado una bufanda, como Blanquita, no te habría pasado esto —contesté simplemente mientras sonreía en mi fuero interno.
—Indecente —murmuró acrecentando su sonrojo y mi satisfacción.

Tal vez no me acordara de qué día era hoy. Tal vez era porque me daba igual o porque me pareciera tan normal como cualquier otro día. Pero, hoy, haré que este día de "San Valentín" sea provechoso.