¡Hola! Gracias por pasarte por acá. Este fanfiction me ha dado vueltas por la cabeza durante días, y me he estado craneando para que vea la luz jaja. El primer episodio es, seguramente, el más corto... para ver que tanta aceptación tiene. Estoy muy emocionada escribiéndolo, yo ya sé el desenlace y el transcurso, solo me falta plasmarlo xD. Para comenzar, el fic se sitúa en el universo específico de OoT, en la línea vencedora, pero omitiendo por completo Majora's Mask en tanto Link nunca se fue de viaje xD. Cualquier duda o sugerencia, espero sus reviews.

Disclaimer: Los personajes pertenecen por completo a Nintendo, yo sólo los utilizo para mi diversión.

Recuerdos de Papel:

Capítulo I: Tormenta.

Con el pasar del día el cielo se había llenado de nubes opacando el paisaje y oscureciendo aún más el páramo. La brisa fresca que lo había acompañado la mayor parte de la tarde se había convertido en una ventolera voraz y húmeda que empujaba las ramas pequeñas de los árboles y arremolinaba las capas y vestidos de la gente que transitaba a esas horas.

El clima no colaboraba con mejorar su estado de ánimo, se sentía agotado y adolorido, había pasado el día entero cortando, apilando y acarreando leña desde las cercanías del bosque perdido hasta la villa Kakariko. La bruja del pueblo al parecer no había fallado en su predicción: en su bola de cristal divisó un temporal torrencial que duraría largos días y tal vez semanas, así que todos en el pueblo estaban en la tarea de reforzar las viviendas y organizas los víveres y suministros necesarios para pasar sin novedad el contratiempo. Tenía las manos agarrotadas, con ampollas y estaba sudado y sucio de pies a cabeza, dejó la última carga de leña en el centro de abastecimiento y se dirigió rápidamente al pequeño establo que había construido para Epona. Se cercioró de que no le faltara nada y la acarició cariñosamente.

-Estás bien resguardada, me encargué de que tu establo fuese seguro - Le pasó la mano por la crin y Epona relinchó suavemente - No debes temer, acá estarás a salvo.

Luego de cerrar bien la puerta del establo entró a la casa y decidió rápidamente tomar un baño antes de cenar para relajar un poco sus fatigados músculos y desprenderse de la suciedad, dejó llenando la bañera mientras sacaba una muda de ropa limpia del armario, se quitó sus prendas sucias y se miró al espejo: Había cambiado bastante desde que abandonó el bosque Kokiri, evidentemente ya era un hombre, pero el trabajo duro en la villa lo había hecho merecedor de una complexión envidiable, sus músculos estaban tonificados y vigorosos, y ya había dejado atrás todo rastro de niñez en su cuerpo, aunque añoraba aquellos días en que la vida parecía no ser tan compleja. A sus 24 años ya era un hombre independiente y fuerte, que a pesar de tener poco tiempo para el esparcimiento encontraba ratos libres para entrenar y mejorar su técnica y resistencia, aún tenía en la mira su principal objetivo, pero lamentablemente este temporal significaba una pausa inesperada en su entrenamiento. Suspiró con resignación y se dirigió desnudo al baño, el tacto del agua fue como un bálsamo para su cuerpo fatigado, y permaneció quieto por más del tiempo habitual disfrutando de la calidez y la relajación. Se talló cada mancha de suciedad y lavó su cabello, aún así quiso permanecer un poco más de tiempo reposando en la calidez de la bañera.

*Knock, knock, knock*

La había escuchado, si, pero estaba demasiado relajado como para hacer caso de quien estuviese tocando la puerta.

*Knock, knock, knock*

No había dejado ningún asunto pendiente. Nada podía ser tan urgente, si fuese así...

*KNOCK, KNOCK, KNOCK!*

-¡Voy! - Bastante malhumorado por haber sido interrumpido en su ritual de paz, salió de la bañera escurriendo agua a chorros. Se secó lo mejor que pudo en tiempo record y se amarró la toalla a la cintura ávidamente, caminó dejando marcas de agua a su paso. Giró el pomo de la puerta y la abrió de golpe.

- ¿Se puede saber qué es tan urgen...?

La realidad lo golpeó junto con la helada brisa que abrasó su piel al contacto ¿O era un sueño? Tenía que serlo, porque la chica frente a él era la última persona que se le habría ocurrido estaría frente a él. Los ojos de zafiro de la mujer lo miraban desde la entrada, estaba completamente cubierta por una manta con capucha color marrón, lo que escondía tanto su pelo como su cuerpo y parte de su rostro, pero él la habría reconocido aún si se encontrara a varios metros de distancia. Ella lo miró con un poco de impaciencia y con una sonrisa incómoda, evidentemente tratando de que el joven la invitara a pasar antes de que se la llevara el viento.

-Princesa, lo siento mucho, por favor pase - La chica entró a la casa deshaciéndose de la capucha y liberando su largo cabello rubio. El joven hizo una pronunciada reverencia, cuidando que la toalla no fuese a caer - No quise subirle la voz, solo que nunca creí que podría ser usted.

-No te preocupes Link, la culpa es mía por aparecerme sin siquiera avisar- La princesa se había compuesto de su sorpresa, y comenzaba a mostrar un nerviosismo inusual en su naturalmente sereno comportamiento. Link reparó en que estaba en paños menores frente a alguien de la realeza.

-Princesa, iré corriendo a ponerme algo más presentable, por favor espere...

Atropelladamente Link subió las escaleras y se puso la muda de ropa que ya tenía previamente apartada, seguía un poco húmedo, pero cualquier cosa era mejor a que ella lo siguiese viendo en esas condiciones. Al cabo de un par de minutos bajó y la princesa estaba mirando a través de las cortinas, notablemente inquieta. Ahora que Link la veía mejor, era gracias a que la conocía bien el que la reconoció en primer instante, ya que estaba vestida como plebeya y cubierta con una capa oscura que impedía que su cabello la delatara. La vergüenza de Link pasó a una profunda preocupación.

-¿Princesa? - preguntó Link, ella se sobresaltó.

-Siento aparecer así tan repentinamente - No dejaba de mirar a través de la ventana - No tenía otra opción más que la de venir aquí.

-Princesa...

-Zelda - lo corrigió la rubia, posando sus ojos en él - Sabes que solo debes llamarme por mi nombre.

-Zelda - continuó - ¿Qué sucede? ¿Por qué estás tan alterada?

La princesa al fin se apartó de la ventana y suspiró, caminando hacia uno de los rústicos sillones de la sala. Se sentó grácilmente y le hizo un gesto al rubio para que se sentase frente a ella.

-El reino peligra, Link - dijo, compungida - Hay una amenaza latente desde un reino lejano que desea dominar y subyugar Hyrule. Mi padre está haciendo todo lo posible, pero creo que la diplomacia no está rindiendo frutos... Hay mercenarios infiltrados en la ciudadela, mi padre e Impa temen por mi vida, le han puesto un precio enorme a mi cabeza...

-¡Entonces qué haces acá! - Link parecía extremadamente alarmado - Debiste encerrarte en tu castillo, llenar los alrededores de guardias...

-Ni el castillo ni la ciudadela son seguros ya. No para mí. - la chica parecía cansada y angustiada. Tomó las manos de Link entre las suyas y lo miró fijamente a los ojos - Necesito que me recibas aquí contigo...

-¿Qué?! Pero princesa...

-Zelda - corrigió nuevamente - Por favor, Link. Eres la única persona en todo el reino en quien puedo confiar... Impa está resguardando a mi padre, y ella estaba de acuerdo conmigo en que no hay nadie como tú para protegerme... sé que no es tu deber, no perteneces a la guardia real, pero más que protección necesito estar con alguien en quien confío...

Era cierto que con Zelda habían sido muy buenos amigos desde niños, los mejores, y a pesar de todo compartían una conexión especial que nunca habían podido descifrar completamente. Con los años se habían distanciado y Link calculaba que no la veía hace al menos cuatro años, tiempo en el que ambos sufrieron de la -obligada- distancia. Zelda nunca supo por qué Link se alejó tan rotundamente de su vida, pero para él, el recuerdo de aquel día seguía latente y le presionaba el pecho luego de tanto tiempo. Sin embargo y a pesar de que los días y los meses habían transcurrido a montones tras su distanciamiento, ambos podían percibir en el aire que no todo estaba perdido entre ellos, ambos sentían esa confianza y devoción hacia el otro, aunque las circunstancias hayan sido desfavorables para su amistad. Después de cuatro años ella seguía siendo aparentemente la misma chica aunque por fuera estuviese evidentemente más adulta, ella lo miraba con la misma ternura que la última vez, añadiendo una muda súplica a sus ojos. Ella seguía siendo su Zelda, su amiga, su compañera de aventuras... era importante para él e imprescindible para el reino. Link le sostuvo la mirada un momento, ciertamente era la situación más inverosímil en la que habría podido pensar jamás, pero no había mucho que meditar al respecto, Zelda necesitaba su ayuda, de eso dependía su vida.

-Siempre serás bien recibida en mi casa, lamento no tener todas las comodidades a las que estás acostumbrada.

-Todo lo que puedas ofrecerme es más que suficiente - Zelda abrazó a Link un momento, tratando de demostrar un profundo agradecimiento. Él le respondió el abrazo dándole suaves palmaditas en la espalda. Cuando se separaron, Zelda lo miró divertida - Lamento haber interrumpido tu ducha, hoy fui bastante inoportuna.

Link le devolvió la sonrisa mientras ella se despojaba del morral que llevaba a cuestas y lo dejaba sobre el sofá. Se quitó la manta y la colgó sobre un perchero al lado de la puerta de entrada, dejando ver un sencillo vestido de lino color celeste que fácilmente podría vestir cualquier plebeya del reino. Evidentemente había cambiado, al igual que su propio cuerpo, ella era toda una mujer: sus caderas se habían ensanchado un poco agregándolo al crecimiento de su busto, lo que hacía que su pequeña cintura se pronunciara aún más. Se sonrojó y regañó mentalmente al estar mirando a la princesa de esa forma y se obligó a fijar su atención en un interesante rasguño en la pintura de la pared. Ella tomó asiento junto a su morral y tanteó el sofá comprobando su calidad.

-Es un sofá bastante cómodo, si me brindas algunas mantas y una almohada quedará perfecto para...

-Ni se te ocurra pensar que dormirás en el sofá - interrumpió Link, contrariado, obligándose a mirarla por un momento - No tendré la mejor casa pero jamás dejaría que la princesa de Hyrule durmiera en estas condiciones.

Zelda no tuvo tiempo para decir nada. El chico agarró su morral y tomó de la mano a la princesa para conducirla escaleras arriba. Cuando ya estuvieron arriba él le señaló una puerta a la izquierda - Ese es el baño - caminaron hacia la puerta contraria y entraron a una sencilla habitación con un armario, una mesa de luz y una cama. Al contrario de lo que Zelda pensaría de cualquier chico, Link era bastante pulcro y ordenado.

-Mi habitación será tuya hasta que estés a salvo - Le dijo Link, acomodando el morral de la princesa en una percha al costado del armario - Puedes asearte en el baño si deseas mientras preparo la cena.

-Lamento ser una molestia - Zelda hizo una pequeña reverencia, Link la levantó por los hombros.

-Hey, siempre hemos sido amigos y contamos el uno con el otro cuando estamos en apuros.

Ella lo miró a los ojos. En ese momento tuvo el impulso de preguntarle el por qué si siempre habían sido los mejores amigos él se había marchado tan de repente dando una explicación tan escueta, y más aún, no volviendo jamás a visitarla y siquiera escribirle una carta por propia voluntad. Pero se contuvo, suficiente estaba haciendo ya por ella como para agregarle otra preocupación.

Cuando Link salió de la habitación y bajó a la primera planta, ella se dedicó a acomodar las pocas pertenencias que había traído consigo: unas pocas mudas de ropa, unos libros de hechizos, una bolsa llena de rupias... y su ocarina. Tomó el instrumento con cuidado entre sus manos, era su objeto más preciado, y por alguna razón tocarlo le causaba una melancolía tal que su corazón se encogía. Envolvió su preciada ocarina en una tela y la guardó junto a sus pertenencias en el armario y se dispuso a tomar un baño.


Cuando Zelda bajó recién aseada, Link estaba esperándola con la comida caliente servida en la mesa. El chico no pudo evitar mostrar un gesto de asombro cuando se dio cuenta que el cabello de la princesa ya no tenía su característico color dorado, si no que ella se había encargado durante su baño de teñirlo de un color castaño medio, lo que le daba una apariencia mucho más juvenil y hacía resaltar su piel pálida. Ella tomó el lugar que le correspondía frente al muchacho y le dio un vistazo a la humilde pero aparentemente deliciosa cena que el hyliano le ofrecía: Un gran cuenco humeante con sopa de verduras, y una hogaza de pan crujiente y tibio. Agradeciendo a las Diosas por la comida, ambos comenzaron a comer en silencio. Quién diría que un muchacho sería tan buen cocinero, para la sorpresa de Zelda, la sopa estaba realmente exquisita: tenía los condimentos necesarios, la sal en su punto, las verduras estaban tiernas y al dente, nada que envidiar a la comida del castillo. Aunque claro, un hombre independiente y soltero debía aprender a cocinar para sí mismo, así que no era del todo extraño su recién descubierta habilidad culinaria... todo lo contrario a ella, nunca había tenido la oportunidad de experimentar en esa área, por lo que estaba segura, sería un completo desastre. Iba a mencionarle lo deliciosa que estaba su sopa de verduras cuando lo sorprendió mirando hacia un punto indefinido de la habitación, completamente perdido en sus pensamientos. La incomodidad empezó a recorrer su cuerpo... ¿De qué podrían hablar luego de estar tantos años sin verse?, ¿Tendrían intereses en común, o su afinidad solo se debía a causas circunstanciales? Después de todo, los dos eran tan diferentes...

-Link... - Tenía que averiguar si aquella conexión con su amigo seguía vigente. El muchacho la miró, saliendo de sus absortos pensamientos - ¿Sucede algo?

El rubio estaba siendo presa de una contradicción interna que le carcomía el cerebro. Por un lado tenía que ayudar a la princesa, su vida estaba en riesgo y no podía dejarla desamparada ante tal amenaza, y no solo por el deber, también sentía la necesidad de hacerlo porque ella era muy importante en su vida por muchas razones, prácticamente crecieron juntos y fueron cómplices desde su infancia, pero por otro lado... había algo que Zelda ignoraba, la razón por la que había tenido que alejarse de ella se hacía presente al tenerla tan cerca. Habían pasado cuatro largos años en que creyó sepultar los crecientes sentimientos que había comenzado a tener por ella en su adolescencia, pero la realidad le cayó como un balde de agua fría, si pasaba mucho tiempo a su lado era posible que aquel sentimiento comenzara a reavivarse. Deseó con todas sus fuerzas que su amiga hubiese cambiado estos últimos años y que se hubiese transformado en una mujer distinta a la que compartió tantas cosas... eso haría las circunstancias mucho más fáciles de sobrellevar. Cuando Zelda llamó su atención la observó un momento: si bien la cena era muy sencilla y era lo mejor que él podía ofrecerle, más en un momento de caos climático, ella parecía darle sofisticación con sus buenos modales y su forma fina de comer, estaba hecha toda una señorita de la corte.

-No pasa nada - Mintió Link. Ella hizo una débil mueca de desilusión en su rostro, él lo notó y trató de cambiar el tema - Podrías contarme más sobre aquel peligro que amenaza el reino, fuiste muy escueta con tu explicación.

Zelda dejó su cuchara a un costado del cuenco de sopa y apoyó sus manos en su regazo. Estuvo tanto tiempo quieta y callada que Link creyó que la princesa no diría nada al respecto.

-Hace un año, un gobernante de los reinos del sur más allá del desierto, hizo una visita diplomática al castillo - Ella había comenzado a hablar con la vista en un punto fijo de la mesa - Él buscaba unificar los reinos ofreciendo a su primogénito para que contrajera matrimonio conmigo, pero mi padre se negó rotundamente por la hostilidad permanente que Hyrule ha mantenido con los clanes del sur. Para que te hagas una idea, son mucho más hostiles y diestros en las armas que las mismas gerudo, y eso que el reino tiene una cordial diplomacia con ellas desde hace años. Luego de que este gobernante se fuera muy molesto por la "ofensa" de mi padre, cosas misteriosas comenzaron a suceder en la ciudadela y a los alrededores del castillo...

-Es decir, que atribuyen estos incidentes a este supuesto gobernante y sus clanes sureños... - La princesa Zelda asintió.

-Fueron siempre crímenes de bandidaje menor, por darle algún apelativo sutil. Asalto de carretas, saqueo de viviendas y tiendas... todos con un denominador común - Zelda se levantó y caminó hacia donde había colgado su capa, hurgó un bolsillo interior y sacó un trozo de tela que extendió sobre la mesa para que Link pudiese verlo con claridad. Sobre la tela había un dibujo de color rojo que representaba el típico símbolo de un rayo con tres lanzas cruzadas - En cada escena del crimen se encontraba este dibujo, por lo que atribuimos estos actos a una sola organización. Esta acción deliberada de dejar un dibujo tiene la clara intención de que nosotros sepamos que hay un grupo disconforme con las leyes del reino, y que los actos seguirían aumentando su intensidad...

El semblante de la princesa se iba poniendo cada vez más sombrío.

-Secuestros y violaciones fueron la tónica siguiente en su itinerario de delitos - Prosiguió la princesa - Generalmente a hijas e hijos de miembros con títulos de nobleza, miembros de la milicia o con alta posición social. El miedo generalizado y el poco éxito que teníamos como gobierno de dar caza a estos grupos generó una alta tasa de desconfianza entre las clases altas de la sociedad, y lentamente los ricos comerciantes y familias nobles retiraron su apoyo al gobierno de mi padre. Aún queda gente que nos da su beneplácito, pero cada vez son menos.

-Aún así, Zelda... ¿No habría sido mejor que te quedaras en el castillo? Ahora el resto del reino y el campo abierto son muy peligrosos para ti...

-Eso es lo que creíamos, hasta hace unos días - Zelda volvió a levantarse de su silla y se dirigió hacia la ventana. El viento fuera de la casa no amainaba y ya estaba completamente oscuro - Ayer las patrullas encontraron colgados de los árboles a varios de nuestros guardias alrededor del castillo, y a una sirvienta muerta en la entrada de mis aposentos. Todos estos actos siempre con ese símbolo cerca. Solo hay dos explicaciones posibles: o lograron infiltrarse en el castillo, o siempre tuvimos espías entre nuestras filas... de cualquier forma ni la ciudadela ni el castillo son seguros. Impa está todo el día al cuidado de mi padre, al igual que tres guardespaldas especializados en su custodia.

La voz de Zelda había comenzado a temblar. Más que asustada, estaba muy preocupada... por su padre, por Impa, por el reino... Link estaba meditando las palabras de la chica. Ciertamente el haber huido de ese lugar era la mejor opción que barajaba hasta el momento, pero villa Kakariko seguía estando peligrosamente cerca de la ciudadela. Zelda lo miró, intuyendo sus pensamientos.

-Sé que el peligro acá sigue siendo mucho, pero no puedo alejarme más con este clima - Volvió a fijar su vista en la ventana, pequeñas gotas de lluvia comenzaban a chocar contra el vidrio - Cuando el temporal amaine, me iré de acá. Hasta el momento agradeceré tu hospitalidad.

-¿Dónde piensas ir? - Preguntó el rubio, preocupado.

-Tú sabes que siempre he abogado por la diplomacia más que por las armas. Mi padre ha enviado batallones al sur, pero no ha conseguido más que pelea y muerte. Pretendo tener una audiencia con el gobernante para ver si podemos llegar a buenos términos...

-¿¡Estás loca!? - Link se levantó abruptamente de la silla, tirándola al piso debido a la fuerza utilizada - Los campos de Hyrule son sumamente peligrosos para una mujer sola... ¡Más en estas circunstancias! Sería como ir a la boca del lobo, terminarías herida, secuestrada... o peor...

-Tengo que hacerlo, Link - la princesa parecía abatida - Los intentos de mi padre fracasan, no puedo simplemente sentarme y ver como el reino se desmorona ante una nueva guerra sin al menos intentar solucionarlo. Como futura soberana, debo hacer algo al respecto...

-¡Pero es suicidio! - Link subió la voz más de lo que debería y la princesa se estremeció, temblando como una hoja. Él se acercó a ella lentamente, cambiando su tono de voz a uno más suave - Zelda, lo que planeas hacer es prácticamente un suicidio...

-Es mi única opción - La princesa se abrazó a sí misma y cerró los ojos para poder contenerse - Nada de lo que me digas cambiará mi opinión.

Frustrado, Link emitió un sonoro gemido y pasó una mano por su cabello, desordenándolo. No podía permitirlo, simplemente lo que la princesa estaba planeando la ponía en un peligro aún mayor, y él no sería un mero espectador de como la persona más valiosa para el reino se encaminaba hacia su propia perdición. Pero si en algo no había cambiado la muchacha, a pesar de demostrar su miedo y tristeza en un evidente estado de preocupación, era en que era absolutamente terca y con una voluntad inquebrantable, aunque la encerraran en el castillo con mil guardias al rededor, ella encontraría la forma de cumplir su cometido.

-Nada de lo que diga te hará cambiar de opinión, ¿No es así? - Ella le mostró una pequeña sonrisa de disculpas y negó con la cabeza. Después de todo, él la conocía muy bien. Link suspiró bajando los hombros, resignado - Iré contigo.

-¿Qué? ¡No puedes!, ¡Es algo que tengo que resolver yo sola!

-Lo siento Zelda, pero es lo único que no cederé. No podría vivir en paz sabiendo de que no hice todo lo posible por mantenerte a salvo... Hace años mencioné que sería capaz de dar mi vida por ti y por el reino, y soy un hombre de palabra.

La chica trató de replicar con la mirada, pero al ver que Link no flaquearía ni un ápice en su decisión, cerró los ojos y suspiró en señal de resignación. No dijeron una palabra más, el rubio se dirigió al establo para cerciorarse de que Epona estaba bien, aunque realmente era para huir de cualquier posible argumento de la princesa en contra de su decisión. El viento estaba tan fuerte que la lluvia caía casi horizontal, entró al establo y comprobó que los arreglos que había hecho aguantarían el temporal. Tomó un cepillo y se dedicó, por largo tiempo, a cepillar a su yegua.

-¿Cómo se supone que deba actuar ahora? - Preguntó, a nadie en particular.


Con el pasar de los minutos el clima empeoraba. Los grandes árboles se doblaban ante la fuerza de la tempestad, amenazando con salirse de raíz si las cosas se ponían feas, algunas cosas volaban arrastradas por el viento, el pueblo estaba sumido en una total oscuridad, puesto que ni siquiera la luna era visible ante tan espesa capa de nubes grises. Con dificultad, por el viento y el lodo, pudo salir del establo y entrar a la casa, una lámpara de aceite titilaba sobre la mesa limpia y ordenada, los trastes de la cena reposaban ahora limpios a un lado del lavaplatos. Miró hacia la que sería su nueva cama por unos días y con sorpresa se percató de que estaba cuidadosamente armada como tal, con cobijas, un mullido cojín y el pijama del hyliano sobre éste. Agradeciendo el gesto con una sonrisa silenciosa, subió al segundo piso cuidando de no hacer ruido por si Zelda dormía, entró al baño y se cepilló los dientes con tranquilidad. Orinó, lavó sus manos y salió del baño, cuando iba a poner su pie en el peldaño para bajar a dormir, la voz de la princesa le llamó la atención.

Está cantando - Pensó, aunque ciertamente estaba tarareando una melodía. La conocía, para él era inolvidable, era la canción que Impa había compuesto para dormir a Zelda cuando apenas era una bebé. Una melodía que significaba mayormente su infancia, y parte de unos profundos y confusos recuerdos de algún tiempo, de un futuro en una vida paralela. Cuando eran más jóvenes trataban de recordar algunas cosas de ese pasado-futuro que tenían en común, pero solo lograban acordarse de que Ganondorf significaba una amenaza para el reino, y que con la ayuda de la ocarina del tiempo, Link había regresado a este presente para advertirlo. Solo tenía pequeñas visiones de lo que había luchado por encontrar a la princesa, pero esas visiones estaban siempre teñidas de esa melodía.

Sacudió su cabeza para espantar los esos pensamientos o no podría conciliar el sueño, y en un mal calculado movimiento se tuvo que sujetar fuertemente de la pared para no caer por las escaleras.

-¿Link? - La princesa cesó su canto y lo llamó a través de la puerta, él se maldijo internamente por haber hecho tanto ruido. La princesa abrió la puerta dejando entrar la luz al pasillo, tenía el cabello amarrado en una larga trenza y vestía un camisón blanco, lo que la hacía ver inmensamente tierna - ¿Estás bien?

-Solo pasé al baño - Dijo, un poco sonrojado - Gracias por organizar mi nueva cama, y por ordenar abajo...

-No es nada - La princesa le regaló una dulce sonrisa y ambos se dedicaron a contemplarse un momento - Bueno, ten una agradable noche, Link.

-Buenas noches Zelda - Con esto la princesa cerró la puerta. Nervioso, Link bajó hasta la primera planta y se metió en su improvisada cama sin siquiera ponerse el pijama. Pensó en la melodía, en tiempos pasados, y en ella... hasta que el sueño lo venció unas horas después.

Al reino le esperaban tiempos oscuros y difíciles de sobrellevar. En muchos lados habían distintas muestras de bandidaje y oposición al gobierno de Hyrule, mientras los clanes del sur comenzaban a ganar terreno. Grandes problemas les esperaban a este par de jóvenes, que no sólo tendrían que vencer las vicisitudes del destino y de la guerra, sino que también la magnitud de sus propios sentimientos.


Espero que les haya gustado y actualizar pronto, besos!