"Youth at the End of Fear"
Autora: Remula Black
Pairings: AlfredxArthur/AntonioxLovino/Otras.
Clasificación: R-18 "T"
Advertencias: Lemon – Intentos de Suicidios- Uso de Medicamentos no Recomendables – Muerte de un Personaje – Violencia Familiar – Violencia Psicológica – Maltrato Infantil – Otras.
Géneros: Drama – Suspenso – Terror – Hurt/Confort – Romance.
Disclaimer: Los personajes de Hetalia no me pertenecen, y esto lo hago sin fines de lucro.
Aclaración: Ésta es una historia seria. Es un AU, en nuestro mundo actual. Contiene muchos temas comunes ocurridos en estos días. La violencia familiar es algo que se encuentra, y lo peor de todo, es que en la propia casa. Las personas que sean sensibles o esperen cosas lindas, no les recomiendo que lo lean. Los personajes sufrirán, y mucho. Habrá romance, y terminará bien se los aseguro pero para eso faltará un gran trecho. Para los que aun así quieran leer, sean bienvenidos.
Otro punto, es complejo. No creo que lo entiendan de una. Sin embargo, irán descubriendo todo a medida que transcurran los capítulos, que están divididos en dos partes. La parte "A" es de Arthur, y la parte "B" es de Lovino. Ahora sí, disfruten.
Resumen: "Cuanto más cerca te encuentras de tus pesadillas… más te paraliza el miedo. No importa cuánto intentes buscar o huir, el miedo siempre te detendrá. Y para dos jóvenes cobijados bajo su sombra… será aún peor. Ellos deberán decidir entre dos caminos: enfrentarlos o rendirse y morir. ¿Cuál elegirías tú? Te invito a descubrirlo junto a ellos…
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"Ésta historia comienza con dos chicos asustados de la vida… y lo que la vida les tiene preparado. Es vivir o morir. Y lo sentirán en carne propia. ¿Les quedará un poco de esperanza? ¿O terminarán como muchas otras historias? Eso, ya lo decidirá el destino…"
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Capítulo 1 "A": El Infierno de Arthur Kirkland
Las calles de Londres estaban completamente solitarias a esas horas de la noche. Un viento frío movía los árboles haciendo que el lugar se vea aún más escalofriante de lo que era, pero esto poco o nada le importaba al joven que las transitaba.
Arthur Kirkland era un chico raro, o así lo tachaban todas las personas que hablaron alguna vez con él, que eran pocas, teniendo en cuenta lo antisocial que era.
A sus diecisiete años de edad vivía totalmente aislado de los demás. Pero si tan solo supieran… si supieran lo que este joven vivía día a día, quizá… lo entendieran.
Él era el menor de cinco hermanos. Sus padres habían muerto hace ya varios años por culpa de un choque automovilístico, dejándolo al cuidado de ellos. Su familia poseía grandes sumas de dinero, por lo que no solo se mantenían muy bien, sino que la casa se encontraba en la zona más ilustrada de la Capital.
Cualquiera pensaría que Arthur era un niño mimado, más sin embargo, eso era una gran mentira.
Nuestro querido inglés solía quedarse hasta altas horas de la noche en la azotea de su colegio observando las estrellas. Todo era mejor antes de irse a su casa. Tenía la esperanza que cuando llegara allí, sus hermanos ya estuvieran dormidos como para escucharlo. Y así sucedía, hasta ahora, nunca lo descubrieron.
Las dos de la mañana marcaba el reloj gigante que se alzaba en toda la ciudad, y él se movía sigilosamente pero sin ningún apuro. Lo único que se oía era el sonido de sus pasos y las hojas moviéndose. Paró cerca de una pequeña plaza que había para tomar un poco de agua, y de su mochila extrajo una cajita blanca de la cual sacó tres píldoras blancas, y las tragó junto con ella.
Si había algo mal con Arthur, eso era sin duda lo que estaba haciendo en ese momento. Hace dos años que había comenzado con ese vicio: no eran drogas, tampoco era un idiota como para arruinarse la vida así, pero era igual de grave.
Las pastillas para dormir y los tranquilizantes, formaban parte de la vida de él, casi tanto como el respirar. No había un solo día en dónde no se tomara por lo menos tres y es que ya no podía dejarlas. En su mente la sola idea de intentar dejarlas era absurdo. No debía, no podía.
Arthur Kirkland, había llegado al punto de volverse dependiente de ese medicamento. Si no las consumía, no dormía y si no dormía, pensaba. Y lo que menos deseaba era dejar volar su mente…
Ya hecha esa costumbre volvió a emprender su camino. Faltaba muy poco y debía llegar antes de que alguno sospeche.
Solo esperaba que el tiempo pasara rápido. Y su tortura por fin acabara.
¿Realmente creía eso? ¿O solo se estaba engañando a sí mismo? De una u otra forma… él ya estaba siguiendo su recorrido; dentro de su organismo, las pastillas también ya habían comenzado el proceso.
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Abrió la puerta suavemente tratando de hacer el menor ruido posible. En puntitas atravesaba el largo trayecto de la puerta hasta su habitación. Realmente la casa era demasiado grande, en especial para solo cinco personas.
Estaba cruzando por el pasillo cuando notó la luz de la sala encendida. Su corazón dio un vuelco, mientras un escalofrío lo embargaba… ¿Sería posible?
Intento ignorar el mal presentimiento que tenía pero no lo logró, pues a los segundos escuchó la voz de su hermano mayor, llamándolo.
Y sintió miedo. Mucho miedo.
En cada uno de los sillones se encontraba una de sus peores pesadillas. William, en el centro. A su lado y con una cara indiferente, estaba Oliver. En el costado derecho Alan le sonreía con picardía y por el izquierdo, como un reflejo opuesto de él, se hallaba Bryan, sonriéndole con maldad.
Tragó saliva silenciosamente sintiendo como todos sus músculos se contraían poniéndose rígidos. Moviendo uno a uno sus pies casi de forma mecánica llegó hasta ellos, al segundo que cada par de ojos se centraba en su persona.
—¿Dónde has estado, enano?
Arthur dio un paso hacia atrás vacilante, negándose a responder. Estaba en una situación peligrosa, y sabía que ante la menor señal tenía que salir corriendo antes de que se volviera peor.
—Te lo vuelvo a repetir una vez más: ¿Dónde estabas?
Le dirigió una fría mirada tratando de infundirle miedo, algo que ya tenía. Apretó sus puños con fuerza negándose a demostrar su debilidad y sacando valor se atrevió a gritarle con rebeldía.
—¡No es algo que te incumba, Will!
Si fuera posible, juraría que su sonrisa se volvió aún más escalofriante al oír su respuesta. Se levantó lentamente hasta quedar a solo centímetros de distancia, haciéndolo sentir pequeño en comparación con él.
—Te equivocas Arthur… nosotros debemos saben dónde estás, con quien y porqué. Y no creas que no nos dimos cuenta que hace varios meses que estás llegando tarde a la casa…
Sintió como si su corazón se parara de golpe y luego retomara su curso más rápido que antes. Los nervios hicieron presencia y su cerebro le dictaba que pusiera a andar sus piernas y se largara, pero no lograba hacerle caso.
—Eso… ¿Eso que les interesa a ustedes? ¡Es mi vida!
—Cállate mocoso. Tu vida nos interesa cuando se mete con la nuestra, y hoy lo hizo.
—¿Qué?
—Hoy vinieron unos sujetos…— habló Alan desde su asiento— preguntaron por ti…
—Mejor dicho— aclaró Bryan— nos interrogaron acerca de la forma en la que te cuidamos…
—Yo… yo no tuve nada que ver… se los juro…— expresó Arthur dando un paso hacia atrás.
—Si no tuviste nada que ver, entonces ¿Cómo lo saben? — inquirió astutamente Oliver sin dignarse a mirarlo, solo estaba ahí, como si no le importara el tema.
—Exacto— proclamó William retomando la palabra y agarrándole del brazo al menor, evitando así que escapara— no nos agrada esta situación, Arthur… estamos muy enojados por tu atrevimiento…
—Y por eso luego de discutirlo entre todos, decidimos darte un castigo— anunció Bryan sujetándolo por los hombros y recostando su cuerpo por la espalda del inglés atemorizado. —¿Cómo puedes mentir de esta forma? Te hemos tratado tan bien hasta ahora… personalmente me siento muy decepcionado.
—En verdad no merecíamos algo así; tendrás que aprender a no soltar comentarios a cualquier persona ¿Vale, Artie?
—¿Qué... qué me harán? — tartamudeó zamarreándose, intentando escapar de los brazos de sus hermanos mayores.
—Lo descubrirás por tu cuenta hermanito… primero, creo que sería mejor que te vayas a descansar, se nota que en cualquier momento te quedarás dormido.
—No… no hace falta…— contestó sabiendo que mentía. Era verdad, las pastillas ya habían surtido efecto y poco a poco estaba perdiendo el sentido de la realidad. Nuevamente procuró deshacerse del agarre al que era sometido, pero ni sus músculos ya funcionaban, se habían adormecido. Comenzó a desesperarse. —¡Exijo que me digan lo que harán!
—¿Quién te crees para exigirnos algo a nosotros? Somos tus hermanos mayores y como tales podemos hacer contigo lo que queramos.
—Es hora que comprendas quienes mandan en esta familia, hermano. Mamá y papá ya no están para defenderte…
—¡No! ¡Aléjense! — gritó como última oportunidad. Sin embargo, nada podía hacer ya, su cuerpo estaba completamente dormido y sus ojos ya comenzaban a cerrarse contra su voluntad. ¡Maldición! ¡Si tan solo hubiera sabido que eso sucedería no hubiera tomado su medicamento!
Quería gritar... quería pedir auxilio… que alguien lo rescatara…
Observó a cada uno de sus hermanos. Los que lo sujetaban mantenían sus sonrisas maliciosas en la cara. Oliver, serio como siempre, ni siquiera eso. Alan estaba un tanto más alejado, pero no pudo ver su expresión porque sus ojos verdes se habían cerrado por completo, trayéndole oscuridad e inconsciencia.
Cayó en los brazos de los más grandes, quienes lo seguían sujetando. El segundo más pequeño se acercó para verificar si de verdad se hallaba dormido. Le hizo una sutil caricia en la mejilla y sus ojos brillaron con un toque de preocupación que ocultó al instante.
—Ya se durmió… ¿En verdad vamos a hacerle eso? Me parece que decía la verdad…
—¡Tú qué sabes Alan! ¿Estás de nuestro lado o del bastardo? — exclamó su gemelo molesto, sabiendo que lo que decía era solo para defenderlo.
—Del suyo por supuesto… pero me parece algo exagerado… digo, ni siquiera comprobamos que esas personas vinieron porque los llamaron o era un simple control ¿No?
—¡Ja! ¡Por favor! Esos canallas sabían muy bien a qué venían, y el único que pudo decirles era Arthur, no hay vuelta atrás Alan… mejor has silencio y colabora.
—Vale… tienen razón— murmuró suspirando suavemente.
Lo alzaron con brusquedad y lo llevaron hasta su cuarto. La diversión empezaría esa noche… y Arthur lamentaría con creces lo hecho. Lo pagaría caro.
Mientras ellos planeaban todo cuidadosamente, en la mente del ojiverde una sola frase se mantenía: "Los Hermanos Mayores son malos… ellos me dañarán… me dañarán…"
Y por supuesto, tenía toda la razón.
Toda la Fuck razón.
Continuará…
Notas Luni:
Bien. No planeaba subir este fic, por lo menos no ahora, pero una amiga me convenció, así que por ella lo hago. Debo decir que esta historia la vengo planeando hace mucho tiempo, y cada paso, cada detalle, cada "Vida" está completamente analizada, investigada y preparada.
Los temas a los que evocaré son muy serios, son temas de los cuales he aprendido desde niña, pues mi madre siempre trabajó con ellos, y nos lo contaba; aún ahora lo hace.
No busco ofender, ni agredir, mucho menos creerme más. Simplemente, quiero mostrarles temas reales, cosas que suceden en la vida real aunque algunos pasen desapercibidos.
Por supuesto, no será todo angustia. Solo quiero mostrar que no se debe perder las esperanzas y nunca darse por vencidos. Eso es algo que lo aprendí en mi propia vida y que quiero transmitir. Las personas que conozco y quiero saben a lo que me refiero.
Entonces, sin más, ojalá puedan disfrutarlo. Y darme todas sus opiniones, sean buenas o malas.
¡Nos vemos! ¡Cuídense! Y no crean que me olvidé de mis otros fics, para nada. Cuando se calmen un poco las cosas por mi casa y con mis estudios subiré los nuevos capítulos, lo prometo. Así que ténganme paciencia.
¡Adiós! ¡Gracias por llegar hasta aquí!
