Esta historia también fue publicada en Mundo SasuSaku.

Los personajes de Naruto no me pertenecen a mí; le pertenecen a Masashi Kishimoto.


Palomitas de maíz.

Suspiró con pesadez, ¿por qué tenía que haber acompañado a su mejor amiga al cine? ¿Por qué no pudo decir que no y haberse quedado en casa, en su muy pero muy cómoda casa? Tal vez porque debía devolverle el favor a su pelirosada compañera; ella le había prestado tres meses de apuntes y él ahora debía pagarle.

—Sasuke, ¿quieres palomitas de maíz? —preguntó con dulzura Sakura, la muchacha de cabellos rosáceos y ojos jade.

Quiso llorar al escuchar aquella pregunta, ¿no entendía que él odiaba, por no decir aborrecía, las cosas dulces? ¿No entendía que con solo comer un estúpido caramelo de menta se sentía empalagado al instante? Ah, por lo visto, no. Intentó sonreír pero lo único que pudo lograr esbozar fue una sonrisa que con mucha facilidad podría espantar a los niños en la noche de Halloween. Ella, al ver la desastrosa mueca presente en el rostro de su atractivo amigo, levantó una ceja, ¿acaso no sabía lo que era sonreír sin asustar a las personas decentes? Por lo visto, su acompañante lo único que podía hacer era pronunciar aquel estúpido monosílabo que había adoptado al escuchar a su héroe y hermano mayor, Itachi, el pervertido más grande. Suspiró con resignación al escuchar, como respuesta, un "No". Se escogió de hombros, restándole importancia.

Ambos jóvenes entraron a la sala, donde verían la función. Se sentaron en un par de butacas ubicadas en la zona media mientras esperaban a que la pantalla se iluminara. Cuando la película comenzó, los protagonistas decidieron prestarle importancia ya que estaba relacionada con su temática favorita, el terror. A medida que la función transcurría, Sasuke no podía dejar de mirar las palomitas de maíz que Sakura se llevaba a su boca. El anhelo por probar aquel par de suaves labios se hizo presente en el cuerpo del azabache, quien se dio cuenta que las palomitas de maíz se hacían cada vez más escasas. Tragó grueso y decidió intentar volver a prestarle atención a la enorme pantalla que tenía enfrente.

A los pocos minutos, Sasuke cometió un gran error; volteó a ver a su amiga. Con curiosidad fijó su vista en el recipiente de cartón que su acompañante sostenía y se dio cuenta que la última palomita iba directo a la boca de la joven. Cuando Sakura colocó aquella pequeña nubecita entre sus labios, sintió como su el moreno se la robaba con la boca, produciendo un cálido roce. Sonrojada fijó su visa en la de un paralizado ojinegro. Esas palomitas de maíz… ¡Eran saladas! El Uchiha miró a su amiga, quien sonreía nerviosa y apenada. Levantó su mano con el fin de poder ver la hora que el reloj de su muñeca marcaba; aún faltaba tiempo para que la función acabara. Se levantó de su asiento, ganando unos cuantos insultos provenientes de las personas que se sentaban detrás de él.

—¿A dónde te diriges? —preguntó la ojijade en un susurro.

—A comprar más palomitas de maíz —contestó el azabache con una sonrisa.

Tal vez, después de todo, las palomitas se convertirían en sus mejores amigas.


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