Malévolo, desagradable, indigno, ruin.

Con esas palabras, el gentío describe a Shinso Hitoshi, un valiente héroe con, según la opinión de muchas personas, una apariencia de villano.

Midoriya observa, observa desde lejos.

¿Cómo es que las personas pueden juzgar de una manera tan atroz al chico que en éste instante juega amistosamente con un gato callejero?

Izuku observa su cabello. Observa los semicírculos oscuros que éste posee debajo de sus ojos gracias al constante insomnio y luego observa sus labios, sus cejas, su tez.

No hay nada en él que le desagrade, y tal vez, es por eso que no puede comprender el pensamiento tan cerrado respecto a su persona. Si tan sólo se tomasen el tiempo de conocerlo, se darían cuenta de que Shinso Hitoshi es la persona más adorable del planeta.

—Izuku, mira esto.

¡Hasta su voz es malditamente irresistible!

El pecoso se acerca hacia él. El clima comienza a ponerse gélido y el cielo empieza a oscurecer. El leve ruido de los autos y el movimiento ajetreado de los obreros dirigiéndose a sus hogares luego de una larga jornada de trabajo se escucha a lo lejos. Se coloca en cuclillas al lado de su pareja. El pequeño gato le da la bienvenida, maullando, y no puede evitar acariciar su pequeña cabecita. El minino ronronea, a gusto.

—No puede caminar bien, está herido, ¿no podemos llevarlo a casa?

—¿Cuántos gatos has traído a la casa este mes, Hitoshi? —pregunta, elevando ambas comisuras.

Esa sonrisa causa que la sangre se le suba a las mejillas al recién mencionado.

—No sonrías así…—reclama. A pesar de estar juntos hace más de seis años, no puede evitar sonrojarse cuando su pareja hace ése tipo de gestos. —Está decidido, entonces. Llevaremos al gato.

—Bien. —acepta. — ¿Qué nombre le pondrás?

Ambos se levantan de la acera. Ya ha oscurecido y lo único que desean es ir a casa y complementarse con la calidez del otro. Shinso le tiende el gato; Izuku lo toma con cariño y el felino se refriega a él con felicidad, ¡por fin va a tener dueños! Al parecer, hacerse el herido ha funcionado. Hitoshi coloca su brazo tímidamente por la cintura de su pareja y ésta se pega más hacia él, emprendiendo juntos el camino a casa.

—Bigotes.

—Es una parte del cuerpo, ¿no te parece salvaje? Cuando tengamos un hijo podríamos llamarlo piernas, si quieres.

—Qué gracioso. —contesta, aunque la pequeña sonrisa que puede observarse en su rostro da a entender que el comentario de Midoriya le ha parecido, en efecto, gracioso. —No hace falta tener niños si tenemos gatos.

—De todas formas, ¿no te gustaría tener uno? —pregunta, con una obvia interés e ilusión.

—...

El silencio dio a entender que no.

Ambos siguen caminando bajo la leve oscuridad y neblina de la noche; sin embargo, luego de unos minutos, nuevamente la voz de Shinso se hace presente.

—¿Cómo lo llamaríamos?

Y Midoriya sonríe.

—Tetsuya.

—Tetsuya está bien.

Y ambos, bajo el cielo estrellado, comienzan a hablar sobre su futuro hijo.

Son dos lunáticos enamorados, a decir verdad.