Sobre Nosotros…

"Siento que haya ocurrido este mal entendido…Porque ha sido un malentendido."

-beep-

"Tú sabes que te quiero, ¿lo sabes verdad?"

-beep-

"No deberías de haberte enojado, ya te había dicho que el me gustaba desde que era niña."

"Ahora que recuerdo tú me botaste en mi cumpleaños número dieciséis por salir con Susana, estamos a mano."

-beep-

"Terry…. Somos amigos…. No puedes estar enojado para siempre."

-beep-

"Le diré a tu madre que su hijo se está portando como un crio."

-beep-

"No puedo creer que Anthony se vaya a casar… ¿sabías que cuando éramos niños él me prometió casarse conmigo?"

-beep-

"Recuerdo la primera vez que nos conocimos, a Paty y a Annie se les caía la baba por ti y Susana se echó un gas de lo nerviosa que estaba."

"Quiero disculparme por el aliento a cebolla que tenía aquel día en la obra escolar, quien iba a decir que la chica que hacia Julieta se fuera a enfermar y que la Julieta suplente le diera una crisis de pánico, los aros de cebolla estaban muy buenos, por cierto."

-beep-

"Terry…. Sé que estás ahí. ¿Quieres que siga hablando?"

-beep-

"Estoy escuchando a The Cure ¿te acuerdas cuando tuviste tu fase gótica? ¿O era emo?"

-beep-

"Oye, lo lamento mucho, fue una tontería."

-beep-

"Mañana es domingo, siempre nos vemos los domingos, ¿romperás la tradición? "

"Tengo mi bicicleta aquí conmigo, extraño tus clases de manejo… lamento haberte chocado el auto dos veces."

-beep-

"Eres el mejor amigo que una chica podría tener, ¿sabes que la primera vez que te vi creí que eras gay?"

"Lo de gay lo digo porque eres muy guapo, y esos siempre son gay."

-beep-

"Estoy diciendo estupideces, he tomado mucho, creo que estoy ebria."

-beep-

"Oye, no sabía que te sentías así, pudiste haberme dicho antes."

Al último mensaje Terry pensó en levantar el teléfono, estaba tomando una taza de café, del mismo que el hermano de Candy, y también su amigo Albert, le había traído de su viaje a Colombia.

No era amante del café, pero Candy sí. El prefería tomar una taza de té que lo relajara y no lo pusiera hiperactivo como lo hacían las tazas de café negro que Candy le daba.

Candy Andley había cambiado su vida, ya fuera para bien… O para mal.

Cuando había cumplido dieciséis años se había mudado a América a la casa de su madre Eleanor. Toda su vida había vivido en Inglaterra con su padre y su esposa insufrible, o más bien había ido de internado en internado, porque era rara la vez que veía a su padre, estaba tan ocupado que había sido el pretexto perfecto para la madrastra de Terry, cuando este la habida encontrado en la cama con otro hombre que no era Richard Grandchester.

Terry había soltado la risotada cuando les sorprendió y se había largado a fumar como chimenea a su habitación.

La misma que tenía detectores de humo.

Ese mismo año que se mudó, el colegio en el que Eleanor lo había matriculado había cometido la torpeza de ponerlo dos cursos abajo alegando problemas con el papeleo y algunas materias faltantes en el programa anterior.

A Terry no le había importado mucho, los maestros eran muy despistados y los alumnos eran bastantes como para darles la atención que cada adolescente incomprendido necesitaba, la escuela pública era más relajada que todos los internados a los que había asistido en su vida, entre clases iba a la parte trasera junto a los basureros donde hacia cigarrillos con la hierba que le vendía un chico al que le decían "Cuki ", lo había dejado a la semana porque la marihuana le hacía deprimirse más. Eventualmente regreso a sus cigarrillos normales, y pronto le agarro el gusto a los cigarros mentolados que Eleanor traía regados por toda la casa.

A veces para pasar tiempo de calidad juntos, ambos se sentaban en el pórtico de la casa de verano de Eleanor y se fumaban los mentolados o unos Camel, después miraban el pasto recién cortado y fresco sin decir una sola palabra.

Eleanor le había visto tan solitario por esos tiempos que le había comprado una guitarra, era una Gibson, y Terry había aprendido a tocar algunas canciones con un manual que se había sacado de la biblioteca, se sentaba en la hora del almuerzo solo con su bandeja de comida y el manual en mano, entonces podía sentir la mirada de esa chica, esa pequeña rubia con pecas en la nariz que se hacia la tonta cada vez que él le pillaba mirándolo.

Estaba en su mismo curso y se sentaba detrás de él, a veces hacia un ruidito que lo inquietaba, también la había visto morder la goma del lápiz como un perrillo latoso, sabía que su nombre era Candy y que se juntaba con la chica gordita y la tímida de su clase de química, a veces también les había sorprendido a las tres mirando hacia donde él estaba.

Por suerte para Terry, en su clase de física avanzada había hecho buenos amigos con Stear, el chico era un ratón de biblioteca pero tenían algunas cosas en común y sus chistes le tenían riendo por horas.

— Y ahí estaba ella, desnuda en la cama esperándome con una pizza por si tenía hambre — conto Stear sonriendo de oreja a oreja.

Terry sonrió perezosamente y apago el cigarrillo con una zapatilla deportiva. — ¿Y entonces se acabó el sueño?

— ¡Que era real!

Ahí en el patio de la escuela, Terry vio a la chica con pecas sentada en las bancas que esta vez lo miraba descaradamente mientras se cuchicheaba con una amiga rubia de frente muy grande.

— Creo que esas chicas te están mirando.

Terry asintió y espero a que la chica con pecas se parara, (no creía que lo fuera hacer), pero Candy se paró de las bancas y fue hacia ellos, a Terry le pareció que la escena la hacía ver como el gato y a ellos los pequeños ratones.

Aunque ella era más pequeña que ellos, tal vez un pequeño gatito.

— Hola…— dijo la chica al fin frente a los dos jóvenes tragando un poco de saliva. — Mi nombre es Candy, mi amiga y yo…

— Hola, Candy. — Terry miro como su amigo se presentaba primero, a Stear le gustaban las chicas petite. — Mi nombre es Stear y él es Terry.

Candy asintió menos nerviosa y le dio una ligera mirada coqueta a los dos. — Si, ya me sabía sus nombres… Como sea, mi amiga Susana, la chica cruzada de brazos en las bancas, ella me pidió que les diera esto.

Los ojos de los chicos miraron a la rubia de gran frente.

Fue entonces que esa chica Candy de ojos grandes, les entrego un volante a cada uno, — Es una fiesta de Halloween, será en la casa de Susana y tienen que ir disfrazados.

— ¡Hey! Me encantan este tipo de fiestas, ahí estaremos — prometió Stear bastante feliz por la invitación.

Y esa fue la primera vez que cruzaron palabras, o al menos la primera vez que ella se dirigía a él.