Disclaimer: Los personajes pertenecen a Rowling. Yo solo le he puesto una nota de color al epílogo, demasiado rosa para mí. Bueno, siete colores, los del arco iris.

Aviso: SPOILERS HD. SLASH, relación chico-chico. LEMON. El vocabulario es algo fuerte, lo lamento, me pongo basta cuando me caliento. Hay mucha infidelidad y pocos remordimientos.

NdA: Esta historia nació para Draconiger, por ese 9. Por mi primer lemon. Por poner sal a mis noches, aunque la diferencia horaria me mate. Solo lamento haberme equivocado de pareja, pero me inspiró Las Huellas del León: Pacto Secreto, así que tú tienes la culpa. Cariño, espero que mi Harry esté a tu altura. Un beso de tu cenicienta.


La tienda de los deseos

Las sillas se colocaban solas sobre las mesas. Una escoba solitaria barría el suelo, desgastado por los pasos que durante años cruzaban el bar en dirección al callejón mágico de Londres.

Una chica miraba con ojos cansados la única mesa que quedaba por recoger.

- Yo cierro, puedes irte a casa. – Una voz masculina habló a su espalda.

- Gracias, jefe, mañana vendré pronto. – La chica no desaprovechó la oportunidad. Era 1 de septiembre, y ese día siempre había mucho trabajo. Se dirigió a la chimenea sin dar ocasión a su jefe de cambiar de idea, sólo le faltaba tener que echar a dos borrachos. Y más cuando se trataba del salvador del mundo mágico y el señor Weasley, cliente habitual. – Hasta mañana. – Y desapareció murmurando el lugar donde los polvos la debían llevar.

- Bueno, caballeros, me temo que es hora de descansar.- Se dirigió entonces a su mejor cliente, con la confianza que le daba el comer cada día en su establecimiento. - Venga, Ron, a dormirla, que este año os habéis pasado.

- Venga, Tom, tómate la última con nosotros. – La voz de Harry se oía pastosa, lenta.

- Creo que Tom ya nos ha aguantado suficiente hoy. Si quieres nos tomamos la última en la tienda, se donde George guarda el whiskey de fuego. – Ron estaba en mejores condiciones que su amigo, su resistencia al alcohol había mejorado con la práctica.

- Bien! a por la última! – Harry salió antes mientras Ron pagaba, ese año le tocaba a él. Cuando salió lo encontró golpeando adoquines sin orden ni concierto.

- Déjame a mí o te cargarás la varita. – La situación le pareció muy graciosa al moreno, que llegó a la tienda riendo todavía.

Una vez dentro, Harry se sentó en el suelo del almacén, esperando que Ron trajera la botella.

- Mañana tendrás que reponerla, no quiero que la ira de George caiga sobre mí. La última vez no recuperé el color de mi pelo en una semana, los del departamento aun me lo recuerdan.

- Pues tendremos que ir de compras, porque me he traído las ranas de chocolate de su escritorio.

- No las estará probando¿no?, no quiero acabar en San Mungo, para una noche que tengo libre.

- No probamos los inventos aquí, Harry, ya lo sabes. Y no es la primera noche que salimos solos, lo hacemos desde el primer curso de James.

- Ya, pero es el primer año que se van los tres, y Ginny no estará en casa cuando vuelva. Nunca he sabido si celebrábamos la marcha de nuestros hijos a Hogwart, o bebíamos para olvidar que nosotros ya no podemos ir.- Harry desenvolvió una rana.- Mira Ron, Morgana.

- A buena hora. Guárdala para James, es difícil de encontrar. Pasa la botella. Gracias por las ranas, Harry.

- Pero si son de tu hermano. – A Harry le costaba entender, estaba muy espeso, pero le tranquilizó ver que no era el único.

- Por estas no, tío. Por las primeras. Bueno, por todo. Siempre lo has compartido todo, ya sabes. Harry, no te rías. Joder tío, que va en serio, para una vez que me suelto.

- Venga Ron, no seas idiota y pasa la botella. – A Harry le costaba beber riendo, así que intentó calmarse y dejó que el alcohol quemara el sabor empalagoso del chocolate. – Me alegro de que escogieras mi vagón, Ron.

- Si, fue una buena opción, estaba elchicoquevivió, o sentarme en un vagón lleno de serpientes. Lástima, Malfoy habría sido una buena influencia para mi guardarropa.

- Venga Ron, antes de subir al tren eras demasiado Gryffindor para esas compañías. Siempre te podrías haber hecho amigo de Neville. O de Dean, o Seamus.

- Si, podría haber ocupado el lugar de Dean junto a Seamus, no tengo suficientes hermanos pelirrojos como para hacerme inseparable de otro. Hubiera dado tema a Draco para siete años. Harry, no es tan gracioso.- Ron miraba a su amigo tirado en el suelo, intentando respirar entre los espasmos de la risa. – Que mal beber tienes.

- No, noeseso.- Se incorporó, limpiándose las lágrimas, intentando respirar.- Es que has dicho, mpffff, está bien. Ron¿has dicho que podrías haber ocupado el lugar de Dean?- Se tiró de nuevo al suelo, sujetándose el estómago. – ¿Arriba o abajo?

- ¿Qué quieres decir con eso? – No sabía qué le sentaba peor, que Harry se riera de él, o que supiera lo de esos dos y no se lo hubiera contado. – Bueno, aceptemos que es evidente, pero deja de reír, joder. ¿Cuánto hace que lo sabes?

- Desde la academia. – Harry se había sentado, y bebió un trago para calmarse. - ¿Chocolate? – Le ofreció una rana a su amigo, tanteando el terreno. – Venga, no es tan grave, son felices y llevan años juntos.

- No me molesta eso, Harry. En el mundo mágico las relaciones entre hombres están mejor vistas que en mundo muggle. Lo que me jode es que no me lo hayas contado antes. Yo lo hubiera hecho.

- Bueno, pensaba que te escandalizarías. Nunca hablas de estas cosas. ¿Te acuerdas de lo que te costó "entrarle" a Hermione? Y no hablo del primer beso! – Le empezaba a doler el estómago, no sabía si por el alcohol o por la risa.

- Muy gracioso. Yo no tengo problemas para hablar de sexo, Harry. Si supieses lo que tengo que escuchar cuando George cuando sale de caza. El problema es que Hermione es como tu hermana, y tu mujer ES mi hermana. Por eso no hemos hablado de este tema. Pero si tienes algo que contarme, no te cortes, que ya no somos críos.

- Vaya, y yo pensando todos estos años que eras una especie de reprimido! – Harry sopesó el ofrecimiento de su amigo, y decidió que quizá si hablara de ello el peso sería menor. Sí, era el hermano de Ginny, pero antes de ser cuñados habían sido amigos, los mejores. – ¿En serio aguantarías que te contara mis problemas sexuales con tu hermana?

- Si te puedo contar los míos con Hermione. ¿Aguantarías tú, Harry? Yo te apoyo, y tú me apoyas. – Si Ron hubiese estudiado latín, hubiera dicho quid pro quo, pero no era el caso.

- Ok. Tu primero. – De pronto Harry ya no tenía ganas de hablar de sus problemas.

- Bueno, tramposo, para que veas que no me corto. Hermione tiene un amante. – Ron soltó la bomba, dejando a Harry lúcido de golpe. "Así se acabarán las risas", pensó.

- Ron! joder! – Si no supiera que nunca bromearía con algo así, pensaría que se le estaba contagiando el humor de George. - ¿Estás seguro¿Desde cuándo?¿Con quién?

- No, no estoy seguro. Al menos no tengo pruebas. Un par de años. No se con quién y, realmente, no me importa. – Un par de ojos verdes le miraban totalmente abiertos, sin más expresión que una tremenda sorpresa.

- Y te enfadas porque no te he contado sobre la homosexualidad de Seamus y Dean? –Estaba estupefacto. Enfadado, alarmado y estupefacto. – ¿Cuándo me ibas a contar lo de tu separación?

- No me voy a separar. Me gusta mi vida, Harry. El trabajo con George es fácil, divertido a veces. Creo que hasta le complemento un poco, sin llegar a llenar nunca el hueco de Fred. Tengo una familia que adoro, y la tengo gracias a Hermione, a la que quiero y admiro, Harry. No es culpa suya que busque fuera de casa lo que yo no se darle.

- ¿Y si encuentra a alguien que se lo de todo? Perderías a tu familia. ¿Te has rendido sin luchar¿Qué demonios puede encontrar fuera que no le puedas dar tú? – No sabía qué pensar. No era propio de Ron dejar pasar algo así, conformarse con una vida de escaparate.

- Harry, recuerda el trato. Si no te lo conté fue porque sabía que reaccionarías así.

-¿Quieres decir que Hermione ha aceptado esta especie de… apaño? – No salía de su asombro. Pero necesitaba toda su concentración para entender la situación. – Dame la botella, necesito un trago.

- No lo hemos hablado directamente, si es lo que preguntas. Pero tenemos una especie de acuerdo. Yo no pregunto, ella no me presiona en la cama. Hoy no está en casa. Le dije que como Ginny está en Irlanda por la pretemporada, me quedaría en tu casa. Yo se lo que hará, pero ella estará tranquila, porque sabe que la quiero, y que lo acepto si ella es feliz. – Ron miró a su amigo, que sentado a su lado parecía absorto en un punto de las estanterías de enfrente. – Vamos Harry, a que ahora tus problemas ya no parecen tan graves…

- Olvida el trato, Ron, ahora ya no quiero hablar de mis problemas. – Harry bebió más, un sorbo, dos, hasta llegar al fondo de la botella, que casi había vaciado él solo. – La vida es una mierda, Ron. Nunca puedes estar tranquilo, siempre hay algo, aún sin Voldemort ni mortífagos amenazando. – Una lágrima silenciosa resbaló por la cara de Harry.

- Mierda, Harry. Si llego a saber que te afectaría tanto no te cuento nada. Yo estoy bien, al principio me costó hacerme a la idea, ya me conoces, pero cuando juzgué mi papel en el asunto, me di cuenta que la culpa la tenía yo. He de decir que George me ayudó a superarlo.

- ¿Y no pudiste acudir a mi? Pensaba que sabías que te apoyaría siempre. Hermione es mi amiga, mi hermana. Pero tú eres Ron, tío. Estabas primero, estas más cerca…

- Lo se. Pero no te quise involucrar. – Evitó mirar esos ojos verdes que le habían acompañado desde los once años.


Las palabras no eran lo suyo, siempre había dejado esa parte a Hermione, lo suyo era la acción. Quizá fuese demasiado impulsivo, pero ahora no actuaba sin pensar. Llevaba pensando en ello años, desde que se dio cuenta de que si bien era normal pensar en su mejor amigo, no lo era hacerlo en la cama, con su mujer. A pesar de su lentitud para captar las cosas, tuvo que rendirse a la evidencia cuando un día, buscando alivio rápido en el almacén de la tienda, se encontró buscando en su memoria la imagen del cuerpo desnudo de su amigo en las duchas del colegio. Deseaba a Harry, y pronunció su nombre antes de llegar al clímax, liberando un secreto que ni él conocía.

El secreto no se perdió entre cajas de bromas. George estaba en la puerta de su despacho, donde se había aparecido poco antes. Estaba maquinando una buena broma para interrumpir lo que su hermanito se llevaba entre manos, cuando escuchó el nombre que despertaba el deseo de Ron. No se atrevió a interrumpir. En ese momento entendió a Hermione, buscando en otros brazos el deseo que no sentía en su marido. Entendió a Ron, que no había reaccionado como era normal en él al enterarse de la infidelidad de su mujer. Entendió su rendición. No se rendía por haber perdido el amor de su mujer. Se rendía porqué nunca conseguiría el objeto de su deseo.

Sabía que Ginny también tenía problemas en su matrimonio, aunque empezaba a sospechar que no eran solo los que ella creía. Su hermana le había contado que se sentía atrapada en su vida. Era más feliz cuando jugaba con las Arpías de Holyhead, que como madre del clan Potter-weasley. Su carácter fuerte y extrovertido se oprimía entre la oficina y su hogar.

George, el que no acabó sus estudios. El que luchó junto a su hermano por conseguir su sueño. El que vive en un pequeño apartamento sobre la tienda, al que no trae nunca dos veces a la misma persona, sea chico o chica. El bromista de George, para el que la vida es demasiado corta como para tomársela en serio, decidió que sus dos hermanos necesitaban un poco de su lema, o la vida se les escaparía entre los dedos.

Aconsejó a su hermana que, cuando Lily marchase a Hogwarts, dejase su puesto de responsabilidad y viajase por el mundo como corresponsal. Ginny le hizo caso.

Aconsejó a su hermano que no se conformase con seguir los carriles de su vida, que había estaciones muy interesantes que se estaba saltando. Fue minando la pasiva vida de Ron con esperanza de color verde, y ese uno de septiembre se aseguró de estar de viaje, y llenar su despacho con alcohol y ranas de chocolate.


Con el sabor de la última rana de chocolate en su boca, Ron descarriló su tren en brazos de Harry Potter.

Su inesperado gesto no dio ocasión al rechazo, y animado posó sus labios sobre los que se abrían, sorprendidos. Lamió con deleite cada grieta, antes de introducir la lengua suavemente, pidiendo permiso. Pero el contacto era tan caliente que quemó la prudencia. El beso se volvió frenético, exigente, ansiado en tantos sueños húmedos y soñado en solitarios alivios.

Harry no se planteaba si era correcto sentirse así con el hermano de su mujer. Era curioso, pero en medio de la estupefacción y la alarma, solo podía intentar recordar cuánto hacía que no estaba tan cachondo. Hace tiempo que le costaba entrar en acción, cosa que él atribuía a la edad y la monogamia. Ahora, en pocos segundos, su sangre se había acumulado esperando juerga. De pronto perdió el contacto de esa lengua que le estaba volviendo loco, antes de darle ocasión de seguir el juego.

Ron se separó, jadeando, siendo consciente de que si seguía calentando motores no iba a poder parar. Se había lanzado, pero no había sido respondido, aunque tampoco rechazado. Quizá era momento de salvar la amistad y echar la culpa al alcohol, aunque nunca había estado más sobrio. Miró a Harry con temor, sabiendo que se había arriesgado mucho, y no quería poner en jaque a su rey.

Harry no sabía qué coño hacia Ron mirándole, y porqué su lengua ya no estaba dentro de su boca. Seguía maravillado y orgulloso de su rápida erección, y como todo, tuvo que compartirlo con su amigo. Cogió su mano y la llevó a su bragueta, dejando que su abultamiento contestase gráficamente.

Ron se quedó quieto, intentando descifrar si se había quedado dormido y estaba soñando, o realmente tenía la polla de Harry bajo su mano. Debía comprobarlo, así que en pocos segundos se deshizo de la ropa que molestaba, y cuando realmente la tuvo en la mano, decidió que esas palpitaciones eran muy reales, y los gemidos que llegaron a sus oídos muy claros. Puesto que lo que estaba pasando era muy real, no dejó pasar la ocasión que se le servía en bandeja, y se arrodilló para tener las manos libres y un mejor acceso. Lamió el regalo que se le ofrecía, de la base a la punta, midiendo, comprobando que era real. La reacción de su propia erección le aseguró que sí lo era. Su boca abarcó todo lo que pudo, tanteando, saboreando. Y le gustó. Le gustó sentir como Harry crecía en su boca, y notar como su respiración se iba acelerando.

Harry no pudo aguantar mucho más, parecía que el vigor adolescente que había recuperado le iba a dejar en mal lugar. Ni siquiera le dio tiempo de avisar, aunque por lo que tardó Ron en dejar de lamer, se diría que no le importó mucho.

Ron apoyó su cabeza en el pecho de su amigo, sin atreverse a mirarlo. Con la mano bajo la camiseta, notaba como la respiración se iba regulando. Sus dedos dibujaban el pezón izquierdo, donde latía desbocado el corazón.

Harry no sabía si era más increíble que se hubiera corrido en la boca de su amigo, o que sus caricias y notar su erección sobre su pierna le hubieran vuelto a encender. Rápidamente y por segunda vez! Empezaba a plantearse si había reaccionado así con alguna chica. Definitivamente con Cho no. Quizá con Ginny, al principio, pero decididamente la cosa se había apaciguado mucho antes de que sus hormonas hubieran madurado. De todas formas no era momento de pensar aquellas cosas cuando tenía un asunto que atender, bueno, en realidad dos. No sabía cómo y el qué, y realmente no quería pensar en ello, pero lo que sí sabía es que quería más. Y no quería seguir jugando en el sucio suelo del almacén. Se puso de pie y llevó a Ron al despacho que compartía con su hermano, donde había un sofá cuya comodidad ya había probado, aunque no con lo que tenía en mente.

Ron se sentó en el sofá, sin saber si Harry quería hablar de lo ocurrido o quería acumular más experiencias sobre las que tendrían que hablar después. Al sentir cómo se sentaba a horcajadas sobre él, y lo besaba con lujuria, entendió que lo segundo. Disfrutó de cada movimiento de la lengua de su amigo, dentro de la boca y a lo largo de su sensible cuello. Se dejó quitar violentamente la camisa Aunque luego necesitase un reparo, la ansiedad del momento lo requería. Se vio empujado sobre el sofá, pero cuando notó otro peso sobre él, se incorporó al clavarse algo en la espalda. Con la tensión del momento no habían notado que había algo en el sofá. Un sospechoso bote blanco sobre el que había una rana de chocolate, rota en dos bajo el peso de Ron. Harry rió, sabiendo de los gustos abiertos de George, aunque enseguida calló, pensando gráficamente en el uso que tenía aquel gel y quién lo iba a probar. Ron también calló, pero pensando en que el bote no había sido dejado allí por descuido. Entendió por fin lo que sentían los gemelos, compenetrándose tanto que uno pensaba en la mente del otro, acabando uno las frases del otro. Estaba claro que George sabía sus más ocultos secretos.

Harry cogió la rana de chocolate y la dejó en la mesa. Se quedó con el bote en la mano, con un gesto en la cara que hizo temblar a Ron. Estaba claro lo que iba a pasar, y no se quejaba en absoluto. La mitad de sus sueños acababan de la misma forma. Se levantó y sin romper contacto visual se despojó de la ropa que le quedaba. Se arrodilló en el suelo, a los pies de Harry, sin querer enfrentar su mirada, y acarició sus vigorosas piernas con una mano, mientras la otra se apoderaba de su miembro.

Ron notó como algo frío se introducía en él, torpe y suavemente. Cogió algo de lubricante, y lo fue extendiendo por la dura erección que le inspiraba un poco de temor, pero mucha excitación.

Harry se colocó detrás de él, mordiendo su cuello, pidiendo paso. Poco a poco fue entrando, duro y candente como un hierro al rojo vivo. Cuando escuchó los gemidos, que ahora no eran de placer, paró. Esperó hasta que notó un tímido movimiento. Se deslizó lentamente hacia fuera, empujando más rápidamente al entrar de nuevo. Notaba la tensión, pero cada vez era más fácil. Lo que costaba era contenerse, al notar el cuerpo duro de su amigo bajo él, su estrechez llevándole donde no había estado antes.

Ron gimió, esta vez de placer, cuando algo fue rozado, enviando a su cerebro señales que eliminaban el dolor.

Harry aumentó en ritmo, empujando sin tregua, rozando sin piedad ese punto que provocaba gritos. Sin poder ni querer evitarlo, acabó en un último empujón, haciendo que entre sus roces y el contacto del sofá, Ron acabase también.

Se quedaron los dos abrazados, Harry tras Ron, recuperando el aliento y la cordura.


Hermione Weasley estaba desnuda, estirada sobre una piel, ante un buen fuego. Manteniendo una buena conversación sobre un buen libro, después de haber tenido buen sexo. A veces, la vida era buena. Otras no, pero ella era lista, y pensaba que no se podía tener todo.

Ginny Potter estaba contrariada. Estirada en la cama de su hotel, miraba el enorme bulto que roncaba a su lado, de espaldas a ella, espaldas grandes y fuertes. Acababa de tener el mejor jodido polvo de su vida, durante el que no se había corrido una vez, no, sino dos. Dos jodidas veces. Le contrariaba no sentirse culpable. Quizás mañana vería las cosas diferentes, así que decidió aprovechar el vacío de su conciencia, y despertar al machote de espaldas anchas que dormía a su lado.

George Weasley pensó fugazmente en sus hermanos, mientras desenvolvía su humor en el pub, cazando con su risa a una pareja, chico y chica, que estaban sucumbiendo a sus encantos. Esperaba que lo estuvieran pasando la mitad de bien que él se lo pensaba pasar. Y es que él tenía que hacerlo todo el doble de bien. Se lo debía. Faltaba la parte de Fred.

Ron Weasley se comía media rana de chocolate, pensando en cómo los sueños se hacen realidad. Su tren había descarrilado, pero él estaba contento. Habían aprendido hace tiempo que las reglas se podían saltar. Se alegraba de haber roto las reglas que alguien había escrito para él.

Harry Potter saboreaba otra media rana de chocolate, con mil preguntas en su mente, y tan solo una respuesta. Al menos ahora sabía porqué que esa mañana, en el andén 9 y ¾, no había podido separar sus ojos de aquel cuerpo, vestido elegantemente con ajustadas ropas muggles, y de ese pelo que caía frondoso sobre sus hombros, de un rubio platino, casi blanco.

FIN