Nada me pertenece, los personajes son de Stephanie Meyer y la historia es de Ann Major
Argumento:El era un viudo muy sexy con una granja y dos hijos. Ella había nacido en el campo pero llevaba la gran ciudad en el corazón. Cuando los antiguos amantes se encontraron de nuevo, los recuerdos avivaron la llama de la pasión.
Prólogo
Más, más, más.
Esas tres palabras describían a la bella diseñadora de moda Bella Swan mejor que ninguno de los artículos que se habían escrito sobre ella. No importaban todos los logros que hubiera conseguido ni las glorias que hubiera ganado, ninguno había sido suficiente.
Hasta ese momento…
Hasta que Jacob la dejó un año antes, recriminándole que trabajaba demasiado y no se daba tiempo para divertirse.
Hasta que su talento pareció desvanecerse de la noche a la mañana. Sólo entonces le abandonó la fuerte necesidad que desde niña la había obligado a impresionar al mundo.
No había echado de menos a Jacob, pero ella, que se había dejado llevar durante mucho tiempo por el talento y la ambición, se sentía vacía y perdida sin ellos. La vida le pareció sencilla cuando trabajaba veinticuatro horas al día, con los desfiles y entrevistas y las continuas fiestas de Jacob. Había estado ocupada, muy ocupada. Demasiado ocupada para pensar o sentir. Demasiado ocupada para considerar que podría haber más en la vida que las constantes pasarelas, tejidos maravillosos y agendas llenas. Demasiado ocupada para darse cuenta de que nunca había amado a Jacob, que él sólo había sido parte del espectáculo. Demasiado ocupada para darse cuenta de lo sola que estaba. Con arrogancia, le había dicho a cientos de periodistas que vivir era una cuestión de decidir lo que uno quería y trabajar duro por conseguirlo. Y como una boba, ella se lo había creído.
Su problema no era que hubiera fracasado, era que había triunfado.
Con su pelo castaño, piel clara y cuerpo esbelto, vestida siempre con elegantes vestidos negros, llamaba la atención allá donde fuera. Era tan bella, rica y famosa, con tanto talento, que todo el mundo creía que había nacido así.
Todo el mundo creía que era feliz y se sentía realizada.Y era así porque Bella quería que lo creyeran.
A los treinta y dos años, sus diseños eran famosos en dos continentes.Ella era la única dueña de Fanta-Sea Fashion Inc. Sus creaciones las llevaban personajes de la realeza, estrellas de cine atrevidas y esposas serias de presidentes. Bella tenía oficinas en Nueva York y París. En ese momento estaba divorciada de Jacob Black, uno de los playboys franceses más ricos y deslumbrantes. Las viviendas personales de Bella consistían en un magnífico piso que daba a Central Park, más un apartamento en la Rue Du Rivoli de París y una villa en la Gironde, Francia.
En poco tiempo, como muchos otros antes que ella, Bella había ganado el mundo y había perdido el alma, y por tanto, el talento que había hecho posible su estrellato.
Pero a diferencia de muchos otros, ella casi estaba deseando renunciar a todo eso, si pudiera recobrar su alma.
¿Pero cómo?
Estaba perdida.
Odiaba su posición, situada en la alta sociedad de Nueva York y París y el precario mundo de la moda donde una mala colección podía ser una maldición.
Por primera vez en su vida, Bella, que siempre había tenido todas las respuestas, no tenía ninguna. Durante un año había vagado por sus grandiosas viviendas llenas de incalculables antigüedades, sintiéndose perdida y vacía. Y era peor aún cuando cogía un lápiz y un cuaderno y encontraba que tenía la mente en blanco. Algunas veces durante una fiesta, se sentía como un bicho dentro de una botella sin aire, apartada de sus viejos amigos por una pared de cristal invisible. Sonreía más, concedía más entrevistas, iba a más fiestas y trabajaba más que nunca, esperando recobrar su pasión por la vida. Hizo miles de bocetos, pero sus diseños carecían de esa chispa que la hizo famosa.
Totalmente bloqueada, Bella se vio obligada a ocuparse de la publicidad y los aspectos económicos y sociales de su negocio y confiar en sus diseñadores y en su nuevo socio, Riley Bears, normalmente histérico y de gran talento para crear el producto que la hacía tan famosa y rica.
Sin saber qué hacer, Bella continuaba vagando, atrapada en la burbuja de oro que había hecho de su vida.
Hasta la sesión fotográfica en su villa de la Gironde.
Hasta la llamada telefónica de Edward.
Hasta que esa voz masculina y ronca del pasado despertó en ella recuerdos prohibidos de un vaquero alto y moreno. Hasta que al final se sentó y dibujó algo que le encantó; la cara de él. Hasta que empezó a recordar el cielo y las estrellas de Texas y las luciérnagas brillando en las cálidas noches de verano.
La voz de Edward le hizo estremecer, y se sintió viva. Sólo entonces recordó su terrible separación, ese momento en el que ella se quitó el anillo de compromiso y se lo arrojó a la cara, diciendo que se iba a Nueva York y no a casarse con él a Purdee. Él le arrojó el anillo de nuevo a ella con más violencia, gritándole que si se marchaba, no podría volver más. Bella se fue a casa y lloró hasta que amaneció, y a la mañana siguiente se marchó por cabezonería a Nueva York. Puso su talento por delante del amor. Pero Bella no creía en mirar atrás. Era una criatura del presente y el futuro, que creía que tenía que encontrar un modo de seguir adelante.
¿Pero cómo?
