¡Buenas! Este es mi primer -y seguramente único- fanfic. Se lo dedico a la bellísima y talentosísima Miss Aka-chin, con motivo de su cumpleaños número...eh...eso no lo diré. La cosa es, querida mía, que espero te guste este intento de comedia, romance y drama, que será más taquillero que Cincuenta Sombras de Grey y Crepúsculo juntos. ¡Bah! Con que a ti te encante me doy por bien servida. Espero no me haya quedado muy OOC y si es así pues...¡Lo siento, no sé hacer fics! Pero lo escribí con todo mi cariño y amour. Te adoro.

Advertencia: Contiene OCs

Disclaimer: Diaya no Ace ni ninguno de sus personajes me pertenecen, son propiedad del talentosísimo Yuji Terajima-sensei. Yo sólo hago esto con fines de diversión.


Perfect Plan

—Tch…son unos traidores, malagradecidos. —Se quejaba entre dientes mientras caminaba con las manos dentro de los bolsillos del pantalón—. ¿Cómo se atreven a dejarme a mí? ¡Soy la estrella de Inashiro, Narumiya Mei!

Seguramente la idea de solo en el baño había sido de Katsuyuki, él era un verdadero demonio y Carlos no dudaba ni un momento en secundar sus maldades. ¡Ah, pero ya los acusaría con Masa-san! Él se encargaría de impartir castigos a diestra y siniestra —aunque no estaba muy seguro, pero lo presentía, que extraña e injustamente todos recaerían sobre él—Estaba tan sumido en sus pensamientos que al dar vuelta en una esquina de la plaza comercial en la que se encontraba, chocó con alguien.

—Fíjate por donde vas. —Reclamó frunciendo el ceño y levantando la vista se topó con un par de ojos azules que irremediablemente captaron su atención.

—No es mi culpa que estés distraído. Tonto. —Sabía que estaba siendo grosera pero no podía evitarlo, no con él.

Mei, por su parte, estaba sorprendido. ¿Esa chica de bonitos ojos lo había llamado tonto? De acuerdo, de un momento a otro ese azul tan lindo le parecía un color muy feo. Estaba acostumbrado a que las mujeres lo rodearan y le obsequiaran cosas, se deslumbraran con su impecable sonrisa y cayeran rendidas a sus pies con sus galanterías. O algo así. Siendo sincero consigo mismo, las féminas que lo rodeaban después de cada juego le daban un poco de temor porque algunas eran tan atrevidas que hasta le habían tocado el trasero un par de veces. Eran más lindas cuando gritoneaban su nombre desde las graderías. Pero la curiosa criatura que tenía frente a sí parecía diferente a todas ellas.

—¡Yo te conozco! —exclamó de repente. Era obvio que estuviera enojada con él y no era precisamente por lo ocurrido ahora. ¡Uff, qué alivio! Ya hasta estaba empezando a dudar de sus encantos! —Eres mánager en Seido. Te vi lloriqueando en las gradas cuando Kazuya y los demás perdieron. —Cómo olvidar ese momento cuando, por segunda vez, le dieron a Seido una paliza que al parecer no habían superado. Vale. No fue tan así, en realidad les costó mucho ganarles pero nadie tenía que saber que esos eran sus verdaderos pensamientos. Por eso los guardaba en lo más profundo de su corazón, bajo quinientas llaves y setecientos candados.

La chica abrió los ojos como platos y soltó la caja que cargaba. ¿Podía golpear a este chico, verdad? Porque en serio necesitaba hacerlo. Tal vez si le daba un gancho directo al hígado y luego gritaba pidiendo ayuda podría excusarse diciendo que se comportó como un pervertido. Claro que si el entrenador Kataoka se enteraba del pequeño incidente seguramente se llevaría una reprimenda y un sermón de dos horas. Además estaba el detallito de que terminarían echándole la culpa por no disciplinar a los alumnos a su cargo y el entrenador Ochiai tendría un punto a su favor.

—Con su permiso, Narumiya-kun. —Suspiró de forma audible y cansada para luego inclinarse y recoger la caja con uniformes nuevos que Rei-san le había pedido ir a buscar. Tenía que alejarse de ahí muy rápido o en verdad iba a romperle las costillas a ese pitcher rubio y presumido.

—Espera. —Instintivamente la sujetó del brazo pero la soltó al instante. ¿Qué estaba haciendo? —Yo…Esa caja se ve pesada. Puedo acompañarte hasta Seido si quieres. —Se rascó la cabeza apenado. No es que sintiera que debería disculparse por haber hablado tan a la ligera del torneo de verano. No. Lo único que quería es darle un motivo a Carlos y Katsuyuki para que se preocuparan al no encontrarlo en el centro comercial. Una sonrisa amplia y traviesa se dibujó en su rostro y con un rápido movimiento le arrebató la caja a la chica—. El autobús pasa cerca de aquí, ¿cierto? Lo sé porque la inútil mánager de mi equipo siempre lo toma para ir a acosar a Kazuya.

—Narumiya-kun, no es necesario que lo hagas. —Se puso frente a él para impedirle el paso. Definitivamente no tenía intenciones de regresar a Seido con la estrella de Inashiro siguiéndola. Claro que si Jun-senpai se animaba, podrían entre ambos darle una lección al rubio y dejarlo colgado en medio del campo vestido solo en calzoncillos. Eso sonaba tan tentador. Muy tentador.

—¿Pasa algo? —Mei sostuvo la caja con una sola mano y extendió la otra hasta la frente de la chica. De repente se había puesto roja y no sabía por qué.

—N-nada. —Lo apartó de un manotazo.

¡¿En qué momento el plan de castigarlo junto con Jun-senpai se había convertido en una escena de connotaciones se-sexuales?! Pasar tanto tiempo ayudando a Yaoi-sensei, como apodaban a la maestra encargada del laboratorio, estaba sembrando la semilla de la maldad en ella. Aunque tenía que admitir que Narumiya tenía brazos fuertes, espalda amplia y buenas pier…¡Alto ahí! Ella era mánager de Seido y solo debería tener ojos para admirar a los jugadores de su equipo. Aunque eso la hacía parecer como una pervertida que se había unido al club de beisbol solo para admirar hombres guapos entrenar bajo el ardiente sol. Definitivamente ella no era así. Se había unido al club para apoyar a los chicos en la consecución de sus sueños ¿Verdad?

—¿Qué te pasa? Tienes cara de querer comer un filete bien grande. —Los ojos azules de Mei parpadearon un par de veces y luego esbozó una gran sonrisa ante la idea que se le acababa de ocurrir—. Vamos a comer algo, eh… te llamaría por tu nombre pero aún no me lo has dicho.

—N-Ni te lo voy a decir. —Se cubrió la cara para que él no mirara su sonrojo. ¿A quién quería engañar? El rubio le gustaba desde hacía mucho tiempo y no podía esconderlo más. Siempre lo miraba en cada juego, incluso si no era Seido el oponente.

—Tengo antojo de un helado. Dejaré que me invites. —Mei había dado la media vuelta y se encaminaba confianzudamente hacia la primera heladería que vio.

— ¡No decidas por mí, no voy a invitarte a ningún helado! —Este chico… ¿quién se creía que era? Ah sí…el mejor pitcher de Kanto que estaba acostumbrado a recibir atención de todos a su alrededor.

—Toma. —Mei le extendió un pequeño cono de helado y le sonrió invitándola a tomar asiento en una mesita que había ocupado, dejando la caja encima—Solo por esta vez tendrás el honor de que yo invite.

Esa sonrisa no era como las que siempre esbozaba en el campo durante los juegos, sobre el montículo, llena de altanería y socarronería. No. Era dulce y amable. Incluso la hizo sentirse estúpidamente afortunada y preguntarse si sería la primera en haberla visto.

—Mascarpone… ¿Cómo sabías que es mi sabor favorito?

—Supuse que no te gustaría un sabor típico. No tienes cara de ser una chica normal.

Le propinó una patada en la espinilla debajo de la mesa. ¿Qué no era una chica normal? Eso había sonado tan mal.

— ¡Fue un cumplido! —Se justificó el rubio—Intentaba decirte que no me has saltado encima en todo este tiempo y que eso es…genial…creo. —La verdad es que era un mentiroso de primera clase. Nunca había tenido citas con chicas y aunque esto no era propiamente una, no tenía la más mínima idea de qué hacer, decir o cómo comportarse. Sus hermanas no eran buena referencia porque siempre lo trataban como a un pequeño niño mimado y la única mujer en el equipo siempre estaba más ocupada escribiendo poemas de amor hacia Kazuya, que prestándole atención.

—Ro … ¡Me llamo Ro! —Soltó sin pensar su nombre.

—Ro... ¡Es lindo! —Le sonrió nuevamente— Uhm… ¿Y qué estás haciendo sola en el centro comercial?

A ella casi le da un infarto. ¿Qué estaba haciendo ahí? Pues un encargo con el carácter de urgente y que había olvidado por completo debido a que estaba encantada de la vida charlando.

— ¡Tengo que irme! —Como pudo se terminó el helado y tomó la pesada caja con los uniformes en su interior, para salir corriendo.

Mei se quedó observándola y justo cuando iba a ponerse de pie para alcanzarla, sintió una mano sobre sus hombros. Volteó el rostro y se topó con la nada amigable expresión de Katsuyuki. Parecía más enojado que cuando los chicos del equipo no recogían todas las bolas del campo.


—Estás de muy buen humor, Mei-san. —Itsuki suspiró por décima vez en el día. Tenía el presentimiento de que algo iba a salir mal, muy mal.

— ¿Tú crees, Itsuki? Será porque vamos a enfrentarnos a Seido. Tengo ganas de hacer que Kazuya se arrepienta nuevamente por haber rechazado mi oferta.

A ojos del cátcher, Mei lucía extremadamente sospechoso. Solo esperaba que no fuera uno de esos días en los que su ego estaba por las nubes y se negaba a obedecer indicaciones.

Casi dos horas después el partido de práctica había terminado. Ambos entrenadores habían decidido dejarlo en empate antes de que los chicos en el campo se mataran no sólo con la mirada sino con los bates y bolas que tenían. Era demasiado evidente que ese juego había sido una muy mala idea y que los rencores por el resultado del verano seguían a flor de piel. Si hasta Sawamura se mantuvo callado todo el juego y eso sí que era una señal del fin del mundo.

— ¡Bah! —Se quejó Mei mientras miraba como Itsuki guardaba sus cosas en la maleta—. Kazuya está haciendo un mal papel como capitán, debería imponerse más. Es pitcher con cara de oso lo ignora. ¡Hay tanta gente maleducada, egocéntrica e infantil en este mundo!

Itsuki quiso preguntarle si estaba hablando de sí mismo o en verdad estaba describiendo a otra persona, pero prefirió no hacerlo porque, por alguna extraña razón, el rubio estaba más irritable que de costumbre y sobre todo no quitaba la vista de las mánagers de Seido que… ¡Oh!... ¡Oh!... ¿Sería posible que don Ego se hubiera fijado en alguna chica del equipo rival? Seguramente. Así todo tendría sentido. Ese afán suyo de lucir impecable y mirarse al espejo infinidad de veces —más que de costumbre— antes de bajar del autobús eran demasiado sospechosas.

—Así que es eso. —Sonrió feliz de que a su senpai le hubiera llegado el amor y rogaba al cielo que fuera correspondido o presentía que sería el blanco de cientos de bolas rápidas cargadas de frustración—. Eso sería doloroso…

— ¿Qué tanto balbuceas solo, Itsuki?

Mei se puso de pie y tomó la maleta que su compañero había preparado, cosa que hizo sospechar aún más a Itsuki, se la echó al hombro y empezó a caminar fuera de la banca con dirección hacia el autobús pero sin dejar de mirar de reojo a la chica castaña que repartía bebidas a los chicos de Seido. No pudo evitar fruncir el ceño al ver como ese shortstop cabeza de escoba le sonreía a su Ro. Bien. Oficialmente estaba enamorado de una chica con quien solo había hablado una vez pero de quien, por alguna razón, siempre escuchaba menciones. Aunque tal vez usar la palabra enamorado era muy fuerte y sonaba muy serio. Dejémoslo en que le gustaba como el helado. ¡Eso era demasiado entonces!

—Solo invítala a salir, Mei. Nadie rechazaría una oportunidad para salir con el mejor pitcher de la región —Se dio ánimos a sí mismo mientras reía internamente, sin percatarse de que había puesto una cara tremendamente boba.

— ¿Qué te pasa?

Una voz extremadamente familiar lo hizo tensarse y terminó soltando su maleta a causa del susto. La mismísima Ro lo miraba con una ceja alzada y cara de querer saber qué es lo que planeaba. No confiaba para nada, y jamás lo haría, en ese rubio ruidoso y egocé importaba que fuera extremadamente lindo y que le provocara querer besar esos labios fruncidos cada que hacía un puchero.

—B-bueno…y-yo…— ¿Estaba balbuceando? El gran y magnífico Narumiya Mei estaba abriendo y cerrando la boca sin poder decir nada más que monosílabos. Era humillante, terrible. Mucho peor que haber perdido el Koshien por culpa de su estúpido ego.

Aspiró el aire y lo soltó lentamente para conseguir tranquilizarse. Masa-san siempre le decía, mientras miraba esos aburridos programas de historia antes de dormir, que un buen guerrero era capaz de mantener el temple en cualquier circunstancia. Sin embargo, no era porque estuviera exento de sentir miedo, sino porque no permitía que éste lo dominase.

— ¡Sal conmigo! —Gritó a todo pulmón.

Casualmente, como todas las escenas vergonzosas que suelen pasar en la vida, ocurrió justo cuando todos estaban en completo silencio y, por lo tanto, ahora lo miraban como si fuera un bicho raro. Uno del que seguramente iban a burlarse el resto de sus días de preparatoria.

La risita del cátcher titular de Seido rompió el silencio y en ese momento Mei supo que jamás dejaría de recordarle lo que acababa de hacer.

— ¡Ca-cállate, Kazuya o le diré a todos que…que…que sales con la mánager de mi equipo!

El castaño de lentes tuvo un repentino ataque de tos mientras Sawamura empezaba a vociferar que sus teorías de que Miyuki Kazuya era un espía de Inashiro eran ciertas. A lo lejos, el entrenador Kataoka intentaba recordar si cometió algún pecado muy grande en su otra vida para, ese año, tener un equipo conformado por críos ruidosos. Tal vez, solo tal vez, debió aceptar alguna de las múltiples ofertar que recibió para unirse a un equipo profesional. Kunitomo, por su parte, mantenía una postura firme y la expresión seria mientras ideaba el castigo que le impondría a ese pequeño y rubio dolor de cabeza andante.

Ro estaba completamente roja. No sólo había sido sorprendida con esa petición, sino que se había convertido en el blanco de las curiosas miradas de los allí presentes. No es como si fuera muy común que el ace de Inashiro invitara a salir a alguna chica, más bien siempre era al revés, y para hacerlo aún más extraño, la chica en cuestión pertenecía al equipo contrario —y perpetuo rival auto declarado de Inashiro. Ya saben, ese rencor del verano no se iría así como así.

—Y-Yo…

—Solo responde. —Carlos, tan galán y experto en esos temas como sólo él era, le dedicó una amable sonrisa. A él no le gustaban esos cuentos donde los protagonistas se veían obligados a estar separados sólo porque pertenecían a grupos diferentes. Él era un romántico que creía que el amor no conocía de barreras. ¡Claro! Si no por andar semi desnudo todo el día era una mala persona, lo que pasa es que sus compañeros esparcían rumores falsos sobre él.

— ¡Dile algo de una vez! —Gritó Sawamura estrangulando a Miyuki, mientras su compañero de habitación le hacía una llave inglesa por no haberle contado que tenía novia.

— ¡Y es de esas que tienen muchas curvas, traidor! ¡Kyahaha, vas a sufrir mi ira! —Kuramochi apretó el agarre haciendo caso omiso de las quejas del castaño que amenazaba con expirar en cualquier momento.

¿Novia? ¿Cuál novia? Miyuki solamente tenía una acosadora en Inashiro que no paraba de enviarle mensajes de amor y bonitas manualidades que guardaba bajo la cama de su habitación en una linda caja de zapatos forrada con plástico. Que todos pensaran que era un idiota la mayor parte del tiempo y que aún no tuviera el valor para aceptar a viva voz que le gustaba chica, mucho menos para declararse, no significaba que no apreciara lo que ella hacía por él. Era otro buen hombre incomprendido como Carlos.

—Y…b-bien…—Mei se rascó la cabeza. Mayor ridículo no podía hacer así que ya le importaba un rábano lo que pasara a continuación. Después de todo el buen Itsuki siempre estaba disponible para recibir sus lanzamientos en el bullpen toda la noche. Solo esperaba tener el mismo control de siempre y que el castaño no sufriera mucho daño. Bueno, una bola a 148 kilómetros por hora no era mortal ¿Cierto?

—E-está bien. Sa-salgamos juntos.

— ¿Qué dijiste? No te escuché. —Era mentira, pero todavía le quedaba algo de su maravillosa personalidad como para molestarla un ratito. Además no esperaba recibir una respuesta positiva. ¡Bah, qué mentira tan grande! Era demasiado magnífico como para que ella dijera lo contrario.

—Que quiero salir contigo.

—Más fuerte, hay mucho ruido.

— ¡Que quiero salir contigo, rubio idiota! —Y le pateó la espinilla antes de salir corriendo y esconderse detrás de Yui-senpai.

— ¡Eso me dolió! —Se quejó Mei sobándose la parte afectada. Al menos había obtenido un sí como respuesta y eso lo hacía inmensamente feliz. Tan feliz como cuando Masa-san le obsequió un par de entradas para El Mágico Mundo de los Helados y comió tantos como quiso.

—Y-ya es hora de irnos, Mei. —Una voz quedita, pero que Mei sabía que era del diablo, resonó a sus espaldas.

—¡Te espero mañana en la puerta del parque de diversiones, a las cinco! —Le gritó a Ro y se despidió moviendo la mano enérgicamente— ¡Kazuya, hagamos un intercambio de mánagers! —Sugirió al capitán de Seido.

A él le parecía una buena idea. Si Ro era transferida a Inashiro podría verla todos los días, acercarse más a ella y pedirle que fuera su novia. Su actual mánager, a cambio, estaría en la misma escuela que el idiota de Kazuya y podría acosarlo cada que se le viniera en gana. ¡Qué buena persona era! Pensando siempre en los demás. Una sonrisa boba adornó su rostro mientras recogía su maleta.

Escondida detrás de su senpai, Ro asintió a la petición del rubio —que más bien era como una orden— y empezó a imaginar todas las cosas lindas que podrían hacer juntos ahí.

—Miyuki-senpai ¿Está bien? —De repente se había acordado del castaño y corrió a auxiliarlo.

— ¿Eh? Sí. —Tan independiente como era, a pesar de tener el uniforme mal acomodado y los lentes casi rotos, se puso de pie él solo y le dedicó una fugaz mirada a la chica que empujaba a Mei para que avanzara más rápido.

—"Tal vez senpai necesita ayuda con Ri" —Pensó mientras esbozaba una sonrisa. Ya le mandaría un mensaje a su amiga para trazar un plan infalible y conseguir que Miyuki la invite a salir. Tal y como ocurrió con Mei.

Porque ambas eran amigas desde hace mucho tiempo. Se enamoraron de ese par de chicos desde la escuela secundaria, pero por por esas cosas del destino, terminaron yendo a escuelas opuestas a las que deseaban asistir. Ro en Seido y Ri en Inashiro. Fue así como trazaron un plan para ayudarse mutuamente a conquistar a sus respectivos chicos. Ri, cada que podía, desviaba la atención de Mei durante los juegos hacia la gradería de Seido en donde siempre cruzaba miradas con la chica ojiazul. Ro, por su parte, era la encargada de dejar en la puerta del dormitorio de Miyuki las pequeñas cajas con obsequios y cartas que su amiga le enviaba al cátcher.

Pero ese era un secreto que nadie, absolutamente nadie debía saber. Según ellas, habían forjado un plan perfecto.


"Todo salió de acuerdo al plan. Ellas creen que nosotros caímos en sus redes. ¡Pero esa mujer casi me rompe la espinilla, dos veces!"

Ese fue el mensaje que Miyuki leyó en su teléfono cuando salió de darse una ducha. Esbozó una sonrisa y escondió la mirada tras el cristal de los lentes.

Par de ingenuas. Olvidaron el pequeño detalle de que tanto Mei como Kazuya eran amigos. Muy buenos amigos.


Ay, ay mi kokoro. Miss, si llegaste hasta aquí felicidades y gracias por leer. Llama al 55556546546 para pedir que te envíen una galleta hecha por el mismísimo Miyuki :) Ok no.

También gracias a todos los que se toman la molestia de leer esto. Realmente se agradece.