Disclaimer: Shingeki No Kyojin es propiedad de Hajime Isayama.

Advertencias:

Discrimimación. Violencia. Mención de violación.


"1983, Berlín. El Sida comienza su macabra desolación y las víctimas van apareciendo por doquier, entre ellos un perdido chico de diecinueve, con un doloroso pasado a cuestas y cicatrices cubriéndole el alma, se encuentra con un joven y prodigioso estudiante de medicina al cuál le mostrará más allá de toda teoría lo que es un corazón humano. Lo bello, fragil y sublime que es un corazón normal. Y sin embargo, en lo que parecería el comienzo de una nueva vida, Levi entenderá de la manera más trágica posible lo que sintió ese ángel, al atravesar lo que parecería el invierno de su vida"

Un Corazón Normal

El verano estaba en su auge, y mi camino era casi eterno, perdido entre las calles de la gran ciudad sin rumbo alguno. No me parecía algo alarmante, simplemente estaba algo cansado. El sol intenso me calentaba la cabeza y me revolví los cabellos para tratar de apasiguar la sensación de quemazón. Caminé y caminé hasta que me cansé. Y luego seguí.

Pasé la tarde en la biblioteca, una que me encontré por ahí y tras charlar con la encargada, una chica bonita de pelo rizado y ojos cafés me despedí y salí de ahí para encontrarme con la noche. ¿que tipo de noche me aguardaba? No lo sabía. Caminé por la acera, contigua a la biblioteca y me perdí en pensamientos tratando de recordar el nombre de todos aquellos que me brindaron su calor en lo que sentía, era el invierno de mi vida.

Primero estaba Reiner, con sus brazos grandes y su pecho amplio. Con esas manos enormes pero suave que acariciaban mi espalda siempre que me tomaba, viendome cómo si yo fuese alguna especie de obra de arte. Me susurraba palabras dulces y me besaba con ternura por la mañana, antes de volverme a montar y salir por la puerta, rumbo a su trabajo. Nuestros encuentros eran esporádicos, en el segundo piso de un motel, frente a la piscina.

Había Domingos en los cuáles, luego de haber agotado nuestros cuerpos hasta el punto más alto, nos vestíamos y salíamos a la terraza. Recuerdo lo bien que se sentía ese brazo en torno a mi cintura mientras yo reposaba sobre su regazo, perdido entre nubarrones lejanos y un corazón noble latiéndome contra el oído.

A Reiner Braun siempre le recordaría con cariño, pienso, recargandome en una esquina, ausente en mis memorias, las memorias de una vida tan ajena a la que ahora transcurría a mi alrededor, con el corazón de Alemania rodeándome por doquier.

Estaba vestido tal y cómo me había dejado Marco. Marco, el de los besos dulces y las caderas divinas, que me penetraban casi con miedo a romperme. El de los ojos cálidos y saliva ardiente que me hacía estremecerme entre orgasmos que pecaban de intensos. Marco, el de los rizos negros y pecas adorables... Marco, el de palabras tiernas y abrazos fruncidos.

Marco el de los Sábados de recorridos sin fin. El de la espalda ancha en la que me aferraba, tanto cuando iba en la moto, abrazado a su cuerpo, cómo en la cama, mientras le gritaba al mundo que por mí bien se podía ir al infierno, estravíado entre orgasmos que me hacían llegar al nirvana.

Marco solía llevarme por doquier, y me fotografiaba cómo si fuese yo bonito. Él siempre me decía eso. Que yo era bonito...-Eres precioso, Eren. Sonríe, sonríe para mí...

No recuerdo cuántas fotografías me sacó, sólo sé que fueron muchas. Nuestra última noche fue hace un lapso relativamente corto, y ahí, antes de acostarnos bailamos a la luz de una mortecina lámpara vieja y desválida, mientras él me sostenía con sus brazos, aquellos en los que deseé quedarme para siempre.

Le rogué que no me dejara ir, y él simplemente me besó.

Mi corazón se rompió de nuevo al saber que aquel beso sería el último, y tras gemir cómo locos, perdidos entre las sábanas me dejé caer sobre su pecho color canela y arrullé mi dolida mente con el bonito sonido de su corazón.

Me fui con el alba, para evitarme el dolor y la profunda pena de verlo partir, dejándome atrás sin mirar cuánto había hecho y deshecho con sus besos de amor y su cuerpo cálido.

Cerré la puerta y no me detuve hasta llegar a una estación dónde un sujeto de pelo cenizo me recogió. Lloré sin parar pensando en Marco y volví a llorar al recordar a Reiner. Estaba tan roto, tan deshecho, tan partido... Así que no me importó inclinarme sobre aquella maquina vieja y polvorienta de Pin-Ball y abrirme para Jean Kirschtein, quién me montó cómo si fuese una perra en celo.

No me importó, de verdad que no.

Ahí, indefenso mientras el lugar que muchos habían invadido pero pocos amado, era profanado simplemente pensé en lo cálido que se sentía Jean en esos momentos, mientras gruñía y jadeaba sin control. Se sentía cálido y calmó mi frío interno con embestidas brutales que me hacian gritar. Continua, continua, rómpeme, no importa...

Ya estaba yo roto, de todas maneras.

Cuando se corrió, no se molestó en llevarme a mí al orgasmo. Y cuando salió de mí y me observó con esos ojos crueles y despiadados no pude evitar echarme a llorar. Yo, que había sido deseado por Reiner Braun el de los abrazos eternos. Yo, que había sido querido por Marco Bodt el de los besos tiernos... Siendo usado cómo una perra por alguien tan cruel cómo Jean.

Y sin embargo, no protesté.

No tenía manera de mantenerme, así que soporté su lujuria sin mucho afán. Al final de cuentas, yo ya estaba roto. Y por eso no importaba mucho.

Pero lo que no podía evitar hacer, era llorar. Llorar cada vez que me tomaba, porque me lastimaba y porque mi mente no podía dejar de gritarme los nombres de los hombres que calmaron con su calor el invierno de mi vida.

La última ocasión, Jean me llevó de nuevo a la vieja tienda dónde estaba la maquina de Pin-Ball. Soporté una vez más su miembro haciéndome daño, y soporté nuevamente mi boca y cuerpo ser tan lastimados cómo mi corazón. Y antes de que se corriese, me perdí un último segundo entre las luces brillantes de la maquina contra la que era tomado.

Me perdí en recuerdos, unos dulces y otros amargos, unos lejanos y otros más cercanos. Unos inocentes y otros que pecaban de perversos y luego de eso, me aferré a mi nuevo descubrimiento. Jean era esa parte tan amarga que le faltaba a mi vida probar. Reiner fue el ardiente deseo. Marco el profundo cariño. Y Jean... Bueno, Jean estaba en la vérsatil posición que había entre el asco y el rencor.

Me levanté de golpe, pegándole en la nariz y provocando que cayese. Me subí el corto short de mezclilla y lo golpeé en la entrepierna expuesta, haciéndole llorar. Tal y cómo él había hecho conmigo. Tomé las llaves de su coche y huí de él, tan rápido cómo pude. Pero a los pocos kilómetros me di cuenta que tan perdido estaba de nuevo, entré en pánico, dejé el auto junto a la carretera y corrí y lloré hasta que perdí la consciencia.

Me encontré vagando nuevamente.

En las calles conocí a todo tipo de gente. Desde la peligrosa de la que procuré alejarme, hasta la buena. La que me brindaba abrazos y comida sólo por que sí. Probé de todo extravíado en los callejones de la baja Berlín, dónde conocí el placer de una cogida rapida en un callejón, hasta el extasis de sentirme aire entre humo y risas descontroladas. En ligeros caminos de polvos blancos y cigarrillos ligeros.

El tiempo se distorcionó de tal manera, que por momentos incluso me sentía eterno.

E hice de todo. Incluso me atreví a cantar en un bar en el que me aplaudieron ebrios y felices los clientes, llamandome adjetivos dulces y graciosos. En esa ocasión Christa, la prostituta de la avenida junto a la gran tienda de géneros me vistió de blanco y me hizo sonrojar las mejilla. Bertholdt, el chico con el que me pasaba las noches gimiendo de placer en los callejones me cargó, me dió vueltas y me dijo que parecía un ángel. Aquella ocasión reí con ganas.

-¿Un ángel?...-Pregunté aún risueño. El me miró con sus suaves ojos color de la avellana y asintió.

-El más puro y hermoso de todos...-Me abracé a él con fuerzas en aquella ocasión.

Bertholdt Fubar también representó algo en mi vida y fue ese escape ansiado y buscado por mucho tiempo. Me alegré al pasar mi última noche con él, poco antes de que la enfermedad me hiciese caer por primera ocasión.

Lo último que recuerdo de aquel momento fue el rostro asustado de Bertholdt cuando caí de rodillas y me dejé ir en un oscuro hoyo negro de silencio y oscuridad.

Lo demás sería una serie de distorcionadas secuencias de colores, dolores y recuerdos difusos, poco antes de encontrarme con la luz.

Una verdadera y muy hermosa luz. Poseía una sonrisa suave y unos bonitos ojos azules.

Capítulo Uno

Un corazón Errante

• • ◆ ● ◆ • •

Año 1983, Berlín. Alemania.

Era un recién egresado a la Universidad de Medicina, y cómo tal su físico ya había comenzado a dennotar el profundo estrés y cansancio al que normalmente se sometía. Aquel día no durmió más que veinte minutos tras haber terminado con la maqueta. Ni siquiera tuvo tiempo de ducharse antes de volver a ponerse en pie, lavarse los dientes y salir a toda ostia hacía las clases.

Su equipo fue felicitado, y él cómo siempre fue elogiado ante la clase entera que le aplaudió entre admirada y hastiada. Levi los comprendía. Odiaba, de verdad que aborrecía aquella costumbre de Dott Pixis de exponerlos al frente para felicitarlos sabiendo que eso estaba mal. Era su trabajo, simplemente hubiese querido que se limitase a calificarlos y ya.

Tras las clases, le invitaron una copa pero la rechazó. Se venía la semana de éxamenes y debía hacer un informe sobre los avances de la terapia contra el cáncer y un reporte proponiendo métodos viables para encontrar alguna cura. Se encerró en su habitación escribiendo y leyendo a lo loco hasta que se encontró perdido de nuevo. Miró brevemente al techo y suspiró.

-La biblioteca...-Dijo cómo si se hubiese descubierto la vacuna contra aquel mal, antes de salir disparado rumbo al edificio viejo y poco frecuentado frente al campus.

Agosto transcurría y el calor era jodidamente infernal. Anteriormente hubiese entrado en histeria con verse sudado y con la ropa pegada a la espada debido a su transpiración, sin embargo Medicina le enseñó, a la mala, que su imagen y aseo personal eran todo después del segundo puesto en su vida.

Llevaba el pelo más largo de lo que jamás antes lo había llevado y tenía los calcetines que había llevado desde hacía dos días. Se sentía a punto de estallar por estar sudando cuál puerco y la cabeza estallar por la falta de sueño. Cuando entró a la biblioteca, le dió la bienvenida la chica que atendía. Posteriormente y con la mente a punto del colapso, se preparó para terminar esa jodida tarea de una vez por todas.

Y vaya que lo hizo.

-Lo siento, pero estamos a punto de cerrar...-La suave voz de la joven bibliotecaria le despertó de golpe. Se incorporó, avergonzado y masculló un par de disculpas. Antes de salir, la muchacha le tendió amablemente los libros que había estado utilizando. Levi la miró, extrañado.-Pero no traje la credencial...

-No importa. Llévatelos y tráelos cuando hayas terminado. Y hazme un favor y duerme algo que pareces a punto de desfallecer...-Levi asintió, avergonzado. Mientras le encaminaba hasta la puerta de vidrio, pasó algo que cambiaría su vida para siempre.

-Oh no...-Masculló la chica, asustadísima.-¡Eren!

Levi se giró de golpe ante su alarmado grito sólo para ver a un chico más o menos de su edad caminar a trompicones por la acera. Vestía un corto short de mezclilla, desgastado y una playera blanca y sucia. Su rostro estaba ausente y reía con suavidad.

Cayó de rodillas, desmayado ante la vista descolocada de ambos, quienes corrieron de inmediato para ayudarlo.-Llamaré a la ambulancia, por favor, cuídale...

Levi asintió antes de sostener contra su regazo al muchacho delirante quién balbuceaba incoherencias sin sentido. La bibliotecaria se adentró al edificio dónde demoró unos momentos. Desde ahí, en la acera era capaz de escucharla alterada, hablando con los socorristas, dando dirección y situación.

-Hey, no te duermas...-Dijo Levi, mientras le colocaba en el suelo, tratando de estabilizar su irregular respiración, procurando que no hubiese obstáculo que le impidiese inhalar y exhalar. Con palabras sosegadas y paciencia infinita logró hacer que el muchacho, que mas tarde se echó a llorar le mirase fijamente.

-B-Bert estaba en un... E-error.-Dijo, sonriendo vagamente.

-¿C-Cómo dices?

-T-tú sí que eres un...u-un á-ángel...

Cayó inconsciente después de aquello.

Resultó ser un chico que continuamente vagaba por doquier, o eso le dijo Anna, la bibliotecaria. No había manera de identificarlo, por lo que cuando los socorrists llegaron sólo pudieron decir que era un desconocido más que sufrió un desafortunado percance.

Ya en la camilla, mientras le enclarecían ciertos puntos del suceso al paramédico, Levi miró curioso al chico que lloraba y reía en una revoltura caótica de sentimientos encontrados. Los ojos turquesa del muchacho le observaron y en ese instante, su voz, una voz rota y dolorosa salió de su garganta.-No me dejes, ángel...

Levi retrocedió, confundido.

-¿Está seguro de que no lo conoce?

Estaba a punto de responder cuando Anna intercedió.-No hay manera, él es un simple estudiante de Medicina y este chico siempre anda de aquí por allá...

-Creo que sé...-Uno de los paramédicos miró fijamente el rostro delirante del moreno.-Ha de ser uno de los que denunció la vecina de la colonia Stohess. Uno de esos chicos que se prostituye...

-Lo dudo mucho. Las meretrices de este lado de la ciudad siempre andan muy bien arregladas. Y éste pobre chico está malnutrido y vestido con ropas viejas...

-No deberían sentir pena por él...-Una voz recién llegada les hizo girar la cabeza.-¡Es una criatura inmunda!

-Vete a casa, Nick...

-¡Será hasta que se lleven a esa asquerosa rata!

Levi se interpusó de manera instintiva entre el anciano y la camilla, dónde el chico se encogió, asustado.-Lárgate a casa Nick, de verdad. Es sólo un chico.

-Es una de esas putillas que propaga la perversión y el libertinaje.

Levi le miró con desprecio. Maldito anciano...

-N-no me dejes, ángel...-Repitió el muchacho, asustado.

Antes de que Levi pudiese responder, los paramédicos subieron a la ambulancia al muchacho, que jadeó, asustado.-¡N-no me dejes, ángel!...-Repitió, consumido en pánico.

Levi no supo ni porqué se subió con él, sólo sabe que lo hizo y le tomó de nuevo la mano, logrando de inmediato que se tranquilizase.

Durante el trayecto, Levio vió cómo se le suministraban sueros calmantes al brazo de Eren y éste se quedaba poco a poco dormido. La sangre del chico salpicó la bata de uno de los socorristas, quién se quejó, asqueado.-Es sólo un poco de sangre...-Inquirió, casi burlón.

-Si fuese de otra persona, probablemente.

-Es sólo un chico...

-La bibliotecaria dice que es uno desvalido que vaga por aquí y por allá. Y está a simple vista, totalmente drogado. Ha de ser uno de esos chicos que ponen el culo. Últimamente hemo tenido problemas con ellos y el cáncer rosa...

Eso hizo a Levi fruncir el ceño.-¿cómo dice?

-El cáncer de lo maricas, hijo. En America ha comenzado una oleada de muertes por un extraño cáncer que sólo les da a los maricas.

Eren tosió, provocando un respingo en uno de los presentes.-No sean ridículos, es únicamente un chico medio drogado.

-Yo no me fiaría del todo, hijo. Es decir, sólo míralo...

Y Levi lo miró. Pero no vió al chico enfermo, drogado y desorientado de ropas sucias y rostro sollozante. Sino vió a algo completamente bello. Algo que había sido lastimado, pero que probablemente algún día fue feliz. Algo tan hermoso cómo un.-...á-ángel...-Susurró el muchacho, tendiéndole su mano. Levi no supo que hacer. Pero al final, envolvió su mano alrededor de la otra, dándole calor a aquella frialdad poderosa.

-¿Cuál es tu nombre?...-Preguntó unas horas después, sentado junto a la pequeña cama del hospital General de Stohess mientras el chico reposaba.

-Eren...-Dijo la voz.-M-me llamo Eren.

El trato de los médicos hacía el chico era inaudito. Lo trataban cómo si estuviese enfermo de peste, cóm si fuese un animal inmundo que llegóa torturarles. Le pareció absurdo aquello, y más sabiendo que él mismo estudiaba una carrera sumamente díficil sólo para imagina que algún día sería tan bastardo cómo ellos.

Pero al ver de nuevo a Eren, se dijo que no. Que eso jamás.-Eren...-Lo llamó.

-¿Mande ángel?

-Me llamo Levi.

Eren sonrió con tanta dicha cómo si le hubiesen dicho que no estaba enfermo.

-¿Enserio tienes eso?

Unos ojos turquesas que pecaban de inocentes a pesar del cuerpo corrompido de su dueño, le observaron confundidos.-No lo sé, ángel.

-¿Cómo no vas a saber? Es decir... ¿tu eres homosexual, cierto?

Eren meditó un poco su respuesta.-Eso tampoco lo sé, ángel.

Levi frunció el ceño, confundido.-¿Cómo diablos no lo vas a saber? ¿te gustan los hombres?

El silencio de Eren le pareció eterno.

-Me gusta sentirme cálido. Ellos...-Su mirada se perdió en memorias, unas lejanas y otras no tanto.-...ellos me brindaron calor. Fueron amables y... Y por un momento yo los quise.

Su voz sonó dolida. Dolida y más rota aún de lo que ya lo estaba.

-Siento que sea doloroso para ti recordarlo, pero si tienes ese virus...

-Sé que tengo ese virus. El cáncer rosa, yo... Yo lo sé. No hacen falta los éxamenes. Pero no quiero que me dejen encerrado aquí, no, eso no ángel, eso no...-De golpe se incorporó, desesperado. Levi corrió a tratar de calmarlo, pero tan pronto llegó a él, Eren se echó a llorar.-Sácame de aquí, ángel, por favor, por favor sácame de aquí...

Se aferró a su delgado brazo y lloró desconsolado. A Levi se le partió el corazón, y sin saber el motivo le abrazó, recitándole palabras calmadas y suaves, que sólo lo hicieron llorar aún más, pero esta vez en sordos sollozos. Levi lo sostuvo, meciéndolo con dulzur, acariciando el cabello castaño.-Levi por favor...-Rogó en determinado momento de la madrugada.-Sa-sácame de aquí. Te lo súplico, ángel, te lo súplico...

Su voz sonó ta destrozada... Tan rota... Y sus ojos turquesa, esos purísimos ojos turquesa tan tristes y desolados...

No se lo pensó mucho. No había demasiado, si lo meditaba bien. Cogió la manta que le cubría, por sobre la delgada bata blanca hospitalaria y lo arropó para luego de desconectar las líneas del suero, parcharlas torpemente, cargarlo y salir corriendo de ahí con él.

-Cejas me va a matar cuando se entere...-Masculló.

Recorrió los pasillos con rapidez, y logro esquivar a dos enfermeras que juraba, se dirigian a la habitación de Eren, antes de encontrar la salida al estacionamiento y continuar con su camino.

La noche de Berlín estaba helada en comparación con los calurosos días que estuvieron transcurriendo, y caminó por unas desiertas calles rumbo a los dormitorios. Eren se aferraba a él cómo si su vida dependiese de ello, y le miraba lloroso. Levi en un momento de desesperación se detuvo y le miró.-Deja de llorar ya, Eren. Todo está bien. Te...te prometo que no te llevaré de nuevo al hospital. Te lo prometo...

El de ojos turquesa asintió. Levi entomces le acarició la espalda antes de volver a caminar con piernas cansadas pero rapidas. Al final, unos quince minutos después se hallaba deslizándose por la reja de la universidad. A lo lejos, distinguía música. Agradeció a cualquier deidad existente la fiesta que tendrían los jugadores de rugby pues eso significaba apartamento vacío.

Cuando llegaron, el departamento estaba a oscuras. Una nota se pegaba en el frigorífico. Pertenecía a Irvin, su primo.

-¿Vives solo, ángel?

-Levi, Eren. Me llamo Levi. Y no, mi primo vive conmigo. Pero no te preocupes, ahora mismo está o follando o drogandose en la fiesta.-Se dirigió a su habitación y buscó con rapidez unos viejos pants que creyó verle un día al idiota de su primo. Los encontró al fondo del cajón dónde Irvin solía guardarse los cigarrillos de hierba. Se dirigió a dónde Eren le esperaba y le observó con ojo crítico.-¿Hace cuánto que no te bañas, Eren? Tienes tufo..

El moreno sonrió. A Levi le pareció un gesto de lo más suave. De lo más dulce.

-Hace una buena temporada..,-Levi suspiró. Se lo esperaba, la verdad.

-Eren, te ayudaré a bañarte. No te equivoques, no soy de esos. Sólo que no te puedes ni poner en pie y debes limpiarte un poco para que puedas dormir, ¿vale?

-Vale, ángel.

Levi lo ayudó a incorporarse, y con paso lento y paciente le llevó hasta el pequeño y pulcro baño. Ahí, Eren se quitó la bata y se presentó desnudo ante la mirada azul de Ackerman. Levi contempló aquel cuerpo con indiferencia, o eso se esforzó en demostrar. Era un cuerpo demasiado bello, pero las cicatrices que se marcaban en sus costados y en sus caderas delataban aquello que Eren dijo. Eren era alguien naturalmente cálido, y sin embargo, que siempre pareció tener frío.

-¿Está bien así el agua, Eren?...-Se sentó tras el chico, en el borde de la tina. Eren suspiró sonriente.-Es perfecta, ángel.

Pusó shampoo en su mano y con tacto suave masajeó el cabello oscuro del chico.-Y dime Eren, ya que estamos en confianza... ¿cuántos años tienes?

-Tengo veintitrés...-Dijo el chico.

Levi bufó, antes de tomarlo con firmeza de su nuca y hacer que lo mirase.-¿Me la estás mamando? Te ves de mi edad. Anda, no tienes porqué mentir.

-Tienes una boca demasiado sucia, ángel...-Rió Yaeger.-Tengo diecinueve. Me llamo Eren y tengo diecinueve. Y me gusta el tabaco y la tarta de frambuesa y queso.

Levi rió.-Anda, mira. A mí me gusta mucho ese sabor.

-¿Cuál? ¿El del tabaco o el de la tarta de frambuesa?...-Levi masajeó con suavidad su cabeza, produciendo abundante espuma que luego enjuagó.-Ambas. Mi hermana melliza me hacía esas tartas. Y mi primo fuma hasta por el culo y me acostumbré a fumar.

-No deberías fumar, ángel. Es malo para tu salud.

-Y mira nada más quién me lo dice...-Eren rió.-¿Qué más me puedes contar de ti, Eren?

Eren lo pensó un poco.-Me gusta viajar en motocicleta. Y me gusta cantar. Trabajé durante un tiempo en un bar cantando. Me iba de maravilla.

-Cantar se me da muy mal. Parece que mil almas en pena aullan cada vez que canto.

Eren volvió a reír. Levi sonrió brevemente. Era un bonito sonido.

-Estoy seguro de que no. Los ángeles cantan precioso. Tú no deberías de ser la excepción.

Levi suspiró.-Pásame la esponja, Eren...

El baño fue silencioso. Pero era un silencio gentil, que no les incómodaba a ninguno. Cuando terminaron, y Eren se vistió, Levi le llevó al sofá.-Te puse sábanas limpias y una manta. La he lavado ayer, así que no te preocupes.

Eren le miró con ternura, viendo maravillado la manera en la cuál un dulce rosa teñia las mejillas del pelinegro.-He dormido en el desierto varias veces y en casetas sucias. Es un paraíso saber que estoy aquí, en un cálido sofá. Contigo.

Levi lo contempló unos segundos-¿Sabes? Me gusta escribir. Algún día tienes que contarme esa historia tuya. Debe ser una gran aventura, Eren.

Eren sonrió y asintió.

Levi le dejó después de eso, y mientras se tiraba de lleno en su cama y veía la luna filtrarse por las rejillas de las persianas, se imaginó que Eren era una persona con mucho que contar.

Quién hubiese predicho que esa gran aventura de la que hablaba Levi, fuese en realidad una larga y triste serie de dolorosas desventuras.

Por instantes pensó, sin embargo, que Eren era más que nada, a pesar de todo lo dicho por el chico, un ángel con las alas lastimadas y el corazón en un invierno que por momentos parecería perpetuo.

No sabía en ese entonces, cuánta razón tenía.


Continuará.

Espero que les guste. Con eterno aprecio, Elisa.