¡Ey, amigo! Este conjunto de viñetas es "la segunda parte" de Café y galletas.
Si no lo has leído, ve a mi perfil (Norma Black) y busca: Café y galletas.
A disfrutar de las comidas familiares más mágicas.
Familia Weasley.
La casa llena, como en los viejos tiempos. Carreras, peleas, discusiones, risas y conversaciones. Pero esta vez no eran los hermanos Weasley los protagonistas, sino los primos Weasley-Potter.
Roxanne intentaba ayudar a Hugo y Lily con los deberes de Pociones -aunque la pelirroja no necesitaba ayuda en Pociones-. Rose y Albus, sentados en el suelo del salón, hablaban y reían. James y Fred estaban, sorprendentemente, tranquilos jugando al ajedrez mágico. Molly y Lucy estaban enfrascadas en alguna de sus interminables lecturas. Louis echaba una siesta en el sillón, al lado de Victorie, que se pintaba las uñas. Y Dominique estaba desaparecida hasta aquel momento.
-No me lo puedo creer... -dijo con los brazos cruzados y negando con la cabeza pelirroja, Dominique. Todos sus primos y hermanos, menos Louis, que seguía en su profunda siesta, la miraron.
-¿Qué te pasa, Dom? -le preguntó Fred.
-¿Os estáis viendo? No me puedo imaginar un día más aburrido. -se quejó Dominique.- Los abuelos están fuera, no padres, no tíos...
-Ginny puede aparecerse en cualquier segundo. Tiene un sensor para cuando hacemos algo malo. -le dijo James a su prima. Todo el mundo adoraba a la Tía Ginny, pero también le tenían bastante respeto. Sobre todo sus hijos.
-Aburrido. -le dijo Dominique. A lo que James cambió su rostro calmado a uno frustrado. Miró severamente a su prima y ella le levantó una ceja. Su plan iba a funcionar.
-¿Qué has dicho? -le preguntó James.
-Aburrido. -le repitió Dominique.
-Dom, estás jugando con fuego... -la avisó Fred.
-Oh, cierto, perdona. Aburridos. -les dijo a sus dos primos más traviesos. Tanto Fred como James enrojecieron, aquella palabra era peor que un insulto para ellos. Ambos se levantaron con los puños apretados y lentamente.- Aburridos.
-¡Por Merlín, quememos la casa! -gritó Fred, haciendo reír a su hermana pequeña. James puso una mano en su hombro.
-Tranquilo, tengo una idea mejor... -dijo James, sonriendo de lado. Dominique lo imitó y se acercó a él. James miró a todos sus primos y hermanos.- ¿Nadie se apunta?
-Nosotros estamos dentro. -dijo Lily, tirando del brazo de Hugo.
-¿Qué vamos a hacer? -preguntó Rose.
-Despierta, Louis. -le dijo Victorie a su hermano pequeño.
Dos horas más tarde los padres de todos los primos y sus abuelos se aparecieron en el bosque, cerca de la Madriguera. Caminaron hacia la vieja casa y se sorprendieron al ver tanto movimiento en el jardín. Cuanto más se fueron acercando fueron viendo más nítidamente lo que pasaba allí. La mesa grande -esa que sacaban para celebraciones familiares como cumpleaños- estaba en el jardín, lista para una comida familiar. Pero lo más sorprendente fue que había comida sobre ella. Todos los niños estaban haciendo algo alrededor de la mesa.
-¿Qué es esto? -preguntó sonriendo Angelina. Su hijo mayor la rodeó por los hombros con un brazo.
-Una sorpresa para nuestros padres, tíos y abuelos favoritos. -le dijo Fred.
-Para ti también, Ginny. -le dijo James, por lo que se ganó un hechizo por parte de su madre que le puso todo el pelo de punta, chamuscado.- Perdón...
-¿Lo habéis hecho vosotros? -preguntó Bill estrujando entre sus brazos a Victorie.
-Sí, papi, ¿a qué nos quedó bonito? -dijo Victorie. Los cumplidos y felicitaciones por parte de los adultos salieron disparados en seguida. Menos de Harry, que se quedó mirando la escena con el ceño fruncido. Y cuando cruzó la mirada con su hijo del medio, Albus, el que más se parecía a él, entendió lo que estaba pasando.
-Esperad... -les dijo Harry antes de irse a sentar a comer.- ¿Lo habéis hecho todo vosotros?
-Sí, papá. No seremos la abuela, pero no cocinamos tan mal... -dijo Lily, sonriendo.
-Un momento... Em... Molly... -dijo Harry.
-¿Qué pasa, hijo?
-Molly, quédese aquí... Un momento... -dijo Harry. El azabache echó a caminar hacia la cocina y todos los jóvenes cruzaron miradas de preocupación entre ellos. Hermione y Ron, como siempre, lo siguieron. Los tres entraron en la cocina y abrieron la boca sorprendidos.
-No... puede... ser... -dijo Hermione, trastornada.
-¿Puedes arreglar eso? -le preguntó Harry.
-¿Yo? No en menos de varias horas... -dijo Hermione que no separaba la mirada de la cocina.
-Pero, ¿qué...? -preguntó Molly entrando en la cocina. Pero cuando vio su lugar sagrado de aquella manera no pudo ni terminar la frase. Ron miró a su madre y puso una mano sobre su hombro.
-Tranquila...
Media hora después doce adolescentes se encontraban en la cocina. Todos armados con guantes de goma hasta los codos, trapos, escobas, fregonas, estropajos... Y todos frotando de las paredes, suelo, techo, cocina, encimeras y mesa toda la suciedad que habían dejado al cocinar aquel festín que sus padres y abuelos estaban disfrutando, sin ellos.
-Frotad bien, chicos. Me quiero ver reflejada en las paredes. -les dijo Hermione, desde la ventana con una sonrisa.
-Que se pueda comer hasta en el suelo, Rosie. -añadió Ron.
-Lily, te quedo una mancha allí, mi vida. -remató Harry, señalando el trozo de cocina que su hija pequeña estaba limpiando.
-Voldemort tuvo un final mejor que el nuestro... -susurró Albus, que no tenía miedo a hacer ese tipo de bromas desde que entendió la historia de su padre.
-Papá, ¿podemos al menos comer? Tengo hambre... -se quejó Hugo.
-Cuando terminéis. -le dijo Hermione.
-Pero apurad. George y Bill ya van por su tercer plato. -dijo Ron, riéndose.
