No todo iba a volver a ser como era antes, eso lo sabía desde un principio. Lo que no sabía era lo mucho que me iba a costar volver a mi casa en el Distrito 12, en la Aldea de los Vencedores. Llegamos al mediodía, un aéreodeslizador del 13 nos había dejado justo delante de mi casa y lo primero que hago, sin duda alguna, fue adentrarme en ella. Pero luego de abrir la puerta, algo me empuja para afuera: los recuerdos. ¿Cuántas veces había entrado por esa puerta esperando encontrarme con Prim, con su irradiante sonrisa? No voy a llorar, no. Me armo de fuerza emocional y entro.

Todo continúa como la última vez que había estado ahí. Sólo que ahora está vacía y con olor a encierro. Me acerco a la mesa del comedor, donde se encuentra una foto mía, de mi madre y de Prim. Por más que lo intento, no puedo evitar que una lágrima salga rodando por mi mejilla.
"Cuánto te necesito, hermana." Pienso para mis adentros, mientras me seco la lágrima. Tengo que ser fuerte, por ella. Inspiro una bocanada de aire y luego la exhalo, lentamente, como el Doctor Aurelius me había recomendado hacer cuando la tristeza me invadía, cuando me sentía sola.

Dejo la fotografía en su lugar y lentamente me dirijo hacia la cocina. Abro una de las ventanas más cercanas y suspiro al pensar en todo lo que tendré que limpiar. Nunca lo había hecho, mi madre se encargaba de eso… Yo cazaba. Cazar. Ni siquiera me siento con ganas de cazar. Sólo quiero dormir, y no despertarme por muchos días. Así que camino hacia la puerta de mi cuarto y una vez dentro me deshago de mis botas y me tiro sobre la cama.

La veo correr por el bosque. Conozco ese lugar. La arena de mis primeros Juegos. Escapa de algo. Está asustada, muy asustada. Corre sin saber a dónde ir, sin saber qué hacer. Trato de alcanzarla, de ayudarla, pero por más que lo intento no lo logro, y de pronto, no sé ni cómo ni de dónde, un cuchillo la atraviesa y cae muerta en el suelo. Grito, desesperada, mientras me acerco corriendo a su cuerpo muerto.

-¡Prim! –Abro los ojos de golpe y me doy cuenta de que todo había sido una pesadilla. Tan sólo una pesadilla. Respiro profundamente. No sé qué hora es ni hace cuanto que estoy dormida, pero sé que nunca lograré dormir sin tener pesadillas…A menos que esté con Peeta. De pronto tengo la necesidad de correr a sus brazos, de pedirle que me proteja de las pesadillas, pero él todavía lidia con recuerdos modificados del Hijacking y no quiero molestarlo.

Así que me limito con salir a tomar aire fresco afuera, tratando de controlar mis ganas de ir corriendo a los brazos de Peeta Mellark.