Estabamos los dos sentados, mirándonos fijamente a los ojos, al igual que siempre que le enseñaba Encantamientos. Luego yo bajaba la mirada y seguía haciendo como que leía el libro, aunque lo estuviera recitando de memoria. Cada cierto rato él me sonreía y preguntaba algo, para que yo contestara lo obvio y volvieramos a mirarnos, a acercarnos inconscientemente el uno al otro y a rozarnos las manos durante un segundo, y a desviar las miradas y sonrojarnos arrepentidos de nuestra estupidez durante un tiempo que me parecía una eternidad.
La noche avanzaba y se hacía más oscura, contrastando con la luz blanca y etérea de la luna, mientras Ronald se ponía más cerca mío, apoyándose en mis piernas mientras yo "leía" para él. Pero esta noche no era diferente que antes, nunca cambiaba, siempre parecía que algo sería distinto y eso era lo que lo hacía más frustrante cada día, y aún así yo accedía a estudiar con él, disfrutando de la ilusión y de imaginarme que hoy sí.
Levantó su cabeza para discutir, era algo que yo sabía y que él creía saber, pero no era así, dormitaba sobre el libro cuando la profesora lo mencionó en clases. Nos miramos más fijamente a los ojos y nos acercamos lentamente, al discutir, frente a frente, nariz con nariz, a punto de concretar el beso que tanto había esperado. Casi arrepentido, como asustado de lo que yo pudiera pensar, Ron apoyó su cabeza sobre mi hombro y luego se levantó , e ignorando la discusión anterior, me preguntó algo sobre las transformaciones de los licántropos.
Era lo más estúpido que podría haber preguntado y aún así le había servido para salir del paso. ¿Salir del paso de qué? ¿De mí? Todo estaba preparado, calculado, parecía planeado. La luna nos alumbraba ligeramente, la Sala Común estaba vacía, nevaba delicadamente, como invitando a que observaramos y el fuego era el único acompañamiento, que crepitaba lentamente, casi musical. Él me sonrió a modo de lo siento, todavía sonrojado y yo proseguí a contestar, evitando sus ojos y mirando hacia el libro, decepcionada.
Así pasó más tiempo, morían uno a uno los minutos, casi luchando por seguir, para que la noche se hiciera más larga. Llegaron las doce, hora en que como siempre, cada uno tomaba rumbo a su habitación, con un buenas noches que esperaba ser algo más.
Sus ojos me intimidaban. Pasaron minutos, uno, dos y tres, esperando que él se levantara, pero me miraba fijamente sin parpadear, sin moverse, sin hacer nada más. Los ojos ya me ardían, esperaba que su mirada cesara y sabía que si los cerraba, dos lagrimones deslizarían por mis mejillas. No eran solo por el rato que llevaban abiertos, tenía un nudo en la garganta que no me permitía tragar. ¿Porqué está Ron en Gryffindor? ¡Es tan cobarde!
Me cansé. Me levante rápidamente y volteé, al tiempo que murmuraba rápidamente "Me voy, buenas noches..." y salí caminando ágilmente de la Sala, mientras liberaba las lágrimas que luchaban por resbalar de mis húmedos ojos y contenía un sollozo.
"¡Hermione!" - dijo, mientras tomaba mi mano con firmeza. - "Esta noche... esta noche..."
Calló. Y se acercó con decisión. Y nos besamos, lenta y suavemente al fin.
