Ni ouat ni sus personajes me pertenecen, por el contrario la historia es mía.

Este fic va dedicado a mis chicas del whatsapp swanqueen, a Natalia, a mi petita, a mi morena y por supuesto a mi manager adorada.

Va especialmente dedicado como todos mis fics a la razón de mis sonrisas y alegrías, a esthefybautisat, mi impulsiva y adorable novia a la que cada día amo más y con la que quiero pasar el resto de mi vida.

Sin más os dejo disfrutar de esta nueva historia y espero que os guste y me dejéis muchos mensajitos.

Recordad que debéis leer a franchiulla, my dark queen, EvilSwanQueen21 y por supuesto a mi amada esthefybautista.

CAPÍTULO 1 NOSTALGIA Y ALCOHOL EN SUS VENAS.

Eran más de las once de la noche, las llaves luchando contra la cerradura huidiza, intentando entrar en una casa vacía y silenciosa, solitaria y demasiado grande para ella.

Como cada noche retrasaba cuanto podía el hecho de llegar a su apartamento, de bar en bar, buscando apagar la nostalgia que sentía su alma, acallarla con bebidas que embotaban sus sentidos.

Tres largos años habían pasado y ella no podía olvidar ninguno de los momentos vividos a su lado, recordaba cuando compraron ese pequeño ático para las dos, ático que se le antojaba inmenso sin su presencia. Se quitó tambaleándose los zapatos y tiró sus cosas de cualquier manera en la entrada, dirigiéndose con paso inseguro a su pequeño minibar.

Amargas lágrimas por sus mejillas, igual que cada noche, mientras tumbada en su pequeño sillón contemplaba durante horas ese marco, esa foto de ese momento inmortalizado para la eternidad, el momento en el que se dio el sí quiero con el amor de su vida, recordando cómo se habían conocido trabajando juntas en comisaría, recordando los primeros y tímidos gestos que se regalaron, como poco a poco fueron construyendo una sólida historia, basada en el amor y la comprensión, compañeras, amigas, amantes, esposas…

Dos mujeres en un mundo de hombres, dos luchadoras que se encontraron y se atrevieron a amarse, una historia que había terminado demasiado pronto y ella no podía asimilarlo. Hacía tres años que toda su vida se había marchado por el desagüe y no había ni una sola noche que no se sentara frente a su vaso de whiskey sin hielo, a contemplar su fotografía, mientras apretaba con fuerza esa alianza que no era capaz de quitarse.

Tenía que haber sido una operación sencilla, una misión sin riesgos, tenían todas las de ganar para atrapar al dirigente de la mafia japonesa en Boston. Todo calculado al milímetro, sin margen de error, sin posibilidad de fallar y aun así, la vida le dio un giro inesperado a los acontecimientos, un fallo milimétrico, una estupidez… y seguidamente el sonido de un arma descargando su munición y su mujer cubierta de sangre entre sus brazos, mirándola a los ojos mientras los suyos se iban apagando. Se había ido para siempre, se había marchado su sonrisa de niña, su risa tan característica, se habían marchado sus besos llenos de cariño, sus palabras comprensivas cuando había tenido un mal día, sus noches amándose cuando nada más que ellas existía en el mundo, todo se había marchado en un segundo y, por mucho que lo intentaba, no podía dejarlo atrás. La devoraba por dentro, le quitaba poco a poco la vida. Aunque el resto del mundo al mirarla solo viese una máscara de fortaleza inquebrantable, Regina sabía que poco a poco estaba sumiendo su alma en el vacío, la necesitaba con una fuerza agónica, se precipitaba al abismo cuando llegaba a casa y se encontraba sola sin ella, sola con sus recuerdos y una botella prácticamente vacía, sola con sus lágrimas y su alma hecha girones, simplemente sola.

Esa noche era distinta a las demás, un acontecimiento, un pequeño regalo del destino la había llevado a encontrarse con el hombre responsable de la muerte de su esposa. Sus órdenes eran claras, reducirlo y apresarlo pues su testimonio era muy valioso para detener al resto de la banda.

Lo tenía enfrente, mirándola con ojos victoriosos, creyéndose Dios por tener información privilegiada que lo mantendría vivo. Su corazón se rompió en mil pedazos una vez más y, sin poder razonar, con la mente nublada por el odio y el dolor, levantó su arma y disparó, vació todo el cargador sobre ese asesino sin escuchar las órdenes de sus superiores, los gritos que le pedían que se detuviese, ella no podía escuchar nada más que la dulce voz de su esposa susurrándole te quiero, aunque fuese un eco de su mente, un recuerdo lejano que la mantenía con vida y la ataba a la cordura. Simplemente hizo lo que le parecía correcto, vengar la muerte de su amor, intentando sentirse menos vacía, menos muerta por dentro.

Su compañero se la llevó de la escena, pues como una estatua contemplaba su obra, contemplaba a ese hombre muerto en el asfalto, ajusticiado por una mujer enamorada y dolida. Se la llevaron a la central, directamente al despacho de su superior, pues sus actos tendrían consecuencias. Había desobedecido expresamente las órdenes y se había tomado la justicia por su mano, demostrando que no estaba del todo en sus cabales, que no podía seguir así.

El director del FBI se la quedó mirando, con una mezcla de compasión y reproche, ella era su mejor agente, siempre lo había sido, pero perder a su compañera la había cambiado y no sabía cómo devolverla a su estado anterior.

-Regina…Creí haberte dicho que era importante cogerlo con vida.

-"Lo sé señor, mas no pude hacerlo, su cara, merecía morir."

-No eres tú quien decide eso Regina, no puedes ajusticiar a los malhechores así como así, traerá consecuencias.

-"No me importa, merecía morir por lo que le hizo"

-¿No crees que después de tres años debería dejar atrás el pasado? Sigues llevando su apellido, sigues llevando la alianza, Regina no puedes seguir así.

-"Con el debido respeto señor, no fue su esposa la que murió en sus brazos aquella noche, no me diga cómo debo vivir mi vida sin ella, no tiene ni idea de lo que está hablando"

-Tienes razón, no sé por lo que estás pasando, pero sí sé que eres peligrosa para ti misma y para el resto del equipo, no me queda más remedio que transferirte a los archivos, revisarás los casos abiertos y no participarás en operaciones hasta que crea que estás en tus cabales. Y si me permites un consejo, entierra el pasado, déjalo atrás Regina, o te perderás el futuro.

Relegada a tareas muy inferiores a las que solía ostentar en su puesto, se sintió humillada y hundida mas no lo mostró, su rostro seguía siendo la máscara impasible, fría y dura como el hielo, se marchó sin decir una sola palabra del despacho de su superior y se dirigió a los archivos para mantener su mente ocupada y no pensar, no sentir, no llorar una vez más.

El sótano con los casos abiertos parecía un laberinto, era increíble la cantidad de crímenes que se podían perpetuar sin ser resueltos jamás, la capacidad de hacer el mal que tenía la raza humana lograba sobre cogerla y le daba escalofríos, había visto cosas horribles a lo largo de su carrera, cosas que podían quitar el sueño al más valiente de los hombres.

En ese sótano encontró al típico listillo, ratón de biblioteca, que parecía no haber visto la luz en toda su vida y tampoco a seres humanos a su alrededor.

Carraspeó para hacerse notar, sobresaltando al sujeto que ordenaba las cajas por fechas, sujeto que le la quedó mirando embobado pues no todos los días se encontraba a una mujer tan increíblemente hermosa como ella. Sus ojos color chocolate, su pelo oscuro y su piel tan tersa, sus labios rojo intenso, la majestuosidad de sus gestos, el becario creyó haberse dormido y estar soñando con una diosa, no pudo apartar su mirada de ella ni evitar quedarse embobado ante semejante imagen.

Regina odiaba que la mirasen intensamente y resopló molesta, decidida a acabar con ese estupidez cuanto antes.

-"¿Qué ocurre? ¿Nunca en tu patética vida has visto a una mujer?"

-Pe…perdón, no esperaba a nadie aquí abajo, ¿Usted es?

-"Agente White para usted, me han destinado al archivo y a los casos abiertos, supongo que puedo campar por mis anchas"

-Claro agente, eche un vistazo a lo que quiera.

Regina fue dando vueltas por ese laberíntico lugar, sintiendo la mirada babosa de ese chico y aumentando su enfado, cuando vio un nombre que llamó su atención. Se acercó a la caja y la sustrajo, abriéndola y echando un vistazo en su interior.

La voz del becario la sobresaltó cuando sin avisar apareció a sus espaldas.

-Emma Swan, tenía 15 años cuando desapareció sin dejar rastro, un caso peliagudo.

-"Me suena el nombre Swan"

-Los Swan son dueños de prácticamente toda la ciudad, por eso este caso ha sido tan difícil, niña rica desaparece y no se recibe petición de rescate, solo puede estar muerta pero nunca se halló el cuerpo.

La agente se quedó mirando la fotografía de esa niña quinceañera, sus ojos aguamarina, su sonrisa plasmada y capturada eternamente en ese pequeño papel, se le encogió el estómago al pensar que nadie la estuviera buscando, que a pesar de que habían pasado cinco años nadie se esforzaba por comprender qué le había pasado a esa pequeña, por responder a la angustia de sus padres. Siguiendo su intuición cogió los archivos del caso y se los guardó.

-Entonces… ¿Va a investigar el caso de Emma Swan?

-"Eso voy a hacer, encontraré a esa niña, pase lo que pase"

Y ahí se encontraba, bebiendo por enésima vez de su vaso, tirada en su sofá, llorando y derribando sus murallas al encontrarse sola y hundida hasta que, secando sus lágrimas, dejó su vaso, se enderezó y serenó y se dirigió hacia su carpeta donde había dejado el archivo. Lo sustrajo con cuidado y se dispuso a estudiarlo, mirando de vez en cuando la fotografía, los rubios cabellos, la carita pecosa y los ojos verdeazulados.

-"Estés donde estés, prometo que voy a encontrarte, viva o muerta, pequeña, yo voy a encontrarte."